El Señor dijo: «Supongamos que uno de
ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del
campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'?
¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme
hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá
mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así
también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos
simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'.» Palabra
del Señor.
Hoy, la atención
del Evangelio no se dirige a la actitud del amo, sino a la de los siervos.
Jesús invita a sus apóstoles, mediante el ejemplo de una parábola a considerar
la actitud de servicio: el siervo tiene que cumplir su deber sin esperar
recompensa: «¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue
mandado?» (Lc 17,9). Si los siervos tienen que cumplir con su deber, mucho más
los apóstoles de Jesús, sus amigos, debemos cumplir la misión encomendada por
Dios, sabiendo que nuestro trabajo no merece recompensa alguna, porque lo
hacemos gozosamente y porque todo cuanto tenemos y somos es un don de Dios.
Para el creyente todo es signo, para el que ama todo es don. Trabajar para el
Reino de Dios es ya nuestra recompensa; por eso, no debemos decir con tristeza
ni desgana: «Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer» (Lc
17,10), sino con la alegría de aquel que ha sido llamado a transmitir el
Evangelio. (evangeli.net)
Ven Señor Jesús,
te necesito.
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