Lecturas del 2-09-12
– Ciclo B –
Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Moisés habló al pueblo, diciendo:
Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.
Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!»
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes? Palabra de Dios.
Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.
Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!»
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes? Palabra de Dios.
Salmo 14
R. Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?
El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará. R.
Carta del apóstol Santiago 1, 17-18. 21b. 22. 27
Queridos hermanos: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.
Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.
La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo. Palabra de Dios.
Reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.
La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo. Palabra de Dios.
Evangelio según san Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.»
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.» Palabra del Señor.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?»
El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.»
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre.» Palabra del Señor.
Reflexión
Las lecturas de este domingo, nos proponen reflexionar sobre temas como: ¿Qué es ser puro de corazón? ¿Dónde se produce el origen de la “impureza”? ¿Como son las acciones de nuestras vidas, siguen el pensamiento de Jesús o fingimos ser discípulos del Señor, pero en nuestro interior anidan otras ideas?
Lo que nos eleva a Dios. Es antigua la tentación de considerar que lo esencial de una religión está en el cumplimiento de ciertas formalidades rituales, y no en la asunción de sus principios vitales. También esta tentación acompañó al «pueblo de Dios», Israel -como a muchos otros pueblos, desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, como nos recuerda el Salmo, no son los muchos ornamentos ni el boato de las celebraciones lo que nos eleva a Dios, sino la justicia, la honestidad, la recta intención y el respeto. Anunciar la justicia y vivirla en el día a día constituye la exigencia fundamental de las Escrituras. Los rituales, las prescripciones, las ceremonias nos pueden ayudar a continuar por el camino de Dios, pero no pueden sustituirlo. Por esta razón, la exhortación que Moisés dirige a su pueblo se centra en la necesidad que tiene el pueblo de Dios de hacer una clara opción por el Dios de la libertad y por la justicia que los ha sacado de Egipto. De lo contrario, el sueño de la «tierra prometida» se puede convertir en una cruel pesadilla.
Que no sean solo a palabras y signos. En la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro, pues no se podía participar en el culto sin poseer ese estado de pureza. La palabra pureza no tenía para ellos el mismo sentido que le damos ahora. Hombre puro era el que no se había contaminado, ni siquiera por inadvertencia, con alguna de las cosas prohibidas por la Ley, por ejemplo, la carne de cerdo y de conejo era considerada impura: no se debía comer; Una mujer durante su menstruación o cualquier persona que tuviese hemorragias eran tenidas por impura durante un determinado número de días, y nadie debía ni tocarlas siquiera; Un leproso era impuro hasta que sanara, etc. Todo el que se hubiera manchado con esas cosas, aunque no fuera por culpa suya, tenía que purificarse, habitualmente con agua, cuarentenas y otras veces pagando sacrificios.
Estas leyes habían sido muy útiles en un tiempo para acostumbrar al pueblo judío a vivir en forma higiénica. Servían, además, para proteger la fe de los judíos que vivían en medio de pueblos que no conocían a Dios. Pero con el tiempo, el pueblo judío se había cargado de normas. Pero en la época de Jesús, muchas de esas normas, eran sólo signos exteriores, que perdían de vista lo verdaderamente importante.
En el evangelio de hoy, estas costumbres aparentemente no son realizadas por los discípulos de Jesús. Es así que algunos fariseos y maestros de la ley se acercan al Señor cuestionándolo por esta actitud de sus seguidores. El Señor va a reaccionar de manera muy firme y clara acusándolos de hipócritas.
Hipócrita, etimológicamente viene del griego y significa “interpretar un determinado papel protagónico”. Hacer un papel protagónico en una obra de teatro o en cualquier ficción está muy bien: el actor actúa un determinado personaje con particulares características que no tienen porqué coincidir con lo que él es en realidad (una persona muy buena puede hacer el papel de malo en una película). El problema es cuando el hombre juega un papel distinto del que realmente se es en su interior, en la vida real y concreta. El hipócrita es entonces el que tiende a fingir en la vida, es falso en las acciones de su vida. Jesús es muy duro con esta expresión y la refuerza con dos elementos más. En primer lugar cita un texto de Isaías donde Dios invalida la alabanza y obediencia del pueblo porque éstas se reducen solo a palabras, dado que en realidad el pueblo “nunca piensa” en su Dios. En segundo lugar dirá que el gran problema es que desobedecen los mandamientos más importantes para quedarse en meras enseñanzas humanas.
¿Qué es ser puro de corazón? Los últimos versículos están destinados a todos: “Jesús llamó a la gente”, a raíz de la cuestión suscitada con las costumbres de los antepasados, el Señor aprovecha para dejar en claro que lo que hace impuro al hombre ante Dios, no es lo que entra por la boca sino las malas acciones que salen del corazón y de la boca del hombre. Jesús les muestra que lo que verdaderamente es importante no es tener “limpias” las manos, sino el corazón:'Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios' (Mt 5, 8).
De este modo, Cristo dirige al corazón humano una llamada: lo invita, no lo acusa. Cristo ve en el corazón, en lo íntimo del hombre, la fuente de la pureza pero también de la impureza moral en el significado fundamental y más genérico de la palabra.
El Señor nos quiere libres, dispuestos a cambiar aquello que haya que cambiar, para no perder lo verdaderamente importante. Lo que debe gobernar nuestros actos es el amor al prójimo y la rectitud de intención en toda circunstancia.
Conectado con todo este tema está aquel otro de «la letra y el espíritu»: la letra es el detalle de lo mandado, la prescripción, el rito, la acción concreta... El espíritu es el sentido con el que ha sido concebida aquella práctica concreta, y la vivencia con la que debe ser vivida. Por eso se dice que la letra mata, mientras que el espíritu vivifica. La letra sería un medio, mientras que el espíritu es un fin.
Hoy. La carta de Santiago nos pone en guardia contra una religión que no encarne los valores del Evangelio. La palabra escuchada en la Sagrada Escritura debe ser discernida según el Espíritu para vivirla dócilmente en la vida cotidiana.
El cristianismo no es una formalidad social que cumplir, ni un ritual más en las prácticas piadosas de una cultura, pero si se manifiesta como una opción vital que requiere del compromiso íntegro de la persona. Jesús nos invita a redescubrir la esencia del cristianismo en nuestra opción por construir la Utopía de Dios -lo que él llamaba «Malkuta Yavé», Reino de Dios- y por vivir de acuerdo con los principios del evangelio. Todas nuestras normas y protocolos están al servicio de una auténtica vivencia de sus enseñanzas. Nosotros no debemos renunciar a una vida auténtica y creativa para seguirlo a él. Todo lo contrario. Debemos recrear aquí ya ahora toda la novedad de su profecía y toda la radicalidad de su amor incondicional por los excluidos.
Año de la Fe
El Papa Benedicto XVI convoca al año de la fe que Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013
Carta Apostólica Pota Fidei
del Sumo Pontífice Benedicto XVI
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz».
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo…
Continúa….
Lecturas de la Semana
Lunes 3: 1Cor. 2, 1-5; Sal 118; Lc. 4, 16-30.
Martes 4: 1Cor. 2, 10b-16; Sal 144; Lc. 4, 31-37.
Miércoles 5: 1Cor. 3, 1-9; Sal 32; Lc. 4, 38-44.
Jueves 6: 1Cor. 3, 18-23; Sal 23; Lc. 5, 1-11.
Viernes 7: 1Cor. 4, 1-5; Sal 36; Lc. 5, 33-39.
Sábado 8: Miq. 5, 1-4; Sal 12; Mt. 1, 1-6. 18-23.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María. Servicio Bíblico latinoamericano.
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer y tercer sábado de cada mes a las 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
1 comentario:
ÁNGELUS
S.S. Benedicto XVI
"EN LA BIBLIA LA LEY NO ES VISTA COMO UN PESO"
2 deseptiembre, 2012
WWW.ZENIT.ORG
¡Queridos hermanos y hermanas! En la Liturgia de la Palabra de este domingo surge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión judía e incluso de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (cf. Rom. 13,10). La Ley de Dios es su palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo libera de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la "tierra" de la verdadera libertad y de la vida. Por eso en la Biblia la Ley no es vista como un peso, como una limitación que oprime, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con este una historia de amor. Así ora el israelita piadoso, "Me deleito en tus preceptos, / no olvido tu palabra. (...) Llévame por la senda de tus mandatos, / que en ella me siento complacido" (Sal. 119,16.35).
En el Antiguo Testamento, es Moisés quien en el nombre de Dios transmite la Ley a las personas. Él, después de un largo viaje a través del desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: "Y ahora, Israel, escucha los preceptos y normas que yo les enseño, pónganlas en práctica, a fin de que vivan y entren a tomar posesión la tierra que les da Yahvé, Dios de sus padres" (Dt. 4,1). Y aquí está el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es el custodio de la Ley, es tentado de poner su seguridad y su felicidad en algo que ya no es la palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otros "dioses" que en realidad son vanos, son ídolos. Por supuesto, la Ley de Dios permanece, pero la regla de la vida ya no es lo más importante; se convierte más bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras que la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses a menudo egoístas de individuos y de grupo. Así, la religión pierde su verdadero significado que es vivir en la escucha de Dios para hacer su voluntad --que es la verdad de nuestro ser, y así vivir bien, en la verdadera libertad--, y se reduce a la práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Y es esto un riesgo grave para cualquier religión, que Jesús encontró en su tiempo, pero que se puede verificar, por desgracia, incluso en el cristianismo.
Por lo tanto, la palabras de Jesús en el evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos nos deben hacer pensar también a nosotros. Jesús hace suyas las palabras del profeta Isaías: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres" (Mc. 7, 6-7; cf. Is. 29,13). Y luego concluye: "Dejando el precepto de Dios, se aferran a la la tradición de los hombres" (Mc. 7,8). El apóstol Santiago, en su carta, advierte contra el peligro de una falsa religiosidad. Le escribe a los cristianos: "Pongan por obra la palabra y no se contenten solo con oírla, engañándose a ustedes mismos" (St. 1,22).
La Virgen María, a la que nos dirigimos ahora en oración, nos ayude a escuchar con un corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, de modo que oriente nuestros pensamientos, nuestras decisiones y nuestras acciones, todos los días.
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