Ciclo A, Lecturas del 11-06-17
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis
ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas,
para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Lectura del libro del
Éxodo 34, 4b-6. 8-9
Moisés subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo
había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos.
El Señor
descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre
del Señor.
El Señor
pasó delante de él y exclamó: «El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento
para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad.»
Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: «Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia.» Palabra de Dios.
Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: «Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia.» Palabra de Dios.
Salmo: Dn. 3, 52. 53.
54. 55. 56
Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Bendito sea
tu santo y glorioso Nombre.
R. Alabado y exaltado eternamente.
Bendito seas en el Templo de tu santa gloria. R. Aclamado y glorificado eternamente por
encima de todo.
Bendito seas en el trono de tu reino.
R. Aclamado por encima de todo y exaltado eternamente.
Bendito seas tú, que sondeas los abismos
y te sientas sobre los querubines.
y te sientas sobre los querubines.
R. Alabado y exaltado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el firmamento del
cielo.
R. Aclamado y glorificado eternamente.
2° carta de Pablo a los Corintios 13, 11-13
Hermanos: Alégrense, trabajen para alcanzar la
perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el
Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.
Salúdense
mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos.
La gracia
del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
permanezcan con todos ustedes. Palabra de Dios.
Evangelio según san Juan 3, 16-18
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque
Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él.
El que cree
en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído
en el nombre del Hijo único de Dios. Palabra del Señor.
Reflexión:
“Dios
Amor nos invita al gozo
de su
vida en comunidad”
«Dios no es
soledad, sino comunión perfecta. Del Dios comunión surge la vocación de toda la
humanidad a formar una sola gran familia, en la que las diferentes razas y
culturas se encuentran y se enriquecen recíprocamente». (1)
La Iglesia
celebra hoy el misterio central de nuestra fe, el misterio de la Santísima
Trinidad, fuente de todos los dones y gracias; el misterio de la vida íntima de
Dios. Este misterio que no podemos comprender totalmente, sí podemos vivirlo,
ya san Pablo, se despedía de las comunidades cristianas diciendo:
“La gracia de nuestro Señor
Jesucristo, el amor
del Padre y la comunión del
Espíritu Santo,
esté siempre con ustedes”
Hoy la
liturgia quiere destacar que a la luz del misterio pascual se revela plenamente
el centro del cosmos y de la historia: Dios mismo, Amor eterno e infinito. Toda
la revelación se resume en estas palabras: "Dios es amor" (1Jn 4, 8.
16); y el amor es siempre un misterio, una realidad que supera la razón, sin
contradecirla, sino más bien exaltando sus potencialidades. Jesús nos ha
revelado el misterio de Dios: él, el Hijo, nos ha dado a conocer al Padre que
está en los cielos, y nos ha donado el Espíritu Santo, el Amor del Padre y del
Hijo. La teología cristiana sintetiza la verdad sobre Dios con esta expresión:
una única sustancia en tres personas. Dios no es soledad, sino comunión
perfecta. Por eso la persona humana, imagen de Dios, se realiza en el amor, que
es don sincero de sí. (2)
La Trinidad, escuela de relación. ¿Por
qué los cristianos creen en la Trinidad? ¿No es ya bastante difícil creer que
existe Dios como para añadirnos el enigma de que es «uno y trino»? A diario
aparece quien no estaría a disgusto con dejar aparte la Trinidad, también para
poder así dialogar mejor con judíos y musulmanes que profesan la fe en un Dios
rígidamente
único.
La respuesta es que los cristianos creen que Dios es trino ¡porque creen que Dios es amor! Si Dios es amor debe amar a alguien. No existe un amor al vacío, sin dirigirlo a nadie. Nos interrogamos: ¿a quién ama Dios, para ser definido amor?
La respuesta es que los cristianos creen que Dios es trino ¡porque creen que Dios es amor! Si Dios es amor debe amar a alguien. No existe un amor al vacío, sin dirigirlo a nadie. Nos interrogamos: ¿a quién ama Dios, para ser definido amor?
Una primera
respuesta podría ser: ¡ama a los hombres! Pero los hombres existen desde hace
algunos millones de años, no más. Entonces, antes, ¿a quién amaba Dios? No
puede haber empezado a ser amor desde cierto momento, porque Dios no puede
cambiar.
Segunda
respuesta: antes de entonces amaba el cosmos, el universo. Pero el universo
existe desde hace algunos miles de millones de años. Antes de entonces, ¿a
quién amaba Dios para poderse definir amor? No podemos decir: se amaba a sí
mismo, porque amarse a uno mismo no es amor, sino egoísmo, o como dicen los
psicólogos, narcisismo.
He aquí la respuesta de la revelación cristiana. Dios es amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí mismo un Hijo, el Verbo, a quien ama con amor infinito, que es el Espíritu Santo. En todo amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que los une. Allí donde Dios es concebido como poder absoluto, no existe necesidad de más personas, porque el poder puede ejercerlo uno solo; no así si Dios es concebido como amor absoluto.
He aquí la respuesta de la revelación cristiana. Dios es amor en sí mismo, antes del tiempo, porque desde siempre tiene en sí mismo un Hijo, el Verbo, a quien ama con amor infinito, que es el Espíritu Santo. En todo amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que los une. Allí donde Dios es concebido como poder absoluto, no existe necesidad de más personas, porque el poder puede ejercerlo uno solo; no así si Dios es concebido como amor absoluto.
La teología
se ha servido del término naturaleza, o sustancia, para indicar en Dios la
unidad, y del término persona para indicar la distinción. Por esto decimos que
nuestro Dios es un Dios único en tres personas. La doctrina cristiana de la
Trinidad no es un retroceso, un pacto entre monoteísmo y politeísmo. Al
contrario: es un paso adelante que sólo el propio Dios podía hacer que lo diera
la mente humana.
La
contemplación de la Trinidad puede tener un precioso impacto en nuestra vida
humana. Es un misterio de relación. Las personas divinas no tienen relaciones,
sino que son relaciones. Los seres humanos tenemos relaciones -entre padre e
hijo, entre esposa y esposo, etcétera--, pero no nos agotamos en esas
relaciones; existimos también fuera y sin ellas. No así el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.
La
felicidad y la infelicidad en la tierra dependen en gran medida, lo sabemos, de
la calidad de nuestras relaciones. La Trinidad nos revela el secreto para tener
relaciones bellas. Lo que hace bella, libre y gratificante una relación es el
amor en sus diferentes expresiones. Aquí se ve cuán importante es que se
contemple a Dios ante todo como amor, no como poder: el amor dona, el poder
domina. Lo que envenena una relación es querer dominar al otro, poseerle,
instrumentalizarlo, en vez de acogerle y entregarse.
Debo añadir una observación importante. ¡El Dios cristiano es uno y trino! Ésta es, por lo tanto, la solemnidad de la unidad de Dios, no sólo de su trinidad. Los cristianos también creemos «en un solo Dios», sólo que la unidad en la que creemos no es una unidad de número, sino de naturaleza. Se parece más a la unidad de la familia que a la del individuo, más a la unidad de la célula que a la del átomo.
Debo añadir una observación importante. ¡El Dios cristiano es uno y trino! Ésta es, por lo tanto, la solemnidad de la unidad de Dios, no sólo de su trinidad. Los cristianos también creemos «en un solo Dios», sólo que la unidad en la que creemos no es una unidad de número, sino de naturaleza. Se parece más a la unidad de la familia que a la del individuo, más a la unidad de la célula que a la del átomo.
Fuimos creados para “vivir”. Porque
fuimos creados en el Verbo (Jn 1,3) vivimos sedientos de amor: por eso lo
que más nos duele es una mala relación. Es algo que llevamos impregnado dentro.
Pues bien, por la entrada y permanencia de Jesús en nuestra vida, Él como Verbo
lleno de amor, nos rescata de nuestras soledades y aislamientos, sana nuestras
incomunicaciones y malas relaciones al colocarlas en el plano superior del amor
primero y perfecto que viene de Dios. Todo lo hace converger allí y de
Él, de lo alto, brota una nueva capacidad de amar. Y si bien pasamos por el
trauma de la muerte física, viviremos para siempre porque en esa relación no
hay lugar para la muerte, y esto: porque el Cielo de la Trinidad ya está en
nosotros.
Así, la
misión del Hijo queda “completa”, esto es, darnos la vida eterna de
Dios: “Para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en
ellos” (Jn 17,26). (3)
La Trinidad Santa nos habita de manera inefable. Gracias
a la “guía” del Espíritu que todo lo conduce “hasta la Verdad completa”,
nuestra vida se va paulatinamente cristificando, impregnando
en nosotros el rostro del amor.
La
identidad con el Hijo, la participación en su gloria, nos hace posible unirnos
al amor de los Tres, compartir su vida de alabanza recíproca, de amor y de
gozo, y meditar largamente y en profunda paz las confidencias del Uno y del
Otro a través de la escucha de lo que el Espíritu nos coloca en el corazón.
Siendo todo
esto así, no se puede ser cristiano completo sin vivir en la Trinidad, porque
la novedad de la vida bautismal –somos bautizados “en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo”- está iluminada por un amor transformante del Dios
familia: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5,5). ¿Qué más se puede
desear? (4)
“Dios
Amor nos invita al gozo de su vida en comunidad”
El
misterio de la Trinidad
"Padre, no he venido a confesarme sino para que se me aclaren algunas dudas que me atormentan. Me turba, sobre todo, el misterio de la Santísima Trinidad”.
"Padre, no he venido a confesarme sino para que se me aclaren algunas dudas que me atormentan. Me turba, sobre todo, el misterio de la Santísima Trinidad”.
El padre, con sencillas palabras, comenzó a disipar
las dudas: "Hija, ¿quién puede comprender y explicar los misterios de
Dios? Se llaman misterios precisamente porque no pueden ser comprendidos por
nuestra pequeña inteligencia. Podemos formarnos alguna idea con ejemplos. ¿Has
visto alguna vez preparar la masa para hacer el pan? ¿Qué hace el
panadero? Toma la harina, la levadura y el agua. Son tres elementos distintos:
la harina no es la levadura ni el agua; la levadura no es la harina ni el agua
y el agua no es la harina ni la levadura. Se mezclan los tres elementos y se
forma una sola sustancia. Por lo tanto, tres elementos distintos forman unidos
una sola sustancia. Con esta masa se hacen tres panes que tienen la misma sustancia,
pero distintos en la forma el uno del otro. Eso es, tres panes distintos el uno
del otro, pero una única sustancia.
Así se dice de Dios: Él es uno en la naturaleza, Trino
en las personas iguales y distintas la una de la otra. El Padre no es el Hijo
ni el Espíritu Santo; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Son tres
personas iguales pero distintas. Sin embargo, son un solo Dios porque única e
idéntica es la naturaleza de Dios".
Los Milagros del P. Pío, P. Luis Butera
La Santísima Trinidad es un misterio que invita a vivir
el amor hacia el prójimo, sin egoísmos y así “testimoniar de acuerdo a la belleza
del Evangelio”, “compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y
conceder el perdón, valorizando los diversos carismas bajo la guía de los
pastores”.
“La Trinidad es
comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra,
una en la otra”.
“Él nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado
del Espíritu Santo; y nos ha hablado de Sí mismo como Hijo de Dios”, pero
también “envió a sus discípulos a evangelizar a la gente” y a bautizarla “en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Es un mandato que “lo dirige también a cada uno de
nosotros que, por la fuerza del Bautismo, hacemos parte de su Comunidad” y en
relación a la solemnidad de este día “nos renueva la misión de vivir la
comunión con Dios y entre nosotros sobre el modelo de la trinidad”.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de
las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. (1) Juan
Pablo II. (2) Benedicto XVI. (3) Raniero Cantalamessa. (4) P. Fidel
Oñoro, CELAM
Lectio Divina: los sábados 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen
4970
V. Domínico.
Si querés recibir la hojita por e-mail pedila: