” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
"Conviértanse, porque el Reino de los cielos, está cerca"
Libro de Isaías 11,1-10.
Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará
de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y
de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de
temor del Señor -y lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará según las
apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los
débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento
con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al
malvado.
La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas. El lobo
habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero
y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá; la vaca
y la osa vivirán en compañía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá
paja lo mismo que el buey. El niño de pecho jugará sobre el agujero de la
cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano el niño apenas destetado. No
se hará daño ni estragos en toda mi Montaña santa, porque el conocimiento del
Señor llenará la tierra como las aguas cubren el mar. Aquel día, la raíz de
Jesé se erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la
gloria será su morada. Palabra de Dios.
Salmo 71 , R: Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz eternamente.
Concede, Señor, tu
justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes, para que gobierne a tu pueblo
con justicia y a tus pobres con rectitud. R
Que en sus días florezca
la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna; que domine de un mar hasta
el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra. R
Porque él librará al pobre
que suplica y al humilde que está desamparado. Tendrá compasión del débil y del
pobre, y salvará la vida de los indigentes. R
Que perdure su nombre para
siempre y su linaje permanezca como el sol; que él sea la bendición de todos los
pueblos y todas las naciones lo proclamen feliz. R
Carta de San Pablo a los Romanos
15,4-9.
Hermanos: todo lo que ha
sido escrito en el pasado, ha sido escrito para nuestra instrucción, a fin de
que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la
esperanza.
Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos
sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo
corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo.
Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de
Dios.
Porque les aseguro que Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la
fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros
padres, y para que los paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo
enseña
Evangelio según San Mateo 3,1-12
En aquel tiempo se
presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de
Judea: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca". A él se
refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen
el camino del Señor, allanen sus senderos. Juan tenía una túnica de pelos
de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel
silvestre. La gente de Jerusalén, de toda
La predicación del Bautista nos anima a la conversión.
«Conviértanse porque está cerca el Reino de los cielos». No es cuestión de un
cambio voluntarioso de conducta. Cambiaremos si trabajamos nuestro interior y
conectamos con lo que nos llena de Vida.
Juan Bautista: Su mensaje estaba centrado en la urgencia de la conversión. El bautismo, un rito de purificación a través del agua, frecuente en algunos grupos judíos, era el sello de esta conversión. La predicación de Juan Bautista tuvo gran éxito y atrajo a multitud de personas de todos los estratos sociales.
El comienzo de la vida pública de Jesús estuvo muy relacionado con el movimiento de Juan. Para nuestra época resulta indigesto este individuo que practica una dieta a base de saltamontes y miel silvestre. Sería difícil que una empresa le confiaría sus relaciones públicas. Ninguna orden o comunidad le encargaría reclutar vocaciones. En muchos ámbitos eclesiásticos crearía, más que otra cosa, situaciones incómodas. Además aparece en el desierto, no en el templo. Y pregona a todos los que acuden la conversión, el cambio de vida. No trata de agradar o desencadenar aplausos.
Juan, reconociendo la fuerza del que viene detrás de él y su bautizar con el Espíritu y fuego, no hace sino proclamar la condición mesiánica de Jesús. La fortaleza y el don del Espíritu son prerrogativas, tal como lo habían anunciado los antiguos profetas.
Mateo resume la predicación del Bautista con las mismas palabras que resumiría más adelante la predicación de Jesús: “Conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”; así su presencia inaugura la llegada del reino de Dios y es un signo evidente de ella.
“Conviértanse”. Algunos textos, en vez de traducir la palabra griega “Metanoia” por conversión, lo hacen por arrepentimiento o enmienda. La Metanoia se corresponde mejor con la expresión española “cambio de vida”.
La conversión/metanoia no puede
confundirse con un cambio superficial, o con el mero hecho de confesarse o
reconocer lo negativo. Es un cambio radical y total, que afecta a todo nuestro
ser y a todas las dimensiones de nuestra existencia y que nos lleva a vivir y
obrar de cara al Dios justo. Es volverse hacia Dios y, como Él, obrar la
verdad, la justicia y el amor.
“No se hagan ilusiones pensando que Abraham es su padre”. No hay privilegios para nadie. Ni siquiera el ser hijos de Abraham, cosa de la que se gloriaba todo israelita, libra de practicar la justicia y convertirse. No es la raza lo que cuenta, ni la simple pertenencia institucional a esto o lo otro. Extendiendo esta idea, diremos que tampoco da privilegio alguno el ser cristiano, estar bautizado, participar en el culto eclesial, recibir los sacramentos, pertenecer a una comunidad, etc. Lo que Juan predica, lo que el Reino pide, es “den el fruto que corresponde a la conversión”.
“Den el fruto que corresponde a la conversión”. La verdadera conversión se manifiesta, ante todo, en los frutos. El fruto va más allá de la mera carencia del mal o pecado. El fruto es la expresión de un nuevo estilo de vida. No basta con no hacer mal; es necesario hacer el bien, practicar la justicia, dar frutos de conversión.
“El juicio de Dios”. En la Biblia, hablar de justicia/juicio de Dios, no es tanto hablar de castigo cuanto la liberación y salvación. Que Dios sea justo, como repiten una y otra vez los profetas, quiere decir que es liberador, que hace justicia a los pobres, que exige se respete el derecho de los pequeños y oprimidos, que es recto y no se deja sobornar por la palabra engañosa o el culto al vacío. Por eso, al juicio/castigo de Dios, hay quien lo teme porque pone al descubierto la vaciedad y falsedad de sus criterios y vida, y hay quien lo anhela, porque Él le libera, le salva y le da dignidad para vivir.
“Yo los bautizo con agua… Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Para comprender estas palabras hemos de adentrarnos en su simbolismo y en la expectación en que vivía entonces el pueblo de Israel. Existía la creencia generalizada de que pronto Dios enviaría a su Ungido (=Mesías), el cual instauraría el reino de Dios. De ahí, que Juan se presente como el precursor que prepara el camino a uno más fuerte que él: el Mesías, el Señor: el Mesías sumergirá a la humanidad, no en las aguas del Jordán, sino en la profundidad de Dios, simbolizado por el Espíritu (=viento) y el fuego.
En
El fuego quema la paja, lo que no tiene consistencia, y purifica todo lo demás. El viento y el fuego (dos símbolos que aparecen en Pentecostés cuando el Espíritu desciende sobre los apóstoles; son símbolos de Teofanía o manifestación de Dios al ser humano.
Así, el ser humano, ante la irrupción de Dios y su Reino, se queda desnudo. Podrán intentar acallar el silbido del viento o apagar la llama del fuego, pero no lo logrará.
El Mesías actuará con su poder y justicia. Y su juicio pondrá al descubierto lo que cada uno es.
La afluencia masiva del pueblo hacia el desierto, hacia la voz del profeta que grita algo nuevo al margen de las instituciones, muestra seducción de la Palabra de Dios cuando se proclama al desnudo y en directo. El Evangelio, ayer y hoy, se niega a ser domesticado o manipulado por los “fariseos” (observantes de la Ley y cumplidores rituales de tradiciones) o por los “saduceos” (clase dominante que acapara el dinero y el poder).
Escuchar las voces que claman en el desierto. Hoy, un grito estridente y doloroso resuena en nuestro mundo. Es el clamor de los pobres, los indefensos, los atropellados por la injusticia, los ancianos, los humillados, los manipulados, los emigrantes, los que carecen de trabajo… Es una voz que nos urge a preparar el camino del Señor, socializando más nuestra vida y cambiando estructuras. Es una voz que nos habla de allanar, enderezar, igualar para que el reino de Dios se acerque, para que todos podamos ver la salvación de Dios. ¿Se puede orar y es escuchar esas voces?
Escuchar el mensaje de Juan Bautista. No valen las justificaciones, ni el hacerse ilusiones. De poco sirve quedarse en las palabras. Hemos de dar dignos frutos de conversión. Y éstos se notan, manifiestan una realidad personal y social, un cambio visible, un cambio que llama la atención de nosotros mismos y de los demás. Orar es entrar dentro de nosotros acompañados por Dios para conocernos y convertirnos.
Ser profeta. El profeta cristiano siempre habla en nombre de Dios, no en nombre propio. El precursor siempre habla en nombre del que viene. Ver en nombre de quién hablo yo. Ver si hago de precursor o vivo escondido. Ver si mi voz clama ante la injusticia o calla por miedo. Orar es ejercitarse como profeta y precursor, aquí y ahora, en este lugar en el que estoy y vivo. Orar es aprender de Juan Bautista… Empezar a decir las verdades que hieren, las verdades que curan y salvan.
Tiempo de Adviento, tiempo de
esperanza.
“Estén
preparados”
"Conviértanse, porque el
Reino de los cielos, está cerca"
Círculo Bíblico San José
“Tu
palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
Te
esperamos todos los sábados a las 17 hs para compartir y reflexionar el
evangelio de
cada semana.
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