8 La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella.
9 No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro.
10 La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso.
11 Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.
12 Yo gocé de todos esos bienes, porque la Sabiduría es la que los dirige, aunque ignoraba que ella era su madre.
13 La aprendí con sinceridad y la comunico sin envidia, y a nadie le oculto sus riquezas.
14 Porque ella es para los hombres un tesoro inagotable: los que la adquieren se ganan la amistad de Dios, ya que son recomendados a él por los dones de la instrucción. (Sabiduría 7, 7-14)
Ven Espíritu Santo, sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente.
Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, cura nuestras heridas.
Suaviza nuestra dureza, enciende nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos.
Concede a tus fieles, que en Ti confían, tus siete sagrados dones.
Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría. Amén.
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