Hola, compartimos el video de la reflexión del quinto domingo de cuaresma del Padre Juan José Milano.
Nos reencontramos en el quinto domingo de Cuaresma, próximos a la Pascua, es el último domingo de cuaresma y este reencuentro nos trae después, que habíamos estado asistiendo a las lecturas durante todo este tiempo cuaresmal de un camino, un itinerario hacia el interior, hacia el corazón como Jesús nos va llevando, más allá de una religión externa, ritual, legal. Permanentemente todas las lecturas que se vienen reiterando en este tiempo son de este talante. Y hoy, previo al Evangelio de Juan, nos encontramos con, nada menos que con un fragmento del gran profeta Jeremías, que es el anticipo más claro de esta internalización, diríamos, de la verdad y el bien y la ley de Dios frente a una Antigua Alianza frustrada y externa quizás, como Pablo lo dice en más de una oportunidad.
Jeremías va a insistir en esto, profetizando, “pondré mi ley en vuestros corazones a diferencia de la primera que estaba escrita en piedra”, también en palabras de Pablo. Es decir, desde afuera, ahora estará desde adentro, entonces ya no tendrán que decir conozcan al Señor porque, porque todos conocerán desde el más pequeño al más grande, dice Jeremías, es decir como a través de una iluminación del Espíritu Santo ahí está, seremos templo del espíritu a partir de esta, de esta venida de Jesucristo al mundo y su ascenso y la venida del Espíritu Santo. Adelantando Jeremías esta maravilla inesperada del Mesías nos va introduciendo en lo que significa este doble camino de misericordia y del Espíritu Santo en nuestros corazones.
El evangelio dice así, de Juan 12, 20: “Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos, que se acercaron a Felipe de Betsaida de Galilea y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él le respondió: Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.” Palabra del Señor.
Adelantando ya fuertemente, lo que va a ser la pasión, la entrega de la vida para ganarla, también los exhorta, este evangelio, justamente a hacer lo propio. Los seguidores de Cristo sabemos que si no entregamos no ganamos, esa es la paradoja del amor cristiano. Dándose se gana y no como el mundo que el mensaje es, consérvate, resérvate egoístamente, no entregues nada y así te vas a conservar íntegro. Mentira, no es así. Sabemos muy bien por experiencia, que cuanto más nos entregamos, en todo, en nuestra vocación, en nuestra vida a través del amor, las pasiones y motivaciones de lo que hacemos, vamos creciendo. No solo no perdemos, sino que nos llenamos, crecemos. Es simplemente interesante, también y lo digo para abreviar, que es a Felipe al que le dice, que curioso recuerden, porque estos griegos le dicen: Muéstranos a Jesús, quieren conocer a Jesús. Y Felipe, en algún momento le dice a Jesús. El mismo Felipe, en otra oportunidad, muéstranos al Padre y nos bastará, como dudando de Jesús, y Jesús le dice a Felipe y a todos, Felipe, tanto tiempo han estado conmigo y todavía no me conocen. Es interesante esto, los griegos a Felipe, ellos que buscaban pruebas, razones, lógica, le piden a Felipe encontrarse con Jesús y Felipe todavía en el fondo, no lo conocía a Jesús. Es curioso, por tanto, por eso hasta la venida de Pentecostés, ignoraban realmente encontrarse con Jesús. Ese Jesús que viene a nuestro encuentro en la Pascua de Muerte y Resurrección, todavía Felipe lo ignoraba. Cómo le iba a mostrar, en el fondo, a Jesús. Obviamente, simbólicamente hablando, más profunda o místicamente hablando, no les podía presentar a Jesús. Solamente se lo podía acercar, pero ni él todavía no lo había conocido en el fondo.
Es muy interesante, nosotros también nos tendríamos que plantear como tarea para el hogar, ¿Hemos visto a Jesús? ¿Lo vemos en nuestra vida en nuestro itinerario? Hacia la Pascua, en definitiva, en nuestro camino por este mundo tiene que ser realmente un encuentro permanente con Jesús para poder manifestarlo a los demás. Y así poder decir sino muero, no vivo y dando vida, también muero a lo mío malo y nace en mí todo lo bueno que solamente desde Cristo y por su gracia puede venir.
Hasta la próxima.
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