Tiempo de
cuaresma
“En
nombre de Cristo le pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Co 5,20)
Tercer domingo de cuaresma
Lecturas 15-3-20, Ciclo A
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos
y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Lectura del libro del Éxodo 17, 1-7
Toda la comunidad de los
israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a
la orden del Señor.
Cuando acamparon en
Refidím, el pueblo no tenía agua para beber. Entonces acusaron a Moisés y le
dijeron: “Danos agua para que podamos beber”. Moisés les respondió: “¿Por qué
me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?”. El pueblo, torturado por la sed,
protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo
para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro
ganado?»
Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?»
El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb.
Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?»
El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb.
Tú golpearás la roca, y
de ella brotará agua para que beba el pueblo.» Así lo hizo Moisés, a la vista
de los ancianos de Israel.
Aquel lugar recibió el nombre de Masá -que significa «Provocación»- y de Meribá -que significa «Querella»- a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?» Palabra de Dios.
Aquel lugar recibió el nombre de Masá -que significa «Provocación»- y de Meribá -que significa «Querella»- a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?» Palabra de Dios.
Salmo 94, R. Cuándo escuchen la voz del Señor, «No endurezcan el corazón.»
¡Vengan, cantemos con
júbilo al Señor, aclamemos a la Roca que nos salva! ¡Lleguemos hasta él dándole
gracias, aclamemos con música al Señor! R.
¡Entren, inclinémonos para
adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque él es
nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que él apacienta, las ovejas
conducidas por su mano. R.
Ojalá hoy escuchen la voz
del Señor: «No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el día de Masá, en
el desierto, cuando sus padres me tentaron y provocaron, aunque habían visto
mis obras.» R.
Carta de S. Pablo a los Romanos 5, 1-2.
5,8
Hermanos: Justificados,
por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por
él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y
por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no
quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
En efecto, cuando todavía
éramos débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los
pecadores. Difícilmente se encuentra alguien que dé su vida por un hombre
justo; tal vez alguno sea capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de
que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos
pecadores. Palabra de Dios.
Evangelio san Juan 4, 5-15. 19b-26. 39a. 40-42
Jesús
llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob
había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado
del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer
de Samaria fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber.» Sus discípulos
habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
La samaritana le respondió: «¡cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva.»
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?»
Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.»
«Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla.» Después agrego: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar.»
Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.»
La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo.» Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo.»
La samaritana le respondió: «¡cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva.»
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?»
Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna.»
«Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla.» Después agrego: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar.»
Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén ustedes adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.»
La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo.» Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo.»
Muchos
samaritanos de esa ciudad habían creído en él. Por eso, cuando los samaritanos
se acercaron a Jesús, le rogaban que se quedara con ellos, y él permaneció allí
dos días. Muchos más creyeron en él, a causa de su palabra. Y decían a la
mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y
sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo.» Palabra
del Señor.
Reflexión: Descubriendo a Jesús.
El evangelio de este
domingo nos retrata el camino de un encuentro con Jesús, se trata de un
itinerario de descubrimiento de la persona de Jesús quien viene al mundo como
Verbo para que lo comprendamos y lo acojamos en la fe, recibiendo así “el don
de Dios”. Es un encuentro que va da del pozo físico al pozo del corazón: del
corazón humano que por sí mismo no puede producir vida, al corazón de Dios de
donde viene el don inagotable de la vida. Es un encuentro verdaderamente
salvífico que conduce de la lejanía de Dios a la experiencia plenificante de la
adoración de Dios.
En el encuentro con el
Verbo se da un proceso que quiebra dicotomías, reconciliando hombre-mujer
(conflictos de género), judío-samaritano (enemigos políticos), verdadero-falso adorador
de Dios (discriminaciones religiosas). Es un encuentro que integra lo personal
y lo comunitario, la experiencia personal y la misión. La samaritana vive su
experiencia personal de Jesús (y se convierte en apóstol) confesando su fe en
su comunidad, donde el encuentro salvífico de Jesús con la samaritana es el
punto de partida de la misión: de la samaritana misma y de los discípulos.
La última frase –y
momento culminante- de todo el pasaje es: “Sabemos que éste es
verdaderamente el Salvador del Mundo”. El núcleo es una experiencia
de conocimiento (ver Jn 1,10-13), un conocimiento en la fe que va más allá de
la simple profesión de boca y se concreta en la acogida del Verbo en el mundo
de los hombres: “Le rogaron que permaneciera con ellos… Y permaneció
allí…”.
Junto al manantial de Jacob. Llega Jesús a la pequeña aldea de Sicar. Está
«cansado del camino». Su vida es un continuo caminar y recorrer los pueblos
anunciando ese mundo mejor que Dios quiere para todos. Necesita descansar y se
queda «sentado junto al manantial de Jacob». Pronto llega una mujer desconocida
y sin nombre. Es samaritana y viene a apagar su sed en el pozo del manantial.
Con toda espontaneidad Jesús inicia el diálogo: «Dame de beber».
¿Cómo se atreve a entrar en contacto con alguien que
pertenece a un pueblo impuro y despreciable como el samaritano? ¿Cómo se rebaja
a pedir agua a una mujer desconocida? Aquello va contra todo lo imaginable en
Israel. Jesús se presenta como un ser necesitado. Necesita beber y busca ayuda
y acogida en el corazón de aquella mujer.
Las necesidades básicas nos unen y nos invitan a
ayudarnos, dejando a un lado nuestras diferencias. La mujer se sorprende porque
Jesús no habla con la superioridad propia de los judíos frente a los
samaritanos, ni con la arrogancia de los varones hacia las mujeres.
Entre Jesús y la mujer se ha creado un clima nuevo,
más humano y real. Jesús le expresa su deseo íntimo: «Si conocieras el don de
Dios», si supieras que Dios es un regalo, que se ofrece a todos como amor
salvador... Pero la mujer no conoce nada gratuito. El agua la tiene que extraer
del pozo con esfuerzo. El amor de sus maridos se ha ido apagando, uno después
de otro.
Cuando oye hablar a Jesús de un «agua» que calma la sed
para siempre, de un «manantial» interior, que «salta» con fuerza dando
fecundidad y vida eterna, en la mujer se despierta el anhelo de vida plena que
nos habita a todos: «Señor dame de beber».
Un camino progresivo
hacia la fe en Jesús salvador. Ante el relato del encuentro de la
samaritana con Jesús, se imponen algunas consideraciones. Jesús es quien toma
la iniciativa. Él se anticipa a la mujer. Él comienza el diálogo y lo conduce.
La mujer pone su parte: tiene sed, toma el cántaro, va al pozo donde está
Jesús. Pero está cerrada a todo diálogo. Sin embargo, está abierta a la
felicidad. Gracias al diálogo con
Jesús, la mujer va cambiando progresivamente su imagen de Jesús, lo
llama “judío”, luego “señor”, “profeta” y después “mesías”. Y
mediante el anuncio que ella hace a sus compaisanos del encuentro con Jesús,
estos profesan: “es verdaderamente el Salvador del mundo”.
La verdadera adoración. Es la que brota
del conocimiento del rostro del Padre y de su actuar, revelados en la persona
de Jesús.
Adorar en espíritu y
verdad. Supone superación de templos y lugares sagrados, y de un culto
y ritos vacíos. El nuevo templo es Jesús y él vive en quien cree. Para
adorar al Padre lo que importa es la actitud, no los lugares. Actitud
donde obra el Espíritu de Jesús, que nos da.
Como Padre. No se
puede adorar a quien no se conoce. No se puede adorar a quien no descubrimos
vivo y eficaz como Señor y Creador dentro de nuestra propia historia. No
se puede adorar cuando no se toma conciencia de su actuar creativo dentro de la
propia vida.
Jesús es quien
verdaderamente conoce al Padre y quien nos revela su rostro de manera nueva y
definitiva (“A Dios nadie lo ha visto jamás). El Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha
contado”, (Jn 1,18) en su propio rostro (“si me conocierais a mí,
conoceríais también a mi Padre”, (Jn 8,19). El problema,
entonces, ya no es judío ni samaritano. La revelación de Dios ha dado un nuevo
paso hacia delante. Por eso, en adelante, es decir, a partir del anuncio de
Jesús, será posible conocer a Dios de una manera nueva y definitiva y reconocerlo
mediante una forma de oración, también nueva, que exprese este conocimiento: el
reconocimiento de Dios (=adoración) como Padre que vivifica a sus hijos.
19 de marzo: Solemnidad de San José
San José: Esposo de la Virgen María, Custodio del Redentor: es venerado en toda la Iglesia por haber cuidado a la Virgen María y a Jesús, preciosos tesoros de Dios.
San José es el hombre del silencio, modelo de humildad
y obediencia, colabora con María en la redención. San José era esposo legal de
María: “José no temas tomar contigo a María, tu mujer, porque lo engendrado en
ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre
Jesús. Él salvará a su pueblo”. (Mt. 1,20-21)
De boca del Ángel, José recibe la misión sublime de “Padre
terreno” de Jesús. En todos sus pasos José es hombre de fe y depositario del
misterio de Dios. Al nacer Jesús, José cumple el mandato del Ángel y con
autoridad paterna le impone el nombre, San José sirve a la misión de Jesús
ejercitando la paternidad. Hace uso de la paternidad legal y entrega todo lo
suyo: vida, trabajo, techo para Jesús. El mesías creció en su casa bajo su
techo. La vida privada de Jesús quedó confiada a su custodia.
Glorioso Patriarca San José, la Iglesia te honra con
el título de “Patrono de la Iglesia Universal “.
Hoy nosotros te pedimos: Sé modelo para nuestras
familias en la obediencia, el trabajo y las virtudes evangélicas. Amén. (P.
José Correia Cura Párroco)
“Tú eres mi refugio y mi escudo, yo espero en tu Palabra” (Salmo 119, 114).
|
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es
una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal
119
Te esperamos todos los sábados a las
17 hs para compartir y reflexionar el evangelio de cada semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario