Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 27 de julio de 2012

Décimo séptimo Domingo durante el año, Jesús nos enseña que la dinámica del Reino , es el arte de compartir.


Lecturas del 29-07-12
 
– Ciclo B –


 
Segundo libro de los Reyes 4, 42-44
Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja.  Eliseo dijo: «Dáselo a la gente para que coman.»           Pero su servidor respondió: «¿Cómo voy a servir esto a cien personas?»  «Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará.»           
El servidor se lo sirvió; todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor. Palabra de Dios.

Salmo 144
 
R. Abres tu mano, Señor, y nos sacias
 con tus bienes.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,  y tus fieles te bendigan; que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder.  R.
 Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das la comida a su tiempo; abres tu mano y colmas de favores a todos los vivientes.  R.
El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad.  R.
 
 
Carta de Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 1-6
Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz.
Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.
Palabra de Dios.
 
Santo Evangelio según san Juan 6, 1-15
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»
El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?»          
Jesús le respondió: «Háganlos sentar.»
Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo.»            
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Palabra del Señor.
 
Reflexión 

El relato que hoy compartimos es el que se denomina habitualmente como “la multiplicación de los panes y de los peces”. Lo llamativo de este episodio es que aparece contado 6 veces en el Nuevo Testamento: dos veces en Mateo, dos veces en Marcos, una vez en Lucas y una vez en Juan (la que hoy compartimos). Es obvio que este episodio fue muy significativo para los primeros discípulos de Jesús quedando conservado en seis lugares del Nuevo Testamento.  
Jesús se va al otro lado del lago de Galilea y mucha gente lo sigue por los signos portentosos que ha realizado fundamentalmente curando y sanando a los enfermos. A veces venían de lejos, y era lógico que lo hicieran  preparados para pasar unos días. Acercándose la fiesta de la Pascua Jesús se va con sus discípulos a un cerro y al percibir la cantidad de gente que hay, Jesús aprovecha el momento para seguir con sus enseñanzas, retóricamente le pregunta a Felipe dónde se puede comprar comida para tantas personas. Felipe con sentido calculador responde que es obvio que no hay dinero suficiente para alimentarlos. En ese momento entra en escena Andrés que presenta a un niño que tiene cinco panes y dos pescados, pero claramente sabe que eso es absolutamente insuficiente para poder darles de comer (Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo). Jesús manda que se sienten en la hierba y tomando los panes y los pescados en sus manos ora en actitud de acción de gracias y los reparte entre toda la gente: ¡unos cinco mil hombres! Lo interesante no es que todos comieron sino que además se nos narra que quedaron satisfechos y que sobraron doce canastos llenos.     

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizás todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre. El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.   
La dinámica de este mundo es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en papel moneda, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.
Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es solamente la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad.

El gesto de compartir marca profundamente la vida de las primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.
Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Con el capital se crean condiciones cada vez más injustas y se pretende hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra.    

Aunque Jesús pregunta a los discípulos, en concreto a Felipe, cómo se podría dar de comer a la enorme multitud en el desierto, él sabe perfectamente lo que va a hacer. El Señor toma la iniciativa. Sin embargo, quiere servirse de la buena voluntad de aquel muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces. Y lo hace, para enseñarnos a nosotros que cuando compartimos, Él se hace presente multiplicando los panes.
¿Cuáles son hoy mis cinco panes y mis dos pescados? ¿Estoy dispuesto a ofrecerlos a Jesús?.

El buen pastor que alimenta a su rebaño. El relato del milagro además de ser una muestra de la misericordia divina de Jesús con los necesitados, es figura de la Sagrada Eucaristía. Así lo han interpretado muchos Padres de la Iglesia. El mismo gesto del Señor –elevar los ojos al cielo– lo recuerda la Liturgia en el Canon Romano de la Santa Misa....     
El milagro de aquella tarde junto al lago, manifestó el poder y el amor de Jesús a los hombres. Poder y amor que harán posible también que encontremos el Cuerpo de Cristo bajo las especies sacramentales, para alimentar, a todo lo largo de la historia, a las multitudes de los fieles que acuden a Él hambrientas y necesitadas de consuelo. Como expresó Santo Tomás en la secuencia que compuso para la Misa del Corpus Christi: «Lo tome uno o lo tomen mil, lo mismo tomen este que aquel, no se agota por tomarlo...».
«El milagro adquiere así todo su significado, sin perder nada de su realidad. Es grande en sí mismo, pero resulta aún mayor por lo que promete: evoca la imagen del buen pastor que alimenta a su rebaño. Se diría que es como un ensayo de un orden nuevo. Multitudes inmensas vendrán a tomar parte del festín eucarístico, en el que serán alimentadas de manera mucho más milagrosa, con un manjar infinitamente superior»… 

En la Comunión recibimos cada día a Jesús, el Hijo de María, el que realizó aquella tarde este grandioso milagro. «Nosotros poseemos, en la Hostia, al Cristo de todos los misterios de la Redención: al Cristo de la Magdalena, del hijo pródigo y de la samaritana, al Cristo resucitado de entre los muertos, sentado a la diestra del Padre. Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros revoluciona nuestra vida; está aquí con nosotros: en cada ciudad, en cada pueblo». Nos espera y nos echa de menos cuando no nos encontramos con Él.       
El hombre siempre "tiene hambre de algo más.” (1)El milagro consiste en compartir fraternalmente unos pocos panes que, confiados al poder de Dios, no sólo bastan para todos, sino que incluso sobran, hasta llenar doce canastos. El Señor invita a los discípulos a que sean ellos quienes distribuyan el pan a la multitud; de este modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto, deberán llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento. 
Cristo está atento a la necesidad material, pero quiere dar algo más, porque el hombre siempre "tiene hambre de algo más, necesita algo más". En el pan de Cristo está presente el amor de Dios; en el encuentro con él "nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el pan del cielo". Queridos amigos, "en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo". (1) Benedicto XVI, 31 de julio de 2011). 
Hoy: (2)…en otro pasaje del Evangelio se lee que los apóstoles sugirieron a Jesús que despidiera a la multitud para que fuera a los pueblos vecinos a buscar qué comer. Pero Jesús respondió: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mateo 14, 16). Con ello Jesús no pide a sus discípulos que hagan milagros. Pide que hagan lo que pueden. Poner en común y compartir lo que cada uno tiene. En aritmética, multiplicación y división son dos operaciones opuestas, pero en este caso son lo mismo. ¡No existe «multiplicación» sin «partición» (o compartir)!

Sobre este punto tiene algo que decirnos también el final del relato. Cuando todos se saciaron, Jesús ordena: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Nosotros vivimos en una sociedad donde el derroche es habitual. Hemos pasado, en cincuenta años, de una situación en la que se iba al colegio o a la Misa dominical llevando, hasta el umbral, los zapatos en la mano para no gastarlos, a una situación en la que se tira el calzado casi nuevo para adaptarse a la moda cambiante.      
El derroche más escandaloso sucede en el sector de la alimentación. Una investigación del Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos revela que una cuarta parte de los productos alimentarios acaba cada día en la basura, por no hablar de lo que se destruye deliberadamente antes de que llegue al mercado. Jesús no dijo aquel día: «Destruid los trozos sobrantes para que el precio del pan y del pescado no baje en el mercado». Pero es lo que precisamente se hace hoy. Bajo el efecto de una publicidad consumista, «gastar, no ahorrar» es actualmente la contraseña en la economía. Cierto: no basta con ahorrar. El ahorro debe permitir a los individuos y a las sociedades de los países ricos ser más generosos en la ayuda a los países pobres. Si no, es avaricia más que ahorro.  (2) P. Raniero Cantalamessa.
 
               
Señor ayúdanos a compartir el pan
de cada día, para que vos lo multipliques!
 
Lecturas de la Semana
Lunes  30Jer. 13,1-.11;  Sal. Deut32, 18-21; Mt. 13, 31-35.
Martes 31: Jer.14,17-22;  Sal 78; Mt. 13, 36-43.
Miércoles 1: Jer. 15, 10.16-21; Sal 58; Mt. 13, 44-46.
Jueves 2: Jer. 18, 1-6;  Sal 145; Mt. 13, 47-53.
Viernes 3:Jer. 26, 1-9; Sal 65; Mt. 13, 54-58.
Sábado 4: Jer. 26, 11-15.24; Sal 68; Mt. 14, 1-2.
 
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. CEBIPAL/CELAM –Colección Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal 
 
 
Círculo Peregrinoqueremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla  el primer y tercer sábado de cada mes a las 16 hs. en:       
 
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
 
 
Si  querés recibir la hojita por e-mail pedila a: miencuentroconjesus@yahoo.com.ar
 
 

1 comentario:

EDD dijo...

San Efrén (v. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Comentario al Evangelio concordante, 12, 1-4; SC 121

La multiplicación de los panes
En el desierto, nuestro Señor multiplicó el pan, y en Caná convirtió el agua en vino. Acostumbró el paladar de sus discípulos a su pan y a su vino, hasta el momento en que les daría su cuerpo y su sangre. Les hizo probar un pan y un vino transitorios para excitar en ellos el deseo de su cuerpo y de su sangre vivificante. Les dio estas pequeñas cosas generosamente, para que supieran que su don supremo sería gratuito.

Se los dio gratuitamente, aunque habrían podido comprárselos, con el fin de que supieran que no pagaban una cosa inestimable: ya que, si podían pagar el precio del pan y del vino, sin embargo no podrían pagar su cuerpo y su sangre. No sólo nos colmó gratuitamente de con sus dones, sino que además nos trató con afecto. Nos dio estos dones gratuitamente para atraernos, con el fin de que vayamos a él y recibamos gratuitamente este bien por muy grande que sea la eucaristía.

Estas pequeñas porciones de pan y de vino que nos dio, eran dulces a la boca, pero el don de su cuerpo y de su sangre es útil para el espíritu. Nos atrajo con estos alimentos agradables hacia el palacio, con el fin de acercarnos hacia lo que da vida a nuestras almas... La obra del Señor alcanza todo: en un santiamén, multiplicó un poco de pan. Lo que los hombres hacen y transforman en diez meses de trabajo, sus diez dedos lo hicieron en un instante... De una pequeña cantidad de pan surgió una multitud de panes; fue como en el momento de la primera bendición: "Sed fecundos, multiplicaos, cubrid la tierra" (Gn 1,28).