Segundo
domingo durante el año
Lecturas 19-1-20, Ciclo A
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis
ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guíe y asista al meditar tus
enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Libro de Isaías 49,3-6.
El Señor me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré". Pero yo dije: “en vano me fatigué, para nada, inútilmente, es gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho esta junto al Señor y mi retribución junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel.
El Señor me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré". Pero yo dije: “en vano me fatigué, para nada, inútilmente, es gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho esta junto al Señor y mi retribución junto a mi Dios. Y ahora, habla el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel.
Yo soy valioso a
los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: "Es demasiado
poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a
los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para
que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”. Palabra de
Dios.
Salmo 39, R: Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad.
Esperé
confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en
mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R
Tú no quisiste
víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni
sacrificios, entonces dije: "Aquí estoy”. R
“En el libro
de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu
voluntad, y tu ley está en mi corazón". R
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R
Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, tú lo sabes, Señor. R
1º Carta de San Pablo a los Corintios 1,1-3.
Pablo, llamado a
ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sostenes,
saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han
sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos
aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor,
Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que
proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Palabra de
Dios.
Evangelio según San Juan 1,29-34.
Juan Bautista vio
acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me
precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a
bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". Palabra del Señor.
Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". Palabra del Señor.
Reflexión
El testimonio de
Juan sobre Jesús
En los tres primeros evangelios (Marcos, Mateo y
Lucas), el bautismo de Juan está claramente definido como un bautismo de arrepentimiento para
el perdón de los pecados. Pero el cuarto evangelio –que es el que nos
corresponde hoy–, la principal función que asigna a Juan el Bautista no es la
de bautizar (de hecho, ni siquiera se dice que bautice a Jesús) ni la de
predicar el cambio de orientación a la vida (¡convertíos!) ni la de ser el
héroe que denuncia a los príncipes y muere mártir, sino la de dar
testimonio de Jesús.
El Bautista es la primera persona a la que el
Evangelio de Juan presenta como testigo de lo que experimentó
con Jesús en el bautismo de este y que expresa en afirmaciones cruciales: “Este
es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; “He visto al Espíritu
bajar, como una paloma que viene del cielo, y permanecer sobre él (Jesús)”; “Y
yo lo he visto y doy testimonio que Él es el Hijo de Dios”. Pues bien, todos
estos títulos del Jesús como Mesías de los que da testimonio Juan son títulos
salvadores. En definitiva, Jesús es el verdadero Mesías y, como tal, es nuestro
salvador porque nuestro Dios Padre, que se manifiesta humanamente en él, es
salvador definitivo del mundo.
Juan anuncia
quién es Jesús. La primera parte es una declaración hecha al ver a Jesús
que llegaba. La segunda es un testimonio sobre él, que nace de su
experiencia personal. Juan ha visto con sus propios ojos al Espíritu que
bajaba y se quedaba en Jesús. Pero su testimonio no nace por condición
humana –Juan niega haber conocido antes a Jesús- sino que procede de un anuncio
divino confirmado por su propia experiencia.
Dos títulos
caracterizan a Jesús: “Cordero de Dios” e “Hijo de Dios”. Y
dos frases describen su actividad: “el que quita el pecado del mundo” y “el que
bautiza con el Espíritu Santo”. Jesús es el Cordero de Dios por ser
Hijo de Dios, el don de Dios a la humanidad. Y el objeto de ese
don de Dios es hacer posible que el mundo escape de la muerte y obtenga la
vida. Más adelante, en el Evangelio, se nos dirá: “Así mostró Dios
su amor al mundo, enviando a su Hijo único, para que tenga vida eterna y no
perezca ninguno, de los que creen en Él” (Jn 3, 16)
El título de
Cordero de Dios hace referencia al cordero pascual, cuya sangre liberó al
pueblo de la muerte y cuya carne fue comida por el pueblo al comienzo de su
éxodo de Egipto. (Ex. 12, 1-4). Utilizando un símbolo de la cultura del
pueblo, el cordero, Juan describe la misión del Mesías; Él será, con su muerte,
el liberador y el alimento de los que le sigan en el éxodo que va a realizar.
Es una nueva época pascual, pues tiene la alegría de la libertad, y representa
la verdadera alianza de Dios con la humanidad.
La
expresión “que quita el pecado del mundo” describe la
liberación que va a efectuar Dios por medio de Jesús. Hay que notar
que el pecado del mundo ya existe antes de que Jesús comience su actividad;
eliminarlo va a ser su misión.
Los cristianos
que necesitamos liberarnos de un grave malentendido; las cosas no son malas
porque Dios ha querido que sean pecados. Es exactamente al revés.
Precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son pecados que
Dios quiere quitar del corazón del mundo y del corazón de cada hombre y mujer.
Por eso, cuando
Juan nos presenta a Jesús como “el que quita el pecado del mundo”, no está
pensando en una acción moralizante, una especie de saneamiento de
costumbres. Está anunciándonos que Dios está a nuestro lado frente al
mal. Que, en Jesús, Dios nos ofrece su amor, su apoyo, su alegría, para
liberarnos del mal y vivir en plenitud.
Para su misión
Jesús ha recibido la unción de Mesías, que es plenitud del Espíritu y
comunicación personal de Dios. Él es por eso “Hijo de Dios”, Dios entre
los hombres, el enviado del Padre, el que ha bajado del cielo, la Palabra encarnada.
Participando de
la plenitud que Él posee, los que se adhieren a Él nacerán del Espíritu (eso es
el bautismo con Espíritu) y recibirán la fuerza de vida que los liberará de la
opresión del pecado.
Juan al
declararlo hace una invitación a los hombres y mujeres de toda época; les hace
saber que en Jesús se encuentra la vida, que por Él pueden liberarse de la
opresión y el pecado.
Con frecuencia
hemos olvidado algo que es central en el Evangelio. El pecado no es
solamente algo que puede ser perdonado, sino algo que debe “ser quitado” y
arrancado de la humanidad. Jesús se presenta como alguien que “quita el
pecado del mundo”. Alguien que no solamente ofrece el perdón, sino
también la posibilidad de ir quitando el pecado, la injusticia y el mal que se
apodera de los seres humanos. La conclusión es evidente: creer en Jesús
no consiste sólo en abrirse al perdón de Dios. Seguir a Jesús es
comprometerse en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado, que domina a los
hombres y mujeres, y todas sus consecuencias.
Debemos tomar
consciencia de la profunda contradicción que se da en el interior de nuestra
vida cuando la apatía y la indiferencia apagan en nosotros el fuego del
Espíritu. Parecemos hombres y mujeres que, por decirlo con palabras del
Bautista, han sido “bautizados con agua” pero a los que falta todavía “ser
bautizados en el Espíritu Santo y fuego”. Es necesario gustar y
saborear a Dios sumergiéndose en el Espíritu.
Dejarnos bautizar por El Espíritu. Los evangelistas se esfuerzan por
diferenciar bien el bautismo de Jesús del bautismo del Bautista. No hay que
confundirlos. El bautismo de Jesús no consiste en sumergir a sus seguidores en
las aguas de un río. Jesús sumerge a los suyos en el Espíritu Santo.
El evangelio de Juan lo dice de manera clara. Jesús
posee la plenitud del Espíritu de Dios y, por eso, puede comunicar a los suyos
de esa plenitud. La gran novedad de Jesús consiste en que Jesús es «el Hijo de
Dios» que puede «bautizar con Espíritu Santo».
Este bautismo de Jesús no es un baño externo, parecido
al que algunos han podido conocer tal vez en las aguas del Jordán. Es un «baño
interior». La metáfora sugiere que Jesús comunica su Espíritu para penetrar,
empapar y transformar el corazón de la persona.
El Espíritu Santo es considerado por los evangelistas
como «Espíritu de vida». Por eso, dejarnos bautizar por Jesús significa acoger
su Espíritu como fuente de vida nueva. Su Espíritu puede potenciar en
nosotros una relación más vital con él. Nos puede llevar a un nuevo nivel de
existencia cristiana, a una nueva etapa de cristianismo más fiel a JesúsEl Espíritu de Jesús es «Espíritu de verdad».
Dejarnos bautizar por él es poner verdad en nuestro cristianismo. Nos dejamos
engañar por falsas seguridades. Recuperar una y otra vez nuestra identidad
irrenunciable de seguidores de Jesús. Abandonar caminos que nos desvían del
evangelio.
El Espíritu de Jesús es «Espíritu de amor»,
capaz de liberarnos de la cobardía y del egoísmo de vivir pensando sólo en
nuestros intereses y en nuestro bienestar. Dejarnos bautizar por él es abrirnos
al amor solidario, gratuito y compasivo.
El Espíritu de Jesús es «Espíritu de conversión»
a Dios. Dejarnos bautizar por Jesús significa dejarnos transformar lentamente
por él. Aprender a vivir con sus criterios, sus actitudes, su corazón y su
sensibilidad hacia todo lo que deshumaniza a los hijos e hijas de Dios.
El Espíritu de Jesús es «Espíritu de renovación».
Dejarnos bautizar por él es dejarnos atraer por su novedad creadora. Él puede
despertar lo mejor que hay en la Iglesia y darle un «corazón nuevo», con mayor
capacidad de ser fiel al evangelio.
La única razón de
ser una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo. Dicho de otra forma; actualizar hoy en
sociedad el misterio del amor liberador de Dios manifestado en Cristo. Difícilmente
seremos testigos de Dios si no manifestamos su amor salvador y liberador.
Tal vez una de
las tragedias del mundo actual, tan radicalizado en muchos aspectos, es no
contar con experiencias de “fe radical” y de “testigos vivos” de Dios. La
figura del Bautista, testigo verdadero de Jesucristo, nos obliga a hacernos la
pregunta: ¿Ayuda mi vida a alguien a creer en Dios?
“Te
ofrezco, Señor”
"Te
ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti.
Te
ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti.
Te
ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad.
Te
ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo
aquello que quieres Tú, Señor,
lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú,
como tú lo quieras y
durante todo el tiempo que lo quieras.
“Abiertos al
proyecto de Dios”
(Sagrada Familia: Jesús, María y
José)
“La Palabra es
la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre”
(Segundo domingo después de Navidad)
“Doy testimonio
que él es el
hijo de Dios”
(Segundo domingo durante el año)
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Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal
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