“Cristo
Vive”
Lecturas
26-5-19, Ciclo C
Ven, Espíritu Santo, a nuestros
corazones y enciende en ellos el fuego de tu amor, danos la gracia de leer y
reflexionar esta página del Evangelio para hacerlo memoria activa, amante y
operante en nuestra vida. Deseamos acercarnos al misterio de la persona de
Jesús. Por esto te pedimos, que abras los ojos de nuestra mente y de nuestro
corazón, para que podamos conocer la fuerza de su resurrección. Amén
«El que me ama será fiel a mi palabra, y
mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él»
Algunas personas venidas
de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito
establecido por Moisés, no podían salvarse. A raíz de esto, se produjo una
agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se
decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar
esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros. Entonces los Apóstoles,
los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y
enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás,
y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la
siguiente carta: «Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente
a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra
parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto,
hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con
nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre
de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes
les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo,
y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las
indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de
la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones
ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós.»
Palabra de Dios.
Salmo 66, R. A Dios den gracias los pueblos,
alaben los pueblos a Dios.
El Señor tenga piedad y
nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en
la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las
naciones. R.
Que todos los pueblos te
den gracias. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos
con justicia y guías a las naciones de la tierra. R
¡Qué los pueblos te den
gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos
bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra. R.
Libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
El ángel me llevó en
espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa,
Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios.
La gloria de Dios estaba
en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de
jaspe cristalino. Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce
puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las
doce tribus de Israel. Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres
al sur, y tres al oeste. La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce
cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del
Cordero. No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor
Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la
luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. Palabra
de Dios.
Santo Evangelio según san Juan 14, 23-29
Durante la Última Cena: Jesús
dijo a sus discípulos: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre
lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis
palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me
envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.» Palabra del Señor.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: "Me voy y volveré a ustedes". Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.» Palabra del Señor.
Reflexión
Me despido, pero no los abandono: ¡No los dejo huérfanos!
Jesús sabe que no podrá
estar por mucho tiempo más acompañando a sus discípulos.
Cuando Jesús dice que se
va de nuevo al Padre, los discípulos entran en pánico, sienten que se les mueve
el piso. La despedida sabe a lágrimas. Por eso, les dice repetidamente: ¡No se
inquieten ni teman! Aquel día, en el cenáculo, el nudo en la garganta de los
discípulos era grande.
Y no es para menos, es
que los discípulos se sienten inseguros a propósito de la partida de
Jesús. El Maestro constituye el punto de referencia de sus vidas, sin su
presencia no hay seguimiento ni tampoco futuro. De ahí que teman el verse
desprotegidos y sin orientación, en otras palabras, huérfanos del amor que los
sostuvo. Pero la actitud de Jesús ante la inminente partida es diferente: “Si
me amaran, se alegrarían de que me fuera al Padre”.
Jesús sabe
que hay otra forma no necesariamente física de estar con ellos. Por eso los
prepara para que aprendan a experimentarlo no ya como una realidad material,
sino en otra dimensión en la cual podrán contar con la fuerza, la luz, el
consuelo y la guía necesaria para mantenerse firmes y afrontar el diario
caminar en fidelidad.
Les promete pues, el
Espíritu Santo, el alma y motor de la vida y de su propio proyecto, para que
acompañe al discípulo y a la comunidad.
Los discípulos deben
comprender, cuál es su nueva situación y cuáles son las razones para no sentirse
abandonados.
Con las promesas que va
desgranando, Jesús lleva gradualmente a su comunidad del ambiente de tristeza
al de una gran alegría: la alegría que proviene del comprender que el camino de
la Pascua conduce a una nueva, más profunda y más intensa forma de presencia
suya en el hoy de la historia de todo discípulo.
El evangelio de este
domingo nos propone buscar la respuesta a la pregunta sobre cómo continúa Jesús
guiando a sus discípulos y a nosotros -animando el seguimiento- en los nuevos
tiempos.
La ruta
firme del discipulado: el Amor a Jesús y la obediencia a su Palabra. El discípulo ama
a Jesús, donde la forma concreta de su amor es acoger con fe la persona de
Jesús, con todo lo que Él ha revelado acerca de sí mismo y tomar en serio
sus enseñanzas, poniéndolas en práctica.
El
amor se vuelve compromiso: “Si
ustedes me amán, cumplirán mis mandamientos”; “El que vive mis
mandamientos, ése es el que me ama”; Es así como un discípulo sigue a
Jesús a lo largo de toda su vida mediante la escucha y el arraigo del
Evangelio. Su amor, en esta sintonía con el camino del Evangelio, redundará
en una desbordante alegría.
El
discipulado es esta dinámica de amor. Si observan los mandatos de Jesús,
demostrándoles así su amor, ellos siguen su ejemplo. Sólo así son verdaderos
imitadores de Jesús porque así es que Él se comporta con el Padre “Si cumplen mis mandamientos permanecerán en
mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor” Jn, 15,10.
Esta dinámica del amor
despeja el panorama de la nueva realidad que acontece al interior de la vida
del discípulo de Jesús: su amor se encuentra con otro amor que lo supera, ¡y
con creces! El discípulo no sólo entra en la circularidad de amor con
Jesús sino también con Dios Padre: “Y
el que me ame será amado por mi Padre”; “Si alguno me ama… mi Padre le
amará”.
A partir de aquí Jesús
nos deja una serie de revelaciones:
La primera viene conectada
enseguida con el tema del amor obediente del discípulo, completando así el
círculo: Jesús anuncia un amor permanente e inclusivo del Padre y del Hijo en
el corazón del seguidor de Jesús:
“Si
alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada en él”.
La inhabitación de la
comunión del Padre y del Hijo, una soledad “llena”. La presencia de Jesús en el
caminar del discípulo, en el tiempo pascual, atrae también la de Dios
Padre. Jesús no viene solo. De hecho, si miramos otros pasajes del
evangelio constatamos que Jesús le hace caer en cuenta a sus discípulos que en Él
no hay soledad: “Yo no estoy solo,
porque el Padre está conmigo” (Jn 16,32).
A todo discípulo le
sucede lo mismo que a Jesús: su soledad es en la compañía de Dios. Quien
ama a Jesús no está solo, no está perdido ni abandonado a su propia suerte.
Aun cuando no sean visibles para sus ojos físicos, todo seguidor debe saber que
Jesús y el Padre están a su lado. Por eso hay que tomar conciencia en todo instante
e incluso a la hora de la muerte -tiempo de profunda soledad y radical
separación-, que Jesús y el Padre están a nuestro lado, que no nos dejan
abandonados ni desprotegidos. El discipulado es un gustar cotidianamente
esta amorosa compañía.
Nuestra vocación como
criaturas de Dios es alcanzar la comunión plena con Dios en la eternidad. Ahora
Jesús hace caer en cuenta que esta comunión con Él y con el Padre no será
solamente una realidad futura, cuando entremos a vivir en la morada que el
Resucitado nos ha preparado en el cielo, sino que es una realidad presente,
aquí y ahora, que crece todos los días hasta la visión definitiva de la gloria.
Esto vale no solamente para los primeros discípulos, sino para todo el que cree
en Jesús.
Últimos deseos de Jesús
Jesús se está despidiendo de sus últimos discípulos.
Los ve tristes y acobardados. Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles
sus últimos deseos.
Que no se pierda mi mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se
olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el
recuerdo del proyecto humanizador del Padre: ese «reino de Dios» del que les ha
hablado tanto. Si lo aman, esto es lo primero que han de cuidar. «El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras... el que
no me ama no las guardará».
Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del
Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde
nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos
olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras
doctrinas?
El Padre os enviará en mi nombre
un Defensor. Es el segundo
deseo de Jesús. No quiere que se queden huérfanos. No sentirán su ausencia. El
Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá del riesgo de desviarse
de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo hacia los pobres, los
impulsará también a ellos en la misma dirección.
El Espíritu les «enseñará» a comprender mejor todo lo
que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les
«recordará» lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de veinte siglos, ¿Qué espíritu reina entre
los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos
actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde
nos impulsa hoy su aliento renovador?
Les doy mi paz. Es el tercer deseo de Jesús. Quiere que vivan
con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el
Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es
diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen
a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir
caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús
insiste: ¡No se inquieten ni
teman!.
Después de veinte siglos, ¿Por qué nos paraliza el
miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha
gente que tiene hambre de Jesús. El papa Francisco es un regalo de Dios. Todo
nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su
Evangelio.
La
misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar
un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia.
¡¡¡Jesús
misericordioso en vos confío!!!
Aclaración: Se han utilizado para la preparación
de las reflexiones: J. A.
Pagola. P. Fidel Oñoro, Centro Bíblico del CELAM.
Círculo Bíblico San José
“Tu palabra es una
lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las 16 hs para compartir y reflexionar
el evangelio
de cada semana.
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