Jesús dijo a
sus discípulos: "Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean
como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para
abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les
aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá
a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y
los encuentra así!" Palabra del Señor
Cuando se es
perseverante en guardar usualmente el sentimiento de la presencia de Dios, el
ardor del amor es constante. “Toda nuestra actividad”, mismo la más ordinaria,
no solamente es “guardada pura de toda mancha” (Regla de San Benito, IV), sino
que es elevada a un nivel sobrenatural. Toda nuestra vida es irradiada con la
claridad celeste, plena de una suavidad que “desciende del Padre de los astros
luminosos” (Sant 1,17) y es el secreto de nuestra fuerza y alegría. El hábito
de la presencia de Dios dispone el alma a las visitas divinas. (Evangeliodeldia.org)
Si hoy viene Jesús
a mí encuentro, ¿Cómo me encontraría?
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