“Yo soy tu Pastor y te conduciré hacia los manantiales de agua viva”
Lecturas del 21 / 04 / 13
– Ciclo C –
Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52
Pablo y Bernabé continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios .
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra.»
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio.
Pablo y Bernabé continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios .
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: “Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra.»
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio.
Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio.
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo. Palabra de Dios.
Salmo 99
R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos R.
Reconozcan que el Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.
Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17
Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas.
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos R.
Reconozcan que el Señor es Dios: él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.
Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17
Yo, Juan, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas.
Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano.
Y uno de los ancianos me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
Y uno de los ancianos me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su Templo.
El que está sentado en el trono habitará con ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor.
El que está sentado en el trono habitará con ellos: nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor.
Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva.
Y Dios secará toda lágrima de sus ojos.» Palabra de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa.»
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa.»
Palabra del Señor.
Reflexión:
El Buen Pastor
Reflexión:
El Buen Pastor
Jesús, rechazado por los dirigentes. La escena del Evangelio se desarrolla en el templo y en los días de la fiesta de la dedicación o consagración del mismo. Los judíos celebraban tal fiesta como aniversario/recuerdo de la resistencia heroica de los macabeos contra la profanación del templo por Antioco Epífanes en el siglo II a. C. En el contexto de esta fiesta se enfrenta Jesús, una vez más, con los dirigentes judíos. De fondo está la controversia sobre su identidad y mesianismo. A la capciosa pregunta sobre si es el Mesías, Jesús no contesta directamente. Lo hace de forma indirecta, remitiendo al testimonio de sus obras, muchas y buenas, iguales a las del Padre. Ellos no le pueden creerle porque no son de los suyos. En su respuesta les ofrece la premisa necesaria para que saquen la conclusión. El conflicto está servido.
El que Juan coloque esta escena en la fiesta de la consagración del templo y sitúe a Jesús en el pórtico de Salomón, el rey que construyó el templo planeado por su padre David, es algo intencionado. El evangelista quiere decirnos que Jesús es el nuevo templo consagrado, porque realiza las obras del Padre. Como nuevo Santuario, en el que brilla la gloria de Dios, sustituye al templo antiguo. Esta pretensión de Jesús pone en cuestión la legitimidad de la institución judía y derriba las posiciones de poder de sus dirigentes. Por eso, es rechazado e intentan apedrearlo y darle muerte.
El Mesías, buen pastor. Los primeros forjadores del pueblo de Dios fueron nómades. De ahí que la imagen del pastor con su rebaño pasase a expresar las relaciones de Dios con su pueblo. Frente a los dirigentes que no sirven ni pastorean a su pueblo, Jesús se muestra Mesías bajo la figura del buen pastor. Así lo demuestran sus obras. El conoce a sus ovejas, las conduce a los pastos, las defiende de los peligros, se entrega totalmente y da su vida por ellas. Su autoridad proviene de la dedicación que les presta. Las grandes figuras de Israel, Moisés y David, fueron pastores.
Ahora, Jesús se presenta como pastor. Así es el Mesías. Sus credenciales no son jurídicas, sino que nacen de su actividad, igual a las del Padre, a favor de los oprimidos y desvalidos. Esto pone a los dirigentes judíos en una situación difícil, pues ellos no toleran estas obras, que sus intereses personales les impiden admitirlas. De ahí que le acusen de blasfemia e intenten apedrearlo.
Un Mesías muy humano. Tú, siendo un hombre como los demás, te hacen Dios. Esta es la gran blasfemia que recibe Jesús de los dirigentes judíos. Esta es la gran blasfemia para ellos: uno de su raza, uno como ellos pretende ser Hijo de Dios. Hoy día, a muchos, la divinidad de Jesús no les causa problemas. Tienen dificultades en admitir su humanidad. Pero difícilmente pueden “saber” qué es y qué supone su divinidad si no son capaces de asumir plenamente su humanidad.
La nueva comunidad de Jesús: sus ovejas. Los discípulos de Jesús (sus ovejas) se distinguen porque: creen en Él -escuchan (reconocen su voz)-le siguen -no se perderán/ni perecerán jamás. En la relación a esta cuádruple distinción, Jesús afirma: que lo que le entregó el Padre, sus discípulos, es lo que más le importa -Él los conoce- los defiende y les da la vida para siempre. Ellos son el nuevo pueblo y nadie podrá arrebatárselo.
Una voz inconfundible. Saber escuchar. Hoy somos víctimas de una lluvia abrumadora de palabras, voces, imágenes y mensajes, que corremos el riesgo de perder nuestra capacidad para escuchar la voz que necesitamos oír para tener vida. Recibimos y absorbemos imágenes, palabras, anuncios, y todo cuanto nos quieran ofrecer, para alimentar nuestra trivialidad, nuestra evasión, nuestra frustración, o nuestra posición de privilegio. Hoy, más que en otros momentos de la historia, el ser humano necesita urgentemente recuperar de nuevo la capacidad de escucha, si no quiere ver su vida y su fe ahogarse progresivamente en la trivialidad. Nuestra sociedad está enferma en su voluntad de vivir. La civilización de la abundancia le ha ofrecido medios de vida, pero no motivos para vivir.
Todos necesitamos estar más atentos a la llamada de Dios, escuchar la voz de la verdad, sintonizar con lo mejor que hay en nosotros, desarrollar esta sensibilidad interior que percibe, más allá de lo visible y de lo audible, la presencia de Aquel que puede dar vida a nuestra vida.
“Mis ovejas escuchan mi voz”. El primer reto es reconocer la suya entre tantas voces que nos llevan al tropel, al asalto. Nos bombardean a diario: ofreciéndonos, informándonos, pidiéndonos… hasta habrá que cribar mucho. Habrá que eliminar. Habrá que discernir cuidadosamente.
Yo las conozco. La suya es una voz amiga. Tiene el acento familiar, directo, de quien no es la primera vez que nos visita. Sabe llegar a lo más hondo de nuestro ser, a ese fondo cuya llave guardamos celosamente. No se deja engañar por nuestra fachada, porque conoce las razones íntimas de nuestras actitudes. Sabe discernir nuestro lado positivo. Y, sabe, siempre, despertar lo mejor que hay en nosotros. Su voz tiene un tono inconfundible: el de la vida. Nos da vida y nos abre a la vida.
Ellas me siguen. Una voz así no puede caer en vacío. Trae aires nuevos de esperanza. Pide, sí, mucho. Pero porque antes Él ha sido capaz de darnos todo, de darse entero. Seguirle es acoger y cuidar gozosamente todo lo que da la vida, y proseguir su causa. Sólo haciendo el éxodo hacia el mundo, y escuchando “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”, podemos seguirle. La nueva comunidad de Jesús ha de asumir esta triple opción: Hacerse cargo de la realidad: lo que supone estar en la realidad del mundo para conocerla.
Todos necesitamos estar más atentos a la llamada de Dios, escuchar la voz de la verdad, sintonizar con lo mejor que hay en nosotros, desarrollar esta sensibilidad interior que percibe, más allá de lo visible y de lo audible, la presencia de Aquel que puede dar vida a nuestra vida.
“Mis ovejas escuchan mi voz”. El primer reto es reconocer la suya entre tantas voces que nos llevan al tropel, al asalto. Nos bombardean a diario: ofreciéndonos, informándonos, pidiéndonos… hasta habrá que cribar mucho. Habrá que eliminar. Habrá que discernir cuidadosamente.
Yo las conozco. La suya es una voz amiga. Tiene el acento familiar, directo, de quien no es la primera vez que nos visita. Sabe llegar a lo más hondo de nuestro ser, a ese fondo cuya llave guardamos celosamente. No se deja engañar por nuestra fachada, porque conoce las razones íntimas de nuestras actitudes. Sabe discernir nuestro lado positivo. Y, sabe, siempre, despertar lo mejor que hay en nosotros. Su voz tiene un tono inconfundible: el de la vida. Nos da vida y nos abre a la vida.
Ellas me siguen. Una voz así no puede caer en vacío. Trae aires nuevos de esperanza. Pide, sí, mucho. Pero porque antes Él ha sido capaz de darnos todo, de darse entero. Seguirle es acoger y cuidar gozosamente todo lo que da la vida, y proseguir su causa. Sólo haciendo el éxodo hacia el mundo, y escuchando “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo”, podemos seguirle. La nueva comunidad de Jesús ha de asumir esta triple opción: Hacerse cargo de la realidad: lo que supone estar en la realidad del mundo para conocerla.
Cargar con la realidad: o sea, asumir con responsabilidad de lo que el mundo es y de lo que en él acontece.
Encargarse de la realidad: es decir, tomar la opción de transformarlo, de esperanzarlo, de hacerlo más habitable, más humano y más reino de vida.
Encargarse de la realidad: es decir, tomar la opción de transformarlo, de esperanzarlo, de hacerlo más habitable, más humano y más reino de vida.
En este domingo del Buen Pastor elevamos oraciones por las vocaciones sacerdotales y religiosas, pastores con la misión de guiar a las ovejas en nombre de Cristo. La vocación es una llamada de Jesús, cuya voz es distinguida entre otras voces inauténticas que llaman:
Se presentan muchos caminos y es necesario entrar por el que lleva a la vida.
Hay necesidades de socorrer y compromisos que cumplir: se trata de saber cuál es la necesidad más urgente y el compromiso más ineludible. Hay muchas causas nobles y la elección acertada consiste en distinguir cuál es la causa tan noble que merece la entrega de la propia vida.
Qué hermosa ocasión para que miremos nuestra vida y reflexionar.
Pbro. Daniel Silva (2010).
Hay necesidades de socorrer y compromisos que cumplir: se trata de saber cuál es la necesidad más urgente y el compromiso más ineludible. Hay muchas causas nobles y la elección acertada consiste en distinguir cuál es la causa tan noble que merece la entrega de la propia vida.
Qué hermosa ocasión para que miremos nuestra vida y reflexionar.
Pbro. Daniel Silva (2010).
Un mundo mejor es posible, tenemos que decidirnos:
"Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco; ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna".
Jesús no fuerza a nadie. Él solamente llama. La decisión de seguirle depende de cada uno de nosotros. Solo si le escuchamos y le seguimos, establecemos con Jesús esa relación que lleva a la vida eterna. Nada hay tan decisivo para ser cristiano como tomar la decisión de vivir como seguidores de Jesús. El gran riesgo de los cristianos ha sido siempre pretender serlo, sin seguir a Jesús. De hecho, muchos de los que se han ido alejando de nuestras comunidades son personas a las que nadie ha ayudado a tomar la decisión de vivir siguiendo sus pasos.
Sin embargo, ésa es la primera decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo, porque es comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la Iglesia: encontrar, por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la religión cristiana.
Sin embargo, ésa es la primera decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo, porque es comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la Iglesia: encontrar, por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la religión cristiana.
Y lo primero para tomar esa decisión es escuchar su llamada. Nadie se pone en camino tras los pasos de Jesús siguiendo su propia intuición o sus deseos de vivir un ideal. Comenzamos a seguirle cuando nos sentimos atraídos y llamados por Cristo. Por eso, la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús sino en creerle a él.
Cuando falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina de la Iglesia.
Es fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven esforzándose por seguir a Jesús.
Cuando falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina de la Iglesia.
Es fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven esforzándose por seguir a Jesús.
El precio de un milagro
Ésta es una historia verdadera. Mariela era una niña precoz de ocho años. Un día escuchó a su mamá y a su papá hablar acerca de su hermanito Javier. Ella sólo sabía que él estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero. Planeaban mudarse a un complejo de departamentos el mes siguiente, porque su padre no tenía lo suficiente para pagar las facturas médicas y la hipoteca. Sólo una operación costosísima podría salvar a Javier. Escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo, pero no lo conseguía. Escuchó a su padre murmurarle a su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas: "Sólo un milagro puede salvarlo." Mariela fue a su cuarto y sacó un frasco de dulce, que mantenía escondido en el placard, donde guardaba algunos centavos. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Lo contó una segunda vez y ¡una tercera! La cantidad tenía que ser perfecta. No había margen para errores. Luego colocó las monedas en el frasco nuevamente, lo tapó y salió por la puerta de atrás. Caminó seis cuadras hasta la farmacia y esperó pacientemente su turno. El farmacéutico parecía muy ocupado y no le prestaba atención. Mariela movió su pie, hizo ruido. Nada. Se aclaró la garganta con el peor sonido que pudo producir. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador. -"¿Qué deseas?" -le preguntó el farmacéutico en un tono bastante desagradable. Y agregó sin esperar respuesta: "Estoy hablando con mi hermano, que acaba de llegar de Chicago, y no lo he visto en años". -"Bueno, yo quiero hablarle acerca de mi hermano" -le contestó Mariela en el mismo tono y explicó: -"Está muy enfermo y quiero comprar un milagro". -"¿Qué decís?", preguntó el farmacéutico. -"Mire -siguió Mariela- su nombre es Javier, tiene algo creciéndole dentro de la cabeza y mi papá dice que sólo un milagro puede salvarlo. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?" -"Aquí no vendemos milagros, querida. Lo siento, pero no puedo ayudarte", le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más dulce. -"Mire, yo tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta", precisó la nena. El hermano del farmacéutico se inclinó y le preguntó a la niña: -"¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?" -"No sé -contestó Mariela- Sólo sé que está muy enfermo. Mami dice que necesita una operación. Pero papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero". -"¿Cuánto dinero tenés?", le preguntó el hombre de Chicago. -"Tres pesos con 25 centavos", contestó Mariela en una voz que casi no se entendió. "-Es todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si no alcanza". -"Pero ¡qué coincidencia...! -dijo el hombre, sonriendo- Tres pesos con 25 centavos, es justo el precio de un milagro para hermanos menores". Tomó el dinero en una mano, con la otra a la niña del brazo, y le dijo: -"Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si yo tengo el milagro que vos necesitas". Ese hombre (hermano del Farmacéutico) era el Dr. Carlton Armstrong, especialista en neurocirugía. La operación se efectuó sin cargo y en poco tiempo Javier estaba de regreso a casa y con buena salud. Los padres de Mariela hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este prestigioso doctor hasta la puerta de su casa. -"Esa cirugía -dijo su madre- fue un verdadero milagro. Me pregunto ¡¿cuánto hubiera costado?!". Mariela sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro; tres pesos con 25 centavos, más la FE de una niña.
Ésta es una historia verdadera. Mariela era una niña precoz de ocho años. Un día escuchó a su mamá y a su papá hablar acerca de su hermanito Javier. Ella sólo sabía que él estaba muy enfermo y que su familia no tenía dinero. Planeaban mudarse a un complejo de departamentos el mes siguiente, porque su padre no tenía lo suficiente para pagar las facturas médicas y la hipoteca. Sólo una operación costosísima podría salvar a Javier. Escuchó que su padre estaba gestionando un préstamo, pero no lo conseguía. Escuchó a su padre murmurarle a su madre, quien tenía los ojos llenos de lágrimas: "Sólo un milagro puede salvarlo." Mariela fue a su cuarto y sacó un frasco de dulce, que mantenía escondido en el placard, donde guardaba algunos centavos. Vació todo su contenido en el suelo y lo contó cuidadosamente. Lo contó una segunda vez y ¡una tercera! La cantidad tenía que ser perfecta. No había margen para errores. Luego colocó las monedas en el frasco nuevamente, lo tapó y salió por la puerta de atrás. Caminó seis cuadras hasta la farmacia y esperó pacientemente su turno. El farmacéutico parecía muy ocupado y no le prestaba atención. Mariela movió su pie, hizo ruido. Nada. Se aclaró la garganta con el peor sonido que pudo producir. Nada. Finalmente, sacó una moneda del frasco y golpeó el mostrador. -"¿Qué deseas?" -le preguntó el farmacéutico en un tono bastante desagradable. Y agregó sin esperar respuesta: "Estoy hablando con mi hermano, que acaba de llegar de Chicago, y no lo he visto en años". -"Bueno, yo quiero hablarle acerca de mi hermano" -le contestó Mariela en el mismo tono y explicó: -"Está muy enfermo y quiero comprar un milagro". -"¿Qué decís?", preguntó el farmacéutico. -"Mire -siguió Mariela- su nombre es Javier, tiene algo creciéndole dentro de la cabeza y mi papá dice que sólo un milagro puede salvarlo. Así que, ¿cuánto cuesta un milagro?" -"Aquí no vendemos milagros, querida. Lo siento, pero no puedo ayudarte", le contestó el farmacéutico; ahora en un tono más dulce. -"Mire, yo tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré el resto. Sólo dígame cuánto cuesta", precisó la nena. El hermano del farmacéutico se inclinó y le preguntó a la niña: -"¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?" -"No sé -contestó Mariela- Sólo sé que está muy enfermo. Mami dice que necesita una operación. Pero papá no puede pagarla, así que yo quiero usar mi dinero". -"¿Cuánto dinero tenés?", le preguntó el hombre de Chicago. -"Tres pesos con 25 centavos", contestó Mariela en una voz que casi no se entendió. "-Es todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si no alcanza". -"Pero ¡qué coincidencia...! -dijo el hombre, sonriendo- Tres pesos con 25 centavos, es justo el precio de un milagro para hermanos menores". Tomó el dinero en una mano, con la otra a la niña del brazo, y le dijo: -"Llévame a tu casa. Quiero ver a tu hermano y conocer a tus padres. Veamos si yo tengo el milagro que vos necesitas". Ese hombre (hermano del Farmacéutico) era el Dr. Carlton Armstrong, especialista en neurocirugía. La operación se efectuó sin cargo y en poco tiempo Javier estaba de regreso a casa y con buena salud. Los padres de Mariela hablaban felices de las circunstancias que llevaron a este prestigioso doctor hasta la puerta de su casa. -"Esa cirugía -dijo su madre- fue un verdadero milagro. Me pregunto ¡¿cuánto hubiera costado?!". Mariela sonrió. Ella sabía exactamente cuánto costaba un milagro; tres pesos con 25 centavos, más la FE de una niña.
Y supo para toda la vida que un milagro no es suspender la ley natural, sino obrar con un poder superior, como la FE.
Quédate conmigo, Señor, porque Yo soy débil y necesito de tu fortaleza, para poder seguirte.
Buen Pastor, Dios de la vida, Dios entre nosotros, gracias por acompañarnos en nuestro peregrinar.
Lecturas de la semana
Lunes 22: Hech. 11, 1-18; Sal. 41; Jn. 10, 1-10.
Martes 23: Hech. 11, 19-26; Sal. 86; Jn. 10, 22-30.
Miércoles 24: Hech. 12, 24—13.5, Sal. 66; Jn. 12, 44-50.
Jueves 25: 1Ped. 5, 5-14; Sal. 88; Mc. 16, 15-20.
Viernes 26: Hech. 13, 26-33; Sal. 2; Jn. 14, 1-6.
Sábado 27: 2Tim. 1, 13-14;2, 1-3; Sal. 95; Mt. 9, 35-38
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María:
3 comentarios:
Contemplación
En el domingo de nuestro Buen Pastor, contemplamos haciendo presentes algunas imágenes que nos va regalando el Papa Francisco. Una es sobre Jesús Abogado:
"¡Es lindo sentir que tenemos un abogado!", exclamó Francisco. Saliéndose del texto que estaba leyendo para su catequesis, agregó: "Cuando uno es llamado por el juez, tiene un juicio, lo primero que hace es llamar un abogado: ¡nosotros tenemos uno que nos defiende siempre, nos defiende de las insidias del diablo, nos defiende de nosotros mismos, de nuestros pecados!".
Me quedé con esto de que Jesús nos defiende de nosotros mismos. Hace un tiempo, escuchando a Silvia Freire que hablaba de abrazar al niño interior que somos para que sanen las heridas de la infancia, me impresionó una frase suya acerca de que “nadie es más duro con uno que uno mismo”. San Ignacio dice que “el mal espíritu entra en nuestro castillo interior por la parte más débil”, y, paradójicamente, esa parte débil es a veces nuestra dureza para con nosotros mismos.
Jesús, nuestro Buen Pastor usa también la misma táctica: entra por nuestro lado más débil, pero para sanar y perdonar, no para juzgar y saquear.
Una manera linda de mirar el sacramento de la confesión es la de “ir a nuestro Abogado”.
No al Juez, al Abogado.
En la confesión nos encontramos con el que es más bueno con nosotros que nosotros mismos.
Yo creo que si uno tiene esto claro –de que uno no es buen juez de sí mismo (y que en algunas cosas es el peor juez y el más duro a la hora de aplicar sentencias), experimentará el alivio inmenso que da confesarse con Jesús, el Abogado bueno y lo tonto (y peligroso) que puede resultar eso de “yo me confieso sólo con Dios”. Esto de exponerse ante el Juez sin Abogado es bastante necio a nivel humano y no digamos nada a nivel espiritual, máxime si ese Juez, muchas veces, en vez de ser nuestro Buen Padre, es una proyección de “deberes que se nos imponen inconscientemente y que adoptamos como medida para juzgarnos”.
Antes de ayer, pedía permiso a los de la fila del segundo turno del comedor para poder entrar a la Casa de la Bondad (iba acompañando a nuestro Padre Provincial que nos está visitando) y me cargaban con Boca (como siempre en estos últimos tiempos). Me golpeó una frase de un joven que, señalando la casa, dijo: ahí tendría que estar Boca. Por lo de “enfermos terminales”. Como un flash me vino al corazón que “así se debía sentir él”. Como un enfermo terminal. Joven, pero ya acabado. Es terrible la dureza para consigo mismos que esclaviza a los que están en situación de calle. Eso es lo primero que hay que trabajar, como nos enseñan nuestras trabajadoras sociales. Detrás de toda falta de esperanza y de deseo hay un juicio inapelable que debe ser removido. Ahí entra la tarea salvadora de nuestro Abogado Jesús, que viene a defendernos, para que nadie –y menos nosotros mismos- nos arrebate de sus manos.
La otra imagen es la del Padre siempre Mayor, siempre más grande en Misericordia y Esperanza para con nosotros, sus hijos. Es linda la imagen de Fano del Padre revestido de nuestros rostros. El Papa Francisco usó esta imagen sacerdotal el Jueves Santo. Nos decía: “La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21).
Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires, que en este tiempo son tantos”.
El ser Buen Abogado de Jesús le viene de su Padre, nuestro Juez Misericordioso. El acusador es el demonio, no Dios. Y la peor desgracia del hombre es que este demonio Acusador ha logrado y logra convencer a muchos de que el acusador es Dios. Y toma pie para convencernos en esa debilidad nuestra que nos lleva a proyectar en Dios nuestra dureza interior que muchas veces no es sino autodefensa mal aplicada. Jesús libera de proyecciones la imagen del Padre y nos revela que “su Gloria es el hombre vivo”, por eso nuestros rostros en sus vestiduras. Un Padre no desea otra cosa sino que sus hijos vivan una vida plena. Y protegernos contra todo mal, es su instinto primero y su compromiso más radical. Siguiendo el camino de que nuestro juez más implacable somos nosotros mismos, recordamos la frase de Juan sobre el Padre, la que cala más hondo, creo yo, y toca la herida más profunda, esa que tuerce nuestra mente: “En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas” (1 Jn 3, 20).
La experiencia de Jesús que nos defiende de nosotros mismos y del Padre más grande que los reproches de nuestra conciencia se hace en la confesión o reconciliación y en el diálogo espiritual con el que nos acompaña y ayuda a discernir la voluntad de Dios. Sintiendo que la primera voluntad de Dios es esta, la de que “escuchemos su voz que nos defiende y sintamos sus manos que nos protegen”. Después viene la voluntad de Dios en orden a los demás. Pero el anuncio de la buena noticia del evangelio es noticia de un perdón y una protección que primero tiene que experimentar en sí el que la quiere anunciar a los demás.
Diego Fares sj
UNA ORACIÓN EN CADA DEDO
1.El pulgar es el más cercano a ti. Asi que empieza orando por quienes
estan más cerca de ti. Son las personas más fáciles de recordar. Orar
por nuestros seres queridos es "una dulce obligación"
2.El siguiente dedo es el indice. Ora por quienes enseñan, instruyen y
sanan. Esto incluye a los maestros, profesores, médicos y sacerdotes.
Ellos necesitan apoyo y sabiduria para indicar la dirección correcta a
los demás. Tenlos siempre presentes en tus oraciones.
3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes.
Ora por el presidente, los congresistas, los empresarios, y los
gerentes. Estas personas dirigen los destinos de nuestra patria y guian
a la opinión pública. Necesitan la guia de Dios.
4.El cuarto dedo es nuestro dedo anular. Aunque a muchos les
sorprenda, es nuestro dedo más debil, como te lo puede decir cualquier
profesor de piano. Debe recordarnos orar por los más debiles, con
muchos problemas o postrados por las enfermedades. Necesitan tus
oraciones de día y de noche. Nunca será demasiado lo que ores por
ellos. También debe invitarnos a orar por los matrimonios.
5.Y por último está nuestro dedo meñique, el más pequeño de todos los
dedos, que es como debemos vernos ante Dios y los demás. Como dice la
Biblia "los últimos serán los primeros". Tu meñique debe recordarte
orar por tí. Cuando ya hayas orado por los otros cuatro grupos verás
tus propias necesidades en la perspectiva correcta, y podrás orar mejor
por las tuyas.
ORACIÓN DE MONSEÑOR BERGOGLIO. MUY SIMPLE, PERO MUY COMPLETA. (tal vez
ya la conocen)
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