Lecturas del 28/06/09 –Ciclo B–
Domingo 13° Durante el año
«No tengas miedo,
solamente confía.»
Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes. El ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla. Palabra de Dios.
Salmo 29
R. Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.
Segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9. 13-15
Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes.
Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.»
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: « ¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le dijeron: « ¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: « ¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer. Palabra del Señor.
Reflexión:
El punto de convergencia de las lecturas se sitúa en la potencia de la fe. En el Evangelio, a la incapacidad de los médicos para curar a la hemorroísa, responde la fuerza curativa de la fe en Jesús; a la potencia de la muerte que se ha impuesto a la vida de la hija de Jairo responde un poder mayor de Cristo para volverla a la vida en virtud de la fe. Estos dos ejemplos evangélicos evidencian que Dios (y Jesús, Mesías e Hijo de Dios) no ha creado la muerte, sino que Él es El Señor de la vida (primera lectura) y tiene, por tanto, poder sobre la misma muerte. La fuerza de la fe y el poder de Dios se manifiestan en la vida de los cristianos, pues gracias a la potencia de la fe son capaces de superar barreras étnicas y culturales, y expresar su caridad fraterna a los hermanos de Judea mediante la colecta (segunda lectura).
Este domingo, la liturgia una vez más comienza en la orilla del mar o del lago de Galilea. Este es el mismo lugar donde Jesús eligió a sus primeros discípulos, llamó a Leví y ha predicado sus parábolas. Recordemos lo que compartíamos el domingo pasado: el mar simboliza el mal que Jesús va a combatir y destruir.
La secuencia es así:
En la primera parte se nos presenta a Jairo, uno de los jefes de la Sinagoga, que parece tener mucho respeto por Jesús y por eso le ruega que vaya a su casa para que sane a su hija. Jesús se encamina hacia el lugar.
Aparece dentro de la multitud una mujer que estaba enferma desde hacía doce años con flujos de sangre y, a pesar de haber gastado dinero con los médicos, nadie la había podido sanar. Por el contrario cada vez estaba peor. Ella, que había escuchado hablar de Jesús, sólo quería tocar su ropa para quedar sana, y así lo hace, acercándose por detrás. La mujer debido a su enfermedad, era considerada «impura» en la mentalidad de los judíos (Lev. 15,19) y contaminaba a todo el que tocara. Por eso las leyes sobre la «pureza» le prohibían mezclarse con el gentío. Pero su fe la lleva a violar algo más sagrado todavía; los flecos del manto que eran un recuerdo de Dios y de su ley, y tocarlos estando «impura» era un sacrilegio.
Ella percibe que ha sido sanada. Jesús registra la situación y pregunta quién lo ha tocado. Los discípulos se sorprenden dado que todo el mundo está tocando a Jesús. Pero el Señor sigue mirando para detectar quién ha sido. La mujer se acerca temblando de miedo y dice la verdad.
Sin embargo, Jesús está más allá de esta misma situación la viene a salvar y rescatar. Por eso la va a despedir de manera tan cordial, afectiva y consoladora: la llama hija, le dice que ha quedado sanada porque confió en Él y le dice que vaya tranquila, en paz.
En ese momento se da paso a la segunda parte del primer relato. Aparecen personas de la casa de Jairo que le dicen que su hija ha muerto. En este contexto dramático son muy fuertes las palabras de Jesús a Jairo: “No tengas miedo, solamente confía”.
Cuando llegan a la casa hay mucho alboroto como era costumbre en aquel tiempo ante un difunto. Jesús les dice que no lloren porque la niña no está muerta sino dormida. Ellos se burlan de Jesús. Luego se acerca a la niña con sus padres y sus tres discípulos, la toma de la mano y le dice en arameo (lengua materna de Jesús): Talitá kum. Esto significa dar una orden: Niña levántate… En ese momento la niña que tenía doce años (como doce años había durado la enfermedad de la hemorroísa), se levanta y comienza a caminar. Toda le gente queda muy asombrada con lo que ha sucedido.
En la totalidad del relato Jesús aparece como el único “médico” que en situaciones difíciles y extremas puede dar la verdadera salud: es decir la salvación. Jesús es el único que tiene poder para dar la vida, lo cual solo Dios puede hacer.
La fe vence a la muerte. El poder de la muerte es universal. Es un poder inquietante, que suscita preocupación, angustia. Es un gran interrogante clavado en el corazón de la historia: ¿Quiere Dios la muerte del hombre? ¿Tiene la muerte la última palabra? ¿Tiene algún sentido el morir? Un esbozo de respuesta hallamos en la liturgia de hoy.
1) La muerte, no como paso de un estado de vida a otro, sino como pérdida de la relación con la fuente de la vida que es Dios, como ladrón que nos arranca violentamente el tesoro de la vida, no tiene en Dios su origen, La carga de angustia, de desesperación, de nihilismo que la muerte trae sobre sus hombros, proviene del enemigo de Dios y del hombre, del enemigo de la vida, que es el demonio.
2) El hombre ha sido creado a imagen de Dios, Señor de la vida; por ello, el hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte; ha sido hecho inmortal, como el mismo Dios. Quien cree en Dios, Señor de la vida, cree en su poder y en la victoria de la vida sobre la muerte.
3) La potencia de la vida sobre la enfermedad y sobre la muerte encuentra dos ejemplos en el poder de la fe tanto de la hemorroísa como de Jairo.
La fe inicia nuestra relación personal con Dios. Concilio Vaticano I: Por la fe quedamos habilitados para confiar todo nuestro ser a Dios, le ofrecemos el homenaje total de nuestro entendimiento y voluntad y asentimos libremente a lo que Dios revela.
La fe divina es una virtud teologal y procede de un don de Dios que nos capacita para reconocer que es Dios quien habla y enseña en las Sagradas Escrituras y en la Iglesia. Quien tiene fe sabe que por encima de toda duda y preocupaciones de este mundo las enseñanzas de la fe son las enseñanzas de Dios y por lo tanto son ciertas y buenas.
Por la fe aceptamos, por la autoridad de Dios que revela, verdades que están más allá de la razón humana. Ver Fe y razón Juan Pablo II
Preguntas para la meditación: ¿Qué me dice?
Está claro que los que venían a Jesús tenían la convicción íntima de que Dios les reservaba algo bueno por medio de él, y esta fe los disponía para recibir la gracia de Dios en su cuerpo y en su alma.
Jesús dice «te ha salvado», y no «te ha sanado», pues esta fe y el consiguiente milagro habían revelado a la mujer el amor con que Dios la amaba.
Nos cuesta a veces creer, con nuestra inteligencia moderna e ilustrada, que el milagro es posible. Olvidamos que Dios está presente en el corazón mismo de la existencia humana y que nada le es ajeno en nuestra vida. Y nosotros podemos hoy preguntarnos:
¿A qué se debe el milagro? ¿Lo produce la fe del que pide, o es Cristo quien lo realiza?
En las situaciones dramáticas de la vida ¿busco escuchar la Palabra de Jesús que hoy también me dice como a Jairo: “No tengas miedo, solamente confía”?
¿Confío en el Señor por más que todo parezca decir que no hay ninguna salida?
¿Me dejo tomar de la mano?
ORACIÓN:
La Biblia además enseña la importancia de insistir en la oración: Jairo el jefe de la sinagoga: le suplica con insistencia diciendo:
«Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» -Mc 5,23
En Getsemaní Jesucristo repetía la misma oración durante su agonía:
• "Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra". -Lucas 22,44.
• "Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»" "Y alejándose de nuevo, por segunda vez oró así: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tú voluntad». "Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras" -Mateo 26, 39; 42 y 44
¿Por qué insiste Jesús? ¿Acaso le falta la fe? Claro que no. Insiste porque pone todo su ser en la petición, no se muda de ella. El no reza con "palabrería" pero sí con insistencia.
Lecturas de la semana:
LUNES 29: Hch. 12, 1-11; Salmo 33; 2 Tim. 4, 6-8. 17-18; Mt. 16, 13-19.
MARTES 30: Gn. 19, 15-29; Salmo 25; Mt. 8, 23-27.
MIERCOLES 1: Gn. 21, 5. 8-20; Salmo 33; Mt. 8, 28-34.
JUEVES 2: Gn. 22, 1-19; Sal 114; Mt. 9, 1-8.
VIERNES 3: Ef. 2, 19-22; Sal 116; Jn. 20, 24-29.
SABADO 4: Gn. 27, 1-5; Sal 134; Mt. .
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y Maria, Catholic.net, Homilia.com. “Claves de Lectio Divina” Proyecto Lectionautas CEBIPAL/CELAM – SOCIEDADES BIBLICAS NIDAS Pbro. Lic. Gabriel MESTRE, Hno. Ricardo Grzona. Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785
Te esperamos los sábados 17:00 h.
para leer la Biblia en la Parroquia San José: Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José
¡Con su Palabra, Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!
Intención para la evangelización ‐
Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia
El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"
"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8.
No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía.
Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.
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San Pedro Crisólogo (hacia406-450), obispo de Rabean, doctor de la Iglesia
Sermón 34; CCL 24, 193s
«La niña no está muerta, está dormida»
Una lectura cualquiera del evangelio nos es de gran provecho tanto para la vida presente como para la vida futura. Pero todavía más el evangelio del día de hoy porque contiene la totalidad de nuestra esperanza y expulsa todo motivo de desesperanza... Un jefe de sinagoga acompaña a Cristo junto a su hija y, al mismo tiempo, da ocasión a una mujer que sufría pérdidas de sangre de ir al encuentro de Jesús... Cristo conocía lo que estaba por suceder y no podía ignorar que esta mujer iría a su encuentro. Es ella la que hace comprender al jefe de los judíos que Dios no tiene necesidad de desplazarse, que no es necesario indicarle el camino ni pedir su presencia física. Por el contrario, basta creer que Dios está presente en todas partes y que, donde sea, está allí con todo sus ser y para siempre. Que puede hacerlo todo sin esfuerzo, con tan sólo dar una orden, que manda su poder sin transportarlo; que con un mandato y sin mover la mano hace huir a la muerte; que devuelve la vida con sólo decidirlo, sin necesidad de recurrir a la medicina...
Cristo, desde que llega a la casa y ve a la gente llorando como si la niña estuviera muerta, quiere hacer que sus corazones incrédulos lleguen a la fe. Puesto que pensaban que no se podía resucitar de entre los muertos con mayor facilidad que despertar a uno del sueño, Cristo declara que la niña está dormida y no muerta.
Y sí, verdaderamente, para Dios la muerte es un sueño. Porque Dios hace volver un muerto a la vida en menos tiempo que un hombre saca a un dormido de su sueño... Escucha lo que dice el apóstol Pablo: «En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos resucitarán» 1Co 15,52)... Por otra parte, ¿cómo hubiera podido condensar en unas pocas palabras la rapidez de un acontecimiento en el cual el poder divino sobrepasa a la misma rapidez? ¿Cómo hubiera podido intervenir el tiempo en el don de una realidad eterna, no sometida al tiempo?
EDD
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Domingo 28 de junio de 2009
13º domingo durante el año
Evangelio según San Marcos 5, 21-43 (Ciclo B)
Para recordar:
El próximo lunes, 29 de junio, es la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, es el Día del Papa. Recemos por él, acompañémoslo; Dios nos ha puesto a Benedicto XVI para guiar a nuestra Iglesia y también al mundo. Hay que quererlo al Papa, “el dulce rostro de Cristo en la tierra” -como diría Santa Catalina de Siena- hay que cuidarlo, rezar por él y escuchar sus enseñanzas. Dios nos habla a través de él.
Evangelio: “ ”
Aquí vemos cómo la fe es una exigencia que Dios pone para que se de el milagro. El milagro se da cuando Dios lo quiere y se da si uno tiene fe; pero no siempre uno -porque tiene fe- puede pretender del Señor el milagro porque de lo contrario es una especie de presión: “porque yo tengo fe, vos tenés que hacer el milagro”; “porque yo tengo fe, no tiene que morir mi hermano”; “porque yo tengo fe, no tengo que estar enfermo”, etc.
No necesariamente, porque uno tenga fe, no van a pasar las cosas que tienen que pasar. La fe es una condición esencial para reconocer la presencia de Dios, en nuestra vida y en todos los acontecimientos, pero nunca puede ser una presión sobre qué cosas tiene que hacer Dios, o no, con cada uno de nosotros.
El Señor obra cuando el que se acerca tiene confianza y tiene fe, pide al Señor, confía en Él y el Señor exige -como un elemento importante- la fe para poder obrar. Puede ser para uno, para otro o para los demás.
Luego, no toda cercanía significa que uno ya tiene fe. Hay distintos modos de cercanía: física, temporarias, en ciertos lugares, en ciertos momentos, pero no significa que con eso ya está todo hecho, todo realizado.
La prueba está en que muchas personas tocaban a Jesús, en aquél entonces, y sin embargo la mujer del Evangelio, la hemorroisa que padecía flujos de sangre, lo tocó con fe y al hacerlo se sanó.
Vamos a pedir al Señor estas cosas, que son muy claras: que Dios aumente nuestra fe; confiar en Él y saber que el Señor es Dios de la vida, es Dios de la muerte y es Dios de todos nosotros; por lo tanto el Señor está presente en todo. En la salud como en la enfermedad; en la alegría como en la tristeza; en lo que nos va bien y aquello en lo que nos va mal, el Señor está siempre presente.
La última característica que nos llama la atención es cómo la fe nos vuelca a ser humanos. Jesús resucitó a la hija de Jairo y después les dice “denle de comer”. El que tiene fe jamás puede desentenderse de lo humano. Si se desentiende de lo humano es porque tiene poca fe. Pensemos en esto.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones radiales de Monseñor Rubén Oscar Frassia
Autor: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
Quimioterapia espiritual
Amemos el dolor que el tratamiento nos produce, porque proviene del Médico Celestial
Quimioterapia espiritual
Cuando un enfermo de cáncer está demasiado débil, los médicos no pueden aplicarle quimioterapia: para tener una posibilidad de ser sanado, el paciente debe primero fortalecerse y luego, afrontando las sesiones de quimio, intentar derrotar la enfermedad que corroe sus órganos. Es llamativo, porque el tratamiento que nos da la esperanza de curación degrada primero la salud del enfermo, para luego acceder a la posibilidad de derrotar al enemigo. Este es el principal modo en que la medicina ataca el cáncer en nuestros tiempos, como bien sabemos por el dolor que nos causa.
Creo que Dios suele utilizar un método bastante similar en algunas oportunidades, a la hora de ayudarnos a derrotar el mal que corroe nuestra alma. Jesús, el Verdadero Médico de las almas, sabe que no podemos atravesar ciertas pruebas hasta no estar suficientemente crecidos y fortalecidos espiritualmente. Cuando estamos débiles en nuestra fe, o en nuestro conocimiento de Dios, El espera pacientemente que mejoremos, que adquiramos cierta fortaleza espiritual, la suficiente para que El pueda aplicar sus tratamientos de sanación. Y estos son muchas veces una verdadera quimioterapia aplicada a nuestra alma. Las pruebas de fe, el forzarnos a encontrar dentro nuestro la verdadera humildad y el sentido de negarse a uno mismo, el desapego de toda cosa mundana, sean bienes o afectos humanos, todo debe ser entregado y supeditado a una única misión suprema: mantenerse aferrado a Dios pase lo que pase, aunque arrecie la tormenta, hasta llegar a realizar una verdadera conversión.
En los inicios de nuestro camino de crecimiento espiritual solemos sentir una alegría inmensa, una Gracia gigantesca que el Señor nos concede, una inversión que El realiza para que fructifique más adelante. Más cuando nos encontramos en el desierto, cuando esa alegría se transforma en dudas, abulia, sequedad espiritual, nos preguntamos y le preguntamos al Señor: ¿por qué?. Esta es la pregunta que jamás se le debe realizar a Dios, porque es El el que guía nuestra vida, el que sabe lo que es bueno o malo para nosotros. El conoce cual es el momento adecuado: cuando el Señor nos ve con suficiente solidez, inicia su tratamiento de quimioterapia espiritual, quemando las impurezas, las ataduras, los temores, las pasiones, la soberbia y vanidad, las envidias y celos, el deseo de figurar y mandar, la curiosidad y las ambiciones, todo lo malo que anidó en nuestro interior a lo largo de nuestra vida. Jesús nos somete a un proceso que tiene como finalidad extinguir lo impuro que habita dentro nuestro. ¡Y duele, vaya si duele!. Es la época de la prueba, de lograr encontrar realmente a Dios como El es, y no como nosotros quisiéramos encontrarlo. De aceptar mansamente sus tratamientos y sanaciones, ya que el Médico no quiere otra cosa más que nuestro bien.
Se necesita estar fuerte espiritualmente para que el Señor pueda obrar en nosotros. Pero si cuando El obra, nos resistimos y tratamos de volver hacia atrás, rechazando el tratamiento, ¿qué posibilidades reales tenemos de que sanen nuestros cánceres espirituales?. Amemos el dolor que el tratamiento nos produce, porque proviene del Médico Celestial, proviene de quien quiere nuestra Salvación, y sabe muy bien como hacerlo.
La quimioterapia espiritual, como fue descripta, no es más ni menos que la Cruz, la hermosa Cruz que Cristo nos pone sobre nuestras espaldas.
Señor, dame una vida nueva, sáname de mis cánceres espirituales, haz que Tu Fuego queme todos los tumores que se han adherido a mi alma, desde mi nacimiento. Haz que este dolor que siento hoy, fructifique y me eleve hasta Tu Trono.
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