Septiembre mes de la Biblia
Vigésimo
tercer domingo durante el año
Lecturas
del 9-09-18, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu
sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista
al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla,
para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y
me conduzca a la Verdad completa. Amén
Lectura del libro del profeta Isaías 35,
4-7a
Digan a los que
están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la
venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!»
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales. Palabra de Dios.
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales. Palabra de Dios.
Salmo 145
R. ¡Alaba al
Señor, alma mía!
El Señor hace
justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera
a los cautivos. R.
Abre los ojos de
los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos el
Señor protege a los extranjeros. R.
Sustenta al
huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El
Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las
generaciones. R.
Lectura de la carta del apóstol Santiago
2, 1-5
Hermanos, ustedes que
creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Palabra de Dios.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman? Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la
región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el
territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Abrete.» Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» Palabra del Señor.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Abrete.» Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.» Palabra del Señor.
Reflexión
Los textos
litúrgicos de este domingo nos llevan a reflexionar sobre la presencia
liberadora de Dios en nuestras vidas. Dios libera a los hombres de su triste
condición de desterrados y a la naturaleza de su aridez infecunda (primera
lectura). Libera al cristiano de cualquier acepción de personas, porque todos,
ricos o pobres, somos iguales delante de Dios (segunda lectura). Libera a los
hombres de sus enfermedades del cuerpo y del espíritu: "Todo lo ha hecho
bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos" (Evangelio).
El
camino por seguir. En el evangelio vemos que el estado del sordo es de opresión, de
desesperanza, pero su fe y la de sus acompañantes hacen posible que Jesús lo
haga pasar de esa opresión infranqueable a la liberación y plenitud de vida. La
narración del milagro nos muestra el camino por el cual se produce el milagro,
nos invita a la fe, ya que para Dios no hay nada imposible. Lo
fundamental es ver a través del milagro, la presencia
salvadora de Dios. Es la "fe" del que solicita la imposición de manos
a Jesús, la que hace el milagro.
Querer
ser liberado. La liberación posee una fuerza de atracción singular. Es un
claro indicio de que el hombre, consciente o inconscientemente, se ve y
experimenta a sí mismo, al menos parcialmente, "esclavizado". Digamos
que son no pocas las ataduras, en las diversas épocas de la vida, que vamos
encontrando en el camino de nuestra existencia. Por experiencia se sabe que, de
esas ataduras, sobre todo de las más hondas y fuertes, no se puede el hombre
deshacer por sí mismo. Necesitamos ser liberados. Para
ello necesitamos querer ser liberados.
Otro aspecto es a quién
acudimos para ser liberados. Porque en nuestro mundo y en nuestro medio
ambiente hay quizás muchos que se las dan de "liberadores", pero que
nos pueden hacer confundir de camino, el verdadero liberador del hombre es
Dios.
Efatá.
¡Ábrete!. El pasaje del Evangelio nos refiere una bella curación obrada
por Jesús: «Le presentan un sordomudo que, además, hablaba con dificultad, y le
ruegan imponga las manos sobre él. Él, apartándose de la gente, a solas, le
puso sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando
los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: “Efatá!”, que quiere decir:
“¡Ábrete!”. Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su
lengua y hablaba correctamente».
Jesús no hacía milagros como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos. Aquel «gemido» que deja escapar en el momento de tocar los oídos del sordo nos dice que se identificaba con los sufrimientos de la gente, participaba intensamente en su desgracia, se hacía cargo de ella. En una ocasión, después de que Jesús había curado a muchos enfermos, el evangelista comenta: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mateo 8, 17).
Jesús no hacía milagros como quien mueve una varita mágica o chasquea los dedos. Aquel «gemido» que deja escapar en el momento de tocar los oídos del sordo nos dice que se identificaba con los sufrimientos de la gente, participaba intensamente en su desgracia, se hacía cargo de ella. En una ocasión, después de que Jesús había curado a muchos enfermos, el evangelista comenta: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mateo 8, 17).
Los milagros de Cristo
jamás son fines en sí mismos; son «signos».
Lo que Jesús obró un día por una persona en el plano físico indica lo que Él
quiere hacer cada día por cada persona en el plano espiritual. El hombre curado
por Cristo era sordomudo; no podía comunicarse con los demás, oír su voz y
expresar sus propios sentimientos y necesidades. Si la sordera y la mudez
consisten en la incapacidad de comunicarse correctamente con el prójimo, de
tener relaciones buenas y bellas, entonces debemos reconocer enseguida que
todos somos, quien más quien menos, sordomudos, y es por ello que a todos
dirige Jesús aquel grito suyo: efatá, ¡ábrete!
Somos sordos, por poner
algún ejemplo, cuando no oímos el grito de ayuda que se eleva hacia nosotros y
preferimos poner entre nosotros y el prójimo el «doble cristal» de la
indiferencia. Los padres son sordos cuando no entienden que ciertas actitudes
extrañas o desordenadas de los hijos esconden una petición de atención y de
amor. Un marido es sordo cuando no sabe ver en el nerviosismo de su mujer la
señal del cansancio o la necesidad de una aclaración. Y lo mismo en cuanto a la
esposa.
Estamos mudos cuando nos
cerramos, por orgullo, en un silencio esquivo y resentido, mientras que tal vez
con una sola palabra de excusa y de perdón podríamos devolver la paz y la
serenidad en casa.
Lo que sin embargo decide
la calidad de una comunicación no es sencillamente hablar o no
hablar, sino hablar o no
hacerlo por amor. San Agustín decía a la gente en un discurso: Es imposible
saber en toda circunstancia qué es lo justo que hay que hacer: si hablar o
callar, si corregir o dejar pasar algo. He aquí entonces que se da una regla
que vale para todos los casos: «Ama y haz lo que quieras». Preocúpate de que en
tu corazón haya amor; después, si hablas será por amor, si callas será por
amor, y todo estará bien porque del amor no viene más que el bien.
La Biblia permite
entender por dónde empieza la ruptura de la comunicación, de dónde viene
nuestra dificultad para relacionarnos de una manera sana y bella los unos con
los otros. Mientras Adán y Eva estaban en buenas relaciones con Dios, también
su relación recíproca era bella y extasiaba: «Ésta es carne de mi carne...». En
cuanto se interrumpe, por la desobediencia, su relación con Dios, empiezan las
acusaciones recíprocas: «Ha sido él, ha sido ella...» .
Es de ahí de donde hay
que recomenzar cada vez. Jesús vino para «reconciliarnos con Dios» y así
reconciliarnos los unos con los otros. Lo hace sobre todo a través de los
sacramentos. La Iglesia siempre ha visto en los gestos aparentemente extraños
que Jesús realiza en el sordomudo (le pone los dedos en los oídos y le toca la
lengua) un símbolo de los sacramentos gracias a los cuales Él continúa
«tocándonos» físicamente para curarnos espiritualmente. Por esto en el bautismo
el ministro realiza sobre el bautizando los gestos que Jesús realizó sobre el
sordomudo: le pone los dedos en los oídos y le toca la punta de la lengua,
repitiendo la palabra de Jesús: efatá, ¡ábrete!
En particular el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a vencer la incomunicación con el prójimo, haciéndonos experimentar la más maravillosa comunión con Dios.
En particular el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a vencer la incomunicación con el prójimo, haciéndonos experimentar la más maravillosa comunión con Dios.
Curar la sordera. "Efatá", ésta es la única palabra que pronuncia
Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su
corazón. Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza
en las comunidades cristianas que leerán su relato.
Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
El problema es no escuchar.
Una persona que no escucha a Dios ni al prójimo es porque está encerrada en su
egoísmo y sólo le preocupan sus cosas, tiene una “sordera” más grave aún que la
sordera de orden físico.
Cuando esa persona se
encuentra con Cristo y descubre que es capaz de escuchar a los demás, se
produce un “milagro” tan extraordinario como el que narra el evangelio de hoy, aun
cuando no sea visible para otros.
Para escuchar al otro, se
necesita: Primero, "querer" escuchar y además requiere dejar que los
demás "se expresen", porque si no se expresan no podemos escucharlos,
es difícil escuchar a un mudo. Escuchar es mucho más que poner la oreja,
es ponerse en el lugar del otro, sentir lo que siente, hacer propio su
problema.
Hoy, Jesús
nos invita a recuperar el poder de la palabra para expresarnos con madurez y
responsabilidad y el poder de escuchar, para que no solamente nos expresemos
nosotros, sino que también escuchemos y respetemos la palabra de los otros.
Jesús, es nuestro ejemplo. Él fue solidario para escuchar el clamor de los que
sufrían y valiente para expresarse ante la autoridad y el pueblo. Nuestro
compromiso es pedirle a Dios que nos libere de nuestra sordera y de nuestra
mudez y podamos establecer entre los hombres un diálogo maduro para construir
una sociedad solidaria.
Por nuestra patria
Señor
mi Dios, Tú conoces lo que hay en cada corazón y conoces cada historia. Te pido
humildemente este día por mi país, tú conoces nuestra gente, nuestras
necesidades, nuestras alegrías, temores y sufrimientos, conoces nuestras luchas
de cada día y conoces que es lo mejor para cada uno de nosotros. Llénanos de tu
espíritu, permítenos encontrar la paz, permite que te encontremos y gobiernes
el corazón de cada argentino. Perdónanos si te hemos ofendido, pero escúchanos
Señor, Argentina te necesita. Cambia el odio por amor, cambia la ofensa por
perdón, cambia la tristeza por alegría, cambia la guerra por paz, cambia el
dolor por esperanza; sé tú Señor nuestro guía, ilumina nuestro camino, ilumina
a los argentinos. En el nombre de Jesús,
Amén
Aclaración: Se
han utilizado para la preparación de esta hoja: El libro del Pueblo de
Dios. Catholic Net. J A Pagola. P. Raniero Cantalamessa.
Los sábados 16 hs. Círculo
Bíblico San José, Parroquia San José: Brandsen 4970, V. Domínico.
www.facebook.com/miencuentroconjesussanjose
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