En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo, amén.
Le vamos a pedir al ES que nos asista y guie en esta adoración al santísimo Sacramento:
1) Oración:
Ven Espíritu Santo, ven padre de los pobres, ven fuego divino, ven.
Ven a regar lo que está seco en nuestras vidas, ven.
Ven a fortalecer lo que está débil, a sanar lo que está enfermo, ven.
Ven a romper mis cadenas, ven a iluminar mis tinieblas, ven.
Ven porque te necesito, porque todo mi ser te reclama.
Espíritu Santo, dulce huésped del alma, ven, ven Señor” Amén
Compartimos el versículo que más nos llegó.
2) Oración:
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior, para que no me apegue a las cosas materiales, sino que busque siempre las realidades del Espíritu.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de Amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad.
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de Verdad: concédeme llegar al conocimiento de la verdad en toda su plenitud.
Compartimos el versículo que más nos llegó.
3) Canción:
Ven Espíritu de Dios. Inúndame de amor y ayúdame a seguir.
Ven y dame tu calor quema mi corazón enséñame a servir.
Ven Espíritu de Dios. Ven a mi ser. Ven a mi vida. Ven Espíritu de Dios, Ven a morar. Maranathá.
Con la vida que me das te invoca mi dolor aclama a mi Señor.
Ven y cambia mi existir, transforma mi penar en glorias hacia TI.
4) Meditamos:
Señor como discípulos nos llamaste a velar con vos, a acompañarte con nuestra oración en tu angustia, a repasar en nuestro corazón de amigos todas las enseñanzas y la vida entregada del Hijo de Dios entre nosotros. Es la noche de tus Amigos, de los que te aman, de los que quieren compartirlo todo, lo bueno y lo malo. Una noche profunda de reflexión y de gran unión con vos.
Señor Jesús te vimos recorriendo las aldeas de Galilea, allí viviste los mejores momentos de tu vida. La gente sencilla se conmovía ante tu mensaje de un Dios bueno y misericordioso. Los pobres se sentían defendidos. Los enfermos y desvalidos agradecían a Dios Padre tu poder de Sanar y aliviar su sufrimiento. Sin embargo, no te quedaste para siempre entre aquellas personas que te querían tanto.
Nos explicaste tu decisión: «tengo que ir a Jerusalén», era necesario anunciar la Buena Noticia de Dios y su proyecto de un mundo más justo, en el centro mismo de la religión judía. Era peligroso. Sabías que «allí ibas a padecer mucho». Los dirigentes religiosos y las autoridades del templo te iban a ejecutar, pero confiabas en el Padre: que te «resucitaría al tercer día».
Queremos acompañarte Señor, a lo largo de esta noche, pero no acompañarte un tiempo de reloj, el tiempo como tal ya no importa, sino con el Espíritu que nos enseñaste a vivir cada momento de nuestras vidas.
Queremos estar cerca de tu entrega, acompañarte Señor es poco, mejor es unirnos a vos, poner nuestro corazón junto al tuyo, no solamente mirarte y aceptarlo, si no sentirlo en lo más profundo de nuestro ser, quedándonos no solamente con el dolor que sentís, si no con el AMOR por él cual hiciste todo.
Ven Espíritu Santo. Llénanos de tu luz y de tu amor para poder acompañar al Señor en este momento.
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