” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu
sobre mí y que me ayude a abrir mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie
y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y
comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a
la Verdad completa. Amén
«Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!»
Libro del profeta Isaías 56, 1.
6-7
Así habla el Señor: Observen el derecho y
practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por
revelarse mi justicia.
Y a los hijos de una tierra extranjera que se han
unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus
servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan
firmes en mi alianza, yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de
alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán
aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para
todos los pueblos. Palabra de Dios.
Salmo 66, R. ¡Que los pueblos te den
gracias, Señor!
El Señor tenga piedad y nos
bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra
se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. R.
Que canten de alegría las
naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las
naciones de la tierra. R.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.
Pablo a los Romanos 11, 13-15.
29-32
Hermanos: A ustedes, que son de
origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago
honor a mi ministerio provocando los celos de mis hermanos de raza, con la
esperanza de salvar a algunos de ellos. Porque si la exclusión de Israel trajo
consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la
vida? Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. En
efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la
desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. De la misma manera,
ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a
Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia. Porque Dios
sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos. Palabra
de Dios.
Evangelio según san Mateo 15,
21-28
Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio.» Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos.» Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.» Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros.» Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!» Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en ese momento su hija quedó sana. Palabra del Señor.
El evangelio de este domingo empieza nombrando los lugares donde se encontraba Jesús, Tiro y Sidón, estas regiones eran habitadas por los gentiles, es decir por gente que no pertenecían al pueblo de Israel, es importante saber que los cananeos habían sido expulsados por los judíos, quienes decían que estos pervertían a su pueblo y por eso los judíos les llamaban “perros”. También es importante recordar que en tiempos de Jesús la mujer era marginada de la vida pública y por eso, es doblemente importante esta presentación de Mateo: el evangelista resalta el lugar de procedencia de la mujer cuando dice: Entonces una mujer cananea… Además, es una mujer abandonada, porque no tiene un marido que interceda por su hija y debe hacerlo sola. Tiro era la Metrópoli de los cananeos y Sidón el límite de la región por el lado norte.
Una mujer sola y desesperada sale a su encuentro. La hija de la cananea no solo está enferma,
sino que vive poseída por un «demonio muy malo». Su hogar es un infierno. Al
encontrarse con Jesús, de su corazón desgarrado brota una súplica que se
transforman en gritos, hasta que logra postrarse ante él y le dice, «Señor,
socórreme».
Jesús le responde con una frialdad inesperada. Él
tiene una vocación muy concreta y definida: se debe a las «ovejas descarriadas
de Israel». No es su misión adentrarse en el mundo pagano: «No está bien echar
a los perros el pan de los hijos».
La frase es dura, pero la mujer no se ofende. Está
segura de que lo que pide es bueno y, retomando la imagen de Jesús, le dice
estas admirables palabras: «Tienes razón, Señor; pero también los perros comen
las migajas que caen de la mesa de sus amos».
De pronto Jesús comprende todo desde una luz nueva.
Esta mujer tiene razón: lo que desea coincide con la voluntad de Dios, que no
quiere ver sufrir a nadie. Conmovido y admirado le dice: «Mujer, ¡qué grande
es tu fe!, que se cumpla lo que deseas».
El sufrimiento no conoce fronteras. Es verdad que su misión está en Israel, pero
la compasión de Dios ha de llegar a cualquier persona que está sufriendo.
Cuando nos encontramos con una persona que sufre, la voluntad de Dios resplandece allí con toda claridad. Dios quiere que aliviemos su sufrimiento. Es lo primero. Todo lo demás viene después. Ese fue el camino que siguió Jesús para ser fiel al Padre.
Pero a la mujer
cananea, ¿qué le sucedió durante su encuentro con Jesús? Un milagro mucho
más grande que el de la curación de la hija.
Dios
hace que el objeto de nuestra oración se eleve; que de lo material pasemos a lo
espiritual, de lo temporal a lo eterno, de los pequeño a lo grande. De este
modo, puede darnos mucho más de lo que le habíamos pedido en un primer momento.
Fe. Paciencia. Humildad. Este
pedido de la mujer cananea nos permite experimentar tres aspectos importantes
del encuentro con Jesús: En primer lugar, reconocer a Jesús como Dios,
y por su fe en Dios, ella creía que Jesús podía sanar a su hija y por
eso acude a Él y se arrodilla delante de Él para adorarle.
En segundo lugar, la paciencia, porque a pesar de ser despreciadas
sus súplicas ella continúa implorando la misericordia de Dios.
Y en tercer lugar la humildad, para conformarse con las migas de pan que caen al suelo de la mesa del Señor, esas migas son suficientes para alimentar y llenar las necesidades de esta mujer.
Nosotros, sí queremos como discípulos seguir los pasos de Jesús, tendremos que experimentar la virtud de la humildad, a desearla de verdad, el tener siempre presente que el pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más contrario a la vocación que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a nuestra vida, lo que más se opone al encuentro de la verdadera felicidad. Es el principal apoyo con que cuenta el mal en nuestra alma para intentar destruir la obra que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar. Con todo, la virtud de la humildad no consiste sólo en rechazar los movimientos de la soberbia, del egoísmo y del orgullo.
La palabra humildad tiene su origen en la latina humus: tierra; humilde, en su etimología, significa inclinado hacia la tierra; la virtud de la humildad consiste en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de Dios en las criaturas. En la práctica, nos lleva a reconocer nuestra pequeñez ante Dios. Los santos sienten una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios y en reconocer que sólo Él es grande y que, en comparación con la suya, todas las grandezas humanas están lejos de ese ideal.
La humildad se fundamenta en la verdad, sobre todo en esta gran verdad: es infinita la distancia entre la criatura y el Creador. Por eso, frecuentemente hemos de detenernos para tratar de persuadirnos de que todo lo bueno que hay en nosotros es de Dios, todo el bien que hacemos ha sido sugerido e impulsado por Él, y nos ha dado la gracia para llevarlo a cabo.
San Agustín era
un gran admirador de la Cananea. Aquella mujer le recordaba a su madre, Mónica.
También ella había seguido al Señor durante años, pidiéndole la conversión de
su hijo. No se había desalentado por ningún rechazo. Había seguido al hijo
hasta Italia, hasta Milán, hasta que vio que regresaba al Señor.
En uno de sus
discursos, recuerda las palabras de Cristo: "Pidan y se les dará; busquen
y encontraran; golpean y se les abrirá", y termina diciendo: "Así
hizo la Cananea: pidió, buscó, tocó a la puerta y recibió". Hagamos
nosotros también lo mismo y también se nos abrirá.
La Palabra de Dios nos ha invitado a abrir el corazón
a la universalidad, a derribar fronteras y a superar todo tipo de exclusiones y
discriminaciones. Hay que vencer los prejuicios y los obstáculos que tan
frecuentemente nos separan y enfrentan a los seres humanos. Es una invitación a
que no vivamos con recelos y desconfianzas, especialmente ante la presencia del
otro que es diferente. El mensaje es claro: se nos invita a promover relaciones
de apertura, de solidaridad y de acogida generosa.
«¡Señor,
socórreme!»
¿Qué me dice La Palabra de hoy? ¿Qué me llevo de mi encuentro con Jesús, para meditar durante la semana? Algunas reflexiones:
Mateo les recuerda a sus contemporáneos - y a nosotros también - que la puerta de la salvación es la fe y no la pertenencia a una raza. Se salva el que cree que Jesús es el hijo de David, el Señor, sea su origen judío o pagano.
La mujer
cananea, experimento un milagro mucho más grande que el de la
curación de la hija.
Dios
hace que el objeto de la oración se eleve; que de lo material pasemos a lo
espiritual, de lo temporal a lo eterno, de los pequeño a lo grande.
Este pedido de la mujer cananea nos permite reflexionar sobre tres aspectos importantes del encuentro con Jesús: Fe. Paciencia. Humildad.
Salvación universal de Dios: ¿Nuestra fe en Jesús no ayuda a vencer los prejuicios y los obstáculos que tan frecuentemente nos separan y enfrentan a los seres humanos.? ¿Cómo es la fe que vivimos?
Décimo tercer domingo, “El que no toma su cruz y me sigue…
Décimo cuarto domingo, “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”
Décimo quinto domingo, “El hombre que escucha la Palabra y la comprende, es el que produce frutos…”
Décimo sexto domingo, “La fuerza transformadora del Reino”
Décimo séptimo domingo, “¿Cuál es el tesoro más valioso en mi vida?
La transfiguración, “Se transfiguró delante de ellos”
Décimo noveno domingo, «Ven Señor, sálvame.»
Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Hojitas anteriores. J A Pagola. Fray Marcos. P. Raniero Cantalamessa.
Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
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