Lecturas del 2-04-17
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis
ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus
enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu
Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Profecía de
Ezequiel 37, 12-14
Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de
ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de
Israel. Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo,
sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo
en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré
-oráculo del Señor-. Palabra de Dios.
Salmo 129
R. En
el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor,
oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá
subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su
palabra. Mi alma espera al Señor, Como el centinela espera la aurora, espere
Israel al Señor
Porque en él se encuentra la misericordia y la
redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
San Pablo a los cristianos de Roma 8, 8-11
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne
no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no están animados por la carne sino por
el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Palabra de Dios.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes. Palabra de Dios.
Santo
Evangelio según san Juan 11, 1-45
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del
pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume
sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el
que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está
enfermo.» Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para
gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea.»
Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían
apedrearte, ¿y quieres volver allá?» Jesús les respondió: «¿Acaso no son doce
la horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este
mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en
él.» Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.»
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.» Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará.» Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo.» Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él.»
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde
hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama.» Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta
se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro
para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus
pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto.»
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?»
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?»
Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás.»
Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!» Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?»
Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!» Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?»
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva
con una piedra encima, y dijo: «Quiten la piedra.»
Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace
cuatro días que está muerto.» Jesús le dijo: «¿No te he dicho que, si
crees, verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo,
dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero
le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!»
El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar.» Al
ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María
creyeron en él.
Palabra del Señor.
Reflexión:
El relato de la resurrección de Lázaro es una catequesis sobre la vida
y la fe en la resurrección. De todos los signos que hizo Jesús es el más
importante. Constituye el último de los siete elegidos por Juan para manifestar
que Jesús es más fuerte que la muerte y que su vida termina dando vida.
En el proyecto creador de Dios las personas no están destinadas a la
muerte, sino a la vida plena y definitiva. Tal es el designio del Padre y
la obra mesiánica de Jesús. El grupo de Jesús es una comunidad de
hermanos y amigos en la que rigen relaciones de afecto y amor; y que está
dispuesta a afrontar el máximo riesgo para ayudar a los que lo necesitan. La
comunidad cristiana que aún ve en la muerte, la interrupción de la vida, no ha
alcanzado la plenitud de la fe, por no haber comprendido la calidad de vida que
Jesús comunica. El miedo a la hostilidad del mundo nace precisamente de esa
falta de fe que teme morir. Jesús no elimina la muerte física, pero para
quien ha recibido de él la vida, la muerte física no es más que un sueño.
En la primera parte, el episodio de la resurrección de Lázaro quiere
mostrar que la vida comunicada por Jesús a los suyos vence la muerte y, por lo
tanto, lleva consigo la resurrección. Se desarrolla en una comunidad de
discípulos que, habiendo recibido la vida definitiva, no perciben aún su
calidad. Esta falta de visión está en paralelo con una falta de comprensión del
mesianismo de Jesús, no se dan cuenta del poder salvador del Mesías por estar apegados
en la mentalidad del AT. Cada uno de los tres hermanos –Lázaro, María y
Marta- es prototipo de la comunidad en diversos aspectos. La enfermedad de
Lázaro se debe a su condición humana, que lleva consigo la muerte física, pero
está rodeada por el miedo a la muerte misma; este miedo es la máxima esclavitud
del hombre y la raíz de todas las esclavitudes de las que viene a liberarnos
Jesús. Por eso la persona se llama Lázaro (=un enfermo) como síntesis y
caso límite de todos los que han aparecido en el Evangelio. En Lázaro se
manifiesta la plenitud de la obra de Jesús en la humanidad enferma, mostrando
hasta qué punto es poderosa la vida que Él comunica: ésta por ser definitiva,
supera la muerte física y es así, ella misma, la resurrección. Marta representa
a la comunidad en trance de crecer en la fe. María a la comunidad en
estado de dolor.
“Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees tú esto?” (1). Jesús nunca oculta su cariño hacia tres
hermanos que viven en Betania. Seguramente son los que lo acogen en su casa
siempre que sube a Jerusalén. Un día Jesús recibe un recado: nuestro hermano
Lázaro, “tu amigo”, está enfermo. Al poco tiempo, Jesús se encamina hacia la
pequeña aldea.
Cuando se presenta, Lázaro ha muerto ya. Al verlo llegar, María, la hermana más joven, se echa a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver llorar a su amiga y también a los judíos que la acompañan, Jesús no puede contenerse. También él “se echa a llorar” junto a ellos. La gente comenta: “¡Cómo lo quería! “.
Cuando se presenta, Lázaro ha muerto ya. Al verlo llegar, María, la hermana más joven, se echa a llorar. Nadie la puede consolar. Al ver llorar a su amiga y también a los judíos que la acompañan, Jesús no puede contenerse. También él “se echa a llorar” junto a ellos. La gente comenta: “¡Cómo lo quería! “.
Jesús no llora solo por la muerte de un amigo muy querido. Se le rompe
el alma al sentir la impotencia de todos ante la muerte. Todos llevamos en lo
más íntimo de nuestro ser un deseo insaciable de vivir. ¿Por qué hemos de
morir? ¿Por qué la vida no es más dichosa, más larga, más segura, más
vida?
Ante el misterio último de nuestro
destino no es posible apelar a dogmas científicos ni religiosos. No nos pueden
guiar más allá de esta vida. Más honrada parece la postura del escultor Eduardo
Chillida al que, en cierta ocasión, le escuché decir: “De la muerte, la razón
me dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es
limitada”.
Los cristianos no sabemos de la otra
vida más que los demás. También nosotros nos hemos de acercar con humildad al
hecho oscuro de nuestra muerte. Pero lo hacemos con una confianza radical en la
Bondad del Misterio de Dios que vislumbramos en Jesús. Ese Jesús al que, sin
haberlo visto, amamos y, sin verlo aún, le damos nuestra
confianza.
Esta confianza no puede ser entendida
desde fuera. Sólo puede ser vivida por quien ha respondido, con fe sencilla, a
las palabras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees tú esto?”.
Recientemente, Hans Küng, el teólogo católico más crítico del siglo veinte,
cercano ya a su final, ha dicho que para él morirse es “descansar en el
misterio de la misericordia de Dios”. (1) J.A. Pagola
Nuestra vida amenazada por las
guerras, el terrorismo, la violencia, la explotación, la injusticia… frente a
esta cultura de la muerte es urgente que los cristianos, los creyentes en
la vida, luchemos y trabajemos por una cultura de la vida y la dignidad del
hombre. Una cultura de vida marcada sobre todo en el respeto, en la tolerancia,
la solidaridad y el amor fraterno.
Creer en Dios es creer en la
vida. La fe en la resurrección es fe en la vida, en la esperanza que
transforma el mundo con el Evangelio de la vida.
Francisco. “Jesús nos invita, casi nos
ordena, a salir de la tumba en la cual nuestros pecados nos han hundido”
“Sobre la Palabra del Señor nosotros creemos que la vida de quien cree en Jesús y sigue su mandamiento, después de la muerte será transformada en una vida nueva e inmortal”
“Sobre la Palabra del Señor nosotros creemos que la vida de quien cree en Jesús y sigue su mandamiento, después de la muerte será transformada en una vida nueva e inmortal”
El grito de Jesús a Lázaro
está dirigido a cada hombre, porque todos estamos signados por la muerte; “es
la voz de Aquel que es el dueño de la vida y quiere que todos tengamos vida en
abundancia”.
“Cristo no se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte… nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que nos hemos encerrado, contentándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre” Dejémonos aferrar, liberar, por las palabras que Jesús nos repite a cada uno: “salí afuera”. Nuestra resurrección empieza cuando decidimos obedecer a la orden de Jesús de salir a la luz, a la vida "
“Cristo no se resigna a los sepulcros que nos hemos construido con nuestras elecciones de mal y de muerte… nos llama insistentemente a salir de la oscuridad de la prisión en la que nos hemos encerrado, contentándonos con una vida falsa, egoísta, mediocre” Dejémonos aferrar, liberar, por las palabras que Jesús nos repite a cada uno: “salí afuera”. Nuestra resurrección empieza cuando decidimos obedecer a la orden de Jesús de salir a la luz, a la vida "
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de la
presente: El libro del Pueblo de Dios. CELAM
/CEBIPAL. P Daniel Silva 2011.
Lectio Divina: los sábados 17 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen 4970
V. Domínico.
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www.facebook.com/miencuentroconjesussanjose
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