Lecturas del 27/11/16
-Ciclo A-
Dios mío,
envía ahora tu Espíritu sobre mi y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra,
que me guíe y asista al meditar tus enseñanzas, para que
pueda saborearla y comprenderla, para que tu
Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa.
Amén
Libro de Isaías 2,1-5.
Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en
una visión, acerca de Judá y de Jerusalén: Sucederá al fin de los tiempos, que
la montaña de la Casa
del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por
encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán
pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob!
Él nos instruirá en sus caminos y caminaremos por
sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor.
El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor! Palabra de Dios.
El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor! Palabra de Dios.
Salmo 121: Canto de peregrinación. De David. R: Vamos con alegría a la casa del Señor.
¡Qué
alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"! Nuestros pies ya están
pisando tus umbrales, Jerusalén. R
Allí
suben las tribus, las tribus del Señor -según es norma en Israel- para celebrar
el nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de
la casa de David. R
Auguren
la paz a Jerusalén: "¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus
muros y seguridad en tus palacios!". R
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo". Por amor ala Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad. R
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo". Por amor a
Carta de San Pablo a los Romanos 13,11-14a.
Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
La noche está muy avanzada y se acerca el día.
Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la
luz.
Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias.
Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias.
Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será
llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será
llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Palabra del señor
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Palabra del señor
Reflexión:
Nos enfrentamos a la vida desde la esperanza arraigada
en Cristo.
El Señor viene.
Estemos atentos. El Evangelio de Mateo,
suele llamarse discurso escatológico, porque nos habla de los últimos
acontecimientos y definitivos, sobre el final de la historia y del
mundo. Debido a que habla de la venida definitiva del Hijo del Hombre,
con poder y gloria recibe, también, el nombre de discurso sobre la parusía y su
finalidad no es describir el futuro sino orientar a los discípulos hacia él e
invitarles a vivirlo en vigilancia. Jesús describe su venida definitiva
como “la venida del Hijo del Hombre”.
Este domingo responde a la pregunta por el
cuándo. El momento es incierto y llegará en medio de la normalidad, se
nos dice. De ahí la insistencia de estar atentos, vigilantes y vivir con
lucidez.
Es una llamada a vivir atentos a los signos de los
tiempos, a no dejarnos atrofiar por el activismo, la ligereza, la
superficialidad y la incoherencia; a despertarnos a la fe con responsabilidad
personal y social.
Y es que el momento, por una parte incierto. “Nadie sabe nada… solo el Padre”, es una afirmación de continuo.
Pero esta ignorancia sobre el día y la hora ha de conjugarse con la certeza de
que el Hijo del Hombre vendrá en el momento más insospechado: llegará en medio
de la normalidad, como el diluvio en tiempos de Noé sin señal alguna
extraordinaria.
Los dos ejemplos que ilustran esta exhortación
insisten en el descuido de los contemporáneos de Noé y del amo de la casa; en
la llegada imprevista del diluvio y del ladrón, y en la ruina que provocan
ambos acontecimientos.
A veces vivimos a la espera de algo extraordinario
y sólo nos fijamos y estamos atentos a los acontecimientos que parecen romper
la normalidad de la vida. Mientras tanto, nos afanamos por vivir y
trabajar pero somos ajenos a lo que acontece desde Dios, a su juicio y a su
venida en el diario vivir, a la verdadera historia de salvación. Vivimos
y trabajamos, pero somos ajenos a la injusticia, al anhelo de paz, a los
dolores de parto del mundo, a la insolidaridad, a la idolatría
“Estén en vela, estén
preparados, vigilen” es la recomendación de Jesús. Esta actitud nada tiene que
ver con el indagar curiosamente sobre el cómo y el cuándo; ni con un
esperar pasivo que aguarda señales o acontecimientos sorprendentes. Y
tiene mucho que ver con un estilo de vida que vive cada instante como don y
señal de Dios; que se entera en la historia, de lo que acontece, y sabe
discernirlo; que no se deja embaucar ni vive dormido ni ajeno a los signos de
Dios. Es un vivir con lucidez, con hondura, tendiendo hacia el Reino,
haciendo camino, madurando, acogiendo la salvación de Dios.
El vivir sin privaciones, la falta de compromisos
duraderos, la perdida de horizonte, la incertidumbre ante el futuro, el
desencanto político, la rigidez eclesial y otros factores, están haciendo nacer
un hombre, una mujer, una persona sin metas ni referencias, espectadora pasiva
de la historia, buscadora de su propia seguridad, individualista e
insolidaria. Un ser humano que necesita escuchar urgentemente las
palabras del Evangelio de hoy: “Vigilen,
estén preparados”
Hay que vivir en
esperanza y despertando en esperanza es nuestro llamado en este tiempo del
Adviento.
Es un programa de vida, un reto, una tarea. Minados por el pecado, la
cobardía o la mediocridad, muchas veces nos encontramos sin fuerzas para
generar esperanza, defraudando nuestra propia identidad y misión. Vivimos
sin horizonte, sin futuro, sin objetivos adecuados. Más que gozar de
nuestra liberación y esperar nuestra salvación y plenitud nos aferramos a lo
que tenemos.
La venida del Señor se nos presenta más como la de
un ladrón que nos despoja que como la de un padre que nos plenifica. Y,
sin embargo, lo que caracteriza al cristiano es una manera de enfrentarse a la
vida desde la esperanza arraigada en Cristo. Si se pierde esta esperanza
lo pierde todo.
Esta esperanza no se basa en cálculos; no es el
optimismo que puede nacer de unas perspectivas halagüeñas sobre el porvenir,
tampoco se trata de un olvido ingenuo de los problemas. La esperanza
cristiana es el estilo de vida de quienes se enfrentan a la realidad enraizada y
edificada en Jesucristo. Sólo en la medida en que Cristo entra y orienta
todas las dimensiones de nuestra vida, podemos decir que su venida es
liberadora y salvadora. Sólo en la medida que Cristo tiene consistencia
en nuestra vida podemos vivir de cara a Él, anhelando la plenitud.
A pesar de nuestros problemas y carencias vivimos
en una sociedad que tiene la patología de la abundancia. Uno de sus
efectos graves y generalizados es la frivolidad: la ligereza en el
planteamiento de los problemas más serios de la vida; la superficialidad que lo
invade todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en
incoherencias fácilmente detectables entre nosotros.
Se descuida la educación ética o se eliminan los
fundamentos de la moral, y luego nos extrañamos por la corrupción de la vida
pública. Se invita a la ganancia de dinero fácil, y luego nos lamentamos
de que se produzca fraudes y negocios sucios. Se educa a los hijos en la
búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde nos sorprende que se desentiendan
de sus padres ancianos. Cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quien
no le sirva para su interés o placer inmediato, y luego nos extrañamos de
sentirnos terriblemente solos. Se trivializan las relaciones
extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento
inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios.
Nos alarmamos ante esa plaga moderna de la
depresión, pero seguimos fomentando un estilo de vida agitado, superficial y
vacío. Nos sentimos amenazados por las cifras corrientes del desempleo y
al mismo tiempo nos aferramos a nuestro puesto de trabajo y hasta metemos horas
extras por conservarlo. Hablamos de justicia y solidaridad, pero son
pocos los que se replantean su estilo de vida y status social.
De la frivolidad sólo es posible liberarse
despertando, reaccionando con vigor y aprendiendo a vivir de manera más
lúcida. Éste es precisamente el rito del Evangelio de hoy; “vigilen, velen, estén preparados”. Nunca es
tarde para escuchar la llamada de Jesús a vivir vigilantes, despertado de tanta
frivolidad y asumiendo la vida de manera más responsable.
Tiempo de Adviento
Sentido del Adviento. Podemos tomar como punto de
partida la palabra “Adviento”: este término no significa “espera” como podría
suponerse, sino que es la traducción de la palabra griega parusía, que
significa “presencia” o mejor dicho “llegada” es decir presencia
comenzada. Es decir que Adviento
significa la presencia comenzada de Dios mismo. Por eso nos recuerda dos
cosas: primero que la presencia de Dios acaba de comenzar, aún no es total,
sino que está en proceso de crecimiento y maduración. Su presencia ya ha
comenzado y somos nosotros los creyentes quienes por su voluntad hemos de
hacerlo presente en el mundo. Es por medio de nuestra fe, esperanza y amor como
él quiere hacer brillar la luz continuamente en la noche del mundo. De modo que
las luces que encendemos en la noches oscuras de este invierno serán a la vez
consuelo y advertencia, certeza consoladora de que “la luz del mundo” se ha
encendido ya en la noche oscura de Belén y solamente quiere- seguir
brillando si es sostenida por aquellos que por ser cristianos continúan a
través de los tiempos la obra de Cristo.
Adviento significa presencia de Dios ya comenzada,
pero también tan solo comenzada. Esto implica que el cristianismo no mira
solamente a lo que ha sido y ya ha pasado, sino también a lo que está por
venir. En medio de todas las desgracias del mundo tiene la certeza de que la
simiente de luz sigue creciendo oculta, hasta que un día el bien triunfara
definitivamente y todo le estará sometido, el día que Cristo vuelva. Sabe que
la presencia de Dios, que acaba de comenzar, será un día presencia total. Y
esta certeza le hace libre, le presta un apoyo definitivo”
Palabras del Cardenal
Joseph Ratzinger.
“Hágase Tú voluntad”
Monseñor Osvaldo Cura
El viernes 25 de noviembre, Monseñor Osvaldo
Cura celebró sus 44 años de sacerdocio.
Oriundo de Tres Lomas (diócesis de 9 de Julio),
donde vio la luz el 14 de enero de 1934, ingresó «de grande al seminario porque
antes estudiaba en la universidad para ser escribano», hombre de Dios –digno hijo de libaneses, el menor de
siete hermanos- que descubrió su llamado sacerdotal a partir de su vocación
docente, «porque soy maestro normal y me di cuenta que puedo enseñar también
predicando»...
Fue maestro de grado en el Colegio Salesiano de
Córdoba. Luego, tanto en Santa Rosa, La Pampa , como en el Oratorio Don Bosco, de
Avellaneda, brindaba sus conocimientos de catequesis a cuanto niño pudiera.
«Preparaba los sermones como cuando daba clases», al recordar sus primeros
momentos sacerdotales que comprendieron diez años de su vida como salesiano. En
la parroquia san José hace 24 años que evangeliza.
Bendiciones Osvaldo!
Aclaración: Se han utilizado para la
preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Pbro. Daniel Silva 2011 .
Lectio Divina: los Sábados 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.
Si querés
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