Tiempo de cuaresma
“En
nombre de Cristo le pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Co 5,20)
Segundo
domingo de cuaresma
Lecturas 8-3-20, Ciclo A
” Ven Espíritu Santo”
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis ojos
y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus enseñanzas,
para que pueda saborearla y comprenderla, para que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
El
Señor dijo a Abrám: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al
país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré;
engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y
maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la
tierra.» Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado. Palabra de
Dios.
Salmo
32: R. Señor,
que descienda tu amor sobre
nosotros.
La
palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y
el derecho, y la tierra está llena de su amor. R.
Los
ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su
misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de
indigencia. R.
Nuestra
alma espera en el Señor: él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que
tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en
ti. R.
Segunda
carta de Pablo a Timoteo 1, 8b-10
Querido
hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el
Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. El nos salvó y nos eligió con su
santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la
gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y
que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo.
Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la
Buena Noticia.
Palabra de Dios.
Evangelio
según san Mateo 17, 1-9
Jesús
tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte
elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como
el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron
Moisés y Elías, hablando con
Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Palabra del Señor.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.» Palabra del Señor.
Reflexión:
Se
transfiguró delante de ellos.
El relato de la Transfiguración está conectado con
la enseñanza que Jesús acaba de dar sobre el seguimiento: “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16,24). El seguimiento de esta manera
causa conflictos a los discípulos, no es sino ver la reacción de Pedro frente
al anuncio de la Pasión: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá
eso!”. A lo cual Jesús responde: “¡Quítate de mí vista, Satanás!” (Mt 16,22-23). El acontecimiento sucede en
función de ellos, quienes lo deben interpretar y finalmente ser sus testigos.
En la transfiguración Jesús los prepara sobre cómo se hace un camino pascual.
El seguimiento del Crucificado exige de los
discípulos un replanteamiento de sus expectativas con relación a Jesús, ellos
esperan un Mesías político y triunfal, pero Jesús les habla de “muerte”.
Jesús se retira a una montaña alta y apartada, y se
lleva consigo a los líderes del grupo –Pedro, Santiago y Juan- que alientan
aspiraciones de poder. Y delante de ellos se transfigura. Y
¡Dios mismo es quien habla para confirmar a Jesús en el camino que ha elegido!
La Transfiguración es una palabra de ánimo para los
discípulos, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y se anticipa su
victoria sobre la cruz. Jesús pide a sus discípulos que guarden en secreto esta
manifestación hasta que resucite de entre los muertos.
La manifestación de Jesús. Jesús les permite a sus tres discípulos el
acceso a la revelación de su divinidad, Jesús se fue “transfigurando”: un
cambio notable se da en su rostro y en sus vestidos (el resplandor de su cuerpo
traspasa los vestidos).
Para ayudar a entrar en el acontecimiento, Mateo
acude a los símbolos del sol y de la luz: “como el sol… como la luz”. El
sol y la luz son símbolos del cumplimiento, de lo divino, así como la “tiniebla
extrema” simboliza la desventura y la lejanía de Dios.
La aparición de Moisés y Elías. Toda la antigua Alianza se orienta hacia la
revelación definitiva de Dios en Jesús. Moisés y Elías representan la antigua
Alianza: Moisés representa la Ley y Elías a los Profetas, ambos personajes
están relacionados con la llegada del Mesías, Jesús no es un legislador más ni
es un profeta más, Él es el “Hijo”. Ahora dialoga con los representantes de la
Ley y los Profetas: el misterio Pascual es el cumplimiento anunciado y Moisés y
Elías son sus testigos. Jesús es presentado en el evangelio de Mateo como el
“nuevo Moisés” que viene a establecer la Nueva Alianza.
La reacción de Pedro. Pedro llama a Jesús: “Señor”, un título muy usado
por los discípulos para llamar a Jesús en el evangelio de Mateo. El de Pedro es
un grito de oración, un clamor. De esta forma expresa el gozo indecible que
proviene de la contemplación de la gloria. Enseguida propone construir tres
tiendas. El deseo de Pedro es el de retener el instante, de permanecer ya en lo
definitivo, aquello lo que por medio de la visión se hizo accesible a los ojos
humanos. Esta actitud particular de Pedro en la escena es confirmada en cierto
modo por lo que retiene la antigua tradición cristiana: “Porque recibió de Dios Padre
honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: ‘Este es mi Hijo
muy amado en quien me complazco’. Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida
del cielo, estando con él en el monte santo” (2 Pe 1,17-18).
Un acontecimiento para abrir los oídos. “Todavía estaba hablando, cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ”Este es mi Hijo amado, en quien
me complazco; escúchenlo”
La aparición de la “nube luminosa” indica la
presencia de Dios. Es claro que estamos dentro del universo simbólico de la
Biblia. En la peregrinación en el desierto que hizo la generación de Moisés, la
“nube” acompañaba al pueblo. Cuando llegamos al momento culminante del libro
del Éxodo vemos cómo la “nube” se posaba sobre la tienda del encuentro y la
gloria del Señor llenaba la morada (Éxodo 40,35).
Para los tiempos definitivos, con la llegada del
Mesías, se esperaba un acontecimiento de este tipo: “El Señor entonces mostrará
todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba en
tiempo de Moisés…” (2 Macabeos 2,8)
Lo que está sucediendo en este momento es
extraordinario y merece una prolongada contemplación de acogida del
Dios-con-nosotros, el Dios de la Alianza, que está aquí y nos habita. La
voz de la nube constituye el punto culminante. Mateo ha puesto en perfecto
paralelo la voz de la nube en la transfiguración y con la de: “Este es mi Hijo
amado, en quien me complazco”. Jesús, cuanto Hijo de Dios, le trae al mundo la
salvación definitiva que se hace visible en su transfiguración y comunión con
los personajes celestiales. Por eso se le debe escuchar: Él es la plenitud de
lo que “dicen” la Ley y los Profetas.
Reacción de los discípulos. “Al oír esto los
discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo”
El “miedo”, en realidad “temor religioso”, es
conciencia de estar ante alguien muy grande. Enseguida se siente la
distancia que tenemos con Dios, reconocemos quién es Él y quiénes somos
nosotros en su presencia.
El relato propone a Jesús como la presencia de Dios
entre los hombres, pero de manera muy distinta a como se había hecho presente
en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es
Palabra definitiva. Escuchar al Hijo no es aceptar una doctrina que él trasmite
por su palabra sino transformarse en él y vivir como él vivió, ser capaces de
manifestar el amor a través del don total de sí.
La plenitud del hombre está en la entrega total. No
está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del sufrimiento.
La Vida y la gloria están allí donde hay amor. La vida de Jesús se presenta
como un éxodo, donde el punto de llegada será el Padre, que era el punto de
partida al empezar el camino.
A los cristianos nos queda aún un paso por dar. No se
trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la
gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de
todo ser humano. El amor es lo único que demuestra que somos hijos de Dios.
Darse a los demás por una recompensa no tiene nada de cristiano.
Jesús nos descubre un Dios que se da totalmente sin
pedirnos nada a cambio. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de
una presencia, lo que me debe animar.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo:
«Levántense, no tengan miedo.»
Sabe que necesitan experimentar su cercanía humana:
el contacto de su mano, no solo el resplandor divino de su rostro. Siempre que
escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro ser, sus primeras palabras nos
dicen: Levántate, no tengas miedo.
Muchas personas solo conocen a Jesús de oído. Su
nombre les resulta, tal vez, familiar, pero lo que saben de él no va más allá
de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso, aunque se llamen
cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y, sin esa experiencia,
no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para alentar y sostener
nuestra vida.
Cuando un creyente se detiene a escuchar en silencio
a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre algo como
esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el
misterio de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás
que el amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto,
tu vida cambiará. Conocerás la paz del corazón”.
En el libro del Apocalipsis se puede leer
así: “Mira,
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en
su casa”. Jesús llama a la puerta
de cristianos y no cristianos. Le podemos abrir la puerta o lo podemos
rechazar. Pero no es lo mismo vivir con Jesús que sin él.
“Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus
senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres
mi Dios y mi salvador” (salmo
24)
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las
17 hs para compartir y reflexionar el evangelio de
cada semana.
Cuaresma,
es solo cuestión de amar
Amar a
Dios: Oración
Amarse
uno mismo: Ayuno
Amar al
prójimo: Limosna
“Ojalá Jesús te vaya marcando el camino para
encontrarte con quien necesita más.
Tu corazón, cuando te encuentres con aquél que más
necesita, se va a empezar a agrandar, agrandar, agrandar, porque el encuentro
multiplica la capacidad del amor,
agranda el corazón".
Tiempo de Cuaresma, tiempo de amar
Con el Miércoles de Ceniza comienza el tiempo de
Cuaresma, 40 días, que termina el Jueves Santo por la tarde, antes de la Misa
de la Cena del Señor.
Es un tiempo para revisar cuál es el camino que
nosotros estamos recorriendo en nuestra vida, qué imágenes de Dios me fui
“construyendo” y si es necesario “darse vuelta” y “desandar” ese camino que
venimos transitando, para encontrar el que Dios nos invita a recorrer. Por eso
decimos que cuaresma es tiempo para volver a Dios. En el lenguaje bíblico
la conversión significa la vuelta al camino de Dios.
Porque de esto se trata el gran desafío de la
conversión, es volver al Dios verdadero, al que se nos revela en la Biblia y en
la vida de Jesús.
El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un
¡detente!, un mirar para adentro, es descubrir si hemos caminado sin Dios buena
parte de nuestra vida. Es tiempo de cambiar.
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