Quinto
domingo durante el año
Lecturas 9-2-20, Ciclo A
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos
y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Así habla el Señor: Si Compartes tu pan con el
hambriento y albergas a los pobres sin techo; si cubres al que ves desnudo y no
te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y
tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás
de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá;
pedirás auxilio, y él dirá: "¡Aquí estoy!".
Si eliminas de ti todos los yugos el gesto amenazador
y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en
la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el
mediodía. Palabra de Dios.
Salmo 111
R: Para los
buenos brilla una luz
en las tinieblas
Para los
buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el
Justo. Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con
rectitud. R
El justo
no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre. No tendrá que temer
malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor. R
Su ánimo
está seguro, y no temerá. El da abundantemente a los pobres: su generosidad
permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad.
R
1° C de Pablo a
los Corintios 2,1-5
Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría.
Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría.
Al contrario, no quise saber nada, fuera de
Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil,
temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la
argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del
poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los
hombres, sino en el poder de Dios. Palabra de Dios.
Evangelio s. S. Mateo
5,13-16.
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.
Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”. Palabra del Señor.
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.
Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo”. Palabra del Señor.
Reflexión:
Sal y Luz del
mundo
El evangelio de este domingo es continuación de las
bienaventuranzas, estamos en el principio del primer discurso de Jesús en el
evangelio de Mt. Se trata de dos comparaciones que tienen un mensaje de gran
valor para la vida del cristiano, pues su tarea más importante sería estar
ardiendo e iluminar.
El mensaje de hoy: todo el que ha alcanzado la
iluminación, ilumina. Si una vela está encendida, necesariamente tiene que
iluminar. Si echas sal a un alimento, necesariamente quedará salado.
La sal es uno de los minerales más simples (cloruro
sódico), pero también más imprescindibles para nuestra alimentación. Pero tiene
muchas otras virtudes que pueden ayudarnos a entender el relato. En tiempo de
Jesús se usaban bloques de sal para revestir por dentro los hornos de pan. Con
ello se conseguía conservar el calor para la cocción. Esta sal con el tiempo
perdía su capacidad térmica y había que sustituirla. Los restos de las placas
retiradas se utilizaban para compactar la tierra de los caminos.
Ahora podemos comprender la frase del evangelio: “pero
si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?; no sirve más que para tirarla y
que la pise la gente”. La sal no se vuelve sosa. Esta sal de los hornos sí
podía perder la virtud de conservar el calor. En latían “evanuerit” significa desvirtuarse,
desvanecerse. entonces: si la sal se vuelve loca o si la sal pierde su virtud,
¿cómo podrá recuperarse? Esa sal “quemada” no servía más que para
pisarla.
La sal actúa desde el anonimato, ni se ve ni se
aprecia. Si un alimento tiene la cantidad precisa, pasa desapercibida, nadie se
acuerda de la sal. Cuando a un alimento le falta o tiene demasiada, entonces
nos acordamos de ella. Lo que importa no es la sal, sino la comida sazonada. La
sal no se puede salar a sí misma. Pero es imprescindible para los demás
alimentos. Era tan apreciada que se repartía en pequeñas cantidades a los
trabajadores, de ahí procede la palabra tan utilizada todavía de “salario” y
“asalariado”
Jesús dice que “Ustedes son la sal, son la luz”. El artículo determinado nos advierte que no
hay otra sal, que no hay otra luz. Todos tienen derecho a esperar algo de
nosotros. El mundo de los cristianos no es un mundo cerrado y aparte. La
salvación que propone Jesús es la salvación para todos. La única historia, el
único mundo tiene que quedar sazonado e iluminado por la vida de los que siguen
a Jesús. Cuando se nos propone que seamos luz del mundo, se nos está exigiendo
algo decisivo para la vida espiritual propia y de los demás. La luz brota
siempre de una fuente incandescente. Si no ardes, no podrás emitir luz. Pero si
estás ardiendo, no podrás dejar de emitir luz y calor. Solo si vivo mi
humanidad, puedo ayudar a los demás a desarrollar la suya propia. Ser luz
significa desplegar nuestra vida espiritual y poner todo ese bagaje al servicio
de los demás.
Debemos de tener cuidado de iluminar, no deslumbrar.
Debe estar al servicio del otro, pensando en el bien del otro y no en mi
vanagloria. Debemos descubrir lo que el otro espera y necesita, no lo que nosotros
queremos imponerle.
“A fin de que ellos vean sus buenas obras y
glorifiquen a su Padre que está en el cielo”. La única manera eficaz para trasmitir el mensaje son
las obras. Una actitud verdaderamente evangélica se transformará
inevitablemente en obras. Evangelizar no es proponer una doctrina muy elaborada
y convincente. No es obligar a los demás a aceptar nuestra propia ideología o
manera de entender la realidad. Se trataría más bien, de ayudarle a descubrir
su propio camino desde los condicionamientos personales en lo que vive.
En las obras que los demás perciben se tienen que
poner al descubierto mis actitudes internas. Las obras que son fruto solo de
una programación externa no ayudan a los demás a encontrar su propio camino.
Solo las obras que son reflejo de una actitud vital auténtica son cauce de
iluminación para los demás. Lo que hay en mi interior solo puede llegar a los
demás a través de las obras. Toda obra hecha desde el amor y la compasión es
luz.
Ser discípulo: ser misionero. “Ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz
del mundo…” Muestren que el reino de Dios está presente. Es uno de
los pasajes de la dimensión misionera de la fe. Creer es saberse
enviado. La misión es signo y condición de la fe. La misión
pertenece a la identidad del discípulo y de la comunidad cristiana. La
comunidad cristiana o es misionera o no es nada, lo mismo el discípulo.
Hay que observar asimismo la dimensión universal de la
misión: la “tierra” y el “mundo” son la humanidad entera sin distinción.
La comunidad de los discípulos, toda la comunidad cristiana, cada uno de
nosotros, hemos de manifestar lo que somos, dar lo que tenemos, hacernos
“profecía”; y no de palabras sino con las obras.
Salar la tierra. Entre los cristianos, unos hemos confundido
demasiado ligeramente la evangelización con el hecho de querer que se acepte
socialmente nuestro cristianismo, otros nunca hemos dado importancia a la
misión, a la extensión, y hemos de vivir nuestra fe en privado. Por eso
las palabras de Jesús, que nos urge a ser “sal de la tierra” y “luz del
mundo”, nos obligan a hacernos algunas preguntas: ¿Somos los creyentes de la
Buena Noticia para alguien? Lo que se vive en nuestras comunidades cristianas,
lo que se observa entre los creyentes, ¿es signo y presencia del Reino para la
gente de hoy? ¿Ponemos los cristianos en la actual sociedad algo que dé sabor a
la vida, algo que purifique, sane, libere a los hombres y mujeres de nuestro
tiempo, de nuestro pueblo? ¿Vivimos algo que pueda iluminar a las personas en
estos tiempos de incertidumbre, y ofrecer esperanza y un horizonte nuevo a
quien busca salvación?
"Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para
encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más
necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro
multiplica la capacidad del amor,
agranda el corazón".
“Si los bienes materiales y el dinero se convierten en
el centro de la vida, nos atrapan y
nos esclavizan”
"Lo importante no es mirar desde lejos o ayudarlo
desde lejos, sino ir al encuentro. Eso es lo cristiano, lo que nos enseña
Jesús. Ir al encuentro de los más necesitados. Como Jesús que iba siempre al
encuentro de la gente. Él iba a encontrarlos".
Señor Jesús, Orante y
Maestro, henos aquí: somos tu Pueblo, tu rebaño, los herederos de tu plegaria.
Nuestros ojos, nuestro
pensamiento, nuestro corazón están vueltos enteramente hacia Ti: queremos verte
orar, para imitar, con amorosa atención, tus gestos, tus modos, tus lugares y
tus tiempos; tus palabras, tus silencios: ¡tú Oración, Señor!
Sabemos que sólo en Ti está
la Fuente viva de la Plegaria. ¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de
Oración viva. ¡Enséñanos a orar! A hacer de la oración experiencia de Amor.
Tus brazos en alto son el
Camino de nuestra súplica.
Tú Corazón, el Árbol frondoso
donde anidan nuestros rezos; Tú eres la Vid donde injertamos el tembloroso Abba
que gime el Espíritu.
Tus ojos fijos en el Padre
que nada te niega y tus manos abiertas en confiada súplica de Niño, son, Jesús,
la Escuela de nuestra oración de hijos.
Entre el atrio de nuestras
inquietudes más externas, y el altar de nuestro herido corazón: llora Tú,
Sacerdote Eterno, dentro de nosotros presente, por los que vivimos lejos del
Amor del Padre.
Señor, enséñanos a orar; pero
más aún: enséñanos a dejarte orar a Ti en nosotros. Que tu plegaria fluya por
nuestro cauce interior y transforme el estéril arenal de nuestra seca oración
en el regado paraíso del trato de amistad.
Tú, Amigo y Señor, Hermano y
Dios, Maestro y Modelo, siempre vivo para interceder, que vives y reinas y
oras, por los siglos de los siglos. Amén
Fraternidad Monástica del Cristo orante, Tupungato,
Mendoza.
“Tú eres mi refugio y mi escudo,
yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).
“La
Palabra es la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a
todo hombre”
(Segundo domingo después de Navidad)
(Bautismo
del Señor)
“Doy
testimonio que él es el
hijo de Dios”
(Segundo
domingo durante el año)
“Síganme,
yo los haré pescadores
de
hombres”
(Tercer
domingo durante el año)
(Cuarto domingo durante
el año)
“Ustedes
son la luz del mundo”
(Quinto
domingo durante el año)
Mi encuentro con Jesús
¡Con
la Palabra de cada domingo Jesús se nos revela y sale a nuestro encuentro,
para que experimentemos al Dios de la vida!”
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Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las
17 hs para compartir y reflexionar el evangelio de cada semana.
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