Lecturas del 22-07-12
– Ciclo B –
"Jesús tuvo compasión", es decir nos quiere acompañar en nuestras cruces, sufrimientos y dificultades.
Libro del profeta Jeremías 23, 1-6
«¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal!» -oráculo del Señor-.
Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: «ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones» -oráculo del Señor-.
«Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna» -oráculo del Señor-.
«Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia."» Palabra de Dios.
Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo: «ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas acciones» -oráculo del Señor-.
«Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se espantarán, y no se echará de menos a ninguna» -oráculo del Señor-.
«Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo; él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este nombre: "El Señor es nuestra justicia."» Palabra de Dios.
Salmo 22
R. El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.
Carta de Pablo a los Efesios 2, 13-18
Hermanos: Ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones.
Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona.
Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Palabra de Dios.
Porque Cristo es nuestra paz: él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones.
Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona.
Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu. Palabra de Dios.
Evangelio según san Marcos 6, 30-34
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Palabra del Señor.
El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Palabra del Señor.
Reflexión
Al reflexionar sobre las lecturas de hoy, nos surgen algunos temas para que podamos meditar:
La Mirada de Jesús. (1) Marcos describe con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharles con calma, pues han vuelto cansados de su primera tarea evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se les adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús?
Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa.
“Al desembarcar, Jesús vio la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma” (largo rato).
Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque han interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.
Como Iglesia hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren.
Desde esa mirada Jesús descubre la necesidad más profunda de aquellas gentes: “andan como ovejas sin pastor”. La enseñanza que reciben de los maestros y letrados de la ley no les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.
Movido por su compasión, Jesús “se pone a enseñarles con calma”. Sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios y su proyecto humanizador del reino. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.
No podemos permanecer indiferentes ante tanta gente que, dentro de nuestras comunidades cristianas, anda buscando un alimento más sólido que el que recibe. No hemos de aceptar como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Hemos de reaccionar de manera lúcida y responsable. No pocos cristianos buscan ser mejor alimentados. Necesitan pastores que les transmitan la enseñanza de Jesús.
(1)Eclesalia, José A. Pagola.
Reunidos y unidos bajo un mismo Pastor: La queja de Jeremías de los guías políticos en su tiempo, se repite en la época de Jesús, los jefes políticos y religiosos dispersaban cada vez más al pueblo. El régimen político, militar y económico impuesto por Roma era una carga que pesaba sobre el pueblo y que se hacía más gravosa porque había gente que le hacía el juego a los romanos, entre ellos los saduceos, que administraban el Templo. El rey y los cobradores de impuestos eran nombrados por Roma y las fuerzas militares romanas tenían su fortaleza junto al templo de Jerusalén. Esta situación además de oprimir ofendía la dignidad del pueblo. El régimen tributario era demasiado minucioso y había que cumplir con el diezmo para el templo. La situación económica era crítica.
La sociedad se encontraba dividida y se atomizaba cada vez más tratando de buscar solución al problema del momento, unos creían en la fuerza de las armas, otros se aislaban y vivían en forma independiente. Se esperaba una irrupción de Dios que pusiera fin a esta situación y diera oportunidad al pueblo de Israel. Por otro lado después de la reconstrucción del templo al regresar del exilio, las leyes de purificación dominaron la religión judía hasta convertirla en un simple cumplimiento de normas, actitud con la cual Jesús no está de acuerdo porque se ha desligado totalmente de la vida haciendo falta la práctica de la justicia, del amor y de la misericordia. En una situación de éstas hay más desorientación y desconcierto en el pueblo. Muchos se encuentran marginados del templo, han sido desplazados de allí por no cumplir con las normas rituales de purificación, cuando oyen hablar a Jesús se sienten identificados con su enseñanza y con su práctica, descubren que no están tan lejos de los caminos de Dios, encuentran en él al pastor que en vez de dispersar, congrega y reúne, dice Yahvé en la primera lectura, “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas"
Marcos reconoce que Jesús, movido por la compasión de ver a la multitud que andaba como oveja sin pastor, se pone a enseñarles. Es la causa del Reino la que le consume su tiempo y su vida. Para esto ha venido, su pasión y su locura es el Reino. “pero el buen pastor las reunirá en un solo rebaño” (Jn 10,16). Jesús, buen pastor, reúne también en un solo rebaño a los que "estaban lejos" (paganos) y a los que "estaban cerca" (judíos) por medio de su sangre derramada en la cruz.
Ante una sociedad que afanosamente reclama orientación, es urgente que todos los cristianos nos unamos bajo un mismo Pastor, el Buen Pastor. Porque la primera orientación que Cristo ofrece a los hombres es precisamente la unidad en la verdad y en la caridad. A nosotros, fijémonos en que, si es mucho lo que nos divide, es mucho más lo que nos une. Promovamos con nuestra palabra y con nuestra vida la unidad en la verdad, pero por igual y mucho más la unidad en el amor hacia todos los cristianos, en el respeto hacia los miembros de otras Iglesias, en la colaboración para fomentar y defender los fundamentales valores humanos y cristianos.
Hechos que den autoridad a las palabras. Luego del episodio que compartimos el domingo pasado, el envío misionero de los Doce, Marcos narra el regreso de los Apóstoles.
Dice el texto que los Apóstoles le cuentan al Señor todo lo que han “hecho y enseñado”. Estas dos palabras, estos dos verbos, hacer y enseñar, son muy importantes porque marcan la continuidad de la tarea de los Apóstoles con respecto a la de Jesús. En los primeros capítulos de Marcos se describe a un Jesús, Mesías que revela el Reino con “hechos y palabras”, “haciendo y diciendo”, “liberando del mal y proclamando el Evangelio”.
Marcos reconoce que Jesús, movido por la compasión de ver a la multitud que andaba como oveja sin pastor, se pone a enseñarles. Es la causa del Reino la que le consume su tiempo y su vida. Para esto ha venido, su pasión y su locura es el Reino. “pero el buen pastor las reunirá en un solo rebaño” (Jn 10,16). Jesús, buen pastor, reúne también en un solo rebaño a los que "estaban lejos" (paganos) y a los que "estaban cerca" (judíos) por medio de su sangre derramada en la cruz.
Ante una sociedad que afanosamente reclama orientación, es urgente que todos los cristianos nos unamos bajo un mismo Pastor, el Buen Pastor. Porque la primera orientación que Cristo ofrece a los hombres es precisamente la unidad en la verdad y en la caridad. A nosotros, fijémonos en que, si es mucho lo que nos divide, es mucho más lo que nos une. Promovamos con nuestra palabra y con nuestra vida la unidad en la verdad, pero por igual y mucho más la unidad en el amor hacia todos los cristianos, en el respeto hacia los miembros de otras Iglesias, en la colaboración para fomentar y defender los fundamentales valores humanos y cristianos.
Hechos que den autoridad a las palabras. Luego del episodio que compartimos el domingo pasado, el envío misionero de los Doce, Marcos narra el regreso de los Apóstoles.
Dice el texto que los Apóstoles le cuentan al Señor todo lo que han “hecho y enseñado”. Estas dos palabras, estos dos verbos, hacer y enseñar, son muy importantes porque marcan la continuidad de la tarea de los Apóstoles con respecto a la de Jesús. En los primeros capítulos de Marcos se describe a un Jesús, Mesías que revela el Reino con “hechos y palabras”, “haciendo y diciendo”, “liberando del mal y proclamando el Evangelio”.
La tarea de los discípulos y la tarea de la Iglesia de Jesús por todos los siglos es la misma: hacer presente el Reino con hechos y palabras. Ni sólo hechos ni sólo palabras sino palabras que “expliquen” los hechos, hechos que den autoridad a las palabras. Esta es en definitiva la clave de la misión que nos enseña Jesús.
Siempre en oración. El comienzo del pasaje del Evangelio de hoy, San Marcos relata que los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Debemos imitar ese trato de los discípulos con Jesús. Esa confianza que tienen para contarle sus cosas. En eso consiste la oración: en confiar al Señor los acontecimientos de nuestra vida. A veces le confiamos los hechos que nos entusiasman, como hacían los primeros discípulos de Jesús. Podemos suponer que ese relato de los apóstoles estaría seguido de las palabras de Jesús, guiándolos, dirigiéndolos, alentándolos. Pero otras veces, contando al Señor nuestras dificultades, nuestros problemas, con la seguridad de que vamos a recibir el consuelo y la paz que en cada momento necesitemos.
Debemos imitar ese trato de los discípulos con Jesús. Esa confianza que tienen para contarle sus cosas. En eso consiste la oración: en confiar al Señor los acontecimientos de nuestra vida. A veces le confiamos los hechos que nos entusiasman, como hacían los primeros discípulos de Jesús. Podemos suponer que ese relato de los apóstoles estaría seguido de las palabras de Jesús, guiándolos, dirigiéndolos, alentándolos. Pero otras veces, contando al Señor nuestras dificultades, nuestros problemas, con la seguridad de que vamos a recibir el consuelo y la paz que en cada momento necesitemos.
La oración, el trato frecuente, y sincero con el Señor es una necesidad para la vida de todo bautizado, y una condición previa e indispensable para encarar cualquier tarea de apostolado Hoy:
En la sustancia de las cosas, la humanidad se halla desde sus inicios en situación parecida, aunque cambien las circunstancias aparentes y tecnológicas, una generación sin pastores vive a la deriva, se revuelve infeliz en la ciénaga del sinsentido. Una generación con pastores que no lo son, se ve abocada a la desconfianza en la autoridad, vive el suplicio de la confusión, se encierra en el subjetivismo atroz e insolidario, desde que el hombre es hombre ha necesitado guías que le indiquen el camino y le dirijan por la senda de su auténtica humanidad hacia el horizonte de la felicidad y de Dios:
¿Hoy por quién me dejo guiar en forma certera y segura para encontrar el camino de la verdad? ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida, el de pastor y “amigo” o simplemente es una alternativa?
El término “compasión”: en algunas regiones de habla hispana tiene una cierta carga peyorativa. Parecería que es sinónimo de “lástima” en un sentido superficial del término. Sin embargo la etimología del término nos señala otra cosa. Compasión viene del latín que significaría literalmente algo así como “vivir la pasión con el otro”, “padecer con el otro”. "sufrir juntos", "tratar con emociones...", es una emoción humana que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento.
Compadecerse del hermano es querer acompañarlo en la “pasión” de su vida, en sus cruces, sufrimientos y dificultades.
Compadecerse del hermano es querer acompañarlo en la “pasión” de su vida, en sus cruces, sufrimientos y dificultades.
Lecturas de la Semana
Lunes 23: Miq. 6,1-. 6-8; Sal 49; Mt. 12, 38-42.
Martes 24: Miq.7,14-15. 18-20; Sal 84; Mt. 12, 46-50.
Miércoles 25: 2Cor. 4, 7-15; Sal 125; Mt. 20, 20-28.
Jueves 26: Ecle. 44, 1. 10-15; Sal 131; Mt. 13, 16-17.
Viernes 27:Jer. 3, 14-17; Sal Jer.31, 10-12; Mt. 13, 18-23.
Sábado 28: Jer. 7, 1-11; Sal 83; Mt. 13, 24-30.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación de las reflexiones que acompañan las lecturas, textos de distintos autores: El libro del Pueblo de Dios. Unos momentos con Jesús y María, Catholic.net, Cebipal/Celam – Scociedades Bíblicas Unidas
Círculo Peregrino: queremos compartir con vos la Palabra del Señor, por eso podemos ir a tu casa a visitarte a vos o algún familiar enfermo.
Lectio Divina: También podes venir para compartirla el primer sábado de cada mes a las 16 hs. en:
Círculo Bíblico San José
Parroquia San José:
Brandsen 4970 Villa Domínico.
4 comentarios:
an Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo
El Pedagogo, I, 9; SC 70
"Sintió piedad de ellos, porque estaban como ovejas sin pastor"
Salvar es propio de quien es bueno. “La misericordia del Señor se extiende a toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apiada de quienes aceptan su corrección, y de los que se esfuerzan por unirse con él” (Si 18,13-14)... Los sanos no necesitan los cuidados del médico, porque están bien, pero sí necesitan de su arte los enfermos (cf. Lc 5,31; Mt 9,12; Mc 2,17). De la misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por nuestros vergonzosos deseos, por nuestras intemperancias... nuestras pasiones, necesitamos del Salvador... Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del Salvador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos ilumine; sedientos, necesitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes beben, nunca más tendrán sed (cf. Jn 4,14); muertos, necesitamos de la vida; rebaño, necesitamos pastor; niños, necesitamos pedagogo; y toda la humanidad necesita a Jesús...
“Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado, y los apacentaré yo mismo en mi monte santo” (Ez 34,16. 14). Ésta es la promesa propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño!
¡Sí, Señor, sácianos; danos abundante el pasto de tu justicia; sí, Pedagogo, condúcenos hasta tu monte santo, hasta tu Iglesia, la que está colocada en lo alto, por encima de las nubes, que toca los cielos! (cf. Sal 14 [15], 1; 47 [48], 2-3). “Y Yo seré —dice— su pastor, y estaré cerca de ellos” (Ez 34,23)...
Así es nuestro Pedagogo: justamente bueno. “No vine —ha dicho— para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28; Mc 10,45). Por eso el Evangelio nos lo muestra fatigado (cf. Jn 4,6): se fatiga por nosotros y ha prometido “dar su alma [su vida] como rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45).
I. La miseria de estar “como ovejas sin pastor”
1. Las miserias del hombre son muchas, y Jesús se
compadece de todas: del ciego, del leproso, de la madre
viuda, de la multitud hambrienta. Pero hay una que le
rompe el corazón: que el pueblo esté como ovejas sin
pastor. Entonces él mismo se ofrece como solución: “Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se
compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y
estuvo enseñándoles largo rato” (Mc 6,34).
2. La fórmula “estar como ovejas sin pastor” designa, en
el antiguo Israel, una de las peores miserias que el pueblo
pudiera sufrir. Moisés, a punto de morir, le ruega a Dios
“que ponga al frente de esta comunidad un hombre que la
guíe en todos sus pasos, y al que ellos obedezcan en todo.
Así la comunidad del Señor no estará como una oveja sin
pastor” (Num 27,17). Más tarde, el profeta Miqueas le
anuncia al rey Ajab su ruina, pues “he visto a todo Israel
disperso por las montañas, como ovejas sin pastor” (1 Re
22,17; 2 Cro 18,16).
II. ¿Cantidad o calidad de los pastores?
3. La cuestión de la falta de pastores se ha vuelto clásica,
pues en la Iglesia se habla de “la falta de vocaciones” como
tal vez nunca antes. Es, ciertamente, una cuestión de
cantidad, como lo dice el mismo Jesús: “La cosecha es
abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la
cosecha” (Mt 9,37). Sin embargo, con la primera lectura,
tomada de Jeremías 23,1-6, la Iglesia quiere plantearnos el
problema de la falta de vocaciones desde la otra cara: la
calidad. Sobran malos pastores y faltan buenos: “¡Ay de los
pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal!
–oráculo del Señor. Por eso, así habla el Señor, Dios de
Israel, contra los pastores que apacientan a mi pueblo.
Ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no
se han ocupado de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de
ustedes, para castigar sus malas acciones, -oráculo del
Señor” (Jer 23,1-3).4. Que en Israel falten buenos pastores y sobren malos:
es un problema endémico que atraviesa el Antiguo
Testamento. El mejor testigo de ello es el profeta Ezequiel
en el capítulo 34. Y para que no pensemos que es una
cuestión sólo del pasado, sino que nos atañe también hoy,
la Iglesia, todos los años, nos propone a los clérigos el
comentario que San Agustín hace a dicho capítulo.
Comienza así: “Como no faltan pastores a quienes les gusta
el nombre de pastor, pero no cumplen, en cambio, con las
obligaciones del pastor, no estará mal que recordemos lo
que dice el Señor por boca del profeta sobre esos tales” (cf.
Liturgia de las Horas, semanas 24ª/25ª). Un siglo después,
San Gregorio Magno atestigua lo mismo: “Para una mies
abundante, son pocos los trabajadores. Al escuchar esto,
no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay
que reconocer que, si bien hay personas que desean
escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se
dediquen a anunciarlas. Miren cómo el mundo está lleno de
sacerdotes, y, sin embargo, es muy difícil encontrar un
trabajador para la mies del Señor; porque hemos recibido
el ministerio sacerdotal, pero no cumplimos con los deberes
de este ministerio” (Liturgia de las Horas, San Lucas, 18
octubre).
III. Jesús, prototipo del Pastor, entre la multitud y la
“solitud”
5. La escena evangélica de hoy nos pinta a Jesús y a sus
discípulos en una situación de tensión entre la atención a la
gente y la necesidad de oración y de descanso: “Él les dijo:
„Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar
un poco‟. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no
tenían tiempo ni para comer” (Mc 6,31). Marcos es quizá el
evangelista que mejor pinta el asedio que sufre Jesús de
parte de la gente. Pero es, a la vez, el que mejor lo pinta
acudiendo al descanso y a la oración antes o después de
estar con el pueblo. El frustrado descanso de la escena
leída hoy, es compensado con lo que Marcos dice poco
después de la multiplicación de los panes: “Una vez que los
despidió, se retiró a la montaña para orar” (6,46). Lo
mismo nos dice al comienzo de su escrito cuando describe
otra jornada intensa de Jesús: “Por la mañana, antes que
amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar
desierto; allí estuvo orando” (1,35).
IV. “Año sacerdotal” y estilo de vida
6. El ideal de vida apostólica de Jesús ha inspirado
innumerables reglas de vida, como las que tienen las
congregaciones clericales. Ninguna agota el ideal de Jesús.
Ninguna es, por lo mismo, necesaria. Pero es del todo necesario que los clérigos adoptemos un estilo de vida
coherente con la vocación y misión recibidas. Hemos de
conjugar armoniosamente estar con la multitud de los
hombres y estar en la “solitud” de la oración personal con
Dios. Son dos tensores que nos sostienen en alto. Si se
afloja uno, nuestra vida de pastor se derrumba.
Esta es, posiblemente, la mejor lección que se desprende
de la figura de San Juan María Vianney, el santo cura de
Ars, de cuyo nacimiento celebramos el 150º aniversario.
Para ello necesitamos la oración ferviente de Uds., los
fieles.
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de
Resistencia
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