Lecturas
del 23-10-11– Ciclo A –
Lectura del libro del Éxodo 22, 20-26
No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás, porque ustedes fueron
extranjeros en Egipto.
No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedarán viudas, y sus hijos huérfanos.
Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo.
No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les haces daño y ellos me piden auxilio, yo escucharé su clamor. Entonces arderá mi ira, y yo los mataré a ustedes con la espada; sus mujeres quedarán viudas, y sus hijos huérfanos.
Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca, yo lo escucharé, porque soy compasivo.
Palabra
de Dios.
Salmo 17
R. Yo te amo, Señor, mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi
libertador. R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza
salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y
quedé a salvo de mis enemigos. R.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado
sea el Dios de mi salvación. El concede grandes victorias a su rey y
trata con fidelidad a su Ungido. R.
Pablo a los Tesalonicenses 1,
5c-10
Hermanos: Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de
ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron nuestro ejemplo y el del Señor,
recibiendo la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el
Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes de
Macedonia y Acaya.
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.
Palabra
de Dios.
Evangelio según san Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los
saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley,
le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande
de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.» Palabra del Señor.
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.» Palabra del Señor.
Reflexión: (1)
“La necesidad de traducir en gestos de
amor
la Palabra escuchada”
La Palabra del Señor, que se acaba de proclamar en
el Evangelio, nos ha recordado que el amor es el compendio de toda la Ley
divina. El evangelista San Mateo narra que los fariseos, después de que Jesús
respondiera a los saduceos dejándolos sin palabras, se reunieron para ponerlo a
prueba. Uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó: "Maestro, ¿cuál es
el mandamiento mayor de la Ley?". La pregunta deja adivinar la
preocupación, presente en la antigua tradición judaica, por encontrar un
principio unificador de las diversas formulaciones de la voluntad de Dios. No
era una pregunta fácil, si tenemos en cuenta que en la Ley de Moisés se
contemplan 613 preceptos y prohibiciones. ¿Cómo discernir, entre todos ellos,
el mayor? Pero Jesús no titubea y responde con prontitud: "Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este
es el mayor y el primer mandamiento".
En su respuesta, Jesús cita el Shemá, la
oración que el israelita piadoso reza varias veces al día, sobre todo por la
mañana y por la tarde (cf. Dt 6, 4-9; 11, 13-21; Nm 15,
37-41): la proclamación del amor íntegro y total que se debe a Dios, como único
Señor. Con la enumeración de las tres facultades que definen al hombre en sus
estructuras psicológicas profundas: corazón, alma y mente, se pone el acento en
la totalidad de esta entrega a Dios. El término mente, diánoia,
contiene el elemento racional. Dios no es solamente objeto del amor, del
compromiso, de la voluntad y del sentimiento, sino también del intelecto, que
por tanto no debe ser excluido de este ámbito. Más aún, es precisamente nuestro
pensamiento el que debe conformarse al pensamiento de Dios.
Sin embargo, Jesús añade luego algo que, en verdad,
el doctor de la ley no había pedido: "El segundo es semejante a este:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo". El aspecto sorprendente de la
respuesta de Jesús consiste en el hecho de que establece una relación de
semejanza entre el primer mandamiento y el segundo, al que define también en
esta ocasión con una fórmula bíblica tomada del código levítico de santidad
(cf. v 19, 18). De esta forma, en la conclusión del pasaje los dos
mandamientos se unen en el papel de principio fundamental en el que se apoya toda
la Revelación bíblica: "De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y
los Profetas".
La página evangélica sobre la que estamos meditando
subraya que ser discípulos de Cristo es poner en práctica sus enseñanzas, que
se resumen en el primero y mayor de los mandamientos de la Ley divina, el
mandamiento del amor. También la primera Lectura, tomada del libro del Éxodo,
insiste en el deber del amor, un amor testimoniado concretamente en las
relaciones entre las personas: tienen que ser relaciones de respeto, de
colaboración, de ayuda generosa. El prójimo al que debemos amar es también el
forastero, el huérfano, la viuda y el indigente, es decir, los ciudadanos que
no tienen ningún "defensor". El autor sagrado se detiene en detalles
particulares, como en el caso del objeto dado en prenda por uno de estos
pobres. En este caso es Dios mismo quien se hace cargo de la situación de este
prójimo.
En la segunda lectura podemos ver una aplicación
concreta del mandamiento supremo del amor en una de las primeras comunidades
cristianas. San Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, les da a entender que,
aunque los conozca desde hace poco, los aprecia y los lleva con cariño en su
corazón. Por este motivo los señala como "modelo para todos los creyentes
de Macedonia y de Acaya". Por supuesto, no faltan debilidades y
dificultades en aquella comunidad fundada hacía poco tiempo, pero el amor todo
lo supera, todo lo renueva, todo lo vence: el amor de quien, consciente de sus
propios límites, sigue dócilmente las palabras de Cristo, divino Maestro,
transmitidas a través de un fiel discípulo suyo.
"ustedes siguieron nuestro ejemplo y el del
Señor —escribe San Pablo—, acogiendo la Palabra en medio de grandes
pruebas". "Partiendo de ustedes —prosigue el Apóstol—, ha resonado la
Palabra del Señor y su fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en
Acaya, sino por todas partes".
La lección que sacamos de la experiencia de los
Tesalonicenses, experiencia que en verdad se realiza en toda auténtica
comunidad cristiana, es que el amor al prójimo nace de la escucha dócil de la
Palabra divina. Es un amor que acepta también pruebas duras por la verdad de la
Palabra divina; y precisamente así crece el amor verdadero y la verdad brilla
con todo su esplendor. ¡Qué importante es, por tanto, escuchar la Palabra y
encarnarla en la existencia personal y comunitaria!
En esta celebración eucarística, con la que
concluyen los trabajos sinodales, advertimos de manera singular el especial
vínculo que existe entre la escucha amorosa de la Palabra de Dios y
el servicio desinteresado a los hermanos. ¡Cuántas veces, durante
los días pasados, hemos escuchado experiencias y reflexiones que ponen de
relieve la necesidad, hoy cada vez mayor, de escuchar más íntimamente a Dios,
de conocer más profundamente su Palabra de salvación, de compartir más
sinceramente la fe que se alimenta constantemente en la mesa de la Palabra
divina!
Al inicio de este nuevo milenio la renovada
conciencia de que la tarea prioritaria de la Iglesia consiste ante todo en
alimentarse de la Palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva
evangelización, del anuncio en nuestro tiempo. Ahora es necesaria que esta
experiencia eclesial sea llevada a todas las comunidades; es preciso que se
comprenda la necesidad de traducir en gestos
de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio
del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas.
Esto exige, en primer lugar, un conocimiento más íntimo de Cristo y una escucha
siempre dócil de su Palabra.
Haciendo nuestras las palabras del Apóstol Pablo:
"Ay de mí si no predicara el Evangelio" (1 Co9, 16), deseo de
corazón que en cada comunidad se sienta con una convicción más fuerte este
anhelo de San Pablo como vocación al servicio del Evangelio para el mundo.
Recordamos la llamada de Jesús: "La mies es
mucha" (Mt 9, 37), llamada a la cual nunca debemos cansarnos
de responder, a pesar de las dificultades que podamos encontrar. Mucha gente
está buscando, a veces incluso sin darse cuenta, el encuentro con Cristo y con
su Evangelio; muchos sienten la necesidad de encontrar en él el sentido de su
vida. Por tanto, dar un testimonio claro y compartido de una vida según la
Palabra de Dios, atestiguada por Jesús, se convierte en un criterio indispensable
de verificación de la misión de la Iglesia.
Las lecturas que la liturgia ofrece hoy a nuestra
meditación nos recuerdan que la plenitud de la Ley, como la de todas las
Escrituras divinas, es el amor. Por eso, quien cree haber comprendido las
Escrituras, o por lo menos alguna parte de ellas, sin comprometerse a
construir, mediante su inteligencia, el doble amor a Dios y al prójimo,
demuestra en realidad que está todavía lejos de haber captado su sentido
profundo. El doble amor a Dios y al prójimo:
¿Cómo poner en práctica este mandamiento?,
El concilio Vaticano II afirma que "los fieles han de tener fácil
acceso a la Sagrada Escritura" (Dei Verbum, 22) para que las
personas, cuando encuentren la verdad,
puedan crecer en el amor auténtico.
Se trata de un requisito que hoy es indispensable
para la evangelización. Y, ya que el encuentro con la Escritura a menudo corre
el riesgo de no ser "un hecho" de Iglesia, sino que está expuesto al
subjetivismo y a la arbitrariedad, resulta indispensable una promoción
pastoral intensa y creíble del conocimiento de la Sagrada Escritura, para
anunciar, celebrar y vivir la Palabra en la comunidad cristiana, dialogando con
las culturas de nuestro tiempo, poniéndose al servicio de la verdad y no de las
ideologías del momento e incrementando el diálogo que Dios quiere tener con
todos los hombres (cf. ib., 21).
... Es preciso estimular los esfuerzos que se están
llevando a cabo para suscitar el movimiento bíblico entre los laicos, la formación
de animadores de grupos, con especial atención hacia los jóvenes. Debe
sostenerse el esfuerzo por dar a conocer la fe a través de la Palabra de Dios,
también a los "alejados" y especialmente a los que buscan con
sinceridad el sentido de la vida.
Se podrían añadir otras muchas reflexiones, pero me
limito, por último, a destacar que el lugar privilegiado en el que
resuena la Palabra de Dios, que edifica la Iglesia, como se dijo en el
Sínodo, es sin duda la liturgia. En la liturgia se pone de manifiesto que
la Biblia es el libro de un pueblo y para un pueblo; una
herencia, un testamento entregado a los lectores, para que actualicen en su
vida la historia de la salvación testimoniada en lo escrito. Existe, por tanto,
una relación de recíproca y vital dependencia entre pueblo y Libro: la Biblia
es un Libro vivo con el pueblo, su sujeto, que lo lee; el pueblo no subsiste
sin el Libro, porque en él encuentra su razón de ser, su vocación, su
identidad. Esta mutua dependencia entre pueblo y Sagrada Escritura se celebra
en cada asamblea litúrgica, la cual, gracias al Espíritu Santo, escucha a
Cristo, ya que es él quien habla cuando en la Iglesia se lee la Escritura y se
acoge la alianza que Dios renueva con su pueblo. Así pues, Escritura y liturgia
convergen en el único fin de llevar al pueblo al diálogo con el Señor y a la
obediencia a su voluntad. La Palabra que sale de la boca de Dios y que
testimonian las Escrituras regresa a él en forma de respuesta orante, de
respuesta vivida, de respuesta que brota del amor (cf. Is 55,
10-11).
Queridos hermanos y hermanas, oremos para que de la escucha renovada de
la Palabra de Dios, bajo la acción del Espíritu Santo, brote una auténtica
renovación de la Iglesia universal en todas las comunidades cristianas.
(1)Reseña de la Homilía del Santo Padre durante la Santa Misa conclusiva de
la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos 2008
Aviso parroquial:
Los sábados 22 y
29 de octubre el horario de Misa
cambia a las 19 hs.,
por celebrarse las Primeras Comuniones.
Lecturas de la
Semana
Lunes 24: Rom. 8, 12-17; Sal 67; Lc.13, 10-17.
Martes 25 Rom. 8, 18-25; Sal: 125; Lc. 13, 18-21.
Miércoles 26: Rom.. 8,26-30; Sal 12; Lc. 13, 22-30.
Jueves 27: Rom.8, 31b-39; Sal 108; Lc. 13, 31-35.
Viernes 28: Ef. 2, 19-22;
Sal 18; Lc 6, 12-19.
Sábado 29: Rom. 11, 1-2. 11-12. 25-29; Sal
93; Lc. 14,7-11.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos
momentos con Jesús y María. P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM. Lectinonautas.com
Centro Bíblico del CELAM. Lectinonautas.com
Círculo
Peregrino: queremos compartir con
vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o
algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer
sábado de cada mes a las 16 hs. en:
Círculo Bíblico
San José
Parroquia San
José:
Brandsen 4970
Villa Domínico.
4 comentarios:
LO PRIMERO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 19/10/11.- En cierta ocasión los fariseos se reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta que era motivo de discusión y debate entre los sectores más preocupados de cumplir escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».
La respuesta de Jesús es muy conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante. Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la Ley y los profetas».
Nos interesa mucho escuchar bien las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en el antiguo Israel, ha ido creciendo a lo largo de los siglos el número de preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida cristiana. ¿Qué es lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir como seguidores de Jesús?
Jesús deja claro que no todo es igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a cuestiones secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo esencial. No hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.
Según él, ese amor es la actitud de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con las personas. ¿Qué es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida nuestra vida en el interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?
El amor libera nuestro corazón del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados por la atención insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un practicante sin amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin amor práctico al prójimo necesitado?
El amor se opone a dos actitudes bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia entendida como insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo lugar, el egocentrismo y desinterés por los demás.
En estos tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas desde dentro; el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el aliento de Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Muchas veces nos preguntamos si estamos en el camino correcto como discípulos del señor, y hoy nuestro maestro nos dice que tengamos cuidado, porque los verdaderos frutos del seguimiento de Jesús,vivir en gracias, con alegría, valorando la vida,no vienen por cumplir leyes como sería no pasar el semáforo en rojo porque sino me hacen una multa, sino porque dentro de mi se genera una fuerza que me lleva a vivir voluntariamente de acuerdo a la sabiduría que me da el Señor, es decir no voy a pasar el semáforo en rojo porque no es bueno para mi ni para los otros, no quiero ser indiferente a lo que pase por lo que yo haga.
1ª Carta a los Corintios: San pablo
La preeminencia del amor
Capítulo 13
1 Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. 2 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. 3 Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
4 El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, 5 no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, 6 no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. 7 El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; 9 porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. 10 Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. 11 Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, 12 pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. 13 En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Carta a los Romanos:
Himno del amor de Dios
31 ¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? 33 ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
35 ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? 36 Como dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero. 37 Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
38 Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
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