“Síganme, y yo los haré pescadores de hombres”
Lecturas del 26-01-14
Tercer Domingo durante el año (Año A)
Libro de Isaías 8, 23b - 9, 3 En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos.
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín.
Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.
Palabra de Dios.
Salmo 26
R: El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R
1ºCarta de Pablo a los Corintios 1,10-14.16-17 Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia. Palabra de Dios.
1ºCarta de Pablo a los Corintios 1,10-14.16-17 Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo? Felizmente yo no he bautizado a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo. Sí, también he bautizado a la familia de Estéfanas, pero no recuerdo haber bautizado a nadie más. Porque Cristo no me envió a bautizar, sino a anunciar la Buena Noticia, y esto sin recurrir a la elocuencia humana, para que la cruz de Cristo no pierda su eficacia. Palabra de Dios.
Evangelio según San Mateo 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Palabra del Señor.
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Palabra del Señor.
Reflexión:
Retomando lo reflexionado en el texto del domingo anterior, cuando Juan el Bautista es puesto en la cárcel, por Herodes Antipas, Jesús se va a Galilea y se instala allí para dar cumplimiento a la profecía de Isaías que está en el Capítulo 9. Las regiones de Galilea, que vivían “en la oscuridad” ahora ven una gran luz.
El Señor es mi luz y mi salvación. El tema de la luz, que brilla en medio de las tinieblas es una forma muy importante para destacar en todo el ministerio de Jesús. La luz de la estrella, la luz del mesías. Y a todos los que viven en la oscuridad, Dios otorga su luz por medio de su Hijo. Jesucristo, revelación del amor del Padre, ilumina toda situación humana por dramática que ésta sea, porque él ha asumido nuestra condición humana hasta sus últimas consecuencias. Cuando Cristo ilumina nuestras almas no hay lugar en ella para el temor o el desaliento, por el contrario, en ella surge la paciencia que todo lo soporta, la fortaleza capaz de las más grandes empresas, la generosidad que no se reserva nada para sí. El alma descubre en sí capacidades hasta entonces desconocidas.
"Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor". Palabras que iluminan nuestra existencia muchas veces turbada por las angustias del mundo, por los temores del mal, por la incertidumbre del futuro, pero Cristo no deja de llamarnos: Vengan y síganme…
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". Anuncia Jesús en su «primera predicación» y va a ser la tónica dominante de su evangelización: la venida del Reino de Dios, como buena noticia que invita al cambio.
Y el discurso de Jesús aquí era muy sencillo, pero muy profundo: “Vuélvanse a Dios”, «cambien su vida y su corazón porque el Reino de los Cielos se ha acercado» (traduce la Biblia Latinoamericana).
No era sólo un anuncio, sino una con-moción: Jesús anunciaba para empujar al cambio, para animar la esperanza en el cambio que Dios mismo estaba a punto de hacer. Volverse a Dios significa un cambio radical de vida. Dejar las malas costumbres y vivir de acuerdo a como el Dios de la vida presente entre nosotros nos enseña. Esto se dice como “metánoia” es decir transformación, conversión.
Aquí hay una doble dirección: hay que cambiar (convertirse) «porque» viene el Reinado de Dios, y, también, hay que cambiar «para que» venga, para hacer posible que venga, porque cambiando, en nuestro cambiar, ya está viniendo ese Reinado.
Discipulado: Jesucristo, desde el inicio de su vida pública, llama a otros y los asocia a su misión salvífica. Jesucristo ha querido asociar a los hombres con la obra salvífica. En el evangelio de hoy lo vemos llamando a los primeros apóstoles para que lo sigan y para constituirlos pescadores de hombres. Ellos, entrando en su interior, experimentan el amor electivo de Jesús y manifiestan una disponibilidad y una generosidad ilimitada sostenidos por la gracia divina. Dejan a su padre, dejan su antiguo oficio y se ponen en camino siguiendo las huellas de Jesús. Estar convertido, es seguir a Jesús, cambiar de vida, dejarlo todo y emprender un nuevo camino.
Cristo quiso que el hombre participara en la misión redentora. Él será el verdadero y único mediador, pero los hombres, llamados por él, serán sus apóstoles quienes proclamarán el Evangelio. Los apóstoles, por su parte, van profundizando poco a poco en el significado de su participación en la misión de Cristo. La experiencia profunda de esta participación los hará exclamar: nosotros no podemos más que hablar de lo que hemos visto y oído (Hech 4,20). Esta experiencia es la que hará que san Pablo repita de mil modos que Cristo lo eligió para ser apóstol del evangelio sin ningún mérito propio, y que él tiene el deber y el derecho de predicar y ¡Hay de él si no lo hiciese!
En toda llamada de Dios se da esta participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho de redescubrir en sí y en los demás la particular dignidad de la propia vocación. Esta dignidad se expresa en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo, que "no ha venido para ser servido, sino para servir". Hay que mirar con infinito respeto la vocación divina a una entrega total. Así como Dios llamó en el pasado a los apóstoles, así también hoy nos sigue llamando a una vida de consagración a la extensión de su Reino.
El carácter central de Jesús. La iniciativa es suya (“vio, les dijo, los llamó”), no son ellos los que se constituyeron a sí mismos discípulos, sino Jesús quien los llama. Además el discípulo no es llamado para asimilar una doctrina, ni siquiera para vivir un proyecto de existencia, sino para solidarizarse con una persona (“síganme”). Es la adhesión a la persona de Jesús.
El atractivo de la llamada de Jesús es tan fuerte que les lleva a un profundo discernimiento. Los hace capaces de romper los lazos sociales, dejar el oficio, los medios económicos (redes y barca) y la familia (padre) para irse detrás de Él. El oficio representa la seguridad y la identidad social; el padre representa las raíces de uno mismo.
El seguimiento es un camino. Esto se representa en dos movimientos “dejar y seguir”, que indican un desplazamiento del centro de la vida. La llamada de Jesús nos pone sobre el camino marcado por Él, para que nosotros podamos seguir tras sus huellas y proseguir su causa para vivir como hijos y anunciar su Buena Noticia, hoy y aquí, en estas condiciones actuales.
El seguimiento es misión. Dos son las coordenadas del discípulos: la comunión con el Maestro (“síganme”) y una carrera hacia el mundo (“los haré pescadores de hombres”). La segunda nace de la primera. Jesús no coloca a sus discípulos en un espacio separado y sectario; los envía al mundo. Ahí es donde han de ser discípulos y testigos de la Buena Noticia.
La llamada puede surgir en cualquier lugar. La llamada de los primeros discípulos se ubica a orillas del lago, por donde Jesús paseaba y donde los hombres estaban entregados a su trabajo, no se realiza en el templo: simplemente el paisaje del lago y el fondo de las duras tareas cotidianas. La llamada de Dios llega a nuestra vida cotidiana, en el trabajo, en medios de nuestras tareas diarias.
Hoy
Algo nuevo y bueno. (1) ¿Hay todavía en ese Evangelio algo que pueda ser leído, en medio de nuestra sociedad indiferente y descreída, como algo nuevo y bueno para el hombre y la mujer de nuestros días? ¿Algo que se pueda encontrar en el Dios anunciado por Jesús y que no proporciona fácilmente la ciencia, la técnica o el progreso? ¿Cómo es posible vivir la fe en Dios en nuestros días?
En el Evangelio de Jesús los creyentes nos encontramos con un Dios desde el que podemos sentir y vivir la vida como un regalo que tiene su origen en el misterio último de la realidad que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y perdido en la existencia, ni en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien a quien puedo agradecer la vida. En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que, a pesar de nuestras torpezas, nos da fuerza para defender nuestra libertad sin terminar esclavos de cualquier ídolo; para no vivir siempre a medias ni ser unos “vividores”; para ir aprendiendo formas nuevas y más humanas de trabajar y de disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí es bueno poder contar con la fuerza de mi pequeña fe en ese Dios.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que despierta nuestra responsabilidad para no desentendernos de los demás. No podremos hacer grandes cosas, pero sabemos que hemos de contribuir a una vida más digna y más dichosa para todos pensando sobre todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es bueno creer en un Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis hermanos.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que nos ayuda a entrever que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Un día todo lo que aquí no ha podido ser, lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes y nuestros deseos más íntimos alcanzarán en Dios su plenitud. A mí me hace bien vivir y esperar mi muerte con esta confianza. Ciertamente, cada uno de nosotros tiene que decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Cada uno ha de escuchar su propia verdad. Para mí no es lo mismo creer en Dios que no creer. A mí me hace bien poder hacer mi recorrido por este mundo sintiéndome acogido, fortalecido, perdonado y salvado por el Dios revelado en Jesús. (1) J. A. Pagola.
En el Evangelio de Jesús los creyentes nos encontramos con un Dios desde el que podemos sentir y vivir la vida como un regalo que tiene su origen en el misterio último de la realidad que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y perdido en la existencia, ni en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien a quien puedo agradecer la vida. En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que, a pesar de nuestras torpezas, nos da fuerza para defender nuestra libertad sin terminar esclavos de cualquier ídolo; para no vivir siempre a medias ni ser unos “vividores”; para ir aprendiendo formas nuevas y más humanas de trabajar y de disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí es bueno poder contar con la fuerza de mi pequeña fe en ese Dios.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que despierta nuestra responsabilidad para no desentendernos de los demás. No podremos hacer grandes cosas, pero sabemos que hemos de contribuir a una vida más digna y más dichosa para todos pensando sobre todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es bueno creer en un Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis hermanos.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos con un Dios que nos ayuda a entrever que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Un día todo lo que aquí no ha podido ser, lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes y nuestros deseos más íntimos alcanzarán en Dios su plenitud. A mí me hace bien vivir y esperar mi muerte con esta confianza. Ciertamente, cada uno de nosotros tiene que decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Cada uno ha de escuchar su propia verdad. Para mí no es lo mismo creer en Dios que no creer. A mí me hace bien poder hacer mi recorrido por este mundo sintiéndome acogido, fortalecido, perdonado y salvado por el Dios revelado en Jesús. (1) J. A. Pagola.
Un mundo mejor es posible. Francisco:
Exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
nos invita a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría
III. La nueva evangelización para la transmisión de la fe
15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera». ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva
en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera». Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).
Propuesta y límites de esta Exhortación
16. Acepté con gusto el pedido de los Padres sinodales de redactar esta Exhortación. Al hacerlo, recojo la riqueza de los trabajos del Sínodo.
También he consultado a diversas personas, y procuro además expresar las preocupaciones que me mueven en este momento concreto de la obra evangelizadora de la Iglesia. Son innumerables los temas relacionados con la evangelización en el mundo actual que podrían desarrollarse aquí. Pero he renunciado a tratar detenidamente esas múltiples cuestiones que deben ser objeto de estudio y cuidadosa profundización. Tampoco
creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización».
17. Aquí he optado por proponer algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo. Dentro de ese marco, y en base a la doctrina de la Constitución dogmática Lumen Gentium, decidí, entre otros temas, detenerme largamente en las siguientes cuestiones:
a) La reforma de la Iglesia en salida misionera.
b) Las tentaciones de los agentes pastorales.
c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.
d) La homilía y su preparación.
e) La inclusión social de los pobres.
f) La paz y el diálogo social.
g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera.
18. Me extendí en esos temas con un desarrollo que quizá podrá parecernos excesivo. Pero no lo hice con la intención de ofrecer un tratado, sino sólo para mostrar la importante incidencia práctica de esos asuntos en la tarea actual de la Iglesia. Todos ellos ayudan a perfilar un determinado estilo evangelizador que invito a asumir en cualquier actividad que se realice. Y así, de esta manera, podamos acoger, en medio de nuestro compromiso diario, la exhortación de la Palabra de Dios: « Alegraos siempre en el Señor. Os lorepito, ¡alegraos! » (Flp 4,4).
“Nunca perdamos la esperanza.
Jamás la apaguemos en nuestro corazón.”
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro multiplica
la capacidad del amor, agranda el corazón".
“Si los bienes materiales y el dinero se convierten en el centro de la vida, nos atrapan y nos esclavizan”
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Lectionautas. Servicio Bíblico Latinoamericano. Catholic net.
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