Vigésimo quinto domingo
Ciclo A, Lecturas del 24-9-17
Espíritu Santo, abre mis ojos y
mis oídos a tu Palabra. que lea y escuche tu voz y medite tus enseñanzas,
despierta mi alma y mi inteligencia para que tu Palabra penetre en mi
corazón, y pueda saborearla y comprenderla. Habla Señor, que yo te escucho
y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mi vida, alegría y paz. Amén
Libro del profeta Isaías 55,
6-9
¡Busquen al Señor mientras se
deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su
camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva a Señor, y él le
tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los ensamientos
de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo
del Señor -.
Como el cielo se alza por encima de la tierra, así
sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de
ustedes. Palabra de Dios.
Salmo
144, R. El Señor está cerca de aquellos que lo invocan
Día tras día te
bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy
digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.
El Señor
es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran
misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas
sus criaturas. R.
El Señor
es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo
invocan, de aquellos que lo invocan de verdad. R.
San Pablo
a los Filipenses 1, 20c- 27ª.
Hermanos: Sea que viva, sea que
muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo,
y la muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir
trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas
partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el
bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo. Solamente les
pido que se comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo. Palabra
de Dios.
Evangelio
según san Mateo 20, 1-16
«El Reino de los
Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar
obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los
envío a su
viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo." Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo." Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando
todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin
hacer nada?" Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado."
Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña."
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros."
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros."
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a
recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo
mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor
durante toda la jornada."
El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.» Palabra del Señor.
El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.» Palabra del Señor.
Reflexión
Los primeros y los
últimos
La escena de los jornaleros que esperan en la plaza
a que el dueño de grandes latifundios los contrate para trabajar es sus campos
no es un caso imaginativo, sino que refleja bien la situación de Galilea en
tiempos de Jesús.
"¿Por qué están aquí todo el día parados?" A
la pregunta del propietario, los trabajadores contestan: "Es que nadie nos
ha contratado".
El propietario de una viña contrata a unos
jornaleros, a primera hora de la mañana, por un denario al día. Hasta
aquí todo es normal; la escena era muy familiar para los aldeanos del tiempo de
Jesús. Pero luego el amo llama también a otros obreros a lo largo de las
horas del día. Incluso hasta una hora antes del término de la jornada.
Jesús no era insensible a este problema. Si
describe tan bien la escena es porque muchas veces su mirada se había posado
con compasión sobre aquellos grupos de hombres sentados en el suelo, o apoyados
en una tapia, con un pie contra la pared, en espera de ser
"fichados". Ese propietario sabe que los obreros de la última hora
tienen las mismas necesidades que los otros, también ellos tienen niños a los
que alimentar, como los tienen los de la primera hora, dándoles a todos la
misma oportunidad de trabajar y “ganarse su dignidad”
“Les daré lo que sea justo”. Con los nuevos
llamados, el señor no ajusta la paga precisa, sino que les dice simplemente:
“Les daré lo que sea justo”. Hábilmente la parábola encamina al oyente a
preguntarse: ¿Cómo se conducirá el amo con estos últimos? La respuesta es
desconcertante e inesperada; el amo da a todos la misma paga, incluso a los
últimos. No es justo, vienen a decir los obreros de primera hora. Y
evidentemente, lo mismo piensan los lectores: una sola hora de trabajo no
merece la misma paga que una jornada entera.
Los primeros cristianos descubrieron que esta
parábola iluminaba una situación que ellos estaban viviendo: la entrada de los
paganos a la Iglesia. Esta nueva situación provocó una encendida
polémica. No podían entender que los paganos, venidos más tarde, tuvieran en la
Iglesia la misma situación que ellos. La parábola nos muestra que el
Reino es un don, un regalo inmerecido. Y es igual para todos. La
frase final –“Los últimos serán primeros y los primeros últimos”- es la
expresión de este cambio de situación que trae consigo la llegada del Reino.
Por eso, el Dios de Jesucristo es un Dios que, siendo amor gratuito, sigue
desconcertando y escandalizando a nuestro espíritu y a nuestra sociedad.
El centro de la parábola lo constituye el versículo
que dice: “Al llegar los primeros, pensaban que recibirían más; pero también
ellos cobraron el mismo jornal por cabeza”. Bien mirado, los jornaleros de la
primera hora no se quejan de haber padecido una injusticia (se ajustaron al
denario y lo recibieron), sino más bien de la ventaja concedida a los
otros. Se muestran envidiosos de que los otros hayan sido
tratados como ellos. Quieren defender la diferencia. Los que
les irritan es la falta de distinción. La injusticia de que creen ser
víctimas no consiste en recibir una paga insuficiente, sino en ver que el
amo es bueno con los otros. Es la envidia del justo frente a un Dios
cuyo comportamiento y amor es desconcertante, gratuito y escandaloso.
La parábola nos quiere enseñar a reflexionar cómo
han de conducirse los justos ante la misericordia de Dios; concretamente, ante
la manera de obrar de Jesús y ante el Reino que se abre a los paganos. “El
problema planteado en la parábola no es el de los derechos y deberes de un amo,
sino el de la solidaridad que debe unir a los obreros entre sí”, a los
afortunados con los desafortunados, a los justos con los pecadores. El
comportamiento de Jesús, que acoge a los pecadores, marginados y
excluidos, manifiesta que la oferta de gracia que Dios hace a través de Él es
puro don, amor gratuito.
La
envidia, no nos permite comprender a Dios. La parábola de los obreros de
la viña nos recuerda a los creyentes algo de suma importancia: con un corazón
envidioso no se puede entender al Dios que anuncia Jesús. Un Dios amor no
puede ser descubierto por la mirada interesada de unos hombres y mujeres que
sólo piensan en su propio provecho, utilidad o disfrute egoísta.
Un Dios que es acogida y ternura gratuita para
todos no puede ser captado por unos hombres y mujeres de espíritu calculador,
atentos únicamente a su bienestar.
Un Dios del que pretendemos apropiarnos y al que
intentamos utilizar para nuestro provecho, olvidando su inmensa e
incomprensible bondad para todos, no es el Dios de Jesús.
Hemos sido llamados a trabajar en la viña
del Señor. Para realizar nuestra misión no es necesario buscar privilegios
ni los primeros puestos. La felicidad surge de trabajar por el Reino de
Dios.
Salir en diferentes horas… A todos los que
son responsables de la pastoral pueden encontrar un bonito ejemplo en esta
parábola. Salir en diversas horas del día para ir y encontrar a aquellos que
están en búsqueda del Señor.
Alcanzar a los más débiles y a los más
necesitados para darles el apoyo de sentirse útiles en la viña del Señor, aunque
sea solamente por una hora.
A veces parece que estamos más
preocupados de multiplicar las actividades en vez de estar atentos a las
personas y su encuentro con Dios. Una pastoral que no tiene esta atención se
vuelve poco a poco estéril.
Una pastoral sin oración y contemplación no
podrá alcanzar jamás el corazón de las personas. Hagamos el bien, pero sin
esperar la recompensa. Sembremos y demos testimonio. El testimonio es el inicio
de una evangelización que toca el corazón y lo transforma. Las palabras sin el
testimonio no sirven. El testimonio es lo
que lleva y da validez a las palabras.
Septiembre mes de la Biblia
Encuentro con la
Alegría:
Queremos, todos juntos,
unidos por la oración darle gracias al Dios de la vida que nos convoca con su
Palabra y como dice el evangelista Juan (17, 3): “Y La Palabra de Jesús produjo su
fruto: los que creen en Él tienen en sí mismos la plenitud del gozo”
Sabemos que por donde pasa
Jesús hay alegría y gozo. La alegría de Juan el Bautista en el vientre de
Isabel, cuando fue visitado por María: “En aquellos días, María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó
de alegría en su seno…” (Lc 1, 39-41)
La alegría de María, en su
concepción, Magníficat: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones
me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes
cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en
generación sobre aquellos que lo temen…»." Lc. 1, 46-51)
La alegría de los ángeles
en el nacimiento de Jesús, anunciando: “No teman, porque les traigo una buena
noticia, una gran alegría para todo el pueblo” Y cantando: “¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”.
Cuando se presentaban tus
palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi
corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos. (Jeremías 15.16)
Tú me alegras, Señor, con
tus acciones, cantaré jubiloso por la obra de tus manos. (Sal 92,5)
Que el Dios de la esperanza
nos llene de toda alegría y paz a nosotros que creemos en él, para que
rebosemos de esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Cfr. Romanos 15:13)
Bendito sea el Señor,
porque oyó la voz de mi plegaria; el Señor es mi fuerza y mi escudo, mi
corazón confía en él. Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda: por eso le
daré gracias con mi canto. (Salmo 28:6-7)
La idea es realizar los miércoles encuentros con la Palabra de
Dios, donde podamos experimentar hoy la presencia de Jesús, que nos habla y nos
interpela.
Miércoles 27:
El Buen Samaritano. Lc 10,
29 – 32
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de esta hoja: El
libro del Pueblo de Dios. Padre Daniel Silva. P. Raniero Cantalamessa. Evangelii Gaudium
Círculo Bíblico San José, Te invita al encuentro con la Palabra de
Dios, los
sábados 17 hs. en:
Parroquia San José: Brandsen
4970
www.facebook.com/miencuentroconjesussanjose
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