Solemnidad de Todos los Santos
Lecturas 1-11-20, Ciclo A
Dios mío: Abre mi espíritu y dame inteligencia, en vano leeré o escucharé tu Palabra si Tú no haces que penetre en mi corazón. Concédeme ardor para buscarla, docilidad para aceptarla y fidelidad para cumplirla. Amén
Apocalipsis 7,2-4.9-14.
Yo,
Juan, vi a otro Angel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y
comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Angeles que habían recibido el
poder de dañar a la tierra y al mar:
"No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos
con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144. 000
pertenecientes a todas las tribus de Israel. Después de esto, vi una enorme
muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del
Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban
con voz potente:
"¡La salvación viene de nuestro Dios que está sentado en el trono, y del
Cordero!".
Y todos los Angeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los
cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono,
y adoraron a Dios,
diciendo: "¡Amén! ¡Alabanza, gloria y sabiduría, acción de gracias, honor,
poder y fuerza a nuestro Dios para siempre! ¡Amén! Y uno de los Ancianos me
preguntó: "¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de
túnicas blancas?".
Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son
los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las
han blanqueado en la sangre del Cordero". Palabra de Dios.
Salmo 23, R. ¡Benditos los que buscan al Señor!
Del
Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes, porque El la fundó sobre los mares, Él la
afirmó sobre las corrientes del océano. R
¿Quién
podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el
corazón; El que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R
Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de
Dios, su Salvador. Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R
Primera carta del
ap. San Juan 3,1-3.
Queridos
hermanos: ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha
reconocido a Él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos
tal cual es.
El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro. Palabra de Dios.
Evangelio según
San Mateo 5,1-12a.
Al ver a
la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron
a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los
que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les
pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie
en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes
tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los
profetas que los precedieron." Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy vamos a reflexionar el evangelio de las
bienaventuranzas y nos podemos preguntar qué significa ser Bienaventurado:
quiere decir feliz, dichoso.
Jesús nos enseña el camino para que seamos felices y dichosos, es decir bienaventurados y además que esta felicidad no dependa de lo que el hombre tiene materialmente, sino de lo que es, y que no está condicionada a la riqueza, el placer, la salud, ni tampoco a la actitud de los demás hombres hacia nosotros, si nos quieren o nos ofenden, sino al modo del que respondemos frente a ellos. La felicidad profunda que Jesús nos promete tiene, en definitiva, su fuente en Dios. La invitación de Jesús viene a decir así: «No busquen la felicidad en la satisfacción de sus intereses ni en la práctica interesada de su religión. Sean felices trabajando de manera fiel y paciente por un mundo más feliz para todos».
La fiesta de todos los santos, el 1 de noviembre, nos
invita al optimismo. Todos santos. Todo lo que nos rodea está lleno
de bondad si tenemos los ojos del alma abiertos para percibirlo. Acostumbrados
a poner el foco en lo negativo, es muy necesaria una fiesta así para descubrir
ese soplo divino en todos los seres.
En esta festividad de Todos los Santos se nos sugiere el texto de las Bienaventuranzas, es porque ellas son en verdad el camino de la santidad; en y con las Bienaventuranzas como carta de navegación de nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.
El Sermón de la Montaña tiene un particular
significado en la vida de Jesús porque el Señor se presenta como el nuevo
Moisés. Moisés había subido a la montaña a traer los Mandamientos del Antiguo
Testamento, y el Señor acá recoge las promesas hechas al pueblo elegido, pero
las perfecciona ordenándolas, no solo a la posesión de una tierra, sino al
Reino de los Cielos.
Las bienaventuranzas son como un resumen de toda la predicación de Jesús, que nos da en ellas una imagen completa del verdadero discípulo, de aquél que refleja la verdadera imagen del Señor.
En las bienaventuranzas, Jesús no promete la felicidad y la salvación a determinadas clases de personas, sino a los que lo sigan e imiten su vida. Para entrar en el Reino de los Cielos, el Señor anuncia que es necesario un estilo nuevo, una manera distinta de comportarse.
Bienaventurados los pobres de espíritu, dice Jesús y
nos enseña que para seguirlo a Él es necesario tener el alma libre de todo
apegamiento: del amor a sí mismo, en primer lugar; de la excesiva
preocupación por la salud; del futuro, de las riquezas y los bienes
materiales. La pobreza de espíritu que pide el Señor la practicamos cuando ponemos
nuestro tesoro en Dios y utilizamos las cosas como simples medios. El gran
valor que nos descubre Jesús es que debemos compartir, inclusive los bienes
materiales.
Más que una condición social, esta pobreza expresa la actitud personal de humildad ante Dios; es pobre el que acude a Dios sin considerar los méritos propios y confía sólo en el Señor para ser salvado. Y esto exige un desprendimiento real de los bienes materiales y una austeridad en el uso de ellos.
Bienaventurados los que lloran porque serán consolados. El Señor promete que los que llevan cruces en la vida - enfermedades, dolores - con Él, no se harán pesadas. La Fe convierte en bien todo lo que podría parecer un mal irremediable.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra, nos dice el Señor. Los mansos no son los blandos ni los tibios. La mansedumbre está apoyada sobre una gran fortaleza de espíritu. Ella implica en su ejercicio continuos actos de fortaleza. De manera semejante como los hacen los pobres, según nos enseña Jesús, son los verdaderos ricos, los mansos son los verdaderos fuertes. Mansos son los que sufren con paciencia las persecuciones injustas; los que en las adversidades mantienen el ánimo sereno, humilde y firme, y no se dejan llevar por la ira y el abatimiento. Los mansos poseerán la tierra.... Y primero, se poseerán a sí mismos, porque no serán esclavos de sus nervios ni de su mal carácter.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Las Escrituras llaman justo a quien se esfuerza con sinceridad en cumplir la voluntad de Dios. Y Dios colma con su Vida a quien desea esa Vida del Señor y pone los medios para alcanzarla.
Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Cada página del Evangelio es una muestra de la misericordia de Dios por los hombres. Pero Jesús nos reclama que también nosotros tengamos un corazón grande para quienes nos rodean.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. El Señor nos enseña que la raíz de la bondad o la malicia están en el corazón, es decir, en el interior del hombre, en el fondo de su espíritu. El hombre entero queda manchado o enriquecido por lo que ocurre en su corazón: malos deseos, envidias, rencores.... o pensamientos indulgentes, compasivos... Nuestra actitud externa es solo reflejo de nuestro interior.
Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios. La verdadera paz llegó al mundo con la encarnación del Hijo de Dios. Jesús repitió muchas veces: La paz sea con vosotros, Mi paz les dejo, mi paz les doy. Y ahora nos dice a nosotros: felices aquellos que reconcilian a los que pelean, aquellos que apagan el odio y unen lo que está separado, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
¡Ven Señor Jesús, te necesito!
Aclaración: Se han consultado para la preparación de las reflexiones: El libro del Pueblo de Dios. Hojitas anteriores. Centro Bíblico del CELAM. Amigos de fe adulta. J A Pagola.
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” Sal 119
No hay comentarios:
Publicar un comentario