Vigésimo
octavo domingo durante el año
Lecturas
14-10-18, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Lectura del libro de la Sabiduría 7,
7-11
Oré, y me fue
dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría.
La referí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en
comparación con ella. No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el
oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será
considerada como barro. La amé más que a la salud y a la hermosura, y la
quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene
ocaso.
Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable. Palabra de Dios
Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable. Palabra de Dios
Salmo 89
R: Señor, sácianos con tu amor, y cantaremos felices.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que
nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo? Ten
compasión de tus servidores. R.
Sácianos en
seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra
vida. Alégranos por los días en que nos afligiste, por los años en
que soportamos la desgracia. R.
Que tu obra se
manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro
Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
Lectura
de la carta a los hebreos 4, 12-13
La Palabra de
Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella
penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la
médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas. Palabra de Dios.
Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas. Palabra de Dios.
Santo
Evangelio según san Marcos 10, 17-30
Cuando se puso en camino, un hombre corrió
hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para
heredar la Vida eterna?»
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.»
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.»
Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.» Palabra del Señor.
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»
El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.»
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios.»
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible.»
Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.» Palabra del Señor.
Reflexión
La Palabra siempre es
eficaz y nos ayuda a mirar hacia dentro de nosotros mismos, por eso comienza
ayudándonos a discernir qué es lo más importante en nuestra vida. La Sabiduría
en la Escritura no consiste en conocimientos adquiridos en la universidad, es
algo que viene de Dios y a Él hay que pedirla.
Para los judíos, las riquezas habían sido siempre
signo de la bendición de Dios. Jesús arremete contra ellas y nos hace ver que
son la causa de muchos de nuestros males. Este fue un tema muy discutido entre
los primeros cristianos. El relato nos deja ya una muestra de esta
controversia.
Antes de que se ponga en camino Jesús, un desconocido
se acerca corriendo. Al parecer tiene prisa para resolver su problema: «¿Qué debo hacer para heredar la vida
eterna?». No le preocupan tanto los problemas de esta vida.
“Vida eterna” en tiempo de Jesús, significaba
garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía
garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es
asegurar la misma felicidad para el más allá.
Vemos a un hombre de
recta conciencia, un judío cumplidor de los Mandamientos que el Dios Padre
entregó a Moisés, «Todo eso lo he cumplido desde joven», pero no era suficiente, intuía que le faltaba
algo, no era feliz y recurre al que todos llamaban rabí, maestro.
Jesús "lo mira con
amor", ve en su corazón y sabe que el hombre es sincero. ¿Qué le faltaba a
este hombre? ¿Solamente desprenderse de sus bienes materiales? ¿Es que, Jesús
condena a los ricos? Creer esto sería interpretar superficialmente la respuesta
del Señor, por supuesto que el rico tiene que preocuparse por el pobre, pero
Jesús va más allá, va directo al corazón. Esos bienes a los que nos aferramos
somos nosotros mismos, con nuestras limitaciones, nuestros deseos de sobresalir
sobre los demás. Jesús nos llama a vivir "con los pies en la tierra, pero
el corazón en el cielo".
Los mandamientos que Jesús le recuerda son los de la
segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren
directamente a Dios. Esta enseñanza es original y exclusiva de Jesús. Para
cualquier judío, los más importantes eran los de la primera tabla, que se
refieren a Dios. Está clara la intención de hacernos pensar en una nueva manera
de religiosidad: la humanidad se manifiesta en la relación con los demás, no solamente
con Dios. Es imposible tener acceso a Dios si me desentiendo del próximo que me
necesita.
¡Qué difícil será entrar en el Reino, al
que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí ni son buenas ni son malas.
Es absurdo pesar que Dios prefiere que pasemos necesidades. El apego a las
posesiones sin tener en cuenta al pobre o, peor aún, a costa de él, es lo que
impide al hombre alcanzar una meta verdaderamente humana.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No
tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia
a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja
triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
Entonces, ¿quién podrá ‘salvarse’? Los discípulos siguen pensando que es
imposible subsistir sin seguridades. La pregunta no se refiere a quién podrá
salvarse en el más allá, como la salvación tal como la entendemos hoy, sino
quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo
que tiene y no asegura su futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, “para los hombres, es imposible, no para
Dios”.
Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en
el más allá, es la mejor señal de no haber superado el “ego”. El objetivo
último de todo ser humano es la entrega incondicional al servicio del otro. El
apego a las riquezas nace siempre del falso yo. Mientras exista la preocupación
por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas
sino los pensamientos que me llevan a buscar seguridades para más acá o para el
más allá.
Hoy. La crisis económica nos está invitando a los
seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con
los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con
dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús
en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero:
¿qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con
quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para
hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿qué compramos? ¿Dónde
compramos? ¿Para qué compramos? ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que
necesitan?
Son preguntas que hemos de hacernos en el fondo de
nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e
instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero, si damos pequeños
pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo
a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos
sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
¡¡¡Jesús
misericordioso en vos confío!!!
Momento para disfrutar
en comunidad, bajo la luz,
el calor y la alegría de sentirnos amados por Dios.
Te esperamos.
San José Ruega por
nosotros, Amén
Aclaración: Se han utilizado para la preparación
de esta hoja: El libro del Pueblo de Dios. CEBIPAL/CELAM. J
A Pagola. Fray Marcos. Prof. Martha Pereyra
Los sábados 17 hs. Círculo
Bíblico San José, Parroquia San José: Brandsen 4970, V. Domínico.
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