Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 27 de abril de 2019

Segundo Domingo de Pascua, de la Divina Misericordia


“Cristo Vive”
Lecturas 28-4-19, Ciclo C
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

Lectura Hechos de los Apóstoles 5, 12-16                 
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban sanados. Palabra de Dios.   

Salmo 117
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!     
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor! R. 
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él. R.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es Dios, y él nos ilumina. R       

Libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19      
  
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba en la isla de Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús. El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte como una trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete iglesias que están en Asia.»
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro.                     
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano derecha, me dijo: «No temas: yo soy el Primero y el Ultimo, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el futuro.» Palabra de Dios.   

Santo Evangelio según san Juan 20, 19-31   

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos.  Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»           
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.»      
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»                   
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»  Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!»     
Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»         
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.              
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su nombre. Palabra del Señor.  

Reflexión:
Cristo Vive. Aparición a los discípulos. Los discípulos experimentan una cierta dificultad en reconocer no sólo la verdad de la resurrección, sino también la identidad de Aquél que está ante ellos, y aparece como el mismo, pero al mismo tiempo como otro: un Cristo 'transformado'. No es nada fácil para ellos hacer la inmediata identificación. Intuyen, sí, que es Jesús, pero al mismo tiempo sienten que Él ya no se encuentra en la condición anterior, y ante Él están llenos de reverencia y temor.
Pero Jesús los lleva gradualmente al reconocimiento y a la fe, signo de la pedagogía paciente de Cristo al revelarse al hombre, al atraerlo, al convertirlo, al llevarlo al conocimiento de las riquezas de su corazón y a la salvación.
Cuando, luego, se dan cuenta, con su ayuda, de que no se trata de otro, sino de Él mismo transformado, aparece repentinamente en ellos una nueva capacidad de descubrimiento, de inteligencia, de caridad y de fe. Es como un despertar de fe: 'He visto al Señor' (Jn 20, 18) 'Señor mío y Dios mío' (Jn 20, 28). Entonces una luz absolutamente nueva ilumina en sus ojos incluso el acontecimiento de la cruz; ¡y da el verdadero y pleno sentido del misterio del dolor y de la muerte, que se concluye en la gloria de la nueva vida! Este será uno de los elementos principales del mensaje de salvación que los Apóstoles han llevado desde el principio al pueblo hebreo y, poco a poco, a todas las gentes. 

La incredulidad de Tomás. Tomás representa la figura de aquel que no hace caso del testimonio de la comunidad ni percibe los signos de la nueva vida que en ella se manifiestan.
En lugar de integrarse y participar de la misma experiencia, pretende obtener una demostración particular, una prueba individual. Además, no busca a Jesús, fuente de vida, sino a una reliquia del pasado que pueda constatar palpablemente.
Jesús, que no abandona a los suyos, se la concede, pero no aisladamente, sino en el seno de la comunidad.

Las dudas de la fe. Tomás se ha aislado de la comunidad, duda, no percibe los signos de la nueva vida que se le manifiesta. La figura de Tomás representa a muchas personas, candidatas a la comunidad, llenas de duda. En él se refleja: Cómo el proceso de la fe comienza por verificar en la realidad humana a Dios; en las heridas corporales de los que sufren, la presencia de la vida. Ante ello resulta difícil creer.    
Cómo ciertos requisitos indispensables para no caer en la incredulidad o en la indiferencia: escuchar la Palabra de Dios, dar primacía al testimonio, formar parte de la comunidad. Quien esto realiza, aunque no haya visto al Resucitado con sus ojos, tiene la certeza de que el que murió en la cruz vive y está muy próximo, está en medio, creando y dando paz, vida y una razón por la que vivir y luchar.

Resucitar la fe y reanimar la vida. Muchas veces la fe es demasiada convencional y vacía, costumbre religiosa sin vida, inercia tradicional, formalismos externos sin compromiso; muchas palabras y poco espíritu vivificador. El encuentro con el Resucitado fue, sin embargo, para los primeros creyentes, una experiencia que reanimó su fe y su vida.
El encuentro con el Resucitado es lo que transforma a estas personas, las reanima, las llena de alegría y paz verdadera, las libera del miedo y cobardía, les abre horizontes nuevos e impulsa a anunciar la Buena Noticia y dar testimonio.   
El Señor nos invita a ser creyentes, con todas las dificultades del “ver”, ser testigos de la reconciliación en un mundo dividido e injusto, y a compartir la “vida”, donde se dan sombras de muerte.          

Vivir sin haber experimentado la resurrección. Los que nos consideramos creyentes vivimos, a menudo, como los discípulos del Evangelio, “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo”, “temerosos de las autoridades”. Estamos inmersos en la vieja creación; no hemos visto ni experimentado al Resucitado; la humanidad nueva parece ausente en nuestras vidas. Nuestras comunidades están a veces replegadas, ocultas, sin dar testimonio; es como si no tuvieran alegría, perdón y vida que transmitir. A pesar de ser este día “el primero de la semana”, el primero de la nueva creación, nosotros seguimos aferrados a lo viejo, a lo de antes.

Necesitamos que el Señor se haga presente y reconocerlo en sus signos. Pero ¿Cuáles son sus signos? ¿Cómo y cuándo se hacen presentes?      

La donación de la paz. Podemos decir que, para los primeros discípulos, la resurrección fue una experiencia que los llenó de paz. No hay texto de aparición del resucitado en el que no salgan las expresiones “paz a ustedes”, “no tengan miedo”.
Aquel grupo de hombres y mujeres decepcionados, angustiados por el fracaso de su líder más querido, impotentes para dar ya un sentido a nuevos proyectos de vida, encuentran en Jesús resucitado una fuerza y una paz que los librará del miedo.
Quizá sea éste el núcleo de la experiencia pascual: el encuentro con Alguien vivo, capaz de liberarnos del desencanto y descubrirnos el camino hacia la paz.

Siempre el saludo invariable del Resucitado es: “Paz a ustedes”. Hoy la palabra “paz”, desgraciadamente, apenas significa otra cosa que ausencia de guerra, cese de hechos violentos de sangre, o el no tener conflictos personales. En la cultura bíblica, por el contrario, paz o “shalom” designa la armonía del ser humano consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con Dios, el disfrute gozoso y exultante de la vida, la convivencia en el respeto y la justicia.

Soplo creador que infunde aliento de vida. Al soplar y darles el Espíritu, Jesús confiere a los discípulos la misión de dar vida y les capacita para ello. De hecho, “Espíritu”, “soplo”, “hálito de vida”, es lo mismo. El verbo que usa el evangelista aquí “sopló” es el mismo que se encuentra en Gn. 2, 7, para indicar la animación del hombre al infundirle Dios un aliento de vida. Con aquel aliento se convirtió el hombre en un ser viviente; con ese nuevo aliento de Jesús resucitado, el ser humano es re-creado. Por eso, hoy, la resurrección se hace presente, se vive y se reconoce donde se lucha por la vida y se combate contra todo lo que deshumaniza y mata. Creer hoy en la resurrección es comprometerse por una vida más humana, más plena, más feliz.                  

La experiencia del perdón. Los discípulos han experimentado al resucitado como alguien que les perdona y les ofrece la amnistía y salvación. Ninguna alusión al abandono de los suyos, ningún reproche por la cobarde traición; ningún gesto de exigencia para reparar la injuria.             
Vivimos en una sociedad que no es capaz de valorar debidamente el perdón. Se nos ha querido convencer de que el perdón es la “virtud de los débiles”, que se resignan y se doblegan ante las injusticias, porque no saben luchar y arriesgarse. Y, sin embargo, los conflictos humanos no tienen nunca una verdadera solución, si no se introduce en ellos la dimensión del perdón. El perdón no es sólo la liquidación de conflictos pasados; al mismo tiempo despierta esperanzas y energías en quien perdona y en aquel que es perdonado.                    El perdón es la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada.

Los estigmas de Jesús: Las señales de los clavos en las manos y la herida en el costado, o sea, los estigmas de su amor y sufrimiento por los otros son signos de su presencia. Hoy se puede ver, advertir, experimentar, conocer, descubrir la presencia del Resucitado en aquellos que llevan en sí estas señales de sufrimiento, amor y marginación. En los pobres y olvidados, en los marginados, en los excluidos de la sociedad del bienestar, en los que sufren dolor y miseria, en los abandonados en la calle… Ahí se hace presente el Resucitado. ¡Ellos son los signos de vida!
           

Jesús misericordioso, en vos confío

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Juan Pablo II. Pbro. Daniel Silva.

Circulo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119

Te esperamos todos los sábados a las 16 hs para compartir y reflexionar el evangelio
de cada semana.

domingo, 21 de abril de 2019

Domingo de Pascua



“Cristo Vive”

Lecturas 21-4-19, Ciclo C

Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén

“Nosotros somos testigos de su resurrección”

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43         
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.           
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.    

Salmo 117: R. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.              

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.              
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.               
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.    
          
Carta de Pablo a los Colosenses 3, 1-4  
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la vida de ustedes, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Palabra de Dios. 

Secuencia
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.       
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.       
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.     
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea. Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.     

Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9      
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»       
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.  
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.       
      
Reflexión 
¡Cristo vive!

Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.  Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado sobre la muerte, sobre el poder de las tinieblas, sobre el dolor y la angustia. Por eso el Tiempo Pascual es tiempo de alegría.

En este Domingo de Pascua gritamos con todas nuestras fuerzas y desde lo más profundo de nuestro corazón:
“¡Cristo ha resucitado de entre los muertos dándonos a todos la vida!”.

Este es el Domingo que le da sentido a todos los domingos en el que, con la ayuda del Espíritu Santo, queremos hacer una proclamación de júbilo y de victoria que sea capaz de asumir nuestros dolores y los transforme en esperanza, que nos convenza de una vez por todas, que la muerte no es la última palabra en nuestra existencia.

A la luz de esta certeza hoy brota lo mejor de nosotros mismos e irradia con todo su esplendor nuestra fe como discípulos de Jesús. Efectivamente, somos cristianos porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es manantial de vida nueva y primicia de nuestra participación en la naturaleza divina, lo nuestro es fundirnos como una pequeña gota de agua en el inmenso mar del corazón de Dios.
La Buena Nueva de la Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra vida.
Por eso en este Tiempo de Pascua que estamos comenzando tenemos que abrirle un surco en nuestro corazón a la Palabra, para que la fuerza de vida que ella contiene sea savia que corra por todas las dimensiones de nuestra existencia y se transforme en frutos de vida nueva.

Es así como la Buena Noticia de que Cristo ha resucitado cala honda; se estremece con nuestras dudas, con nuestra tristeza, delatando nuestra pobre visión de la vida y mostrándonos el gran horizonte de Dios desde donde podemos comprender el sentido y el valor de todas las cosas.  Cristo resucitado se hunde en nuestro corazón y desata una gran batalla interior entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación

En la mañana del domingo la única preocupación de los tres discípulos del Señor –María, Pedro y el Discípulo amado- es buscar al Señor, a Jesús muerto sobre la Cruz por amor, pero resucitado de entre los muertos para la salvación de toda la humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado en ese estupor que sabe entrever en los signos el cumplimiento de las promesas de Dios y de las expectativas humanas. Entre todos, cada uno con su aporte, van delineando un camino de fe pascual.

“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados”. Por nuestro encuentro con el resucitado, somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. A partir de este momento ya no somos simples espectadores, a partir de este encuentro vivencial somos protagonistas de esta acción sagrada y salvífica.             
La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.      
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).    “Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13).       

Creer en el resucitado. No habían entendido que él debía de resucitar de entre los muertos.
Esta mañana de Pascua nos debe recordar que la fe en Jesucristo resucitado es mucho más que el asentimiento a una fórmula del credo. Incluso, mucho más que la afirmación de algo extraordinario que le aconteció al muerto Jesús hace aproximadamente dos mil años.

Creer en el Resucitado es creer que ahora Cristo está vivo, lleno de fuerza y creatividad, impulsando la vida hacia su último destino y liberando a la humanidad de caer en el caos definitivo.
Creer en el Resucitado es creer que Jesús está vivo y que se hace presente de alguna manera en medio de los creyentes. Es participar activamente en los encuentros y las tareas de la comunidad cristiana, sabiendo con gozo que cuando dos o tres nos reunimos en su nombre, allí está ya él poniendo esperanza en nuestras vidas.

Creer en el Resucitado es descubrir que nuestra oración no es un monólogo vacío, sin interlocutor que escuche nuestra invocación, sino diálogo con alguien vivo que está junto a nosotros en la misma raíz de la vida.

Creer en el Resucitado es dejarnos interpelar por su palabra viva recogida en los evangelios, e ir descubriendo prácticamente que sus palabras son «espíritu y vida» para el que sabe alimentarse de ellas.
Creer en el Resucitado es tener la experiencia personal de que hoy todavía Jesús tiene fuerza para cambiar nuestras vidas, resucitar todo lo bueno que hay en nosotros e irnos liberando de todo lo que mata nuestra libertad.
Creer en el Resucitado es saber verlo aparecer vivo en el último y más pequeño de los hombres, llamándonos a la fraternidad y la solidaridad con el hermano pobre.
Creer en el Resucitado es creer que Él es «el primogénito de entre los muertos» en el que se inicia ya nuestra resurrección y en el que se nos abren ya las verdaderas posibilidades de vivir eternamente.
Creer en el Resucitado es creer que ni el sufrimiento ni la injusticia, ni el cáncer ni el infarto, ni la metralleta, la opresión o la muerte tienen la última palabra. La última palabra la tiene el Resucitado, Señor de la vida y la muerte.


Para Reflexionar: Todos estaríamos encantados de que se nos comunicara la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no puede haber Vida si antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte la que no estamos dispuestos a aceptar. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esa exigencia de ir más allá de la vida biológica es la que nos hace quedarnos a años luz del mensaje de esta fiesta de Pascua. Celebrar la Pascua es descubrir la Vida en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en Jesús después de su muerte que a la vida biológica tan apreciada.

Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El que beba de esta agua nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida definitiva.                            
A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo
que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me coma, (el que me asimile), vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre.
¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa lo demás? Poner a disposición de los demás todo lo que somos y tenemos es la consecuencia de este descubrimiento de la verdadera Vida.

El Círculo Bíblico San José quiere en este momento tan especial de nuestras vidas agradecer a Dios por todos las gracias recibidas en estos años: por el Espíritu Santo que nos asiste en nuestro peregrinar, por su Palabra que nos trae sabiduría para que día a  día nos guie en cada ambiente que nos toca vivir,  el saber que estamos siempre acompañados por la oración de todos los que nos consideramos hijos de Dios, por la bendita comunidad de San José, por nuestros Pastores parroquiales y por todos aquellos que participan en esta hojita semanal.
No podemos dejar de decir que creemos que un mundo mejor es posible, creemos que acompañados por el Dios de la vida, que venció a la muerte una vez y para siempre, nada es imposible, por eso con nuestro corazón gozoso por la resurrección del Señor queremos decirte que tengas una Feliz Santa Pascua y que juntos podamos llevar la buena nueva que nos trajo Jesús a todos aquellos que la necesiten.
Círculo Bíblico San José

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Misioneros Oblatos.  J A Pagola. Fray Marcos.

Circulo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119
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