Vigésimo tercero domingo,
Ven Espíritu Santo, ayúdame a abrir mis ojos y mis oídos a tu Palabra y a meditar tus enseñanzas, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y pueda saborearla y comprenderla. Habla Señor, que yo te escucho, porque tus palabras son para mi vida, alegría y paz. Amén
Salmo 94, R. Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz del Señor: «No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto mis obras.» R.
Pablo a los cristianos de Roma 13, 8-10
Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley. Palabra de Dios.
Evangelio según san Mateo 18, 15-20
Jesús dijo a sus
discípulos: «Si tu hermano peca contra tí, ve y corrígelo en privado. Si
te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos
personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres
testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere
escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el
cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir
algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o
tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.» Palabra del
Señor.
Reflexión: Hay que reconocer que todos nos equivocamos y aceptarlo es básico para tener una buena convivencia en las familias, en las comunidades y en cualquier ámbito. Es algo evidente, en la teoría, pero no tanto a nivel práctico, la experiencia de nuestras debilidades nos tendría que hacer más comprensivos con los demás, pero entonces, ¿por qué nos cuesta tanto perdonar? O, ¿por qué nos parece tan molesta la corrección fraterna que nos recomienda el evangelio de hoy?
Con el tiempo vamos descubriendo que no importa tanto las
caídas, sea propia o ajena, lo más importante es levantarse y ¿qué mejor que
agarrarse a una mano amiga?
La corrección fraterna y el perdón. A Mateo le toca vivir en una comunidad en la que existen diversos grupos y hay problemas de convivencia: Y como buen pastor, recuerda las enseñanzas de Jesús y compone con ellas una exhortación, insistiendo en el cuidado de los más pequeños y en el perdón como norma básica de vida de la comunidad cristiana. Su exhortación diseña un modelo de comunidad para los cristianos de todos los tiempos: es el grupo de los discípulos de Jesús, atentos a la voluntad del Padre, que viven la fraternidad desde el perdón y la acogida de los más pequeños.¿Qué hacer con l os hermanos pecadores? ¿Cómo tratarlos? Mateo apunta dos recursos válidos para siempre: la corrección fraterna y el perdón.
Mateo relaciona con el tema de la corrección fraterna tres dichos de Jesús. El primero, le confiere a la comunidad a la cual pertenecemos la participación para ayudarnos a discernir sobre el problema. La expresión “atar y desatar” designaba entre los maestros de la ley la capacidad de interpretar de forma vinculante con la ley de Moisés. El segundo especifica el clima de oración en que debemos tomar estas decisiones, y nos asegura a los discípulos, reunidos en el nombre de Jesús, que el Padre escucha su oración. El tercero aborda un tema muy querido por Mateo: la presencia de Jesús en medio de su Iglesia.
Habitar en un espacio creado por Jesús. Reunirse en el nombre de Jesús es crear un espacio para vivir la existencia entera en torno a Él y desde su horizonte. Un espacio espiritual bien definido no por doctrinas, costumbres o prácticas, sino por el Espíritu de Jesús, que nos hace vivir con su estilo.
El centro de este «espacio Jesús» lo ocupa la
narración del evangelio. Es la experiencia esencial de toda comunidad
cristiana: «hacer memoria de Jesús», recordar sus palabras, acogerlas con fe y
actualizarlas con gozo. Ese arte de acoger el evangelio desde nuestra vida nos
permite entrar en contacto con Jesús y vivir la experiencia de ir creciendo
como discípulos y seguidores suyos.
En este espacio creado en su nombre vamos caminando,
no sin debilidades y pecado, hacia la verdad del evangelio, descubriendo juntos
el núcleo esencial de nuestra fe e identidad cristiana.
Lo importante es que “estén reunidos”, no dispersos, ni
enfrentados: que no vivan descalificándose unos a otros. Lo decisivo es que se
reúnan “en su nombre”: que escuchen su llamada, que vivan identificados con su
proyecto del reino de Dios.
Presencia viva y real de Jesús entre nosotros. Las palabras de Jesús, recogidas por Mateo nos recuerdan: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Esta presencia viva y real de Jesús es la que ha de
animar, guiar y sostener a las pequeñas comunidades de sus seguidores. Es Jesús
quien ha de alentar su oración, sus celebraciones, proyectos y actividades.
Esta presencia es el “secreto” de toda comunidad cristiana viva .
Los cristianos no podemos reunirnos hoy en nuestros grupos y comunidades de
cualquier manera: por costumbre, por inercia o para cumplir unas obligaciones
religiosas. Seremos muchos o, tal vez, pocos. Pero lo importante es que nos
reunamos en su nombre, atraídos por su persona y por su proyecto de hacer un
mundo más humano.
El camino que nos propone Jesús. Son muchos los factores que constantemente deterioran nuestras relaciones personales dentro de la familia, entre vecinos y compañeros de trabajo, dentro de la comunidad o en la convivencia diaria. La comunicación queda fácilmente bloqueada, sobre todo cuando constatamos que el otro ha actuado de manera injusta o desleal. Nos sentimos como justificados para excluirlo de nuestra aceptación amistosa y encerrarnos en nuestro juicio destructor. Puesto que el otro ha actuado mal, no consideramos necesario analizar nuestra postura. Nos parece normal retirar nuestra amistad y bloquear nuestra mirada y nuestro corazón. Sin embargo, no es este el camino que nos propone Jesús. Él nos propone adoptar una postura positiva, orientada a salvar la relación con el hermano, sin buscar su desprestigio o su condena sino únicamente el bien.
Todos cometemos equivocaciones. Todos tenemos
momentos malos y necesitamos poder empezar de nuevo, contar con una nueva
oportunidad. Hay que seguir creyendo en los amigos, en el esposo, en la esposa,
en los compañeros, en el hermano… aunque hayamos de ser críticos para ayudarles
a salir de su error. Jesús nos invita, sobre todo a actuar con paciencia y sin
precipitación, acercándonos de manera personal a quien está actuando de
manera equivocada.
Círculo Bíblico San José
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