Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 3 de septiembre de 2010

XXIII Domingo durante el año(C), “El que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.

Lecturas del 5-9-10

Libro de la Sabiduría 9,13-18.
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones.
Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?
¿Y quién habría conocido tu voluntad si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados". Palabra de Dios.

Salmo 89

R: Señor, Tú has sido nuestro refugio a lo largo de las generaciones.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: "Vuelvan, seres humanos".
Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R

Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R

Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R

Carta de San Pablo a Filemón 1,9-10.12-17.
Queridos hermanos: Yo Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión.
Te lo envío como si fuera yo mismo.
Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio.
Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario.
Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre,
no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mi mismo. Palabra de Dios.

Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Palabra del Señor.

Reflexión:

Acaso hay alguien…..?

El pasaje del Evangelio de este domingo es uno de esos que dan la tentación de ser dulcificados por parecer demasiado duro para los oídos:
«Si alguno viene donde mí y no odia a su padre, a su madre…».
Ante todo hay algo que aclarar: ciertamente el Evangelio es en ocasiones provocante, pero nunca contradictorio.
Poco después, en el mismo Evangelio de Lucas, Jesús recuerda con fuerza el deber de honrar al padre y a la madre (Cf. Lucas 18, 20) y a propósito del marido y la mujer, dice que tienen que ser una sola carne y que el hombre no tiene derecho de separar lo que Dios ha unido.
Entonces, ¿cómo puede decirnos ahora que hay que odiar al padre y a la madre, a la mujer, a los hijos y a los hermanos?
Hay que tener en cuenta un hecho. En hebreo no hay comparativo de superioridad o de inferioridad (amar a alguien más o menos que a otra persona); simplifica y reduce todo a «amar» u «odiar». La frase «si alguno viene donde mí y no odia a su padre y a su madre» debe entenderse, por tanto, en este sentido: «si alguno viene donde mí sin preferirme a su padre y a su madre».
Para darse cuenta de esto basta leer el mismo pasaje del Evangelio de Mateo donde dice: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mateo 10, 37).

Sería totalmente equivocado pensar que este amor por Cristo está en competencia con los diferentes amores humanos: por los padres, el cónyuge, los hijos, los hermanos. Cristo no es un «rival en el amor» de nadie y no tiene celos de nadie.

El amor por Cristo no excluye los demás amores sino que los ordena. Es más, en él todo amor genuino encuentra su fundamento, su apoyo y la gracia necesaria para ser vivido hasta el final.
Este es el sentido de la «gracia de estado» que confiere el sacramento del matrimonio a los cónyuges cristianos.
Asegura que, en su amor, serán apoyados y guiados por el amor que Cristo tuvo por su esposa, la Iglesia.
Jesús no hace ilusiones a nadie, pero tampoco desilusiona a nadie; pide todo porque quiere darlo todo; es más, lo ha dado todo.

Uno podría preguntarse: ¿pero cómo puede este hombre, que vivió hace veinte siglos en un rincón perdido del planeta, pedirnos a todos este amor absoluto?
La respuesta, sin necesidad de remontarnos muy lejos, se encuentra en su vida terrena que conocemos por la historia: él fue el primero en darlo todo por el hombre: «Cristo nos amó y se entregó por nosotros» (Cf. Efesios 5, 2). En este mismo pasaje del Evangelio, Jesús nos recuerda también cuál es el test y la prueba del verdadero amor por él: «cargar con la propia cruz». Cargar con la propia cruz no significa buscar sufrimientos. Cristo tampoco se puso a buscar su cruz; en obediencia a la voluntad del Padre la cargó sobre sí cuando los hombres se la pusieron a espaldas, transformándola con su amor obediente de instrumento de suplicio en signo de redención y de gloria.
Jesús no vino a aumentar las cruces humanas, sino más bien a darles un sentido. Con razón, se ha dicho que «quien busca a Jesús sin la cruz, encontrará la cruz sin Jesús», es decir, de todos modos encontrará la cruz, pero sin la fuerza para cargar con ella.

Queridos lectores, hemos comenzado el mes de setiembre no solo el mes de la Primavera, mas importante aún es el “Mes de la Biblia” hagamos de la Palabra el alimento nuestro de cada día para que nuestras vidas tengan cada día más sentido y así nos sintamos atraídos por esa luz de verdad que llena nuestras expectativas y de ese modo seamos cada vez más generosos y comprometidos a las exigencias del Amor comunicativo del Padre en su Hijo: “La Palabra de Vida y de Paz”,

Pbro. Carlos Ontivero
Preguntas para la meditación:

¿Me siento parte de la gran multitud que camina con Jesús?

En mi seguimiento de Jesús ¿He aceptado fielmente las exigencias de Jesús para seguirlo?

¿Estoy dispuesto a no anteponer nada al seguimiento de Cristo como un auténtico discípulo?

SER DISCIPULO
Podría seguir así, tirando más o menos como hasta ahora, manteniendo el equilibrio prudentemente, justificando mis opciones dignas, diciendo sí cuando todo es a medias.
Pero también puedo ser…discípulo.

Quiero ser dueño de mi vida, no renunciar a mi libertad, gozar de tantas cosas buenas, entregarme a los míos, y tener esa serena paz del deber bien cumplido.
Pero también puedo ser…discípulo.

Puedo cargar con mi cruz, quizá la tuya; también complicarme la vida y complicársela a otros con osadía, hablar de la buena noticia y soñar nuevas utopías.
Pero también puede ser…discípulo.

Anhelo hacer proyectos, proyectos vivos y sólidos para un futuro solidario, deseo ser eficaz, acertar, dar en el clavo y ayudar.
Pero también puedo ser…discípulo.

Soy capaz de pararme y deliberar, escuchar, contrastar y discernir, escuchar, a veces, me refugio en lo sensato, otras, lanzo las campanas al vuelo y parece que rompo moldes y modelos. Pero también puedo ser…discípulo.

No siempre acabo lo que emprendo, otras arriesgo y no acierto o me detengo haciendo juegos de equilibrio; me gusta apuntarme a todo y dejar las puertas abiertas, por si acaso.
Me asusta tu oferta.
Pero también puedo ser…discípulo. Ulibarri, Fl

Septiembre Mes de la Biblia

“TU PALABRA NOS DA VIDA”
La esperanza del Pueblo amado por Dios.

El Papa Benedicto XVI recordó en el Sínodo de Obispos sobre la Palabra de Dios que “… la palabra humana tiene ya una fuerza increíble. Son las palabras que luego crean la historia; la realidad. Con mayor razón, la Palabra de Dios es el fundamento de todo, es la verdadera realidad. Y, para ser realistas, debemos contar precisamente con esta realidad”.

¿Qué es la Biblia?
La palabra "Biblia" viene del griego y significa "libros". Es el conjunto de Libros Sagrados llamados también "Sagradas Escrituras" (Mateo 21:42; Hechos 8:32) que contienen la Palabra Viva de Dios y narran la "Historia de la Salvación" (como Dios nos salva). Nos revela las verdades necesarias para conocerle, amarle y servirle.

La Biblia se divide en dos partes: Antiguo Testamento (antes de Cristo) y Nuevo Testamento (plenitud de la promesa en Cristo). "Testamento" significa "alianza" y se refiere a las alianzas que Dios pactó con los Israelitas en el Antiguo Testamento y la nueva y definitiva alianza que Dios hizo con los hombres en la Sangre de Jesucristo.

¿Por qué decimos que la Biblia es revelación de Dios?

"Revelación" significa darse a conocer: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser.
Él sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. (Heb. 1,1-3).
Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, determinó los libros de la Biblia y los reconoció como revelación divina.
Dios es el autor de la Sagrada Escritura. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. Dios inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y por ellos. Da así la seguridad de que sus escritos enseñan sin error la verdad salvífica. Muchos de los libros llevan el nombre del autor, otros, como los primeros, escritos por Moisés, no.

¿Cuando se escribió la Biblia?
Fue un largo proceso que comenzó unos 1300 años antes de Jesucristo. El último escritor fue San Juan aprox.100 dC.

Avisos parroquiales

12 de septiembre:
Colecta Nacional Más por Menos
“Construyamos una historia sin excluidos”

Lecturas de la semana:

LUNES 6: Primera Corinto 5, 1-8; Salmo 5; Lucas 6, 6-11.
MARTES 7: Primera Corintos 6, 1-11, Salmo 149; Lucas 6, 12-19.
MIERCOLES 8: Miqueas 5, 1-4a; Salmo 12; Mateo 1, 18-23.
JUEVES 9: Primera Corinto 8, 1. 4b-13; Salmo 138; Lucas 6, 27-36.
VIERNES 10: Primera Corinto 9, 16-19. 22b-27; Salmo 83; Lucas 6, 37-42.
SABADO 11: Primera Corinto 10, 14-22; Salmo 115; Lucas 6, 43-49.

Aclaración: Se han utilizado para la preparación del presente: El libro del Pueblo de Dios. Lectionautas. Servicio Bíblico Latinoamericano.

Impresión Librería “Del Rocío” Av. Mitre 6199 – Wilde – 4207-4785

Te esperamos los sábados 15:30 h.
Para Compartir la Palabra de Jesús,
en la Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Dominico.
Círculo Bíblico San José

http://miencuentroconjesus1.blogspot.com/
miencuentroconjesus@yahoo.com.ar

2 comentarios:

P. Daniel dijo...

CONDICIONES PARA SER DISCIPULO
Lucas 14, 25-33
Jesús invita a todos (=a la multitud) por triplicado (vv.26, 27 y 33), a la opción radical por El, a cargar con la cruz y a renunciar a todo; de otro modo, no podrán llegar a ser discípulos suyos.
Opción radical por Jesús: La primera condición: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Se trata de hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de valores que El propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares que es necesario superar, es común a toda la sociedad humana). Los valores del Reino deben estar por encima de todo. Quien no hace una opción por la vida que El personifica tendrá que contentarse con una vida raquítica. La opción por Jesús es el único absoluto del discípulo: ni padres, ni mujer, ni hijos, ni hermanos, ni por la propia vida es lo fundamental. Esto no significa despreocupación por lo anteriormente dicho, sino saber situarlo y valorarlo a la luz de la decisión por Jesús. El discípulo ha de preferir a Jesús por encima de todo. Todas las otras realidades adquieren su verdadera dimensión y valor desde Jesús. No se trata de un “consejo evangélico” para un grupo de cristianos esforzados seguidores. Es la condición indispensable para todo discípulo. Las palabras de Jesús son claras y rotundas.
Cargar la cruz. Esta la segunda condición es consecuencia de la anterior. La cruz es criterio decisivo para verificar todo lo que merece llamarse cristianos. Y cuando se olvida, el cristianismo se aburguesa, se diluye y pierde su fuerza.
Aunque parezca sorprendente, los cristianos somos propensos a desarrollar, con frecuencia, diversos aspectos de la cruz que oscurecen, desvirtúan y hasta olvidan el más fundamental. Así, hay personas que piensan que cargar con la cruz y seguir al Crucificado es buscar pequeñas mortificaciones, privándose de satisfacciones y renunciando a gozos legítimos para llegar al sufrimiento, a una más profunda comunión con El. Hay otras para quienes llevar la cruz es aceptar las contrariedades de la vida, las desgracias o adversidades. Pero el evangelio no habla de esos sufrimientos. Sin duda hemos de valorar el contenido cristiano de saber aceptar “el lado oscuro y doloroso” de la vida, pero si queremos descubrir el sentido original de la llamada de Jesús hemos de recordar qué fue para El llevar la cruz. El cristiano tiene que estar preparado para afrontar el conflicto, el rechazo y la agresión de la sociedad que tan segura se muestra de sí misma. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a los ojos de los hombres, o quien evita el conflicto a toda costa, es mejor que no se apunte, viene a decirnos este pasaje evangélico. Uno debe ir por el mundo como Jesús, no buscando seguridades sino llevando a cuestas la suerte de los marginados y excluidos: no buscándose cruces sino “detrás de marginados”, o sea, siguiéndole y pro-siguiendo su causa. El seguimiento de Jesús es una aventura arriesgada, de carácter privado y público, que conlleva cargar con la cruz, que es algo privado y público. Es el mismo camino de Jesús.
P. Daniel Silva

P. Daniel dijo...

Renunciar a todo. La renuncia a todo lleva consigo la renuncia a seguridades, bienes e, incluso, el desprendimiento de afectos legítimos. O sea: disponibilidad plena para el seguimiento y para el Reino; convertir la propia existencia en don y servicio para los otros. El discípulo sólo puede ser tal si está dispuesto a renunciar a todo.
Optar por el Reino: asumir todo los riesgos. Ser discípulos conlleva una vida llena de riesgos. Por eso esas dos comparaciones intercaladas (v. 33) que son un toque de atención. Antes de dar un sí, que va a cambiar y orientar toda nuestra vida, hay que examinar con clama los pros y contras y decidir en consecuencia. Calcular los gastos es un elemento de todas las invitaciones a entrar en el Reino. No se puede actuar por simples impulsos. Hay que reflexionar, ponderar, examinar nuestra realidad personal. No se construye como es debido ni se combate con posibilidades de éxito sin no se conocen los propios afectivos. El seguimiento de Jesús no puede depender de un impulso fácil, de un entusiasmo superficial o de una corazonada irreflexiva. La decisión no puede hacerse a la ligera. Jesús nos invita a elegir lo mejor. Pero no obliga, sólo ofrece. Y con claridad habla de los costos. ¡Quien tenga oídos para ori, que oiga! P. Daniel Silva