Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la Verdad completa. Amén
¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!
Procesión:
Santo Evangelio según
san Mateo 21, 1-11
Cuando
se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús
envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e
inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y
tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y
los va a devolver en seguida”». Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado
por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti,
humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les
había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y
Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus
mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con
ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la que lo
seguía gritaba: «¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor!¡Hosana en las alturas!». Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se
conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente respondía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea». Palabra del Señor.
Lectura del libro del
profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Palabra de Dios.
Salmo 21, R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que
me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza,
diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere
tanto.» R.
Me rodea
una jauría de perros, me asalta una banda de malhechores; taladran mis
manos y mis pies. Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se
reparten entre sí mi ropa y sortean mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes
lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea: «Alábenlo, los que temen al Señor; glorifíquenlo, descendientes de Jacob; témanlo, descendientes de Israel.» R.
San Pablo a los
cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.» Palabra de Dios.
Pasión de
nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27,1-2.11-54
Cuando
amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la
manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante
Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
Jesús compareció ante el gobernador, y este le
preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices». Al ser
acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le
dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». Jesús no respondió a ninguna
de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en
libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado
Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién
quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». Él sabía
bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el
tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo,
porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». Mientras
tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que
pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de
nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que
ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». Pilato continuó:
«¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos
respondieron: «¡Que sea crucificado!». Él insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero
ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!». Al ver que no se
llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó
las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es
asunto de ustedes». Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre
nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás;
y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera
crucificado.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al
pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo
desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas
y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y,
doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los
judíos». Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo
sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene,
llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al
lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber
vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los
soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose
allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción
con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo
tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a
su izquierda.
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza,
decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar,
¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma
manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se
burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey
de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en
Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: “Yo soy
Hijo de Dios”». También lo insultaban los ladrones crucificados con él.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las
tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó
en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se
encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En seguida, uno
de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la
punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos
si Elías viene a salvarlo». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente,
entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de
arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se
abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de
las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se
aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús,
al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
«¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!». Palabra del señor.
Reflexión: Domingo de Ramos.
Con el domingo de Ramos comienza la Semana Santa. En este domingo la Iglesia conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén. El domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, pórtico bajo el que hay que pasar para seguir caminando hacia la Pascua.
La misa solemne comienza con la lectura del Evangelio
de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Luego, en la procesión con ramos
de olivo en las manos como símbolo de paz y esperanza, son bendecidos y los llevamos
a nuestras casas, como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda.
Según nuestra costumbre, se colocan sobre un crucifijo
o junto a un cuadro religioso, y este olivo es un signo sacramental, es
decir, nos recuerda algo sagrado, exterior, del que hemos optado, por seguir a
Jesús en el camino hacia el Padre, es un recordatorio de que hemos vitoreado a
Jesús, nuestro Rey, y le hemos seguido hasta la cruz, de modo que seamos
consecuentes con nuestra fe y sigamos aclamando al Salvador durante toda
nuestra vida, porque en el seguimiento de Cristo, pasando por nuestra propia
pasión y muerte, viviremos la resurrección definitiva de
Dios.
¡Dejar entrar su misterio en nuestra vida! En el domingo de Ramos comenzamos por la proclamación jubilosa de Jesús “Rey humilde” y nos vamos sumergiendo poco a poco en el silencio contemplativo del acontecimiento de la Cruz, de donde surge verdaderamente el canto pascual de la victoria.
Entramos hoy en la Semana Santa, la cual tiene como
momento cumbre la celebración del Triduo Pascual, entre el jueves y el domingo
próximo. Desde hoy colocamos nuestra mirada en la totalidad del Misterio
Pascual: pasando por la contemplación de sus dolores y su muerte, llegamos a la
proclamación de la Victoria de la Vida en la entrega total de Jesús de Nazaret.
Vengan, subamos juntos al monte de los Olivos y
salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy desde Betania, y que se
encamina por su propia voluntad hacia aquella venerable y bienaventurada
pasión, para llevar a término el misterio de nuestra salvación”.
Este Rey no se impone, se ofrece. Su realeza está impregnada de espíritu de servicio. «No viene para conquistar gloria, con pompa y fastuosidad: no discute ni alza la voz, no se hace sentir por las calles, sino que es manso y humilde (…). No echemos delante de Él ni ramas de olivo, ni tapices o vestidos; derramémonos nosotros mismos al máximo posible» (San Andrés de Creta, obispo).
Una celebración de
contrastes, que nos hace tomar conciencia a los cristianos que acoger a Jesús
con júbilo en nuestra vida no nos exime de reproducir, de un modo u otro, su
proceso pascual. Con su ejemplo, el Señor nos enseña, que vivir la fe es
anteponer la voluntad del Padre a la nuestra. Es confiar nuestra vida en sus
manos.
Que esta Semana Santa que hoy
comenzamos sea una profunda experiencia de renovación de nuestra fe.
Jesús en la cruz
dice una frase, sólo una: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
(Mt 27,46). Es una frase dura. Jesús sufrió el abandono de los suyos, que
habían huido. Pero le quedaba el Padre. Ahora, en el abismo de la soledad, por
primera vez lo llama con el nombre genérico de “Dios”. Y le grita «con voz
potente» el “¿por qué?”, por qué más lacerante: “¿Por qué? ¿Y todo esto para
qué? Una vez más por nosotros, para servirnos. Para que cuando nos
sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin
salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios
responde, recordemos que no estamos solos. Jesús experimentó el abandono total,
la situación más ajena a Él, para ser solidario con nosotros en todo. (Homilía
en la Celebración del
Domingo de Ramos y de la Pasión del Señor, XXXV Jornada Mundial de la
Juventud, 5 de abril de 2020).
Qué significa
Hosanna
Hosanna es una palabra de origen hebreo que significa ‘salve’. Puede ser empleada como salutación, como expresión de aclamación o admiración, o como petición de piedad. Es un término usado, en las liturgias cristiana y judía.
El
significado bíblico de hosanna aparece en distintos pasajes de la Biblia y es
empleada en cantos y rezos. En Salmos, por ejemplo, se presenta como una
petición de ayuda, de salvación: “Salmo: 118: 25:
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
Aclaración: Se han consultado para la preparación
de las reflexiones: El
libro del Pueblo de Dios. Centro Bíblico del CELAM. Dominicos.org. Hojitas anteriores.
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las 17 hs para compartir y reflexionar el evangelio de cada semana.
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