Intención para la evangelización ‐

Intenciones de oración de Enero: Por el don de la diversidad en la Iglesia El Papa Francisco pide rezar al Espíritu Santo “para que nos ayude a reconocer el don de los diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica”.

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre"

"Todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre" Mt 7, 7-8. No sé qué quería, pero había algo en mí que me movía a buscar, tal vez que las cosas tengan sentido, y te encontré. Me cuestionaba sobre la vida y me diste tu sabiduría para que pueda encontrar alegría y paz. Ante mis miedos y dudas, te pido que me acompañes en mi peregrinar y me das tu Espíritu Santo, el mismo que te acompaño a vos, hoy me acompaña a mí, me asiste y guía. Hoy sigo buscando más de tu Palabra, de la Verdad y el camino, con la confianza puesta en vos, Dios mío, sé que estás presente en mi vida. Ven Señor Jesús, te necesito.

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16

Del libro de la Sabiduría 6, 12-16: La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan. Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean. El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta. Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes. La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y le sale al encuentro en todos sus pensamientos.

viernes, 18 de octubre de 2019

“Oración, signo de esperanza viva”

Vigésimo noveno domingo durante el año
Lecturas 20-10-19, Ciclo C

 ” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca
 a la Verdad completa. Amén

Libro del Éxodo 17,8-13.                
Los amalecitas atacaron a Israel en Refidím. Moisés dijo a Josué: "Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios". Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte. Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec.        
Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol. De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al filo de la espada. Palabra de Dios. 

Salmo 120 
R: Nuestra ayuda está en el nombre del Señor.
Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R                   
El no dejará que resbale tu pie: ¡tú guardián no duerme! No, no duerme ni dormita él guardián de Israel. R                 
El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche. R            
El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. El te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre. R                   

Segunda Carta San Pablo a Timoteo 3,14-4,2. 
Querido hijo: Permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido. Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús.      
Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.                     
Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino:
proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Palabra de Dios.  


Evangelio según San Lucas 18,1-8. 
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.     
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?          
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?". Palabra del Señor

   Jesús misericordioso en vos confío, amén
Reflexión:
El clamor de los que sufren.

A continuación del relato de los diez leprosos, que hemos leído el domingo pasado, le preguntan a Jesús los fariseos sobre cuándo llegará el Reino de Dios. Jesús responde con afirmaciones sobre el Reino de Dios y sobre la última venida del Hijo del hombre. Recordemos que la expectativa de un final inmediato era el ambiente en que se vivió el primer cristianismo. Con la perspectiva de ese pequeño apocalipsis, el relato de Lucas cobra su verdadero sentido. No trata de prevenir cualquier desánimo, sino del peligro de caer en el desaliento porque la parusía se retrasaba demasiado.

Mientras esperamos la venida definitiva de Jesús, sus discípulos no tendrán que desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. En la historia, el discípulo tendrá que vérsela con muchos problemas que ponen a prueba su fe. La nueva enseñanza sobre la oración dirigida a los “discípulos” de Jesús viene al encuentro del sentimiento de desesperación del hombre ante la paciencia de Dios. ¿Cómo entender el misterio de un Dios que “hace esperar” a sus elegidos?

Lucas narra una breve parábola como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios. Sin embargo, si profundizamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que además la parábola nos plantea el tema de la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer justicia”. Entonces además de ser un modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad que abusa de los más débiles. Recordemos que en la Biblia “hacer justicia” es liberar al oprimido. Esta era la acción más propia de Dios.

El primer personaje de la parábola es un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.

El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de personas de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.

En la conclusión de la parábola, Jesús pide confianza en la justicia de Dios: “¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?”. Estos elegidos no son solamente “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos también es el reino de Dios.

Luego, Jesús hace una pregunta que inquieta a sus discípulos: «¿Habrá alguien con tanta fe como para seguir insistiendo por un mundo justo hasta la venida gloriosa de Jesucristo, confiando en la oración y desterrando toda violencia y venganza?». La pregunta de Jesús no era solo para ellos, los discípulos de entonces, sino también para nosotros, los discípulos de hoy: si Él ahora viene, ¿encontrará tanta fe en mí?

No se está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación y coraje para reclamar justicia a los corruptos.

¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? ¿En mi espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia?

Es cierto que Dios tiene la última palabra y hará justicia a quienes le gritan día y noche. Ésta es la esperanza que ha encendido en nosotros Cristo, resucitado por el Padre de una muerte injusta. Pero, mientras llega esa hora, el clamor de quienes viven gritando sin que nadie escuche su grito, no cesa.
Para una gran mayoría de la humanidad la vida es una interminable noche de espera. Las religiones predican salvación. Nosotros proclamamos la victoria del Amor de Dios encarnado en Jesús crucificado. Mientras tanto, millones de seres humanos sólo experimentan la dureza de sus hermanos y el “silencio de Dios”. Y, muchas veces, somos los mismos creyentes quienes ocultamos su rostro de Padre velándolo con nuestro egoísmo religioso.
¿Por qué nuestra comunicación con Dios no nos hace escuchar por fin el clamor de los que sufren injustamente y nos gritan, “necesitamos justicia"? Si, al orar, nos encontramos de verdad con Dios, ¿cómo no somos capaces de escuchar con más fuerza las exigencias de justicia que llegan hasta su corazón de Padre?
La parábola nos interpela a todos los creyentes. ¿Seguiremos alimentando nuestras devociones privadas olvidando a quienes viven sufriendo? ¿Continuaremos orando a Dios para ponerlo al servicio de nuestros intereses, sin que nos importen mucho las injusticias que hay en el mundo? ¿Y si orar fuese precisamente olvidarnos de nosotros y buscar con Dios un mundo más justo para todos?

Hoy el evangelio nos prepara en una oración intensa y visceral. La oración, que a la manera de la viuda siente en carne viva el dolor propio y el ajeno, es el signo de una esperanza viva que permite recorrer –en el seguimiento del Maestro- el tiempo que nos separa del encuentro definitivo con el único que puede colmar plenamente nuestras necesidades. En ese espacio, comprendiéndolo mejor a él y a nosotros mismos, la comunión madura.             
Las pruebas de la vida no son para claudicar en la fe sino para crecer en ella. Por lo tanto, tiene sentido vivir la noche –con la lámpara de la oración perseverante- porque sólo así llegará el amanecer.              

El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.
Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad.

Francisco:
Le preguntaron al Papa: “¿De qué tiene la Iglesia mayor necesidad en este momento histórico? ¿Hacen falta reformas? ¿Cuáles serían sus deseos para la Iglesia de los próximos años? ¿Qué Iglesia ‘sueña’?”.
“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”.
Texto tomado de la entrevista al papa francisco, por Antonio Spadaro, SJ. La Civiltà Cattolica

En el servicio humilde está la fuerza y
la alegría del cristiano.  

      Mi encuentro con Jesús
¡Con la Palabra de cada domingo Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro, para que experimentemos al Dios de la vida!”


(21° domingo)


“Dios sale a nuestro encuentro”
 (24° domingo)


 “Levántate y vete, tú fe te ha salvado”
 (28° domingo)

Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Misioneros Oblatos. J A Pagola. Fray Marcos.

Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies 
y una luz en mi camino”
Sal 119

Te esperamos todos los sábados a las 17 hs para compartir y reflexionar el evangelio
de cada semana.

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