Vigésimo quinto domingo, Lecturas 19-9-21, Ciclo B
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
Lectura del libro de la
Sabiduría 2, 12. 17-20
Dicen los impíos:
«Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de
obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas
contra la enseñanza recibida. Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos
lo que le pasará al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él lo
protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con
ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia.
Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará»
Palabra de Dios.
Salmo 53, R. El Señor es mi apoyo verdadero.
Dios mío, sálvame
por tu Nombre, defiéndeme con tu poder. Dios mío, escucha mi
súplica, presta atención a las palabras de mi boca. R.
Dios mío, sálvame
por tu nombre, porque gente soberbia se ha alzado contra mí, hombres violentos
atentan contra mi vida, sin tener presente a Dios. R.
Pero Dios es mi ayuda, el Señor es mi apoyo verdadero: Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu Nombre, porque es bueno. R.
Carta del apóstol Santiago 3,
16-4, 3
Hermanos: Donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera. Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz. ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones. Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san
Marcos 9, 30-37
Jesús atravesaba la
Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque
enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará.» Pero los
discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De
qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo
sobre quién era el más
grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el
primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.» Después,
tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que
recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me
recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado.» Palabra
del Señor.
Reflexión
Hoy en el evangelio nos encontramos que los discípulos discutían sobre quién era el más importante y Jesús los invita a descubrir que los últimos serán los primeros.
Jesús atraviesa Galilea
camino de Jerusalén, donde lo espera la Cruz. El evangelio nos dice
expresamente que quería pasar desapercibido, porque ahora está dedicado a la
instrucción de sus discípulos. Esa nueva enseñanza tiene como centro la cruz.
Trata de convencerles de que no ha venido a desplegar un mesianismo de poder
sino de servicio a los demás, pero no lo consigue. Todos siguen pensando en su
propia gloria.
Este segundo anuncio de la pasión es prácticamente repetición del primero. No deja lugar a dudas sobre lo que Jesús quiere transmitir. Los discípulos siguen sin comprender, a pesar de que ya el domingo pasado nos decía que se lo explicaba “con toda claridad”. Si les daba miedo preguntar es porque algo intuían que no les gustaba. Esa indicación nos muestra que más que no comprender, es que no querían entender, porque la muerte ignominiosa de Jesús significaba el fin de sus pretensiones mesiánicas. Hasta que no llegue la experiencia pascual, seguirán sin entender el mensaje.
¿De qué hablamos mientras caminamos con Jesús? En el evangelio vemos que luego de la curación del epiléptico, Jesús y sus discípulos continúan su camino por la región de Galilea. Quiere dedicar tiempo particular para formar a sus discípulos. Esta enseñanza se concentra en lo que ya compartimos en el texto de la semana pasada: Jesús será entregado en manos de los líderes del pueblo que lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar. Lo que Jesús dice es muy profundo y fuerte en su naturaleza humana. Sin embargo, los discípulos no logran captar lo que Jesús les intenta comunicar. No entienden y no se atreven a preguntar.
Pero lo más
dramático es que ellos están en otra sintonía con respecto a lo que Jesús les
está diciendo. Esta es la segunda parte de nuestro relato.
Cuando llegan a Cafarnaúm Jesús le pregunta sobre lo que hablaban en el camino. La vergüenza se apodera de ellos que no pueden contestar nada dado que su preocupación era saber quién es el más importante. En el mismo momento que el Señor les abre el corazón y les cuenta lo que va a padecer, ellos se están disputando el grado de importancia. Realmente es un momento difícil.
La verdadera
grandeza consiste en servir: “Quien quiera ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos”. En el grupo que
sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner
último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser
servidor de todos.
Para Jesús, el
primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y
ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas
personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo
hemos de olvidar.
Para Jesús, su
Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad
donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para
él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Antes que nada,
acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En
el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las
personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No
han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra
atención.
Luego, Jesús
abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así.
Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y
el que me acoge a mí…acoge al que me ha enviado”.
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos.
¿De dónde
provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes?
La carta de Santiago nos da una explicación sencilla de la causa de los conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición. El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El problema, es que las personas que piensan así comienzan a ver al resto del mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero, el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos considerando cristianos.
Hoy: El afán de
superación, el deseo de ser el primero, el anhelo de triunfo y éxito en la
vida… parecen, en principio, aspiraciones legítimas del ser humano; el
problema, normalmente, está en los medios que utilizamos para alcanzar esas
metas. Jesús nunca dijo que no debamos aspirar a ser los primeros, antes, al
contrario: nos invita a serlo, pero nos señala el único camino humano para
lograrlo: el amor y el servicio a la Causa del Reino, que es también la Causa
de los pobres.
¿Estoy atrapado
en esa pseudomística de la competitividad, del logro material, de la búsqueda
del éxito y del dinero a cualquier precio?
No es fácil vivir
a contracorriente, para eso hace falta coraje. Jesús nos propone hoy a cada uno
que miremos nuestra vida y pensemos, si tenemos que cambiar algo en nosotros, dispongámonos
a seguirlo en su “camino”, la única forma digna de un verdadero discípulo del
Señor.
Nosotros vivimos en un mundo signado por la
competencia. No solo la deportiva, sino la económica, social e incluso
religiosa. Y todos tenemos algún grado de autoridad en nuestra vida. ¿No nos
alcanza también a nosotros el espíritu de competencia? ¿Cuáles y cómo son
nuestras ambiciones? ¿Sabemos preferir y recibir a los pequeños, los marginados
y los últimos? ¿De qué manera ejercemos nuestra poca o mucha autoridad?
Ven Señor Jesús, te necesitamos
Septiembre mes de la Biblia
La Lectio Divina: Mi experiencia de encuentro con Dios.
Décimo noveno domingo, “Yo soy el pan de Vida”
Vigésimo domingo, María, lugar de encuentro con Dios
Vigésimo primer domingo, “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”
Vigésimo segundo domingo, “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.”
Vigésimo tercer domingo, «Efatá», «Ábrete.»
Presencia
liberadora de Dios.”
Vigésimo Cuarto domingo, «Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?»
Aclaración: Se han consultado para la preparación
del siguiente texto: El libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico CELAM. Donbosco.org.ar.
Dominicos.org. J. A. Pagola.
Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
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