Lecturas del 12/04/09 –Ciclo B–
Santas Pascuas de Resurrección
Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.» Palabra de Dios.
Salmo 117
R. Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! R.
La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. R.
Carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3, 1-4
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Palabra de Dios.
SECUENCIA
Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual
nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado a Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente; tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.
Lectura santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. Palabra del Señor.
Reflexión
¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
El tiempo pascual es tiempo de alegría. De una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se instala en todo momento en el corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos.
¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha cumplido su promesa.
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de contenido.
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe católica. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive!
María Magdalena va a la tumba de Jesús. No sabemos qué la motiva, pero no pareciera que tiene una fe profunda en la resurrección dado que se alarma profundamente cuando percibe que la piedra que tapaba la tumba está removida. Es más, comenta a los otros dos discípulos que se han llevado al Señor y no sabe dónde lo han puesto. Es interesante que las palabras de María con respecto a la incertidumbre están en plural: “no sabemos dónde lo habrán puesto”. Tal vez fue con otras mujeres como relatan los otros evangelios o, tal vez, aquí se presenta simbólicamente la preocupación de toda la primitiva comunidad cristiana que ante la muerte de su Señor y la realidad del sepulcro vacío, se pregunta sin esperanza en la resurrección, ¿dónde está el Señor?…
Se acerca a otros discípulos para encontrar respuestas, para encontrar sentido a sus búsquedas…
Pedro y Juan salen corriendo y llega primero el discípulo a quien Jesús amaba. Mira, ve las vendas pero no entra. Luego llega Simón Pedro, entra y ve las vendas y la tela que le envolvía la cabeza a Jesús (sudario). Luego entra Juan y nos dice literalmente el evangelista que “vio y creyó”.
¿Qué es lo verdaderamente asombroso de esto? Que Juan cree, tiene fe, acepta la resurrección de Jesús sin necesidad de que el Señor Resucitado se le aparezca aún. El discípulo amado cree al ver los signos de la resurrección.
Aquí hay una clave muy interesante para nosotros hoy, aprender a ver los signos de la resurrección en la vida, en nuestras vidas. Es interesante notar que éste “vio y creyó” el del discípulo amado antecede al episodio de Tomás que compartiremos el próximo domingo. Tomás desafiará a sus hermanos diciéndoles de entrada que no creerá en Jesús resucitado hasta que no vea las marcas de los clavos en sus manos, meta su dedo en ellas y ponga su mano en la herida del costado. Contrastan claramente las dos perspectivas diferentes de estos dos discípulos del Señor.
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas, y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera de Él, nuestra vida queda vacía. El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en Jesucristo
“El Señor ha resucitado, no temamos vivir como resucitados”
Mensaje de Pascua 2009 de Mons. Rubén Oscar Frassia
Obispo diócesis de Avellaneda Lanús
Estamos celebrando el misterio central de nuestra fe: Cristo se ofreció al Padre, como víctima obediente aceptó ser crucificado, muriendo resucitó para vencer al pecado y a la muerte. Vemos así como la lógica de Dios supera y trasciende nuestra manera común de pensar y de sentir, más allá de lo humanamente imaginable. Por amor, por pura gratuidad, por misericordia, Él comparte con nosotros su vida eterna.
Por el misterio pascual de Jesús somos liberados, purificados, perdonados, reconciliados. Ya no somos simples espectadores, sino protagonistas y colaboradores de esta acción sagrada y salvífica. La iniciativa salvadora de Dios reclama de nuestra parte una respuesta personal que no debe quedar en meros gestos individuales, externos y aislados. Abarca toda nuestra vida. Provoca una renovación total; un cambio profundo, definitivo, que debe estar presente en los criterios, los juicios, las actitudes, los comportamientos y los compromisos. Es mucho más que la adhesión a un “código de convivencia y buenas costumbres”.
Hay que descubrirlo. Hay que sorprenderse. La gratuidad nos supera ampliamente. Es por esta razón que ya no podemos encontrar excusas que justifiquen nuestra mediocridad, el conformismo y la cobardía, la injusticia y el pecado.
La Pascua de Jesús debe incidir en nuestra propia Pascua. Este es su mensaje: “Permanezcan en mi amor para que den fruto”. El fruto consiste en “que se amen unos a otros” (Jn 13,34).
“Que se amen como yo los he amado”. Y “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por los amigos”. (Jn.15, 13)
Por esta razón aprendamos a vivir solo de su Amor. Es la vocación suprema del hombre. A su amor, respondamos con su mismo amor. Sin límites. Vivir como resucitados abre para nosotros un estupendo programa de vida que implica:
1.- cultivo de la verdad: pensar la verdad, honrar la verdad, decir la verdad y realizar la verdad sin reducirla, como pasa tantas veces hoy, al propio interés, a la propia necesidad o a la propia comodidad. La pérdida de la verdad no solo nos lleva a vivir una vida disociada, sino al adormecimiento de la conciencia, cosa que es mucho peor.
2.- La libertad: hemos sido redimidos al precio de la sangre de Cristo. Debemos vivir libres de toda esclavitud. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, debemos desarrollarla y aplicarla a todos los campos de la existencia.
3.- El gozo y la paz: El Señor nos dice: “No tengan miedo, Yo estoy con Ustedes y les dejo mi paz.” En el mundo tendrán que sufrir. Pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo”(Jn.16.33)-
Hoy estamos perdiendo el gozo humilde del que reconoce, acepta y agradece la vida como don de Dios. Hemos perdido el gozo de las cosas simples. ¿No nos damos cuenta, acaso, que la seducción del consumismo, nos conduce al hartazgo, a la pérdida del auténtico sentido de las cosas, de allí, para instalarnos finalmente en el agobio, la angustia y el desinterés?
Esta es la Pascua. El Señor está vivo, ha resucitado. Quiere ahora, que nosotros vivamos como resucitados. Es decir volver al amor, al servicio, a la verdad, al ejercicio responsable de la libertad, al gozo y la paz de nuestra vida que así vale la pena ser vivida.
¡Felices Pascuas para todos querida Comunidad de Avellaneda-Lanús!
Lecturas de la semana:
LUNES 13: Hechos apóstoles 2, 14.22-32; Salmo 15; Mateo 28, 8-15.
MARTES 14: Hechos apóstoles 2, 36-41; Sal 32; Juan 20, 11-18.
MIERCOLES 15: Hechos de los apóstoles 3, 1-8.10; Salmo 104; Lucas 24, 13-35
JUEVES 16: Hechos apóstoles 3, 11-26; Salmo 8; Lucas 24, 35-48.
VIERNES 17: Hechos apóstoles 4, 1-12; Salmo 117; Juan 21, 1-14.
SABADO 18: Hechos apóstoles 4, 13; Salmo 117; Marcos 16, 9-15.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona, frp.
Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José
“¡Felices Pascuas, Cristo está vivo, no está muerto, ha resucitado!, que todos vivamos con ese espíritu de resurrección” Santo Padre Benedicto XVI
¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
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5 comentarios:
Después de más de dos mil años hoy nuevamente tengo la posibilidad de vivir este acontecimiento único que es la resurrección del hijo de Dios.
A igual que María Magdalena y las mujeres muchas veces no entendí lo que estaba ocurriendo y salí corriendo preguntando ¿donde esta Jesús?
Pedro y Juan me hacen llegar su testimonio, vieron y creyeron, es decir, entendieron lo que Jesús les había anticipado, debía pasar por la muerte, eso que nos asusta tanto a los hombres, para poder resucitar definitivamente a una vida gloriosa.
La muerte por más triste y dolorosa que sea, que nos "saca" lo que amamos, hoy tengo la elección, la posibilidad de vivir no pensando en ella, si no con la esperanza de que después de pasar por este mundo, seguir viviendo todo lo bueno cerca de Dios.
Nos llego por e-mail la siguiente reflexión:
ID A GALILEA. ALLÍ LO VERÉIS
JOSÉ ANTONIO PAGOLA
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 08/04/09.- El relato evangélico que se lee en la noche pascual es de una importancia excepcional. No sólo se anuncia la gran noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos indica, además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrarnos con él.
Marcos habla de tres mujeres admirables que no pueden olvidar a Jesús. Son María de Magdala, María la de Santiago y Salomé. En sus corazones se ha despertado un proyecto absurdo que sólo puede nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar su cadáver».
Lo sorprendente es que, al llegar al sepulcro, observan que está abierto. Cuando se acercan más, ven a un «joven vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que jamás hubieran sospechado.
«¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí». Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y rendirle homenajes. «Ha resucitado». Está vivo para siempre. Nunca podrá ser encontrado en el mundo de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.
Pero, si no está en el sepulcro, ¿dónde se le puede ver?, ¿dónde nos podemos encontrar con él? El joven les recuerda a las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Para «ver» al resucitado hay que volver a Galilea. ¿Por qué? ¿Para qué?
Al resucitado no se le puede «ver» sin hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en medio de nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la experiencia de lo que ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la crucifixión y resurrección. Si no es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma sagrado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.
Galilea ha sido el escenario principal de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdonar, liberar, acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de hacer lo mismo. No estamos solos. El resucitado va delante de nosotros. Lo iremos viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al «resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino el seguimiento fiel a Jesús.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Nos llego el mensaje del Santo Padre Benedicto XVI
Cristo ha resucitado para darnos la esperanza"
Texto completo del mensaje y bendición urbi et orbi
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero:
A todos vosotros dirijo de corazón la felicitación pascual con las palabras de san Agustín: «Resurrectio Domini, spes nostra», «la resurrección del Señor es nuestra esperanza» (Sermón 261,1). Con esta afirmación, el gran Obispo explicaba a sus fieles que Jesús resucitó para que nosotros, aunque destinados a la muerte, no desesperáramos, pensando que con la muerte se acaba totalmente la vida; Cristo ha resucitado para darnos la esperanza.
En efecto, una de las preguntas que más angustian la existencia del hombre es precisamente ésta: ¿qué hay después de la muerte? Esta solemnidad nos permite responder a este enigma afirmando que la muerte no tiene la última palabra, porque al final es la Vida la que triunfa. Nuestra certeza no se basa en simples razonamientos humanos, sino en un dato histórico de fe: Jesucristo, crucificado y sepultado, ha resucitado con su cuerpo glorioso. Jesús ha resucitado para que también nosotros, creyendo en Él, podamos tener la vida eterna.
Este anuncio está en el corazón del mensaje evangélico. San Pablo lo afirma con fuerza: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo». Y añade: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados» (1 Co 15,14.19). Desde la aurora de Pascua una nueva primavera de esperanza llena el mundo; desde aquel día nuestra resurrección ya ha comenzado, porque la Pascua no marca simplemente un momento de la historia, sino el inicio de una condición nueva: Jesús ha resucitado no porque su recuerdo permanezca vivo en el corazón de sus discípulos, sino porque Él mismo vive en nosotros y en Él ya podemos gustar la alegría de la vida eterna.
Por tanto, la resurrección no es una teoría, sino una realidad histórica revelada por el Hombre Jesucristo mediante su «pascua», su «paso», que ha abierto una «nueva vía» entre la tierra y el Cielo (cf. Hb 10,20). No es un mito ni un sueño, no es una visión ni una utopía, no es una fábula, sino un acontecimiento único e irrepetible: Jesús de Nazaret, hijo de María, que en el crepúsculo del Viernes fue bajado de la cruz y sepultado, ha salido vencedor de la tumba. En efecto, al amanecer del primer día después del sábado, Pedro y Juan hallaron la tumba vacía. Magdalena y las otras mujeres encontraron a Jesús resucitado; lo reconocieron también los dos discípulos de Emaús en la fracción del pan; el Resucitado se apareció a los Apóstoles aquella tarde en el Cenáculo y luego a otros muchos discípulos en Galilea.
El anuncio de la resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en que vivimos. Me refiero particularmente al materialismo y al nihilismo, a esa visión del mundo que no logra transcender lo que es constatable experimentalmente, y se abate desconsolada en un sentimiento de la nada, que sería la meta definitiva de la existencia humana. En efecto, si Cristo no hubiera resucitado, el «vacío» acabaría ganando. Si quitamos a Cristo y su resurrección, no hay salida para el hombre, y toda su esperanza sería ilusoria. Pero, precisamente hoy, irrumpe con fuerza el anuncio de la resurrección del Señor, que responde a la pregunta recurrente de los escépticos, referida también por el libro del Eclesiastés: «¿Acaso hay algo de lo que se pueda decir: "Mira, esto es nuevo?"» (Qo 1,10). Sí, contestamos: todo se ha renovado en la mañana de Pascua. «Mors et vita / duello conflixere mirando: dux vitae mortuus / regnat vivus» - Lucharon vida y muerte / en singular batalla / y, muerto el que es Vida, / triunfante se levanta. Ésta es la novedad. Una novedad que cambia la existencia de quien la acoge, como sucedió a lo santos. Así, por ejemplo, le ocurrió a san Pablo.
En el contexto del Año Paulino, hemos tenido ocasión muchas veces de meditar sobre la experiencia del gran Apóstol. Saulo de Tarso, el perseguidor encarnizado de los cristianos, encontró a Cristo resucitado en el camino de Damasco y fue «conquistado» por Él. El resto lo sabemos. A Pablo le sucedió lo que más tarde él escribirá a los cristianos de Corinto: «El que vive con Cristo, es una criatura nueva; lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo» (2 Co 5,17). Fijémonos en este gran evangelizador, que con el entusiasmo audaz de su acción apostólica, llevó el Evangelio a muchos pueblos del mundo de entonces. Que su enseñanza y ejemplo nos impulsen a buscar al Señor Jesús. Nos animen a confiar en Él, porque ahora el sentido de la nada, que tiende a intoxicar la humanidad, ha sido vencido por la luz y la esperanza que surgen de la resurrección. Ahora son verdaderas y reales las palabras del Salmo: «Ni la tiniebla es oscura para ti / la noche es clara como el día» (139[138],12). Ya no es la nada la que envuelve todo, sino la presencia amorosa de Dios. Más aún, hasta el reino mismo de la muerte ha sido liberado, porque también al «abismo» ha llegado el Verbo de la vida, aventado por el soplo del Espíritu (v. 8).
Si es verdad que la muerte ya no tiene poder sobre el hombre y el mundo, sin embargo quedan todavía muchos, demasiados signos de su antiguo dominio. Si, por la Pascua, Cristo ha extirpado la raíz del mal, necesita sin no obstante hombres y mujeres que lo ayuden siempre y en todo lugar a afianzar su victoria con sus mismas armas: las armas de la justicia y de la verdad, de la misericordia, del perdón y del amor.
Éste es el mensaje que, con ocasión del reciente viaje apostólico a Camerún y Angola, he querido llevar a todo el Continente africano, que me ha recibido con gran entusiasmo y dispuesto a escuchar. En efecto, África sufre enormemente por conflictos crueles e interminables, a menudo olvidados, que laceran y ensangrientan varias de sus Naciones, y por el número cada vez mayor de sus hijos e hijas que acaban siendo víctimas del hambre, la pobreza y la enfermedad.
El mismo mensaje repetiré con fuerza en Tierra Santa, donde tendré la alegría de ir dentro de algunas semanas. La difícil, pero indispensable reconciliación, que es premisa para un futuro de seguridad común y de pacífica convivencia, no se hará realidad sino por los esfuerzos renovados, perseverantes y sinceros para la solución del conflicto israelí-palestino. Luego, desde Tierra Santa, la mirada se ampliará a los Países limítrofes, al Medio Oriente, al mundo entero.
En un tiempo de carestía global de alimentos, de desbarajuste financiero, de pobrezas antiguas y nuevas, de cambios climáticos preocupantes, de violencias y miserias que obligan a muchos a abandonar su tierra buscando una supervivencia menos incierta, de terrorismo siempre amenazante, de miedos crecientes ante un porvenir problemático, es urgente descubrir nuevamente perspectivas capaces de devolver la esperanza. Que nadie se arredre en esta batalla pacífica comenzada con la Pascua de Cristo, el cual, lo repito, busca hombres y mujeres que lo ayuden a afianzar su victoria con sus mismas armas, las de la justicia y la verdad, la misericordia, el perdón y el amor.
«Resurrectio Domini, spes nostra». La resurrección de Cristo es nuestra esperanza. La Iglesia proclama hoy esto con alegría: anuncia la esperanza, que Dios ha hecho firme e invencible resucitando a Jesucristo de entre los muertos; comunica la esperanza, que lleva en el corazón y quiere compartir con todos, en cualquier lugar, especialmente allí donde los cristianos sufren persecución a causa de su fe y su compromiso por la justicia y la paz; invoca la esperanza capaz de avivar el deseo del bien, también y sobre todo cuando cuesta. Hoy la Iglesia canta «el día en que actuó el Señor» e invita al gozo. Hoy la Iglesia ora, invoca a María, Estrella de la Esperanza, para que conduzca a la humanidad hacia el puerto seguro de la salvación, que es el corazón de Cristo, la Víctima pascual, el Cordero que «ha redimido al mundo», el Inocente que nos «ha reconciliado a nosotros, pecadores, con el Padre». A Él, Rey victorioso, a Él, crucificado y resucitado, gritamos con alegría nuestro Alleluia
Nos llego por e-mail:
El Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, señaló que "la juventud es el momento donde la vida se hace más fuerte, donde estalla, florece, se abre paso; por eso ustedes, más que ningún otro, tienen el desafío de hacer pascua cada día y llenar de ‘Vida’ la vida".
En un mensaje pascual dirigido a los jóvenes, el Purpurado indica que la resurrección de Cristo "nos empuja a descubrir que lo imposible también forma parte de nuestra vida, porque Dios se ha metido en nuestra historia de una vez y para siempre".
"Creer en la resurrección significa no resignarse a que el mundo siga adelante siempre de la misma manera", afirma el Cardenal Bergoglio y agrega que "celebrar la pascua es creer con toda la fuerza de nuestro corazón que Cristo sigue viviendo en medio de nosotros y que es capaz de transformarnos desde dentro para ayudarnos a construir el mundo y la vida que anhelamos, y que nos parece tan lejano".
Asimismo, señala que Cristo "es la vida que no puede quedar sepultada por nada ni por nadie", por eso esta Pascua tiene que ser "un paso de Dios por nuestra vida y por la historia que nos está tocando vivir; una invitación, casi como un deber, a ser esperanza de un mundo que agoniza resucitándolo con el testimonio de la fraternidad y la solidaridad, de la lucha por la verdad y la justicia, de la confianza y el amor, del perdón y la reconciliación, de la generosidad y la entrega".
Tras asegurar que la juventud tiene el "desafío de hacer pascua cada día y llenar de ‘Vida’ la vida", el Purpurado recuerda que "Dios quitó la piedra que mantiene encerrada nuestra esperanza y nos invita a buscar lo que vale la pena, a que no tengamos miedo a soñar y tener ideales grandes, a arriesgarnos yendo por dónde Dios hace galopar nuestro corazón. No tengamos miedo. Dios mantiene su palabra".
"Me viene de un modo especial la imagen de Jesús en la cruz mirando a su madre y al joven Juan. Jesús sin miedo le confió a su Madre. En esta pascua quiero confiarles nuestra iglesia arquidiocesana, ella es la Madre que necesita que sus hijos jóvenes, la cuiden, la sostengan, la hagan caminar, la embellezcan y la renueven con la frescura de sus corazones enamorados de Jesucristo y apasionados por el Reino de Dios", asevera.
Finalmente el Cardenal Bergoglio invita a los jóvenes a "ser testigos de lo increíble, constructores de esperanza. Jesús no defrauda y nuevamente les dice ‘acá estoy, soy la vida’".
Esta fue la fiesta de Pascua de Resurrección y por supuesto eso es lo más importante y emotivo para nosotros los Cristianos, La Resurrección de nuestro Señor, pero además la enorme enseñanza, la guia del Pastor eterno mostrando como El se hace cargo de la voluntad del Altísimo, como se entrega la vida por los hermanos, como llegó inclusive a orar por sus enemigos en el momento más dificil de su pasión, toda una vida de trabajo, compasión, solidaridad, lucha contra la injusticia, vocación de servicio, Amor por la familia, por nosotros sus Hermanos, valentía y entrega absoluta a la voluntad de Dios.
No sería tan dificil reflejar el reino en la tierra si pudiésemos simplemente seguir las enseñanzas de Jesús.
Angel
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