“Habitaremos en vos”
19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. 20 Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. 21 El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».
22 Judas –no el Iscariote– le dijo: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?».
23 Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. (Jn 14, 19-22)
La inhabitación de la comunión del Padre y del Hijo, una soledad “llena”. La presencia de Jesús en el caminar del discípulo, atrae también la de Dios Padre. Jesús no viene solo. De hecho, si miramos otros pasajes del evangelio constatamos que Jesús les dice a sus discípulos que en Él no hay soledad: “Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn 16,32);
A todo discípulo le sucede lo mismo que a Jesús: su soledad es en la compañía de Dios. Quien ama a Jesús no está solo, no está perdido ni abandonado a su propia suerte. Aun cuando no sean visibles para sus ojos físicos, todo seguidor debe saber que Jesús y el Padre están a su lado.
Nuestra vocación como criaturas de Dios es alcanzar la comunión plena con Dios en la eternidad. Ahora Jesús hace caer en cuenta que esta comunión con Él y con el Padre no será solamente una realidad futura, cuando entremos a vivir en la morada que el Resucitado nos ha preparado en el cielo, sino que es una realidad presente, aquí y ahora, que crece todos los días hasta la visión definitiva de la gloria. Esto vale no solamente para los primeros discípulos, sino para todo el que cree en Jesús. Ven Señor Jesús, te necesitamos.
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