Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 26 de mayo de 2012

Pentecostés, «Reciban al Espíritu Santo. »


Lecturas del 27-05-12
”– Ciclo B –



Hechos de los apóstoles 2, 1-11   
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían:
«¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.»  Palabra de Dios.     

                 
Salmo 103

R. Señor, envía tu Espíritu y renueva la superficie de la tierra.

Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! ¡Qué variadas son tus obras, Señor! la tierra está llena de tus criaturas! R.
Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. R. 
¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor. R.        1º carta Pablo a los corintios 12, 3b-7. 12-13         

Hermanos: Nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir: «Maldito sea Jesús.» Y nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no está impulsado por el Espíritu Santo. Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. Palabra de Dios.   
  
Secuencia
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz.           
Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma suave alivio de los hombres.     
Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto.  
Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. 
Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.           
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados.     
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.  

   
Santo Evangelio según san Juan 20, 19-23             
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado.
Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.»
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.» Palabra del Señor.        
     
Reflexión:

Aparición a los discípulos,
donación del Espíritu
Pentecostés (cincuenta, es decir, cincuenta días después de la Pascua) era, en Israel, la fiesta de la recolección.  De agraria se convierte, más tarde, en fiesta histórica: en ella se recordaba la promulgación de la ley sobre el Sinaí.  Recibía también el nombre de de “Fiesta de las semanas” (7x7 días después de la Pascua).  En ese día la ciudad de Jerusalén se llenaba de creyentes judíos venidos a la festividad desde diferentes lugares de la diáspora.
Los cristianos conmemoramos en Pentecostés la donación del Espíritu.  En Hechos 2, 1-21 se nos relata cómo los discípulos de Jesús, estando reunidos, temerosos y sin saber qué hacer, el día de Pentecostés reciben el don del Espíritu que les llevará a proclamar la buena nueva a todos aquellos que se encontraban en la ciudad.  La comunidad de los discípulos es presentada como el nuevo pueblo de Dios lleno de Espíritu que da testimonio de Jesús, el Mesías.  De ahí que Pentecostés sea también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.
En los discípulos de Jesús no existía la más mínima predisposición para la fe en la resurrección.  Lo prueba claramente María Magdalena y de Pedro ante el sepulcro vacío y, sobre todo, la actitud de Tomás. La muerte de Jesús había sido un golpe duro para ellos. El enfrentamiento con los jefes del pueblo y las autoridades romanas los aterraba.
Este relato está pensado desde el cumplimiento de las promesas de Jesús: “Volveré a ustedes” “les enviaré el Espíritu Santo y tendrán paz”. Jesús les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, salud, búsqueda de justicia y armonía personal y social.
Les manda, además,  continuar la misión, que precisamente le había llevado a la muerte ignominiosa que tanto les asusta.
La misión de la comunidad como la de Jesús, es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida hasta la entrega total. De Él recibe esta misión y el Espíritu para llevar adelante.
Cada cristiano es un enviado de Jesús.  La llamada a la fe y a la comunidad es, al mismo tiempo, llamada a la misión.  Hemos sido elegidos por Jesús para realizar el proyecto de Dios con Él. Pero la llamada/envío se remonta más arriba, hasta el mismo Dios: “Como el Padre me envió a mí, así los envió yo a ustedes”.  Es decir, cada cristiano es otro Jesús, que recibe su misma misión de parte de Dios. Somos enviados de Dios, embajadores del Padre, sus mensajeros, en compañía de Jesús, en la construcción de la nueva humanidad.
Y no hay excusas para la misión.  Los primeros enviados “estaban con las puertas atrancadas “por miedo a los judíos y autoridades, carecían de paz y tenían pocas miras.  Humanamente no estaban preparados.  No daban la talla.  Sin embargo, ellos son los elegidos.  Ellos son lo que tienen que proseguir la causa de Jesús.  Ellos son los que tienen que perdonar y dar vida.
“Reciban el Espíritu Santo”.  Así comprendieron y renacieron a la vida.  Y se fueron por todo el mundo.  Y supieron perdonar. Rompieron las barreras del miedo y las puertas de la pequeña comunidad.  Experimentaron la paz en la misión y en el compromiso.  Y se sintieron llamados a la resurrección.
La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior.  El amor misionero del padre y de Jesús, y el nuestro, es el Espíritu Santo.  Quema mucho para purificarnos.  Arde fuerte para darnos vida.  Nos pone en movimiento, para crear más vida.  El Espíritu Santo sabe que la misión es dura, porque no luchamos contra enemigos de carne y hueso sino contra estructuras de opresión y dominación.  Pero Él nos hace capaces de perdonar pecados, es decir, de destrozar la injusticia, derribar la mentira, quebrar la oscuridad y dar vida.  Él nos hace descentrarnos de nuestros fallos y descubrir nuestros auténticos pecados, y así no hay paz ni somos capaces de llevar adelante el proyecto de Dios.  El Espíritu que se nos da nos hace ser personas resucitadas, llenas de paz, perdón y vida.
Bajo la inspiración del Espíritu Santo los discípulos encuentran el lenguaje apropiado para ese anuncio.  No se trata de emplear un solo idioma, sino de ser capaces de entenderse.  Cada uno comprende en su lengua, desde su mundo cultural.  Por consiguiente, la evangelización no consiste en una uniforme impuesta, sino en la fidelidad al mensaje y el entendimiento en la diversidad.  Eso es la Iglesia, una comunión; en ella cada miembro tiene una función.  Todos cuentan y deben, por lo tanto, ser respetados en sus carismas.  Coraje para decir el Evangelio y verdadero sentido de la comunión eclesial, a eso nos llama la fiesta de Pentecostés.
Vivir sin Espíritu, vivir sin haber resucitado.  Los que nos consideramos creyentes vivimos a menudo, como los discípulos del Evangelio: “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo”, temerosos de las “autoridades”.  Estamos inmersos en la vieja creación.  No hemos visto ni experimentamos al resucitado.  La humanidad nueva parece ausente de nuestras vidas.
Necesitamos que el Señor resucitado se haga presente y nos transmita el soplo creador del Espíritu que nos infunda aliento de vida, porque la fe en el Espíritu es fe liberadora.                                                           Pbro. Daniel Silva.  
                                                                                                                                                                                             
Ven Espíritu   Santo, ven padre de los pobres, ven fuego divino, ven.
   Hoy:
No hace falta que te digan que estamos en una época difícil, que hoy no es sencillo vivir, que muchas veces a todos nos ataca el desaliento, que nos cuesta querernos comunicarnos y ayudarnos, que cada uno piensa demasiado en sí mismo, que no reconocemos fácilmente el amor de Dios en nuestra propia vida, que hay viejos rencores y heridas que nos cuesta sanar, que por ahí nos sentimos insatisfechos, que otras veces no sabemos para qué trabajamos, para qué nos estamos esforzando, para qué vivimos en realidad. O quizás en el fondo nos sentimos solos, con una oculta tristeza.    
Nada puede negar que algunas de estas cosas aniden en nuestro corazón.    
Pero para solucionar este profundo problema, para vivir con intensidad y con armonía, necesitamos algo, hay algo que nos falta. 
En definitiva, nos falta “espíritu”. A nuestras existencias les falta el fuego, la luz, la vitalidad, la fortaleza, el empuje, la paz del Espíritu Santo. Y en el fondo, todo nuestro ser está sediento de Él, de su presencia, de su río de vida. Entonces proclamamos nuestra oración:         

Dios nuestro, Espíritu inasible, Luz de toda luz, Amor que está en todo amor, Fuerza y Vida que alienta en toda la Creación: derrámate hoy de nuevo sobre toda la creación y sobre todos los pueblos, para que buscándote más allá de los diferentes nombres con que te invocamos, podamos encontrarte, y podamos encontrarnos, en Ti, unidos en amor a todo lo que existe. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos.
                                                                                                                                                           
Espíritu Santo, Divino Consolador y Huésped de mi alma, te adoro, te alabo y te bendigo.
Me consagro hoy de nuevo a Ti, para que me invadas con tu gracia, ordenes mis facultades y sentidos, me ilumines, fortalezcas, serenes y bendigas.

        
Espíritu Santo, San Agustín:
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.
Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin fin.
                                                                              Amén
Lecturas de la Semana
Lunes 28: Hech.1, 12-14;Sal Jdt. 13, 18. 19;  Jn. 19,25-27.
Martes 29: 1 Pe. 1, 10-16;  Sal 97; Mc. 10, 28-31.
Miércoles 301Pe. 1, 18-25; Sal 147; Mc. 10, 32-45.
Jueves 31: Rm. 12, 9;  16;  Sal Is. 12, 2-3.4.5-6; Lc. 1, 39-56.
Viernes 1:  1Pe. 4, 7-13; Sal 95; Mc. 11, 11-26.
Sábado 2: Js. 17, 20b-25; Sal 62; Mc. 11, 27-33.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María.  www.corazones.org
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla  el primer sábado de cada mes a las 16 hs. en:       
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.

domingo, 20 de mayo de 2012

Ascensión del Señor, «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación »


Lecturas del 20-05-12
Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales
”– Ciclo B –


 «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación »    

Lectura de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11
En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.
Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios.   
En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días.»
Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.» 
Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.» Palabra de Dios.
Salmo 46
R. Dios asciende entre aclamaciones.
Aplaudan, todos los pueblos,  aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra.  R.
El Señor asciende entre aclamaciones,  asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey.  R.
El Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno.  El Señor reina sobre las naciones el Señor se sienta en su trono sagrado. R.

Carta a los Efesios 1, 17 – 23
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.
Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza.
Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Marcos 16, 15-20
Jesús dijo a sus discípulos: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.         
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.»            
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. Palabra del Señor.
Reflexión:
MISION DE LOS DISCIPULOS Y ASCENSION: Vayan al mundo.
La incredulidad de los discípulos, que se niegan a creer a los sucesivos testigos del resucitado (vv. 11, 13, 14), y la misión o envío que reciben de anunciar el evangelio por todo el mundo, son los temas dominantes.
El pasaje que comentaremos contiene dos breves relatos: 1) la aparición y mandato misionero a los once; 2) la ascensión. La ascensión no es alejamiento o simple despedida, sino el comienzo de un nuevo modo de presencia del Señor.  En el Evangelio está vinculada al comienzo de la actividad evangelizadora universal de los discípulos. Ascensión y misión aparecen estrechamente unidas.  El Señor exaltado coopera activamente en la evangelización.
Nuestro ser cristiano, a veces, es vivido como fenómeno mágico o milagrero o como religión que se basa en creencias extraordinarias. Más que proclamar la Buena Noticia pedimos, buscamos, nos agarramos, o mantenemos la fe en signos extraordinarios.
Otras veces, permanecemos pasivos, mirando el cielo, en vez de vivir comprometidos activamente en la construcción del reino de Dios. No es raro el oír que estamos demasiado atentos al cielo futuro y poco comprometido en la tierra presente.
Y frecuentemente, en vez de abrirnos “al mundo entero” y a salir a predicar por todas partes, nos centramos en nosotros mismos o nos quedamos en el mundo más fácil y cercano, o justificamos nuestra nula misión por las dificultades, el momento negativo, el desinterés de las personas, etc. Distorsionamos la misión y el proyecto de Dios y nos quedamos indiferentemente.
Este pasaje evangélico corrige estas desviaciones.  La Iglesia y los cristianos recibimos la misión de Jesús.  Somos enviados a proclamar la buena noticia, no crear dudas o presagiar castigos.  La buena nueva no es un mensaje al margen de la realidad que vivimos.  No podía ser de otra forma cuando quien nos envía a anunciarla es quien luchó hasta el fin y dio su vida en pro del pueblo pobre y marginado.
Los que reciben la misión, tercos e incrédulos.  La verdad es que los discípulos no estaban todavía muy preparados.  Hasta el último momento mantuvieron su incredulidad y su terquedad.  No parecen, humanamente, ser los mejores agentes para pregonar la buena nueva.  Sin embargo, ahí los tenemos.  Ellos son los elegidos.
A veces los cristianos, aunque no lo expresemos, somos tercos e incrédulos.  Pensamos que la misión es cosa de otros.  De gente más preparada y con más facilidad de palabra.  Nos equivocamos; todos somos misioneros.  Todos somos embajadores de Jesús. Enviados a realizar el reino de Dios en todos los países y en todos los ambientes.
No somos nosotros quienes le hemos elegido, ha sido Él quien nos ha elegido.  Vivir la elección en contra, tensionarla porque no nos sentimos dignos, olvidarla porque nos creemos capaces, es hacer su débil servicio a quien proclamamos Señor y dador de buena noticia.
Los signos de la buena noticia como “echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán las serpientes en sus manos, el veneno mortal no les hará daño, impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos”. El anuncio de la buena nueva va acompañado de signos liberadores.  Si no hay signos que nos hagan sentir y experimentar realmente el evangelio, éste pierde entidad, se desvirtúa y deja de ser buena noticia.  No es cuestión de hacer lista.  Pero sí es imprescindible experimentar en nosotros la liberación para transmitir a otros el anuncio de Jesús.
El reto de la adultez.  Jesús asciende porque ha descendido.  Se transfigura, porque ha sido desfigurado; se sienta a la derecha de Dios, porque fue contado entre los malhechores.  La ascensión no es un hecho histórico constatable.  Es objeto de fe.  Es el final de una etapa y el comienzo de una definitiva.  Resurrección, exaltación, ascensión, sentarse a la derecha de Dios expresan la misma realidad: que Dios Padre ha elevado a Jesús, el profeta de Galilea ajusticiado por el poder civil y religiosa, a la dignidad de Señor de la historia.
La ausencia física de Jesús abre un tiempo nuevo: el tiempo de la comunidad de discípulos, el tiempo del testimonio.  En adelante los seguidores de Jesús no lo tendrán, no lo tendremos, a mano para preguntarle. Deberán tomar sus propias decisiones.  Ya para ser testigos no basta decir lo que han visto y en qué momento.  Ello, implica además de experiencia del Señor, lucidez e inteligencia históricos.  El Señor confía en sus discípulos, pero esa confianza representa un reto, es una llamada a la adultez apostólica.
El hombre actual parece vivir en un mundo cerrado, sin proyectos ni futuro, sin apertura ni horizonte.  Nunca los seres humanos habíamos logrado un nivel tan elevado de bienestar, libertad, cultura, larga vida, tiempo libre, comunicaciones, intercambios, posibilidades de disfrute y diversión.
Cansancios y desilusión son realidades frecuentes.  No se encuentran motivos para luchar por una sociedad mejor.  Cada cual se defiende como puede del desencanto y desesperanza...   Sólo quien tiene fe en un futuro mejor puede vivir intensamente el presente.  Sólo quien conoce el destino camina con firmeza a pesar de los obstáculos.  Sólo quien se ha encontrado con el resucitado sale a todo el mundo. Sólo quien cree en el cielo y en quien subió a Él puede recordar que las personas no podemos darnos todo lo que andamos buscando y, al mismo tiempo, creer que nuestros esfuerzos de crecimiento y búsqueda de una tierra más humana no se perderán al vació.  Porque al final de nuestra vida no nos encontraremos sólo con los logros de nuestro trabajo, sino con el regalo del amor de Dios.  Quizá éste sea el mensaje más importante de la ascensión.               

                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Pbro. Daniel Silva

Mensaje de Benedicto XVI para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2012  que se celebrará el domingo de la Ascensión del Señor. 
Queridos hermanos y hermanas:
…deseo compartir con vosotros algunas reflexiones sobre un aspecto del proceso humano de la comunicación la relación entre el silencio y la palabra: dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas. Cuando palabra y silencio se excluyen mutuamente, la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca un cierto aturdimiento o porque, por el contrario, crea un clima de frialdad; sin embargo, cuando se integran recíprocamente, la comunicación adquiere valor y significado.
El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa. Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial…
Por esto, es necesario crear un ambiente propicio, casi una especie de “ecosistema” que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.
Gran parte de la dinámica actual de la comunicación está orientada por preguntas en busca de respuestas. Los motores de búsqueda y las redes sociales son el punto de partida en la comunicación para muchas personas que buscan consejos, sugerencias, informaciones y respuestas. En nuestros días, la Red se está transformando cada vez más en el lugar de las preguntas y de las respuestas; más aún, a menudo el hombre contemporáneo es bombardeado por respuestas a interrogantes que nunca se ha planteado, y a necesidades que no siente. El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes.
Sin embargo, en el complejo y variado mundo de la comunicación emerge la preocupación de muchos hacia las preguntas últimas de la existencia humana: ¿quién soy yo?, ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? Es importante acoger a las personas que se formulan estas preguntas, abriendo la posibilidad de un diálogo profundo, hecho de palabras, de intercambio, pero también de una invitación a la reflexión y al silencio que, a veces, puede ser más elocuente que una respuesta apresurada y que permite a quien se interroga entrar en lo más recóndito de sí mismo y abrirse al camino de respuesta que Dios ha escrito en el corazón humano.
En realidad, este incesante flujo de preguntas manifiesta la inquietud del ser humano siempre en búsqueda de verdades, pequeñas o grandes, que den sentido y esperanza a la existencia…                             
Lecturas de la Semana
Lunes 21: Hech.19,  1-8;  Sal 67;  Jn. 16, 29-33.
Martes 22: Hech. 20, 17-27;  Sal 67; Jn. 17, 1-11a.
Miércoles 23: Hech. 20, 28-38; Sal 67; Jn. 17, 11b-19.
Jueves 24: Hech 22, 30; 23, 6-11;  Sal 15; Jn. 17, 20-26.
Viernes 25:  Hech. 25, 13b-21; Sal 102; Jn. 21, 15-19.
Sábado 26: Hech. 28, 16-20. 30-31; Sal 10; Jn. 21, 20-25.
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
 Lectio Divina: También podes venir para compartirla  el primer sábado de cada mes a las 16 hs. en:       
Círculo Bíblico San José
 Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.