Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

sábado, 9 de mayo de 2009

Lecturas del quinto domingo de Pascua

Lecturas del 10/05/09 –Ciclo B–
5° Domingo de Pascua

“El que permanece en mí, y yo
en él, da mucho fruto”

Hechos de los Apóstoles 9, 26-31

Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. Palabra de Dios.

SALMO 21
R. Te alabaré, Señor, en la gran asamblea.

Cumpliré mis votos delante de los fieles: los pobres comerán hasta saciarse y los que buscan al Señor lo alabarán. ¡Que sus corazones vivan para siempre! R.

Todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pueblos se postrarán en su presencia. Todos los que duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia; todos los que bajaron a la tierra doblarán la rodilla ante él. R.

Mi alma vivirá para el Señor, y mis descendientes lo servirán. Hablarán del Señor a la generación futura, anunciarán su justicia a los que nacerán después, porque esta es la obra del Señor. R.

Primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24

Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado. Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Juan 15, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.» Palabra del Señor.

Reflexión:

Este quinto domingo de Pascua, la Palabra del Señor nos invita y nos muestra el camino para estar siempre unidos a Dios y al hombre.
Dando frutos permaneciendo unidos a Cristo, en una unión recíproca, en el mutuo conocimiento y el amor, a semejanza de la unión que existe entre el Padre y el Hijo.

La primera lectura nos muestra a Pablo que narra su conversión a los apóstoles y sus predicaciones en Damasco. La experiencia de Cristo lo llevaba a hacer una nueva lectura de la Escritura y a descubrir el plan de salvación. Su anhelo es el de predicar sin descanso a Cristo a pesar de las amenazas de muerte de los hebreos de lengua griega.
En la segunda lectura, san Juan continúa su exposición sobre la verdad del cristianismo, el amor no se demuestra en bellas palabra o especiales iluminaciones, sino en obras de amor. No se puede separar la fe de la vida moral.
La parábola de la vid y los sarmientos nos confirma que sólo podremos dar frutos de caridad, si permanecemos unidos a la vid verdadera, Cristo el Señor.

El texto del evangelio se lo podría dividir en tres grandes partes:
1. La vid verdadera (versículos 1-3).
2. Mantenerse unidos a la vid (versículos 4-6).
3. La gloria del Padre (versículos 7-8).

El Domingo pasado Jesús se presentaba como el “buen pastor”, hoy se presenta como la “vid verdadera”. La vid era una plantación común en Palestina pero que requería muchos cuidados por parte del viñador dado las particulares condiciones climáticas de aquella región. El dueño se “desvivía” por el cuidado de su vid. Cuando una rama no da uvas, no da fruto debe ser cortada, debe ser limpiada (literalmente “purificada”) para que pueda dar más fruto. A esto habitualmente se lo denomina como poda.
Es consolador que Jesús les diga a sus discípulos que ellos ya están limpios por la Palabra que han recibido.

En la segunda parte del relato se pone el acento en dos cuestiones íntimamente relacionadas: por un lado la insistencia en dar frutos, en dar uvas… Por otro lado la necesidad de “mantenerse unidos” a Jesús para, justamente, poder dar fruto. El verbo “permanecer”, es el verbo griego menein que significa “permanecer unido” pero no de manera estática y fija como resuena en nuestra lengua castellana. Es un permanecer unidos de manera dinámica, un ida y vuelta, con una relación de diálogo con el Señor de tú a tú.
En cinco versículos, desde el 4 al 7 aparece ocho veces este verbo. Así como las ramas no pueden hacer nada sin la planta, de la misma manera los discípulos de Jesús no pueden hacer nada si no están unidos a Él.
El secreto, entonces, de la vida está en permanecer en Jesús y permanecer como el sarmiento que está unido a la vid, con una permanencia activa.
El sarmiento no está simplemente pegado a la vid sino que la savia de la vid es la que recorre los sarmientos y le da vida.
Y así mismo nos pasa a nosotros. Unidos a Cristo, participamos de su sabia, de su vida. Aunque tengamos altibajos, estamos participando de su vida.
Si escuchamos la Palabra de Dios, esa Palabra nos va purificando de todo lo que no viene del Evangelio.
Si sabemos renunciar a lo superfluo y a todo lo que se opone al plan de Dios, hacemos esa poda que se necesita para que demos más fruto.
Y por último si hacemos oración, esa oración nos pondrá en sintonía con la Voluntad del Padre.

En la tercera parte del texto se da como una suerte de consecuencia lógica: quién está unido a Jesús va tener la experiencia de una oración eficaz: “recibirán de mi Padre todo lo que pidan”.
Todo miembro, tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de afuera (nuevo nacimiento).
El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.
Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpieza que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.
El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús.


Para ayudar nuestra reflexión citamos un texto del Documento de Aparecida: N° 132

Con la parábola de la Vid y los Sarmientos (cf. Jn 15, 1-8), Jesús revela el tipo de vinculación que Él ofrece y que espera de los suyos. No quiere una vinculación como “siervos” (cf. Jn 8, 33-36), porque “el siervo no conoce lo que hace su señor” (Jn 15, 15). El siervo no tiene entrada a la casa de su amo, menos a su vida. Jesús quiere que su discípulo se vincule a Él como “amigo” y como “hermano”. El “amigo” ingresa a su Vida, haciéndola propia. El amigo escucha a Jesús, conoce al Padre y hace fluir su Vida (Jesucristo) en la propia existencia (cf. Jn 15, 14), marcando la relación con todos (cf. Jn
15, 12).
El “hermano” de Jesús (cf. Jn 20, 17) participa de la vida del Resucitado, Hijo del Padre celestial, por lo que Jesús y su discípulo comparten la misma vida que viene del Padre, aunque Jesús por naturaleza (cf. Jn 5, 26; 10, 30) y el discípulo por participación (cf. Jn 10, 10). La consecuencia inmediata de este tipo de vinculación es la condición de hermanos que adquieren los miembros de su comunidad.
Preguntas para la meditación:

“Permanecer” en Cristo, en una unión recíproca, en el mutuo conocimiento y el amor, a semejanza de la unión que existe entre el Padre y el Hijo
¿Me siento unido dinámicamente a la Persona de Jesús que me busca para dialogar, para que sea su discípulo? ¿En qué situaciones sí y en cuáles no?

Si deseamos saber si nos encontramos en la verdad, debemos atender a nuestras obras en el amor:
¿En qué circunstancias de mi vida no estoy dando frutos? ¿Por qué creo que me cuesta dar frutos en algunos aspectos de mi vida?

La Madre Teresa de Calcuta decía: "El servicio más grande que podéis hacer a alguien es conducirlo para que conozca a Jesús, para que lo escuche y lo siga, porque sólo Jesús puede satisfacer la sed de felicidad del corazón humano, para la que hemos sido creados".
¿Cuáles son los “buenos frutos” de mi vida?

Al escuchar la Palabra de Dios, esa Palabra nos va purificando de todo lo que no viene del Evangelio.
¿Me dejo podar por la Palabra del Señor, para dar mejores frutos aún? ¿Me duele renunciar a lo superfluo y a todo lo que se opone al plan de Dios (poda)?

ORACIÓN:

En la amistad con Dios, la palabra se encarga de generar vida en nosotros porque, como bien nos dice Jesús, ella es <> Juan 6.63

Pidamos hoy a María que nos ayude a vivir unidos a Jesús y entre nosotros, y que podamos decir como san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.
Lecturas de la semana:

LUNES 11: Hechos apóstoles 14, 5-18; Salmo 113b; Juan 14, 21-26.
MARTES 12: Hechos apóstoles 14, 19-28; Salmo 144; Juan 14, 27-31a.
MIERCOLES 13: Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Salmo 121; Juan 15, 1-8.
JUEVES 14: Hechos apóstoles 1, 15-17. 20-28; Salmo 112; Juan 15, 9-17.
VIERNES 15: Hechos apóstoles 15, 22-31; Salmo 56; Juan 15, 12-17.
SABADO 16: Hechos apóstoles 16, 1-10; Salmo 99; Juan 15,18-21.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona, frp.

Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785

Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Contemplación

La humanidad es una vid. No somos seres aislados. La humanidad es una viña plantada y cultivada para dar uvas dulces que por la pandemia del virus del pecado comenzó a dar uvas agrias por todos lados. Pero somos una vid y siempre está la posibilidad del injerto que salva, el injerto en la cepa noble y santa que es Jesús: Yo soy la Vid, ustedes los sarmientos. El que el Padre injerta en mí y luego permanece en mí de corazón y Yo en él, lleva mucho fruto.

La vid tiene esta posibilidad maravillosa del injerto. Les comparto algo que leí y puede ayudar:

“En Europa, hasta fines del siglo XIX, en sus pequeños terruños -que de paso muestran el misterio del vino, ya que, gracias a los diversos injertos, con la misma cepa y el mismo clima bastan un centenar de metros para producir vinos de distinta calidad- los viticultores plantaban año a año los retoños de sus vides. Fue entonces cuando, tal vez por razones experimentales, se introdujeron algunas plantas de vid americana. Con la vitis americana llegó lo que la ciencia llama Philoxera Vastàtrix, Filoxera devastadora. Eran pulgones de uno a tres centímetros de largo, que se alimentaban de la raíz de las cepas europeas. Ningún plaguicida pudo dar cuenta de ellos. Se prendió fuego a viñedos enteros y se inundaron aquellos que estaban cerca del mar. La plaga era incontenible. La solución que mantuvo en angustiosa espera a los viticultores fue injertar las vides europeas sobre las raíces americanas que la filoxera desdeñaba. Todos los viñedos europeos están plantados sobre viñas patrón americano”.



Esta plasticidad misteriosa de la vid, en que la parte sana puede curar al todo, es una hermosa imagen de lo que es la raza humana. Por eso es tan linda la imagen del Padre Viñador y de Jesús, la Vid Santísima y Vivificante.



A Jesús todo lo que se le injerta, si está enfermo, lo sana, y si es bueno, lo potencia y lo mejora en lo suyo propio.

…..



No se si es fácil transmitir esta maravilla de lo que es la vid al que no ha nacido ni se ha criado entre parras y uvas. Puede ayudar si le gusta le vino bueno y se maravilla de todas las variedades. Por mi parte, confieso que aunque crecí a la sombra de las parras del patio pequeño de mi casa y del patio inmenso de la casa de la Sette (así se dice abuela en libanés), cuyas parras daban todos los tipos de las uvas de mesa más ricas ─ la moscatel rosada y grande, las blancas de ollejo duro y ovaladas y las redonditas, la negra casi azul, la chiquita sin semilla… ─ recién comencé a fijarme en la vid en Buenos Aires, rezando por el Patio de la parra de Regina.

Sin embargo, el interés más científico prende mejor cuando se lo injerta en un interés existencial, ese que uno trae de la infancia. Cuando uno ve y experimenta el contraste de lo que es la tierra en Mendoza con viña y sin viña, puro desierto pedregoso y gris a un lado y al metro siguiente, viña frondosa y fértil, no puede menos de presentir que la vid tiene algo maravilloso. Lo expresa bien un artículo que dice que la Vid se da,

“En general, en tierras pobres. Y en algunos casos, como las argentinas de Mendoza -cuyo promedio de lluvia es equivalente al del Sahara- desérticas. La vid hace el milagro de convertir ese suelo hostil en maravillosas superficies verdes. Aprovecha cada gotita de humedad, pero para que esto ocurra, y dé los resultados esperados, se necesita la incesante labor del viñatero. Hasta tal punto es esencial el trabajo del hombre que Frieländer señala que los límites de expansión del Imperio Romano pueden ir marcándose en un mapa de acuerdo al avance del cultivo de la vid en Europa”.



Propiedades maravillosas de la vid, necesidad de incesante labor del viñatero. Es la combinación de la que habla Jesús en su Alegoría de la Vid. Es como si antes de la Pasión el Señor profundizara las parábolas de la Semilla. En las primeras parábolas hay un tiempo intermedio, entre la siembra y la cosecha, en el que no se puede hacer mucho. Si la tierra es buena o no y si alguien sembró cizaña, se ve con el tiempo. El grano de mostaza pequeñito muestra sus virtudes luego de muchos años. En las parábolas de la viña, en cambio, es donde se muestra más lo humano y lo divino unidos en un trabajo común. Jesús nos presenta a su Padre como un Viñador, un Padre de familia que ama su viña y que sale a buscar obreros para la cosecha, un Padre que quiere que sus hijos trabajen codo a codo a su lado y que mete mano en las parras, podando y limpiando, guiando el crecimiento de sus plantas día a día.

La imagen que da de sí el mismo Jesús es una imagen que nos integra estrechísimamente. La Vid es una, en todo el mundo y en todas sus variedades, y Él es la vid entera santa y sana y de frutos selectos.

Estar injertados en Él es participar de todo y poderlo todo (“todo lo que pidan se les dará”).

Estar desintegrados fuera de él es igual a no ser nada, (“sin mí no pueden hacer nada”).

El entra como parte individual en este mundo pero con la virtud escondida que llegará “a ser todo en todos”.

Tiene esa fuerza de una Vid poderosa de “recapitular todas las cosas en sí como cabeza”.

….

Despúes de Jesús no somos ya seres aislado.

En Jesús pasamos a ser Viña-Iglesia, en ese entrecruzamiento lindo que tienen las viñas en las que no se sabe de qué tronco viene la rama que da el racimo más grande ya que todo es entrelazamiento común, fruto de la cepa y de cada injerto, del suelo, del agua y del sol, del trabajo del viñador y luego de los que elaboran el vino.



Sentirse así, Viña común trabajada por las manos del Padre, da paz en medio de un mundo que nos quiere consumidores aislados y números sin rostro de estadística funcionales al poder, es un gozo que se siente en la raíz, allí donde uno experimenta su identidad como pertenencia. “Somos suyos, a Él pertenecemos”.



Sentir que los golpes y los cortes de la vida no son hachazos violentos dados al azar por pandemias de gripe porcina o dengue o por quienes odian a todos cegados por el paco, sino podas en las manos buenas del Padre, que precisamente nos limpia allí donde damos fruto para que demos más, sentir los golpes como podas, digo, hace vivir de otra manera las cruces y los sinsabores de tantas injusticias de este mundo. “Nada de lo bueno se pierde”. “El Señor escribe derecho con parras torcidas”. “No tengan miedo. El que permanece en mí, da mucho fruto”.



Una cara del miedo y de la angustia provienen de nuestra resistencia a “dar fruto” allí donde la savia del Espíritu quiere. Es un resistir a la gracia porque poda y no confiar en que estamos en las manos del Padre. El jugarse por el Evangelio siempre toma la forma de una elección en la que experimentamos que “dar fruto es sufrir una poda”. Dar fruto es abandonar una posición cómoda y arriesgarnos a quedar en una posición evangélica de indefensión o de riesgo creativo en el que el fruto depende no de nosotros sino de Jesús. A medida en que nos vamos animando a estas mini-elecciones y experimentamos el gusto de esta “poda fructuosa”, vamos “permaneciendo más en Cristo” voluntariamente y no forzados. Experimentamos que “donde damos fruto hay paz y fluye la vida”, que “dar frutos libera, porque el amor quita el temor”.

El don de sí es este dar frutos, esa es la gloria del Padre y de esos frutos brota la paz.



Sentirse “sarmiento”, sentir que uno puede reinjertarse en un instante en la Vid que es Cristo, desde la más pequeña parte libre y sana que uno siempre conserva, y desde allí ser totalmente sanado y poder comenzar a dar los mejores frutos, los que Dios siempre soñó para uno y uno soñó en Él (casi sin atreverse, pero soñó), es una esperanza tan fuerte que no puede no llevar al sacramento de la reconciliación con un deseo y un gozo como los del Hijo pródigo. Basta injertarse en El, para serlo Todo, para entrar en comunión con todo lo de Dios y lo de los hermanos. Los santos nos alientan, nos tienden la mano, a integrarnos con ellos en esta comunión de la viña que viene de lejos y se extiende por todo el mundo terreno y celestial.



Injertarse en él. Esa es la palabra fuerte de hoy. “Enkentrizai” como dice Pablo en Romanos: “Si la raíz es santa también las ramas” (11, 16-24). Dejar que el Padre nos injerte y nos enraíce en la Raíz santa que es Jesús. El Padre nos enraíza amorosa y líbremente, haciéndonos sentir atraídos por la Palabra de su Hijo (Este es mi Hijo amado, escúchenlo!) para que luego su Hijo nos haga sentir lo lindo que es permanecer adheridos a él por la Fe y la Amistad que dialoga y comparte la vida. Fuera de esa raíz nada da fruto: “« Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz” (Mt 15, 13).



Permanecer en Cristo. Tratando no hace mucho de “ayudar” a un sarmientito tierno que había brotado bajo y andaba por el piso, a que se agarrara del alambre para ir para arriba, presté atención a cómo las ramas de la parra dan una hoja de un lado y del otro un zarcillo que se enrosca con fuerza de lo que encuentra y le abre paso a la fuerza vital de la planta para que gane en extensión. Los racimos brotan cada tanto en medio de este trío vital de raíz, hojas y zarcillo.

Al ver al otro día al zarcillo fuertemente enroscado en el alambre–un rulito simpático y funcional- me pareció una linda imagen de nuestro esfuerzo por permanecer en Jesús: como humildes zarcillos que se adhieren enrollándose bien allí donde encuentran buen apoyo.

Todo lo demás lo hace la fuerza vital de la Vid. Pero ese adherirse con todo al amor de Jesús y al amor al prójimo ─ dando tres vueltitas de bondad ─, para no soltarme, viene de mí y “el Señor lo necesita”.

Diego Fares sj

Anónimo dijo...

Es el milagro de la vida, desde la raiz Jesús es la Vid, y ser un sarmiento y que se pueda sentir la savia que viene de Jesús alimentando el alma, es como estar ya en el reino, es sentir que estamos en su presencia, es estar en gracia. Parece tan fácil y es a la vez casi una quimera, 24 hs. al día con Cristo, la utopía del reino que persiguieron cada uno de los Santos. "No soy yo quien vive, sino que es Cristo que vive en mi" San Pablo sigue y seguirá dando frutos hasta el día en que vuelva el Maestro.
Cada día voy a levantarme pensando: Solo por hoy voy a tratar de hacerlo, hoy Cristo vive en mi.
Angel