Trigésimo
segundo domingo durante el año
Lecturas
11-11-18, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu
sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista
al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla,
para que tu Palabra penetre en mi
corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Primer
libro de los Reyes 17, 8-16
La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos
términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he
ordenado a una viuda que te provea de alimento”. Él partió y se fue a Sarepta. Al
llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La
llamó y le dijo: «Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber.»
Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: «Tráeme también en la mano
un pedazo de pan.»Pero ella respondió: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No
tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite
en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para
mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos.»
Elías le dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después.
Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo.»
Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías. Palabra de Dios.
Elías le dijo: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después.
Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo.»
Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías. Palabra de Dios.
Salmo 145
R. ¡Alaba
al Señor, alma mía!
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace
justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera
a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza
a los que están encorvados. El Señor ama a los justos y protege a los
extranjeros. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y entorpece
el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios,
Sión, a lo largo de las generaciones. R.
Lectura de la carta a los hebreos 9, 24-28
Cristo, no entró en un Santuario erigido por manos
humanas -simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para
presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí
mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el
Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido
que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha
manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el
pecado por medio de su Sacrificio.
Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Palabra de Dios.
Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
Jesús
enseñaba a la multitud: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse
con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros
asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas
y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más
severidad.»
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir.»
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir.»
Palabra del Señor.
Reflexión
El texto de Marcos relata la parte final de las
actividades de Jesús en Jerusalén. Fueron días muy intensos, llenos de
conflictos: expulsión de los mercaderes del Templo, y muchas discusiones con
las autoridades, con los fariseos, con los herodianos y saduceos y con los
doctores de la ley. El texto de este domingo nos presenta una última palabra
crítica de Jesús respecto al mal comportamiento de los doctores de la ley y una
palabra de elogio respecto al buen comportamiento de la viuda. Casi al término
de su actividad en Jerusalén, sentado delante del tesoro donde se recogía las
limosnas del Templo, Jesús llama la atención de los discípulos sobre el gesto
de una pobre viuda y les enseña el valor del compartir.
En los primeros cuarenta años de la historia de la
Iglesia, desde los años 30 al 70, las comunidades cristianas eran, en su
mayoría, formadas por gente pobre. Poco después se les agregaron también otras
personas más ricas. Las tensiones sociales, que marcaba el imperio romano,
comenzaron también a despuntar en la vida de las comunidades. Estas divisiones,
por ejemplo, surgían, cuando las comunidades se reunían para celebrar la cena
(1Cor 11,20-22) o cuando había alguna reunión (Sant 2,1-4). Por esto, la
enseñanza del gesto de la viuda era para ellos actual. Era como mirarse al
espejo, porque Jesús compara el comportamiento de los ricos y el comportamiento
de los pobres.
Jesús llama la atención a los discípulos sobre el
comportamiento hipócrita y aprovechado de algunos doctores de la ley, que
enseñaban a la gente la Ley de Dios, pero enseñaban de palabra, porque el
testimonio de sus vidas mostraba lo contrario. A ellos les gustaba deambular
por las plazas con largas túnicas, recibir el saludo de la gente, ocupar los
primeros puestos en las sinagogas y en los banquetes. Eran personas que querían
aparentar ser gente importante. Usaban su ciencia y su profesión como medio
para subir la escala social y enriquecerse, y no para servir. A ellos les
gustaba entrar en las casas de las viudas y recitar largas oraciones a cambio
de dinero. Y Jesús termina diciendo: “¡Esta
gente recibirá un juicio severo!”
La limosna de la viuda. Jesús y los discípulos, sentados ante el
tesoro del Templo, observaban a las personas que colocaban en el tesoro sus
limosnas. Los pobres echaban pocos centavos, los ricos arrojaban monedas de
gran valor. El tesoro del templo se colmaba de dinero. Todos aportaban algo
para el mantenimiento del culto, para sostener a los sacerdotes y para la
conservación del Templo mismo. Parte de este dinero era usado para ayudar a los
pobres, porque entonces no existía la asistencia social. Los pobres dependían
de la caridad pública. Los pobres más necesitados eran los huérfanos y las
viudas. Ellos no poseían nada. Dependían del todo de la caridad de los otros. Pero,
aunque no tenían nada se esforzaban para compartir con los otros lo poco que
tenían. Así pues, una viuda muy pobre deposita su limosna en el tesoro del
templo. ¡Sólo unos céntimos!
Jesús muestra dónde se manifiesta la voluntad
de Dios. ¿Qué vale más: los
dos céntimos de la viuda o las miles de monedas del rico? Para los discípulos, los
miles de monedas de los ricos eran mucho más útiles para hacer caridad, que los
dos céntimos de la viuda. Ellos pensaban que el problema de la gente se podría
resolver con mucho dinero. Cuando la multiplicación de los panes, ellos habían
dicho a Jesús: “Señor, ¿qué quieres que compremos con doscientos denarios para
dar de comer a tanta gente?”. En efecto,
para aquéllos que piensan así, los dos céntimos de la viuda no servían para
nada. Pero Jesús dice: “Esta viuda ha
echado en el tesoro más que todos los otros”. Jesús tiene criterios
diversos. Llamando la atención de los discípulos sobre el gesto de la viuda,
enseña dónde ellos y nosotros debemos buscar la manifestación de la voluntad de
Dios, a saber, en el compartir. Si hoy compartiésemos nuestros bienes, que Dios
ha puesto en el Universo a disposición de la humanidad, no habría ni pobres, ni
hambre. Habría suficiente para todos y sobraría también para muchos otros.
La viuda del Evangelio dio a otro
pobre todo lo que le quedaba de su indigencia, la necesidad del otro les hizo olvidar
la propia, y sin alardes, así sencillamente.
Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos.
No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando
necesidad, «ha echado de lo que necesitaba,
todo lo que tenía para vivir». Mientras los maestros viven
aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende por los demás, confiando
totalmente en Dios.
Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión:
confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario,
sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo
sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su
Iglesia.
También hoy tantas mujeres y hombres de fe sencilla y
corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni
pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el
Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender todos los discípulos de Jesús.
¿Qué es más exigente dar el diezmo o dar de corazón? El corazón de Cristo se dio por entero y nos enseña
a hacer nosotros lo mismo.
Hoy vivimos en un mundo con
muchas diferencias entre gente que es muy rica económicamente y otros que son
muy pobres.
Por supuesto que esto incide en la forma que vivimos en cada uno de los
que formamos esta sociedad, tanto en la salud, educación, como formamos a
nuestras familias y especialmente en nuestra capacidad de tomar decisiones, en
un mundo con tanta tecnología. Más cuando caemos en la pobreza en todo
sentido
Todos somos testigos de esta situación, a pesar de ello, parece ser que
cada vez nos encerrarnos más en una situación de sálvese quien pueda, para
seguir viviendo en un mundo cada vez más dividido entre los que pueden y los
que no, las consecuencias están a la vista en todo el mundo, reina el “yo
primero”
Jesús nos enseña a descubrirnos como hombres, llenos de talentos, los
cuales tenemos que poner en movimiento, solos es difícil pero asistidos
por la Palabra del Señor y su Espíritu, y guiados por la idea de que todos
somos hermanos, ya que somos hijos de un mismo Padre, trabajando y entregando
parte de lo nuestro en servicio al más necesitado, no solamente de dinero, sino
de compartir su necesidad, un mundo mejor es posible, con mayores
posibilidades.
¿Qué posición voy a tomar?
Mi respuesta Señor, es que me ayudes a ver estas cosas con tus ojos, no
quiero ser cómplice de un mundo dividido e indiferente.
Oración: Dios nuestro, que nos has
mostrado tu gusto por la autenticidad, la entrega generosa y la coherencia
entre la fe y la vida: robustece nuestra fe, fortalece nuestra sinceridad, y
ayúdanos a estar, como Jesús, siempre atentos al amor de los pequeños. Amén.
Señor Jesús, envía tu
Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual
Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, crea en nosotros el silencio para escuchar tu
voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas,
sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación
de esta hoja: El libro del Pueblo de Dios. La Orden de los
Carmelitas - www.ocarm.org.
J A Pagola.
Los sábados 17 hs. Círculo
Bíblico San José
Parroquia San José: Brandsen
4970, V. Domínico. Si
querés recibir la hojita por e-mail pedila:
miencuentroconjesus@yahoo.com.ar www.facebook.com/miencuentroconjesussanjose
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