“Cristo Vive”
Lecturas
28-4-19, Ciclo C
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis
ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Lectura Hechos de los Apóstoles 5, 12-16
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados. Palabra de Dios.
Salmo 117
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados. Palabra de Dios.
Salmo 117
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el
pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es
eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
R.
La piedra que
desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por
el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él. R.
Sálvanos, Señor,
asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros
los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina. R
Libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia.»
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro.
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: yo soy el Primero y el Ultimo, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro.» Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al atardecer del
primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas
por temor a los judíos. Entonces llegó
Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su nombre. Palabra del Señor.
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su nombre. Palabra del Señor.
Reflexión:
Cristo Vive. Aparición a los discípulos. Los discípulos experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de Aquél que está ante ellos, y aparece como el mismo, pero al mismo tiempo como otro: un Cristo 'transformado'. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al mismo tiempo sienten que Él ya no se encuentra en la condición anterior, y ante Él están llenos de reverencia y temor.
Cristo Vive. Aparición a los discípulos. Los discípulos experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de Aquél que está ante ellos, y aparece como el mismo, pero al mismo tiempo como otro: un Cristo 'transformado'. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al mismo tiempo sienten que Él ya no se encuentra en la condición anterior, y ante Él están llenos de reverencia y temor.
Pero Jesús los lleva gradualmente
al reconocimiento y a la fe, signo de la pedagogía paciente de Cristo al
revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al llevarlo al conocimiento
de las riquezas de su corazón y a la salvación.
Cuando, luego, se dan
cuenta, con su ayuda, de que no se trata de otro, sino de Él mismo transformado,
aparece repentinamente en ellos una nueva capacidad de descubrimiento, de
inteligencia, de caridad y de fe. Es como un despertar de fe: 'He visto al
Señor' (Jn 20, 18) 'Señor mío y Dios mío' (Jn 20, 28). Entonces una luz
absolutamente nueva ilumina en sus ojos incluso el acontecimiento de la cruz; ¡y
da el verdadero y pleno sentido del misterio del dolor y de la muerte, que se
concluye en la gloria de la nueva vida! Este será uno de los elementos principales
del mensaje de salvación que los Apóstoles han llevado desde el principio al
pueblo hebreo y, poco a poco, a todas las gentes.
La
incredulidad de Tomás. Tomás representa la figura de aquel que no hace
caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en
ella se manifiestan.
En lugar de integrarse y
participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración
particular, una prueba individual. Además, no busca a Jesús, fuente de vida,
sino a una reliquia del pasado que pueda constatar palpablemente.
Jesús, que no abandona a
los suyos, se la concede, pero no aisladamente, sino en el seno de la
comunidad.
Las
dudas de la fe. Tomás se ha aislado de la comunidad, duda, no percibe los
signos de la nueva vida que se le manifiesta. La figura de Tomás representa a
muchas personas, candidatas a la comunidad, llenas de duda. En él se refleja: Cómo
el proceso de la fe comienza por verificar en la realidad humana a Dios; en las
heridas corporales de los que sufren, la presencia de la vida. Ante ello resulta
difícil creer.
Cómo ciertos requisitos indispensables para no caer en la incredulidad o en la indiferencia: escuchar la Palabra de Dios, dar primacía al testimonio, formar parte de la comunidad. Quien esto realiza, aunque no haya visto al Resucitado con sus ojos, tiene la certeza de que el que murió en la cruz vive y está muy próximo, está en medio, creando y dando paz, vida y una razón por la que vivir y luchar.
Cómo ciertos requisitos indispensables para no caer en la incredulidad o en la indiferencia: escuchar la Palabra de Dios, dar primacía al testimonio, formar parte de la comunidad. Quien esto realiza, aunque no haya visto al Resucitado con sus ojos, tiene la certeza de que el que murió en la cruz vive y está muy próximo, está en medio, creando y dando paz, vida y una razón por la que vivir y luchar.
Resucitar
la fe y reanimar la vida. Muchas veces la fe es demasiada
convencional y vacía, costumbre religiosa sin vida, inercia tradicional,
formalismos externos sin compromiso; muchas palabras y poco espíritu vivificador.
El encuentro con el Resucitado fue, sin embargo, para los primeros creyentes,
una experiencia que reanimó su fe y su vida.
El encuentro con el
Resucitado es lo que transforma a estas personas, las reanima, las llena de
alegría y paz verdadera, las libera del miedo y cobardía, les abre horizontes
nuevos e impulsa a anunciar la Buena Noticia y dar
testimonio.
El Señor nos invita a ser creyentes, con todas las dificultades del “ver”, ser testigos de la reconciliación en un mundo dividido e injusto, y a compartir la “vida”, donde se dan sombras de muerte.
El Señor nos invita a ser creyentes, con todas las dificultades del “ver”, ser testigos de la reconciliación en un mundo dividido e injusto, y a compartir la “vida”, donde se dan sombras de muerte.
Vivir
sin haber experimentado la resurrección. Los que nos consideramos
creyentes vivimos, a menudo, como los discípulos del Evangelio, “al anochecer”,
“con las puertas cerradas”, “llenos de miedo”, “temerosos de las autoridades”.
Estamos inmersos en la vieja creación; no hemos visto ni experimentado al
Resucitado; la humanidad nueva parece ausente en nuestras vidas. Nuestras
comunidades están a veces replegadas, ocultas, sin dar testimonio; es como si
no tuvieran alegría, perdón y vida que transmitir. A pesar de ser este día “el
primero de la semana”, el primero de la nueva creación, nosotros seguimos
aferrados a lo viejo, a lo de antes.
Necesitamos que el Señor
se haga presente y reconocerlo en sus signos. Pero ¿Cuáles son sus signos?
¿Cómo y cuándo se hacen presentes?
La
donación de la paz. Podemos decir que, para los primeros discípulos,
la resurrección fue una experiencia que los llenó de paz. No hay texto de
aparición del resucitado en el que no salgan las expresiones “paz a ustedes”,
“no tengan miedo”.
Aquel grupo de hombres y
mujeres decepcionados, angustiados por el fracaso de su líder más querido,
impotentes para dar ya un sentido a nuevos proyectos de vida, encuentran en
Jesús resucitado una fuerza y una paz que los librará del miedo.
Quizá sea éste el núcleo
de la experiencia pascual: el encuentro con Alguien vivo, capaz de liberarnos
del desencanto y descubrirnos el camino hacia la paz.
Siempre el saludo
invariable del Resucitado es: “Paz a ustedes”. Hoy la palabra “paz”,
desgraciadamente, apenas significa otra cosa que ausencia de guerra, cese de
hechos violentos de sangre, o el no tener conflictos personales. En la cultura
bíblica, por el contrario, paz o “shalom” designa la armonía del ser humano
consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con Dios, el disfrute gozoso
y exultante de la vida, la convivencia en el respeto y la justicia.
Soplo
creador que infunde aliento de vida. Al soplar y darles el Espíritu,
Jesús confiere a los discípulos la misión de dar vida y les capacita para ello.
De hecho, “Espíritu”, “soplo”, “hálito de vida”, es lo mismo. El verbo que usa
el evangelista aquí “sopló” es el mismo que se encuentra en Gn. 2, 7, para
indicar la animación del hombre al infundirle Dios un aliento de vida. Con
aquel aliento se convirtió el hombre en un ser viviente; con ese nuevo aliento
de Jesús resucitado, el ser humano es re-creado. Por eso, hoy, la resurrección
se hace presente, se vive y se reconoce donde se lucha por la vida y se combate
contra todo lo que deshumaniza y mata. Creer hoy en la resurrección es
comprometerse por una vida más humana, más plena, más
feliz.
La
experiencia del perdón. Los discípulos han experimentado al
resucitado como alguien que les perdona y les ofrece la amnistía y salvación.
Ninguna alusión al abandono de los suyos, ningún reproche por la cobarde
traición; ningún gesto de exigencia para reparar la injuria.
Vivimos en una sociedad que no es capaz de valorar debidamente el perdón. Se nos ha querido convencer de que el perdón es la “virtud de los débiles”, que se resignan y se doblegan ante las injusticias, porque no saben luchar y arriesgarse. Y, sin embargo, los conflictos humanos no tienen nunca una verdadera solución, si no se introduce en ellos la dimensión del perdón. El perdón no es sólo la liquidación de conflictos pasados; al mismo tiempo despierta esperanzas y energías en quien perdona y en aquel que es perdonado. El perdón es la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada.
Vivimos en una sociedad que no es capaz de valorar debidamente el perdón. Se nos ha querido convencer de que el perdón es la “virtud de los débiles”, que se resignan y se doblegan ante las injusticias, porque no saben luchar y arriesgarse. Y, sin embargo, los conflictos humanos no tienen nunca una verdadera solución, si no se introduce en ellos la dimensión del perdón. El perdón no es sólo la liquidación de conflictos pasados; al mismo tiempo despierta esperanzas y energías en quien perdona y en aquel que es perdonado. El perdón es la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada.
Los
estigmas de Jesús: Las señales de los clavos en las manos y la herida en el
costado, o sea, los estigmas de su amor y sufrimiento por los otros son signos
de su presencia. Hoy se puede ver, advertir, experimentar, conocer, descubrir
la presencia del Resucitado en aquellos que llevan en sí estas señales de
sufrimiento, amor y marginación. En los pobres y olvidados, en los marginados,
en los excluidos de la sociedad del bienestar, en los que sufren dolor y
miseria, en los abandonados en la calle… Ahí se hace presente el Resucitado.
¡Ellos son los signos de vida!
Jesús misericordioso, en
vos confío
Aclaración: Se han utilizado para la preparación
de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Juan Pablo II. Pbro.
Daniel Silva.
Circulo Bíblico San José
“Tu palabra es una
lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las 16 hs para compartir y reflexionar
el evangelio
de cada semana.