Audio de la reflexión de las lecturas del vigésimo segundo domingo durante el año, 29 de agosto 2021, por el padre Juan José Milano.
¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
sábado, 28 de agosto de 2021
“Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.”
Vigésimo segundo domingo, Lecturas 29-8-21, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Libro del Deuteronomio 4, 1-2.
6-8
Moisés habló al pueblo, diciendo: Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!» ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, ¿está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes? Palabra de Dios.
Salmo 14, R. Señor, ¿quién se habitará en tu Casa?
El que procede
rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y
no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal
a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios
reprueba y honra a los que temen al Señor. R.
El que no retracta lo que juró, aunque salga perjudicado. El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R
Carta de Santiago 1, 17-18. 21b.
22. 27
Queridos
hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende
del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de
declinación. El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que
seamos como las primicias de su creación. Reciban con docilidad la Palabra
sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y
no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos. La
religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en
ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no
contaminarse con el mundo. Palabra de Dios.
Evangelio según san Marcos 7, 1-8.14-15.
21-23
Los fariseos con
algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que
algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes
cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al
volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay
muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado
de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce y de las camas.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus
discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados,
sino que comen con las manos impuras?» El les respondió: «¡Hipócritas! Bien
profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde
culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan
de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los
hombres.»
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme
todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede
mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del
interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones,
las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la
maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo,
el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que
manchan al hombre.» Palabra del Señor.
Lo que nos eleva
a Dios. Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de
una religión está en el cumplimiento de ciertas formalidades rituales, y no en
la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al
«pueblo de Dios», Israel -como a muchos otros pueblos, desde tiempos
inmemoriales.
Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y por la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.
Después de la multiplicación de los panes, Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de purificación.
Preceptos humanos. *Un grupo de fariseos de Galilea se acerca a Jesús en
actitud crítica. No vienen solos. Los acompañan algunos escribas venidos de
Jerusalén, preocupados sin duda por defender la ortodoxia de los sencillos
campesinos de las aldeas. La actuación de Jesús es peligrosa. Conviene
corregirla.
Han observado que, en algunos aspectos, sus discípulos
no siguen la tradición de los mayores. Aunque hablan del comportamiento de los
discípulos, su pregunta se dirige a Jesús, pues saben que es él quien les ha
enseñado a vivir con aquella libertad sorprendente. ¿Por qué?
Jesús les responde con unas palabras del profeta
Isaías que iluminan muy bien su mensaje y su actuación. Según el profeta, esta
es la queja de Dios: "Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí".
Este es siempre el riesgo de toda religión: dar culto a Dios con los labios, repitiendo fórmulas, recitando salmos, pronunciando palabras hermosas, mientras nuestro corazón "está lejos de Él". Sin embargo, el culto que agrada a Dios nace del corazón, de la adhesión interior, de ese centro íntimo de la persona de donde nacen nuestras decisiones y proyectos.
Cuando nuestro corazón está lejos de Dios, nuestro culto queda sin contenido, cuando falta una escucha sincera de la Palabra de Dios, cuando falta el amor al hermano, la religión se convierte en algo exterior que se practica por costumbre, pero en la que faltan los frutos de una vida fiel a Dios.
La doctrina que enseñan son preceptos humanos. En toda religión hay tradiciones que son "humanas". Normas, costumbres, devociones que han nacido para vivir la religiosidad en una determinada cultura. Pueden hacer mucho bien. Pero hacen mucho daño cuando nos distraen y alejan de lo que Dios espera de nosotros. Nunca han de tener la primacía.
Al terminar la cita del profeta Isaías, Jesús resume su pensamiento con unas palabras muy fuertes: "Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Cuando nos aferramos ciegamente a tradiciones humanas, corremos el riesgo de olvidar el mandato del amor y desviarnos del seguimiento a Jesús, Palabra encarnada de Dios. En la religión cristiana, lo primero es siempre Jesús y su llamada al amor. Solo después vienen nuestras tradiciones humanas, por muy importantes que nos puedan parecer. No hemos de olvidar nunca lo esencial. *José Antonio Pagola
Más allá de toda ley. En el evangelio de hoy se contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús nos advierte de que nada que entra de afuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de afuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.
Lo que critica Jesús, no es la Ley como tal, sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley, oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Daban a la Ley valor absoluto. Todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. La voluntad de Dios, o la encontramos dentro de nosotros, o no la encontraremos nunca. Lo que Dios quiere de nosotros, está grabado en nuestro mismo ser, y en él tenemos que descubrirlo.
Es importante recordar que todo lo que nos enseñó Jesús, es la manifestación de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, se los he dado a conocer”.
El obrar sigue al
ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti, es lo que se
manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad
de una persona, lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no
afecta a tu espíritu, el engaño está en confiar más en la práctica externa que
en la actitud interna.
¿Qué es ser puro de corazón? Los últimos versículos están destinados a todos: “Jesús llamó a la gente”, a raíz de la cuestión suscitada con las costumbres de los antepasados, el Señor aprovecha para dejar en claro que lo que hace impuro al hombre ante Dios, no es lo que entra por la boca sino las malas acciones que salen del corazón y de la boca del hombre. Jesús les muestra que lo que verdaderamente es importante no es solamente tener “limpias” las manos, sino el corazón:' Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios' (Mt 5, 8). De este modo, Cristo dirige al corazón humano una llamada: lo invita, no lo acusa.
Cristo ve en el
corazón, en lo íntimo del hombre, la fuente de la pureza, pero también de la
impureza moral. El Señor nos quiere libres, dispuestos a
cambiar aquello que haya que cambiar, para no perder lo verdaderamente
importante. Lo que debe gobernar nuestros actos es el amor, el que recibimos
gratuitamente de Dios y que lo vivamos en cada cosa que hagamos.
Hoy. La Palabra del evangelio de este domingo nos propone hacer un alto en nuestro camino y meditar como estamos en nuestro interior con las cosas que proceden de nuestro corazón:
«Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.» Mc 7, 21-23.
La Palabra escuchada debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana. El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura, pero si se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio.
Ven Señor Jesús, te necesitamos.
Décimo cuarto domingo, “Dios ” El Mesías, el hijo de Dios, es el carpintero, uno de nosotros”
Décimo quinto domingo, “La misión siempre nace del corazón transformado por el amor de Dios”
Décimo sexto domingo,“Eran como ovejas sin pastor”
Décimo séptimo domingo, “Vivir el reino de Dios, es compartir nuestro pan”
Décimo octavo domingo, “El Pan espiritual que sacia los anhelos más profundos del corazón”
Décimo noveno domingo, “Yo soy el pan de Vida”
Vigésimo domingo, María, lugar de encuentro con Dios
Vigésimo primer domingo, “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”
Aclaración: Se han consultado para la preparación
del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Donbosco.org.ar.
Dominicos.org. José Antonio Pagola. ACIprensa.
Círculo
Bíblico San José,
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119