“Yo soy el Pan de Vida”. Jn 6, 22-63
25 «Maestro, ¿cuándo llegaste?».
26 Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. 27 Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello».
28 Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?».
29 Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado».
30 Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo».
32 Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; 33 porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».
34 Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».
La gente, que quedó sorprendida por la multiplicación de los panes y de los peces obrada por el Señor, busca febrilmente encontrase con el Señor y logran hallarlo del otro lado del lago. En el momento que se encuentran, las palabras del Maestro revelan con claridad la actitud superficial de los que lo buscan. El Señor les reprocha que lo busquen porque están satisfechos por lo que comieron y no porque hayan comprendido el signo de la multiplicación de los panes y los peces.
Les aconseja entonces que no se preocupen tanto por la comida que se acaba sino por la que es duradera y da vida eterna, la “comida” que da Jesús. Pareciera que la gente está interesada en lo que el Señor les dice y por eso le preguntan qué es lo que deben hacer. Jesús les contestará decididamente que lo que Dios quiere es que crean en Él, el Hijo que ha enviado el Padre de los Cielos. El que confíe en Jesús nunca más tendrá hambre ni sed.
La pedagogía del Señor ha llevado a la gente desde la necesidad del pan material de cada día a la capacidad de levantar los ojos y poder descubrir un “pan espiritual” que sacie los anhelos más profundos del corazón.
Vamos a darle gracias a Jesús, por ser el Pan de Vida que nos alimenta en cada Eucaristía para fortalecernos en nuestro peregrinar, y vamos a decirle a nuestro Padre, que nos regale el don de la fe, de una fe incondicional en Cristo, que murió y resucitó para conseguir la Vida Verdadera a cada uno de nosotros. Amén.
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