Vigésimo sexto domingo
Ciclo A, Lecturas del 1-10-17
Espíritu Santo, abre mis ojos y
mis oídos a tu Palabra. que lea y escuche tu voz y medite tus enseñanzas,
despierta mi alma y mi inteligencia para que tu Palabra penetre en mi
corazón, y pueda saborearla y comprenderla. Habla Señor, que yo te escucho
y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mi vida, alegría y paz. Amén
Lectura de la profecía de Ezequiel 18,
24-28
Pero si el justo se aparta de su justicia y
comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso
vivirá? Ninguna de las otras obras justas que haya hecho será recordada: a
causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán:
«El proceder del Señor no es correcto.» Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es
el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es
correcto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá. Palabra de Dios.
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá. Palabra de Dios.
Salmo 24
R. Acuérdate,
Señor, de tu compasión.
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame
tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque
tú eres mi Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día. R.
Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu
amor, porque son eternos. No recuerdes los pecados ni las rebeldías
de mi juventud: por tu bondad, Señor, acuérdate de mí según tu
fidelidad. R.
El Señor es bondadoso y recto: por eso
muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren
rectamente y enseña su camino a los pobres. R.
Pablo a los cristianos de Filipos 2,
1-11
Hermanos: Si la exhortación en nombre de
Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la
comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan
perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos.
Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios.
Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios.
Evangelio según san Mateo 21, 28-32
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los
ancianos del pueblo: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y,
dirigiéndose al primero, le dijo: "Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a
mi viña." El respondió: "No quiero." Pero después se arrepintió
y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió:
"Voy, Señor", pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad
de su padre?»
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.» Palabra del Señor.
«El primero», le respondieron.
Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.» Palabra del Señor.
Reflexión
El contexto. Jesús
lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No
encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los
dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante
la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz.
Jesús cuenta esta parábola
a las máximas autoridades judías, quienes vienen al Templo para pedirle que
explique la proveniencia de su autoridad: “Se le acercaron los sumos sacerdotes
y los ancianos del pueblo diciendo: ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te
ha dado tal autoridad?’” (=para la expulsión de los vendedores del templo, para
los milagros, para la entrada triunfal; Mt 21,23; ver 21,15).
Jesús no les responde sobre
la procedencia de su autoridad, pero por el contrario, les dice abiertamente
qué es lo que piensa de Juan Bautista y qué valor le da a su comportamiento:
“vino Juan a vosotros por camino de Justicia”.
La parábola de los dos
hijos. La parábola quiere, en la imagen de dos hijos, personificar el
comportamiento de los líderes judíos que se oponen a la predicación de Juan
Bautista y de Jesús. El hecho que la parábola se narre en medio de dos
preguntas, “¿Qué les parece?... ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”,
implica que lo que se quiere es provocar una reflexión.
Ambos hijos son
interpelados por el padre de manera cordial y son invitados a ir a trabajar en
la viña; no hay coacción: les habla con afecto, como a “hijos” (se podría
entender en este tono: “Mi niño (teknon), ve hoy a trabajar en la viña”). Pero
la reacción de cada uno frente al cariño del padre es
dramática:
• El primero responde
con un elegante y amable “¡Sí, Señor!”, pero no va a la viña, no mueve ni un
solo dedo.
• El segundo responde con un brusco y maleducado “¡No quiero!”, pero luego reconsidera su actitud y va a trabajar en la viña.
• El segundo responde con un brusco y maleducado “¡No quiero!”, pero luego reconsidera su actitud y va a trabajar en la viña.
Ambos hijos se contradicen
a sí mismos entre lo que “dicen” y lo que “hacen”, pero también se contraponen
entre sí.
El caso más dramático es el
segundo, donde el hijo llama a su papá “Señor”. A pesar de darle el título
máximo de respeto, su desobediencia es total. Una ironía que nos remite a la
enseñanza del Sermón de la Montaña: “No todo el que me diga: ‘Señor,
Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino que haga la voluntad de mi
Padre que está en los cielos”.
Un detalle interesante:
dada la estrecha simetría que hay entre los dos encuentros con el padre, el
hecho que no se mencione el “se arrepintió”, en el caso del segundo hijo,
apunta a que éste nunca tuvo la intención de hacer lo que asintió verbalmente:
no es que haya cambiado su decisión, sino que desde el principio dijo palabras
vacías.
La lección que se deduce de
la parábola de “los dos hijos” es que lo decisivo no son las palabras sino los
hechos: sólo quien realiza plenamente el deseo del padre, cumple su voluntad.
¿Es este el caso de los líderes judíos que se jactan de estar en sintonía con
Dios, despreciando a los pecadores y desconociendo la predicación que Juan hace
en nombre de Dios?
Jesús les propone que den
una respuesta que termina auto-inculpándose: “¿Cuál de los dos hizo la voluntad
del padre?”. Le responden: “El primero”. Tanto Jesús como sus adversarios están
de acuerdo en el hecho que la voluntad del Padre solamente se realiza cuando se
lleva a cabo lo que él manda hacer. La respuesta, que es obvia, hace pasar a
los sumos sacerdotes y ancianos de acusadores a acusados: se juzgan a sí
mismos.
Una afirmación
dolorosa. «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes
que ustedes al Reino de Dios». Jesús pasa a la aplicación de la parábola.
La comparación de los que
se presentan como autoridad moral y como justos ante el pueblo, con los
personajes considerados como típicos pecadores (publicanos y prostitutas, quienes,
por su modo de vivir, están excluidos por principio del Reino de Dios), duele,
es ofensivo. Jesús les está diciendo, con plena autoridad, que ellos no son lo
que aparentan ser.
Ellos son los
“profesionales” de la religión: los que han dicho un gran “sí” al Dios del
templo, los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad
de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los
caminos a Dios, le han dicho “no”; cuando ha llegado Jesús invitándolos a
entrar en su reino, siguen diciendo “no”. Por el contrario, los publicanos y
las prostitutas son los “profesionales del pecado”: los que han dicho un gran
“no” al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del
culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión.
Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.
Para meditar: Para pertenecer
al Reino de Dios es importante conocer la voluntad de Dios y ponerla en
acciones. Con su palabra y con la discusión con las máximas autoridades judías,
Jesús nos hace caer en cuenta del peligro de no poner en práctica la voluntad
de Dios. ¡Hay que buscarla atentamente y acogerla con prontitud!
Hay
una esperanza para el pecador: nadie que haya dicho que no y haya vivido mal se
debe desesperanzar. No es decisiva la primera respuesta, lo importante es no
permanecer en ella, corregirse con una renovación de vida que se reconozca en
un “actuar justo”.
Esto no quiere decir que
Jesús apruebe el modo de vida de los publicanos y de las prostitutas, sino que
reconoce su actitud positiva ante el mensaje de conversión de Juan.
Nuestro
Dios que es fuente de amor colme tu interior con su Paz. Jesucristo, Amor que
se entrega haga de ti un instrumento de reconciliación. El Espíritu Santo,
vínculo y unidad haga de tu corazón ardiente impulso de comunión.
¡El
Señor te bendiga y te guarde y haga de ti una bendición para los demás!
“TE LLAMÉ A VIVIR”
Te preguntas, hijo mío,
por qué existes, por qué vives,
por qué te encuentras en este mundo.
Más de una vez te he sorprendido pensando
Que hubiera sido mejor no haber nacido.
Tus días están teñidos de tristeza.
Nada motiva una esperanza.
Hijo;
Quiero decirte claramente
Que fui yo quien te llamó a la vida.
Yo te concebí primero
En mi inteligencia.
Vives en mi corazón,
Desde el principio.
No viniste por casualidad,
Ni eres fruto del azar.
TE LLAME A VIVIR
A ti. Exclusivamente a ti.
Te hice irrepetible.
Nadie tiene tu misma voz,
Ni tus mismos ojos,
Ni tus mismos rasgos interiores.
Te di virtudes ...
¿Las ha descubierto?
Te di cualidades ...
¿Las conoces?
Te hice hermoso con mis propias manos.
Te comuniqué mi vida.
Deposité en ti mi propio amor
Con abundancia.
Te hice ver el paisaje y el color.
Te di el oído
Para que escucharas el canto
De los pájaros y la voz de los hombres.
Te di la palabra
Para decir: “PADRE”, “MADRE”,
“AMIGO”, “HERMANO”.
Te di mi amor más profundo.
No sólo te di la vida,
Te estoy sosteniendo en ella,
Tú eres mi hijo amado.
Te conozco cuando respiras
Y te cuido cuando duermes.
No lo dudes,
Mis ojos están puestos en tus ojos,
Mi mano la tengo colocada sobre tu cabeza.
TE AMO, aunque no me ames,
Ya lo sabes.
Podrás ir donde puedas y donde quieras,
Hasta allá te seguirá mi amor
Y te sostendrá mi diestra.
O crees que yo, como PADRE,
¿puedo olvidar a mi hijo?
¡Ni lo sueñes!
Desde que te hice ya no te puedo dejar solo.
Camino contigo y sonrío contigo.
Vivo en ti.
Te lo escribo de mil maneras y te lo digo al oído.
Y en silencio: ERES MI HIJO. TE AMO
DIOS
Aclaración: Se
han utilizado para la preparación de esta hoja: El libro del Pueblo de
Dios. P. Fidel Oñoro, cjm, Centro Bíblico del CELAM. José A Pagola.
Círculo Bíblico San José, Te invita al encuentro con la Palabra de
Dios, los
sábados 17 hs. en:
Parroquia San José: Brandsen
4970
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