Jesús dijo a
sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas
y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi
Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les
daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá
resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos;
y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi
Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza.
Gracias a la constancia salvarán sus vidas.» Palabra del Señor.
Recemos para que
tengamos la valentía de ser fieles a nuestros valores cristianos a toda costa.
No nos sorprendamos que nuestra fe crea ese enojo y hostilidad. Al mismo
tiempo, que continuamente extendamos la mano con verdad y amor, para disipar
los miedos injustificados que nuestras creencias pueden engendrar en otros.
Estamos invitados
a ayudar a la gente para que vea donde descansa la verdad y bondad real. Y
hacemos eso buscando nuestra propia vida y esforzándonos en vivir estas
cualidades lo mejor que podamos. Dediquemos un tiempo durante esta oración,
entregando a Dios cualquier parte de nuestra vida para la cual sintamos que
necesitamos más coraje.
Llega un momento
en la vida espiritual en que uno puede escoger entre desesperar o superar. San
Pablo, escribiéndole a los Romanos, exalta esta virtud: “La resistencia produce
carácter, y el carácter produce esperanza, y la esperanza no nos desilusiona,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón a través del
Espíritu Santo que nos ha sido dado” (espaciosagrado.com)
«El poder del amor
que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la
tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que
cualquier otra cosa. Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza
para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se
desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de
frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última
palabra. Y será una palabra de amor» (Homilía de S.S. Francisco, 29 de noviembre de 2015).
Ven Señor Jesús, te necesito.
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