Lecturas del 21-02-10 – Ciclo C –
Libro del Deuteronomio 26, 4-10
Moisés habló al pueblo diciendo:
«El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios: "Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo, que tú, Señor, me diste." Tu depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él.» Palabra de Dios.
Salmo 90
R. Estás conmigo, Señor, en el peligro.
Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío.» R.
No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos. R.
Ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces contra ninguna piedra; caminarás sobre leones y víboras, pisotearás cachorros de león y serpientes. R.
«El se entregó a mí, por eso, yo lo libraré; lo protegeré, porque conoce mi Nombre; me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en el peligro, lo defenderé y lo glorificaré.» R.
Lectura primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 10, 5-13
Hermanos: Moisés escribe acerca de la justicia que proviene de la Ley: El hombre que la practica vivirá por ella. En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, esto es para hacer descender a Cristo. O bien ¿Quién descenderá al Abismo?, esto es para hacer subir a Cristo de entre los muertos. ¿Qué es lo que dice la justicia?: La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Lucas 4, 1-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.» Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.» Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá.» Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.»
Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.»
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. Palabra del Señor.
Reflexión
El tiempo de Cuaresma que comenzó esta semana con las celebraciones del Miércoles de Ceniza (conviértete y cree en el Evangelio), tiene como telón de fondo el relato de la Palabra de hoy. Jesús, antes de comenzar los años de su vida pública, movido por el Espíritu Santo (Bautismo) se retira al desierto, en total ayuno durante cuarenta días, al final de los cuales es tentado por el demonio. En el Evangelio se relatan las tentaciones a que el mismo Jesús estuvo sometido.
La Cuaresma conmemora los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto, como preparación de esos años de predicación que culminan en la Cruz y en la Gloria de la Pascua. Fueron cuarenta días de oración, de ayuno y de penitencia, al cabo de los cuales tuvo lugar la escena que nos relata el Evangelio de la misa de hoy.
San Lucas dice expresamente que el Señor no comió nada durante los cuarenta días y las cuarenta noches. En este largo período vivió unido a Su Padre y contemplando el comienzo de su predicación.
Moisés había procedido de modo semejante antes de promulgar, en nombre de Dios, la antigua ley del Sinaí. También Elías caminó cuarenta días en el desierto para llevar a cabo su misión de renovar el cumplimiento de la Ley. Jesús quiso también prepararse de un modo semejante para proclamar su doctrina.
Después de estos días en los que la naturaleza humana de Jesús se encuentra debilitada, se acercó el demonio para tenderle la primera trampa. El evangelio nos muestra al demonio acercándose de un modo insidioso. La imagen del Mesías que tiene el demonio es semejante a la que tenían muchos judíos de aquel tiempo: un gran profeta, pero hombre al fin y al cabo.
Jesús quiso someterse a las tres tentaciones que ordinariamente más estragos hacen en los hombres: la falta de templanza, la soberbia y la avaricia. Quiso darnos un ejemplo de fortaleza contra las intenciones de nuestro enemigo de perder nuestra alma por uno de esos caminos.
Cuaresma, tiempo de "parar la máquina", de serenidad, de "mirar para adentro"... y ¡¡¡preguntarnos tantas cosas!!! En nuestros días, ¡cuántas caídas!, ¡cuántas infidelidades!, ¡cuántas injusticias! Es tiempo de descubrir cuánto tenemos que cambiar.
El Evangelio de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas injusticias... Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre.
Cuaresma, tiempo de volverse a Dios, y de volverse a tantos hermanos despreciados, olvidados, oprimidos... Tiempo de justicia, de verdad, de liberación...
Mientras el pueblo de Israel, en la tentación no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa!
Jesús aparece en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil.
Para eso existe la Cuaresma, para que sepamos mirar la vida, y mirarnos en la vida; para que sepamos prestar atención a los caminos y proyectos que nos rodean, y enfrentarlos con los caminos y proyectos de Dios.
Para eso existe la Cuaresma, para que apaguemos los ruidos que aturden y ensordecen, para que acallemos las voces que esconden la voz de Dios, para no escuchar cantos de sirenas que nos hablan de la felicidad de comprar, de poseer o de determinados caminos, sino que podamos oír la voz del amor, la voz que se grita en el silencio y el desierto.
Para eso existe la Cuaresma para volver a las fuentes, para volver a la fidelidad primera, “como un niño frente a Dios".
¿Y nuestra Cuaresma? Tantas veces habremos dicho: “Cuaresma, tiempo de confesión”, pero ¿de qué sirve si no es un cambio de vida, un cambio de camino? ¿Qué Cuaresma vive el que no vive? La Cuaresma es tiempo de desierto, pero de desierto en medio del ruido y del mundo, en medio del pecado y la infidelidad, en medio de la gente... Es allí donde estoy invitado a encontrarme con Dios y los hermanos, allí donde debo retomar el camino.
El centro, el corazón de la Cuaresma: ¡los hermanos! Revisemos nuestro servicio, nuestro amor, nuestro compromiso liberador; así revisaremos nuestra fe; así viviremos espiritualmente nuestra Cuaresma.
Quien afirme no tener pecado es un mentiroso dice san Juan. Quien decide a devolverle a Dios su lugar, empieza a preparar el camino para una vida coherente con los proyectos de Dios. El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un ¡detente!, un mirar para adentro, es reconocer que hemos caminado sin Dios buena parte de nuestra vida... Pero, casi podemos decir que a Dios no le importa: la gravedad de nuestra ruptura, no le importa qué tan dios nos sentimos. Le importa que estemos decididos a vencer el pecado en el seguimiento de Jesús, a vencer el pecado con la Palabra de Dios.
Lecturas de la semana:
Lunes 22: 1Pe. 5, 1-4; Sal. 22; Mt. 16, 13-19.
Martes 23: Is. 55, 10-11; Sal. 33; Mt. 6, 7-15.
Miércoles 24: Jon. 3, 1-10; Sal. 50; Lc. 11, 29-32.
Jueves 25: Est. 14, 1. 3-5, 12-14; Sal. 137; Mt. 7, 7-12.
Viernes 26:Ez. 18, 21-28;Sal. 129; Mt.5, 20-26.
Sábado 27: Dt. 26, 16-19; Sal 118; Mt. 5, 43-48.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Servicio Bíblico latinoamericano. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
Para Compartir la Palabra de Jesús,
en la Parroquia San José: Brandsen 4970
Villa Dominico. Círculo Bíblico San José
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¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
sábado, 20 de febrero de 2010
domingo, 14 de febrero de 2010
Sexto Domingo durante el Año, “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!”
Lecturas del 14-02-10 – Ciclo C –
Lectura libro del profeta Jeremías 17, 5-8
Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita.
¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Palabra de Dios.
Salmo 1
R. ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza!
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! R.
El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. R.
No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. R.
Primera carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto 15, 12. 16-20
Hermanos: Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados.
En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Palabra de Dios.
Evangelio según San Lucas 6, 12-13, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús se retiró para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ello, a los que dio el nombre de Apóstoles. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: « ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!» Palabra del Señor.
Reflexión
Las lecturas de este domingo nos proclaman y nos llevan a reflexionar sobre como ser dichosos, ser felices, ser benditos, ser bendecidos, ser bienaventurados…
El texto de Jeremías presenta el contraste entre el que confía y busca apoyo en «un hombre» o «en la carne», y el que confía o tiene su corazón en el Señor. Entones, ¿la invitación es a no confiar en el otro? No. Aquí se entiende hombre como carne, que significa debilidad y caducidad humana manifestada en el egoísmo, la corrupción, etc. Por tanto, la invitación de Jeremías es a no confiar en las autoridades de su tiempo que se han hecho débiles, por no defender la Causa de Dios que son los débiles, sino la causa de los poderosos de su tiempo. En este sentido, el que confía en la carne será estéril, es decir, no produce, no aporta, no contribuye al crecimiento de nada. Por eso es maldito. En cambio el que opta por Dios, será siempre una fuente de agua viva que permite crecer, multiplicar, compartir, y sobre todo, no dejar nunca de dar fruto.
En la primera parte del Evangelio es interesante destacar como el Señor ora intensamente antes de tomar las grandes decisiones de su ministerio. Tiene que elegir a sus colaboradores más directos, a los Apóstoles… Entonces se pasa toda la noche en oración, hablando con Dios, su Padre.
En la segunda parte percibimos que en la llanura hay muchas personas. Algunos han llegado de Judea y de Jerusalén. Otros, incluso, llegados de Tiro y Sidón que son dos ciudades paganas. Es una gran multitud que “representa” a todos.
En la tercera parte las Bienaventuranzas con los pobres de protagonistas y las malaventuranzas (ayes) con los ricos como destinatarios, continúan el plan programático de Jesús en el evangelio de Lucas.
La bienaventuranza clave es la de los pobres, ya que las otras se entienden en relación a ésta. Son los pobres los que tienen hambre, los que lloran o son perseguidos. Lucas recuerda la promesa del AT de un Dios que venía a actuar a favor de los oprimidos (Is 49,9.13), los que tienen a Dios como único defensor (Is 58,6-7) que claman constantemente a Dios (Sal 72; 107,41; 113,7-8). Todas estas promesas van a ser cumplidas en Jesús, quien ha definido desde el principio su programa misionero en favor de los pobres y oprimidos (Lc 4,16-21. Cf. Is 61,1-3).
¿Dios, entonces, nos quiere pobres?, y ¿qué tipo de pobres? Los pobres no son bienaventurados por ser pobres, sino porque asumiendo tal condición, por situación o solidaridad, buscan dejar de serlo.
La pobreza cristiana va ligada a la promesa del reino de Dios, es decir a tener a Dios como rey. Este reinado se convierte en la mayor riqueza, porque es tener a Dios de nuestro lado, es tener la certeza de que Dios está aquí, en esta tierra de injusticias y desigualdades, encarnado en el rostro de cada pobre, invitándonos a asumir su causa. La causa es también la causa del Reino.
Y disfrutaremos el Reino cuando no haya empobrecidos carentes de sus necesidades básicas, sino «pobres en el Señor» que son todos los que mantienen la riqueza de un pueblo basada en el amor, la justicia, la fraternidad y la paz.
En otras palabras, “Pobres no son los miserables sino los que libremente renuncian a considerar el dinero como valor supremo -un ídolo- y optan por construir una sociedad justa, eliminando la causa de la injusticia. Son los que se dan cuenta de que aquello que ellos consideraban un valor -éxito, dinero, eficacia, posición social, poder- de hecho va contra el ser humano.
El reino de Dios es la sociedad alternativa que Jesús se propone llevar a término. La proclama del reino no la efectúa desde la cima del monte, sino desde el «llano», en el mismo plano en que se halla la sociedad construida a partir de los falsos valores de la riqueza y el poder.
La vida moral, los mandamientos, las exigencias del evangelio no son “una carga”, no son una imposición para hacernos más pesada la vida… sino que son el camino a la bienaventuranza, a la bendición, a la dicha, a la verdadera felicidad…
Lo llamativo es que esta felicidad, dicha y bendición se puede dar en las circunstancias más adversas para los hombres y las mujeres de todos los tiempos: los pobres (ver 20); los que pasan hambre y están tristes (ver 21); y los que son odiados y maltratados (vers 22).
¿Por qué es esto así? Porque la felicidad y la dicha verdadera están solo en Dios. Lamentablemente muchos buscan la felicidad al margen de Dios… y no la encuentran. Lo que encuentran es una “felicidad aparente”, o un “espejo de la felicidad”, o una “caricatura de la felicidad”. Será algarabía exterior… será diversión… Pero no auténtica alegría cristiana. Lo sorprendente de la alegría y la felicidad cristiana es que pueda coexistir, y de hecho coexista con el dolor y el sufrimiento. En medio del dolor y el sufrimiento misteriosamente puedo ser feliz porque descubro que mi vida está en manos de Dios si me abro a Él. Ni la enfermedad, ni los poderes más oscuros del mal de nuestro mundo podrán dañar nuestra interioridad si nos abrimos a Dios y a su misterio que nos llama y nos da las fuerzas para ser bendecidos, dichosos, bienaventurados, gozosos, alegres y felices en el Señor.
No resulta difícil imaginarse la impresión de desconcierto y hasta de decepción, que estas palabras de Jesús pudieron causar entre quienes le escuchaban. El Señor acaba de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de valoraciones humanas como las de los fariseos, que veían en la felicidad en la tierra la bendición y premio de Dios, y en la infelicidad y desgracia, el castigo. Jesús propone otro camino. Exalta y beatifica la pobreza cristiana, la misericordia, y la humildad. Hoy en día vemos que continúa existiendo un desconcierto por el contraste que surge entre las penas que llevan consigo el camino de las bienaventuranzas, y la felicidad que promete Jesús.
El pensamiento fundamental que Jesús quería inculcar en sus oyentes era este: “sólo el servir a Dios hace al hombre feliz”. En medio de la pobreza, del dolor, del abandono, podemos decir como San Pablo: “Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones”. Y por el contrario, un hombre puede ser totalmente desgraciado aunque nade en la opulencia y viva en la posesión de todos los placeres de la tierra.
La última parte del evangelio tiene que ver con la perspectiva contraria que a lo que veíamos en el punto anterior: los ricos cómodos y tranquilos que no piensan en sus hermanos y no comparten (versículo 24); los que tienen mucho que comer y no se apiadan del hambriento (versículo 25); y los que ríen en su abundancia y no son solidarios con los que están tristes (versículo 25). Por no haber sido capaces de abrirse a Dios y a los hermanos no van a vivir la felicidad auténtica sino la eterna oscuridad de una vida sin Dios.
Estas lamentaciones son un signo del amor de Dios por los ricos, como las bienaventuranzas lo son por los pobres, pues ama a todos, aunque de distinta manera. A los unos les asegura que destruirá las estructuras de la injusticia, y a los otros les advierte que las riquezas traen consigo la muerte.
El reino significa una nueva sociedad; Dios bendice a los pobres, pero no la pobreza.
En su predicación el Señor no nos enseño a que debemos evitar los medios oportunos para curar el dolor, la enfermedad, la pobreza o la injusticia.
Pero las Bienaventuranzas nos enseñan que el verdadero éxito de nuestra vida está en amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros.
Nos muestran el único camino capaz de llevar al hombre a vivir con la plena dignidad humana que corresponde a su condición de persona. En una época en que tantas cosas empujan hacia la degradación personal, las Bienaventuranzas son una invitación a la rectitud y a la dignidad de vida.
Pidamos a María, nuestra Madre que nos guíe por el camino de las Bienaventuranzas, para que, con ella, siempre sigamos a Jesús
Avisos parroquiales
El miércoles 17 de febrero comienza la Cuaresma se impondrán las cenizas en la misa de las 19 hs. Es día de Ayuno y Abstinencia.
Preguntas para la meditación Qué me dice?
¿A qué me lleva hoy en mi vida la actitud de oración de Jesús en este texto?
¿Qué entiendo por “pobres de espíritu” en el sentido evangélico del término?
¿Me comprometo según mis posibilidades con el pobre, el hambriento y el triste y desalentado?
¿Qué actitudes concretas de compromiso estoy cultivando en este sentido?
En medio de las tristezas de la vida: ¿busco que el Señor sea la raíz de mi alegría?
Lecturas de la semana:
Lunes 15: Sant. 1, 1-11; Sal. 118; Mc. 8, 11-13-
Martes 16: Sant. 1, 12-18; Sal. 93; Mc. 8, 14-21.
Miércoles 17: Jl. 2, 12-18; Sal. 50; 2Cor. 5, 20-6,2
Jueves 18: Dt. 30, 15-20; Sal. 1, Lc. 9, 22-25.
Viernes 19: Is. 58, 1-9ª; Sal. 50; Mt. 9, 14-15
Sábado 20: Is. 58, 9b-14; Sal. 85; Lc. 5, 27-32.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Servicio Bíblico latinoamericano. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
Para Compartir la Palabra de Jesús,
en la Parroquia San José: Brandsen 4970
Villa Dominico. Círculo Bíblico San José
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Lectura libro del profeta Jeremías 17, 5-8
Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita.
¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Palabra de Dios.
Salmo 1
R. ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza!
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! R.
El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. R.
No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. R.
Primera carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto 15, 12. 16-20
Hermanos: Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan? Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados.
En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Palabra de Dios.
Evangelio según San Lucas 6, 12-13, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús se retiró para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ello, a los que dio el nombre de Apóstoles. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: « ¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!» Palabra del Señor.
Reflexión
Las lecturas de este domingo nos proclaman y nos llevan a reflexionar sobre como ser dichosos, ser felices, ser benditos, ser bendecidos, ser bienaventurados…
El texto de Jeremías presenta el contraste entre el que confía y busca apoyo en «un hombre» o «en la carne», y el que confía o tiene su corazón en el Señor. Entones, ¿la invitación es a no confiar en el otro? No. Aquí se entiende hombre como carne, que significa debilidad y caducidad humana manifestada en el egoísmo, la corrupción, etc. Por tanto, la invitación de Jeremías es a no confiar en las autoridades de su tiempo que se han hecho débiles, por no defender la Causa de Dios que son los débiles, sino la causa de los poderosos de su tiempo. En este sentido, el que confía en la carne será estéril, es decir, no produce, no aporta, no contribuye al crecimiento de nada. Por eso es maldito. En cambio el que opta por Dios, será siempre una fuente de agua viva que permite crecer, multiplicar, compartir, y sobre todo, no dejar nunca de dar fruto.
En la primera parte del Evangelio es interesante destacar como el Señor ora intensamente antes de tomar las grandes decisiones de su ministerio. Tiene que elegir a sus colaboradores más directos, a los Apóstoles… Entonces se pasa toda la noche en oración, hablando con Dios, su Padre.
En la segunda parte percibimos que en la llanura hay muchas personas. Algunos han llegado de Judea y de Jerusalén. Otros, incluso, llegados de Tiro y Sidón que son dos ciudades paganas. Es una gran multitud que “representa” a todos.
En la tercera parte las Bienaventuranzas con los pobres de protagonistas y las malaventuranzas (ayes) con los ricos como destinatarios, continúan el plan programático de Jesús en el evangelio de Lucas.
La bienaventuranza clave es la de los pobres, ya que las otras se entienden en relación a ésta. Son los pobres los que tienen hambre, los que lloran o son perseguidos. Lucas recuerda la promesa del AT de un Dios que venía a actuar a favor de los oprimidos (Is 49,9.13), los que tienen a Dios como único defensor (Is 58,6-7) que claman constantemente a Dios (Sal 72; 107,41; 113,7-8). Todas estas promesas van a ser cumplidas en Jesús, quien ha definido desde el principio su programa misionero en favor de los pobres y oprimidos (Lc 4,16-21. Cf. Is 61,1-3).
¿Dios, entonces, nos quiere pobres?, y ¿qué tipo de pobres? Los pobres no son bienaventurados por ser pobres, sino porque asumiendo tal condición, por situación o solidaridad, buscan dejar de serlo.
La pobreza cristiana va ligada a la promesa del reino de Dios, es decir a tener a Dios como rey. Este reinado se convierte en la mayor riqueza, porque es tener a Dios de nuestro lado, es tener la certeza de que Dios está aquí, en esta tierra de injusticias y desigualdades, encarnado en el rostro de cada pobre, invitándonos a asumir su causa. La causa es también la causa del Reino.
Y disfrutaremos el Reino cuando no haya empobrecidos carentes de sus necesidades básicas, sino «pobres en el Señor» que son todos los que mantienen la riqueza de un pueblo basada en el amor, la justicia, la fraternidad y la paz.
En otras palabras, “Pobres no son los miserables sino los que libremente renuncian a considerar el dinero como valor supremo -un ídolo- y optan por construir una sociedad justa, eliminando la causa de la injusticia. Son los que se dan cuenta de que aquello que ellos consideraban un valor -éxito, dinero, eficacia, posición social, poder- de hecho va contra el ser humano.
El reino de Dios es la sociedad alternativa que Jesús se propone llevar a término. La proclama del reino no la efectúa desde la cima del monte, sino desde el «llano», en el mismo plano en que se halla la sociedad construida a partir de los falsos valores de la riqueza y el poder.
La vida moral, los mandamientos, las exigencias del evangelio no son “una carga”, no son una imposición para hacernos más pesada la vida… sino que son el camino a la bienaventuranza, a la bendición, a la dicha, a la verdadera felicidad…
Lo llamativo es que esta felicidad, dicha y bendición se puede dar en las circunstancias más adversas para los hombres y las mujeres de todos los tiempos: los pobres (ver 20); los que pasan hambre y están tristes (ver 21); y los que son odiados y maltratados (vers 22).
¿Por qué es esto así? Porque la felicidad y la dicha verdadera están solo en Dios. Lamentablemente muchos buscan la felicidad al margen de Dios… y no la encuentran. Lo que encuentran es una “felicidad aparente”, o un “espejo de la felicidad”, o una “caricatura de la felicidad”. Será algarabía exterior… será diversión… Pero no auténtica alegría cristiana. Lo sorprendente de la alegría y la felicidad cristiana es que pueda coexistir, y de hecho coexista con el dolor y el sufrimiento. En medio del dolor y el sufrimiento misteriosamente puedo ser feliz porque descubro que mi vida está en manos de Dios si me abro a Él. Ni la enfermedad, ni los poderes más oscuros del mal de nuestro mundo podrán dañar nuestra interioridad si nos abrimos a Dios y a su misterio que nos llama y nos da las fuerzas para ser bendecidos, dichosos, bienaventurados, gozosos, alegres y felices en el Señor.
No resulta difícil imaginarse la impresión de desconcierto y hasta de decepción, que estas palabras de Jesús pudieron causar entre quienes le escuchaban. El Señor acaba de formular el espíritu nuevo que había venido a traer a la tierra; un espíritu que constituía un cambio completo de valoraciones humanas como las de los fariseos, que veían en la felicidad en la tierra la bendición y premio de Dios, y en la infelicidad y desgracia, el castigo. Jesús propone otro camino. Exalta y beatifica la pobreza cristiana, la misericordia, y la humildad. Hoy en día vemos que continúa existiendo un desconcierto por el contraste que surge entre las penas que llevan consigo el camino de las bienaventuranzas, y la felicidad que promete Jesús.
El pensamiento fundamental que Jesús quería inculcar en sus oyentes era este: “sólo el servir a Dios hace al hombre feliz”. En medio de la pobreza, del dolor, del abandono, podemos decir como San Pablo: “Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones”. Y por el contrario, un hombre puede ser totalmente desgraciado aunque nade en la opulencia y viva en la posesión de todos los placeres de la tierra.
La última parte del evangelio tiene que ver con la perspectiva contraria que a lo que veíamos en el punto anterior: los ricos cómodos y tranquilos que no piensan en sus hermanos y no comparten (versículo 24); los que tienen mucho que comer y no se apiadan del hambriento (versículo 25); y los que ríen en su abundancia y no son solidarios con los que están tristes (versículo 25). Por no haber sido capaces de abrirse a Dios y a los hermanos no van a vivir la felicidad auténtica sino la eterna oscuridad de una vida sin Dios.
Estas lamentaciones son un signo del amor de Dios por los ricos, como las bienaventuranzas lo son por los pobres, pues ama a todos, aunque de distinta manera. A los unos les asegura que destruirá las estructuras de la injusticia, y a los otros les advierte que las riquezas traen consigo la muerte.
El reino significa una nueva sociedad; Dios bendice a los pobres, pero no la pobreza.
En su predicación el Señor no nos enseño a que debemos evitar los medios oportunos para curar el dolor, la enfermedad, la pobreza o la injusticia.
Pero las Bienaventuranzas nos enseñan que el verdadero éxito de nuestra vida está en amar y cumplir la voluntad de Dios sobre nosotros.
Nos muestran el único camino capaz de llevar al hombre a vivir con la plena dignidad humana que corresponde a su condición de persona. En una época en que tantas cosas empujan hacia la degradación personal, las Bienaventuranzas son una invitación a la rectitud y a la dignidad de vida.
Pidamos a María, nuestra Madre que nos guíe por el camino de las Bienaventuranzas, para que, con ella, siempre sigamos a Jesús
Avisos parroquiales
El miércoles 17 de febrero comienza la Cuaresma se impondrán las cenizas en la misa de las 19 hs. Es día de Ayuno y Abstinencia.
Preguntas para la meditación Qué me dice?
¿A qué me lleva hoy en mi vida la actitud de oración de Jesús en este texto?
¿Qué entiendo por “pobres de espíritu” en el sentido evangélico del término?
¿Me comprometo según mis posibilidades con el pobre, el hambriento y el triste y desalentado?
¿Qué actitudes concretas de compromiso estoy cultivando en este sentido?
En medio de las tristezas de la vida: ¿busco que el Señor sea la raíz de mi alegría?
Lecturas de la semana:
Lunes 15: Sant. 1, 1-11; Sal. 118; Mc. 8, 11-13-
Martes 16: Sant. 1, 12-18; Sal. 93; Mc. 8, 14-21.
Miércoles 17: Jl. 2, 12-18; Sal. 50; 2Cor. 5, 20-6,2
Jueves 18: Dt. 30, 15-20; Sal. 1, Lc. 9, 22-25.
Viernes 19: Is. 58, 1-9ª; Sal. 50; Mt. 9, 14-15
Sábado 20: Is. 58, 9b-14; Sal. 85; Lc. 5, 27-32.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Servicio Bíblico latinoamericano. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
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en la Parroquia San José: Brandsen 4970
Villa Dominico. Círculo Bíblico San José
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