Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Jornada Mundial por la paz


Lecturas del domingo 01-01-12
– Ciclo B –


« María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.»

Lectura del libro de los Números 6, 22-27
El Señor dijo a Moisés: «Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: "Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz." Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.»  Palabra de Dios.Salmo 66              
R. El Señor tenga piedad y nos bendiga
El Señor tenga piedad y nos bendiga,  haga brillar su rostro sobre nosotros,  para que en la tierra se reconozca su dominio,  y su victoria entre las naciones.  R. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra.  R.          ¡Qué los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.  R.
 
Carta de Pablo a los cristianos de Galacia 4, 4-7Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. 
Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo: ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.
Palabra de Dios.

Santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido.              
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción. Palabra del Señor. 

Reflexión:    
Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de mujer,... para que recibiésemos la adopción de hijos» (Ga 4, 4-5). «El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María». Este misterio divino de la salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo» (Lumen Gentium. Nº 52)
María, «Madre del Verbo encarnado…». (1)
La contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como Madre de Dios. Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente por el concilio de Éfeso (año 431)

En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos, la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios (Jn 20, 28, cf. 5, 18, 10, 30. 33). Por lo demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros (cf. Mt 1, 22­-23).              ..
La expresión Theotokos, que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere sólo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz.        
Así pues, al proclamar a María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.
La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios.
Además, se contempla con asombro y se celebra con veneración la inmensa grandeza que confirió a María, Aquel que quiso ser hijo suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida a la Virgen de Nazaret, proclama también la nobleza de la mujer y su altísima vocación. En efecto, Dios trata a María como persona libre y responsable y no realiza la encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su consentimiento.
Siguiendo el ejemplo de los antiguos cristianos de Egipto, los fieles se encomiendan a Aquella que, siendo Madre de Dios, puede obtener de su Hijo divino las gracias de la liberación de los peligros y de la salvación eterna:
«Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita» (Liturgia de las Horas). 
                                                                                                                                                                                                         (1) Juan pablo II, 1996
Madre del Cuerpo místico de Cristo (2)
                                               
"El título de Madre de Dios, tan profundamente vinculado a las festividades navideñas, es, por consiguiente, el apelativo fundamental con que la comunidad de los creyentes honra, podríamos decir, desde siempre a la Virgen Santísima. Expresa muy bien la misión de María en la historia de la salvación. Todos los demás títulos atribuidos a la Virgen se fundamentan en su vocación de Madre del Redentor, la criatura humana elegida por Dios para realizar el plan de la salvación, centrado en el gran misterio de la encarnación del Verbo divino.
Y todos sabemos que estos privilegios no fueron concedidos a María para alejarla de nosotros, sino, al contrario, para que estuviera más cerca. En efecto, al estar totalmente con Dios, esta Mujer se encuentra muy cerca de nosotros y nos ayuda como madre y como hermana. También el puesto único e irrepetible que María ocupa en la comunidad de los creyentes deriva de esta vocación suya fundamental a ser la Madre del Redentor. Precisamente en cuanto tal, María es también la Madre del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia. Así pues, justamente, durante el concilio Vaticano II, el 21 de noviembre de 1964, Pablo VI atribuyó solemnemente a María el título de "Madre de la Iglesia".
Precisamente por ser Madre de la Iglesia, la Virgen es también Madre de cada uno de nosotros, que somos miembros del Cuerpo místico de Cristo. Desde la cruz Jesús encomendó a su Madre a cada uno de sus discípulos y, al mismo tiempo, encomendó a cada uno de sus discípulos al amor de su Madre. El evangelista san Juan concluye el breve y sugestivo relato con las palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 27). Así es la traducción española del texto griego: εiς tά íδια; la acogió en su propia realidad, en su propio ser. Así forma parte de su vida y las dos vidas se compenetran. Este aceptarla en la propia vida (εiς tά íδια) es el testamento del Señor. Por tanto, en el momento supremo del cumplimiento de la misión mesiánica, Jesús deja a cada uno de sus discípulos, como herencia preciosa, a su misma Madre, la Virgen María.
(2) Benedicto XVI, 2008
Hoy
En esa época,  los pastores eran gente alejada de los pueblos, sin cultura ni práctica religiosa porque el cuidado del rebaño se lo impedía. Estos pastores, eran gente simple a la que Dios le dio el privilegio de ser los primeros en ver al Mesías.
Los pastores, rápidamente y sin explicaciones confían en el ángel, creen en su anuncio y glorifican a Dios.            
Y "los pastores" son hoy todas esas personas que están dispuestas a escuchar la voz de Dios.
Hoy nosotros además de imaginarnos a los pastores corriendo hacia Belén, deberíamos concentrar nuestra atención en  la actitud de los pastores,  en su disponibilidad para ponerse en camino y  preguntarnos si es esa la actitud que nosotros tenemos ante Dios.             
Hoy vamos a pedirle a María en esta solemnidad de Santa María Madre de Dios, que en este año que hoy comienza reine en nuestra comunidad  y en nuestros hogares la unidad y la paz de Cristo.
Que en esta Jornada Mundial de oración por la paz el Señor nos conceda alegría, hermandad y paz.
Y compartimos una antigua oración que se lee en la primera lectura de la misa de hoy:
"Que el Señor te bendiga y te proteja.
Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti
y te muestre su gracia.
Que el Señor te descubra su rostro  
y te conceda la paz."
Educar a los jóvenes en la justicia y la paz.

Mensaje de su Santidad Benedicto XVI
Para la celebración de la Jornada mundial de la Paz
1de enero de 2012
Introducción: El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.
¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.
En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.
Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.
Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.
Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.
Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).
Lecturas de la Semana
Lunes 2:  1 Jn. 2, 22-28;  Sal  97;  Jn. 1, 19-28.
Martes 3:  1 Jn. 2, 29—3,6;  Sal. 97; Jn. 1, 29-34.
Miércoles 4:  1 Jn. 3, 7-10; Sal. 97; Jn. 1, 35-42.
Jueves 5:  1 Jn. 3,11-20;  Sal 99; Jn. 1, 43-51.
Viernes 6: Is.60, 1-6; Sal 71; Ef. 3, 2-6 Mt. 2, 1-12.
Sábado 7: 1 Jn. 3, 22—4, 6; Sal 2; Mt. 4, 12-17. 23-25.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las lecturas: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Misioneros Oblatos o.cc.ss.
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
 Lectio Divina: También podes venir para compartirla  el primer sábado de cada mes a las 16 hs. en:       
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.

3 comentarios:

Claudia dijo...

¡Qué gran bendición, María!



Sentir tu presencia y tu mirada

en las primeras horas de este nuevo año.

Notar que, tus pasos, nos acompañarán

en los nuestros débiles y vacilantes.

Eres Madre, Madre y Santa María del Año Nuevo.

Estrella que, encendida en el espléndido cielo,

alumbra la vía de nuestro incierto horizonte.



¡Qué gran bendición, María!

Sentirnos tus hijos, perdidos en tus brazos,

deseando que una y otra vez,

hasta el cielo nos levantes

con afecto eterno de Madre.

Hoy, como al Niño Dios,

abrázanos en tu pecho.

Danos el calor de tu amor divino.

Bríndanos, oh Virgen Santa,

ese Pan de la Vida que es Jesús,

y que nunca nos falte

en la mesa de nuestra existencia.



¡Qué gran bendición, María!

En Ti, Dios, se fundió con nuestra humanidad.

En Ti, Dios, se hizo más humano.

En Ti, Dios, salió a nuestro encuentro.

En Ti, tu pueblo, tus hijos, nosotros…

tocamos también, por Jesús y en Jesús, el mismo cielo.



¡Qué gran bendición, María!

Acercarnos a tu amparo, al lugar donde vives y piensas,

es adentrarnos en la casa donde Dios habita,

cobijarnos en el soportal donde Jesús crece,

mirar a la meseta fecundada por el Espíritu.

Iniciar contigo este Nuevo Año, Virgen y Madre,

es aspirar a que, el mundo, sea un oasis de paz.

Reconocer que, abriéndonos al Señor,

es cuando, la paz, vendrá como un don firme y duradero,

santo y noble, justo, sin egoísmos y verdadero.



¡Qué gran bendición, María!

Pronunciar tu nombre en este primer día del año.

Rezar ante tu beldad y maternidad estrenada.

Confiar en tu protección y complicidad con el Padre.

Amarte y, amándote, amar a Jesús fruto de tu vientre

¡Qué gran bendición, Virgen y Madre nuestra!

EDD dijo...

San Efrén (V. 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Himno 7 sobre la Virgen
"Glorificaban y alababan a Dios por todo lo que habían oído y visto"

Venid, sabios, admiremos a la Virgen Madre, la hija de David, esta flor de belleza que dio a luz la maravilla. Admiremos el manantial de donde brota la fuente, la nave toda cargada de gozo que nos trae el mensaje venido del Padre. En su pecho puro, recibió y llevó a este gran Dios que gobierna la creación, este Dios por el que la paz reina sobre tierra y en los cielos. Venid, admiremos a la Virgen toda pura, maravillosa toda ella. Escogida entre todas las criaturas, ella dio a luz sin haber conocido varón. Su alma Sólo entre las criaturas, parió sin haber conocido a hombre. Su alma estaba llena de admiración, y cada día ella glorificaba a Dios en la alegría por estos dones que parecían no poder unirse: su integridad virginal y su hijo muy amado. ¡Sí, bendito sea el que nació de ella!...
Lo lleva y canta sus alabanzas con dulce cánticos: " tu sitio, mi hijo, está por encima de todo; pero, porque lo quisiste, has sido hecho sitio en mí. ¡Los cielos son demasiado estrechos para tu majestad, y yo, la toda pequeña, te llevo! Que Viene Ezequiel, que te vea sobre mis rodillas; qué se prosterne y adore; qué reconozca en ti aquel que vio ocupar un escaño sobre el carro de los querubines (Ez 1) y el me llamará bienaventurada por su gracia...Isaías proclama: «He aquí a la Virgen que concebirá y dará a luz un hijo» (7,14), venid, contempladme, regocijaos conmigo...He aquí que he dado a luz, manteniendo intacto el sello de mi virginidad. Mirad al Emmanuel que, antaño, estaba escondido para ti... «Venid a mi, los sabios, cantores del Espíritu, profetas que en vuestras visiones habéis revelado las realidades ocultas, agricultores que, después de la siembra estáis distraídos en la esperanza. Levantaos, saltad de jubilo ha llegado el tiempo de la recolección de los frutos. He aquí en mis brazos la espiga de la vida que da el pan a los hambrientos, que sacia a los hambrientos. Alegraos conmigo: yo he recibido la gavilla del gozo».

Eclesalia dijo...

HOY
JOSÉ ANTONIO PAGOLA,

ECLESALIA, 28/12/11.- Lucas concluye su relato del nacimiento de Jesús indicando a los lectores que «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón». No conserva lo sucedido como un recuerdo del pasado, sino como una experiencia que actualizará y revivirá a lo largo de su vida.

No es una observación gratuita. María es modelo de fe. Según este evangelista, creer en Jesús Salvador no es recordar acontecimientos de otros tiempos, sino experimentar hoy su fuerza salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.

Por eso, Lucas utiliza un recurso literario muy original. Jesús no pertenece al pasado. Intencionadamente va repitiendo que la salvación de Jesús resucitado se nos está ofreciendo “HOY”, ahora mismo, siempre que nos encontramos con él. Veamos algunos ejemplos.

Así se nos anuncia el nacimiento de Jesús: “Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador”. Hoy puede nacer Jesús para nosotros. Hoy puede entrar en nuestra vida y cambiarla para siempre. Con él podemos nacer a una existencia nueva.

En una aldea de Galilea traen ante Jesús a un paralítico. Jesús se conmueve al verlo bloqueado por su pecado y lo sana ofreciéndole el perdón: “Tus pecados quedan perdonados”. La gente reacciona alabando a Dios: “Hoy hemos visto cosas admirables”. También nosotros podemos experimentar hoy el perdón, la paz de Dios y la alegría interior si nos dejamos sanar por Jesús.

En la ciudad de Jericó, Jesús se aloja en casa de Zaqueo, rico y poderoso recaudador de impuestos. El encuentro con Jesús lo transforma: devolverá lo robado a tanta gente y compartirá sus bienes con los pobres. Jesús le dice: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. Si dejamos entrar a Jesús en nuestra vida, hoy mismo podemos empezar una vida más digna, fraterna y solidaria.

Jesús está agonizando en la cruz en medio de dos malhechores. Uno de ellos se confía a Jesús: “Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Jesús reacciona inmediatamente: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. También el día de nuestra muerte será un día de salvación. Por fin escucharemos de Jesús esas palabras tan esperadas: descansa, confía en mí, hoy estarás conmigo para siempre.

Hoy comenzamos un año nuevo. Pero, ¿qué puede ser para nosotros algo realmente nuevo y bueno? ¿Quién hará nacer en nosotros una alegría nueva? ¿Qué psicólogo nos enseñará a ser más humanos? De poco sirven los buenos deseos. Lo decisivo es estar más atentos a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar a nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).