El encuentro de Jesús con la samaritana. (Jn 4, 1-42)
13 Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,
14 pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».
15 «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla».
“Señor dame de esa agua”
La samaritana cuando oye hablar a Jesús de un «agua» que calma la sed para siempre, de un «manantial» interior, que «salta» con fuerza dando fecundidad y vida eterna, en la mujer se despierta el anhelo de vida plena que nos habita a todos: «Señor dame de beber».
Un camino progresivo hacia la fe en Jesús salvador. Ante el relato del encuentro de la samaritana con Jesús, podemos ver que, Jesús es quien toma la iniciativa. Él se anticipa a la mujer. Él comienza el diálogo y lo conduce. La mujer pone su parte: tiene sed, toma el cántaro, va al pozo donde está Jesús. Pero está cerrada a todo diálogo. Sin embargo, está abierta a la felicidad. Gracias al diálogo con Jesús, la mujer va cambiando progresivamente su imagen de Jesús, lo llama “judío”, luego “señor”, “profeta” y después “mesías”. Y mediante el anuncio que ella hace a sus compaisanos del encuentro con Jesús, estos profesan: “es verdaderamente el Salvador del mundo”.
La Palabra nos retrata el camino de un encuentro con Jesús, se trata de un itinerario de descubrimiento de la persona de Jesús quien viene al mundo como Verbo para que lo comprendamos y lo acojamos en la fe, recibiendo así “el don de Dios”. Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a recorrer ese ese camino. Amén.
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