Jesús dijo
entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se
convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus
ramas".
Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?
Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de
harina, hasta que fermentó toda la masa". Palabra del Señor.
Hoy, no nos deben
desanimar los obstáculos del medio que nos rodea. El Señor cuenta con nosotros
para transformar el lugar donde se desenvuelve nuestro vivir cotidiano. No
dejemos de llevar a cabo aquello que está en nuestras manos, aunque nos parezca
poca cosa -tan poca cosa como unos insignificantes granos de mostaza- porque el
Señor mismo hará crecer nuestro empeño, y la oración y el sacrificio que
hayamos puesto, darán sus frutos.
El Reino de Dios, incluye en sí mismo un principio de desarrollo, una fuerza interna, que lo llevará hasta su total perfección; pero ese desarrollo del Reino no es algo que deba realizarse prescindiendo de nosotros, sino que somos nosotros los que debemos poner las condiciones necesarias, para que el Reino llegue a su total desarrollo en nosotros y en los demás. Habrá muchos fracasos, habrá luchas, pero el crecimiento del reino de Dios tiene el éxito asegurado.
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