Lc 3, 10-17. Un
sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un
espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente
encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y
le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», y le impuso las manos. Ella se
enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la
sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud:
«Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y
no el sábado». El Señor le
respondió: «¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata
del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de
Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía
ser librada de sus cadenas el día sábado?». Al oír estas
palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Palabra del Señor.
La Palabra de hoy me
lleva a reflexionar que no puede haber ninguna ley que prohíba hacer el bien a
cualquier persona humana. Amar al hombre es amar y glorificar a Dios, su Creador.
Y que importante
es el gesto de mirar. Esto me permite reflexionar sobre el sentido que tiene la
vista, aquello que me ayuda a darme cuenta de las fortalezas y debilidades que
cada uno puede tener. La mirada es el punto de partida para reconocer la
necesidad del otro y luego ayudarlo. Jesús, antes de curar a la mujer, la mira,
se conecta con su realidad y, al verse interpelado, actúa.
Que importante es que
hoy viva alegre por las maravillas que hace Dios en la vida.
La palabra del
Señor hoy me ayuda a revisar si mi compromiso solo es de palabra o realmente mi
oración me ponen en comunicación con Dios y con la vida. ¿Realmente puedo ver
la necesidad del otro? ¿Qué cosas me condicionan? ¿Qué cosas me alejan del
camino de Jesús y que me hacen vivir encorvado? ¿Cómo vivo las maravillas de
Dios?
Te doy gracias,
Señor, porque has venido a liberarme de todo aquello que me impide ser feliz,
impone tu mano sobre mi para que me pueda enderezar.
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