Décimo
noveno domingo
Lecturas 11-8-19, Ciclo C
Dios mío, envía ahora tu Espíritu sobre mí y que abra mis
ojos y mis oídos a tu Palabra, que me guie y asista al meditar tus
enseñanzas, para que pueda saborearla y comprenderla, para
que tu Palabra penetre en mi corazón, y me conduzca a la
Verdad completa. Amén
Lectura del libro
de la Sabiduría 18, 5-9
Como los egipcios habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos - y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó- para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.
Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres. Palabra de Dios.
Salmo 32
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se
Como los egipcios habían resuelto hacer perecer a los hijos pequeños de los santos - y de los niños expuestos al peligro, uno solo se salvó- para castigarlos, tú les arrebataste un gran número de sus hijos y los hiciste perecer a todos juntos en las aguas impetuosas. Aquella noche fue dada a conocer de antemano a nuestros padres, para que, sabiendo con seguridad en qué juramentos habían creído, se sintieran reconfortados.
Tu pueblo esperaba, a la vez, la salvación de los justos y la perdición de sus enemigos; porque con el castigo que infligiste a nuestros adversarios, tú nos cubriste de gloria, llamándonos a ti. Por eso, los santos hijos de los justos ofrecieron sacrificios en secreto, y establecieron de común acuerdo esta ley divina: que los santos compartirían igualmente los mismos bienes y los mismos peligros; y ya entonces entonaron los cantos de los Padres. Palabra de Dios.
Salmo 32
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se
eligió como herencia!
Aclamen, justos,
al Señor: es propio de los buenos alabarlo. ¡Feliz la nación cuyo Dios es el
Señor, el pueblo que él se eligió como herencia!
R.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
Carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-12
Hermanos: la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Palabra de Dios.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. R.
Nuestra alma espera en el Señor: él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. R.
Carta a los Hebreos 11, 1-2. 8-12
Hermanos: la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven. Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Palabra de Dios.
Santo Evangelio
según san Lucas 12, 32-48
Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.»
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo: « ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.
¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.
¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.»
Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»
El Señor le dijo: « ¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno?
¡Feliz aquel a
quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que
lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa:
"Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores
y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor
llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma
suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor,
no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto,
recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también
culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le
pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.» Palabra
del Señor.
Reflexión:
Estar despiertos. El domingo pasado se nos pedía no poner la
confianza en las riquezas. Hoy, además, se nos dice en quién hay que poner la
confianza para que sea auténtica: no en un dios todopoderoso externo, sino en
el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento. No es
pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe
atravesar toda nuestra vida. Confiadamente, tenemos que poner en marcha todos
los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa solo a través de sus
criaturas, y que solo a través de cada una de ellas la creación evoluciona.
Ayúdate y Dios te ayudará.
Se trata de estar siempre en actitud de búsqueda. Más
que en vela, yo diría que hay que estar despiertos. No porque pueda llegar el
juicio cuando menos lo esperemos, sino porque la toma de conciencia de la
realidad que somos exige una atención a lo que está más allá de los sentidos y
no es nada fácil de descubrir.
El tesoro está escondido, y hay que “trabajar” para
descubrirlo. No se trata de confiar en lo que nosotros podemos alcanzar, sino
en que Dios ya nos lo ha dado todo. Ha sido Dios el primero que ha confiado en
nosotros en el momento en que ha decidido darse, él mismo, a nosotros, sin
limitación ni restricción alguna.
Si hemos descubierto el tesoro que es Dios, no hay
lugar para el temor.
La idea que tenemos de una vida futura desnaturaliza
la vida presente hasta dejarla reducida a una incómoda sala de espera. La
preocupación por un más allá nos impide vivir en plenitud el más acá. La vida
presente tiene pleno sentido por sí misma. Lo que proyectamos para el futuro,
está ya aquí y ahora a nuestro alcance. Aquí y ahora, puedo vivir la eternidad,
puesto que puedo conectar con lo que hay de Dios en mí. Aquí y ahora puedo
alcanzar mi plenitud, porque teniendo a Dios lo tengo todo.
La esperanza cristiana no se basa en lo que Dios me
dará sino en que sea capaz de descubrir lo que Dios me está dando. Para que
llegue a mí lo que espero, Dios no tiene que hacer nada, ya lo está haciendo.
Yo soy el que tiene mucho que hacer, pero en el sentido de tomar conciencia y
vivir la verdadera realidad que hay en mí. Por eso hay que estar despiertos.
Por eso tenemos que vivir el momento presente, porque es el definitivo, porque
en él puedo dar el paso a la experiencia cumbre. Ese sería el momento definitivo
de mi vida.
Confianza o
agobio. Existe una riqueza que consiste en acumular más y más
buscando seguridad ante la vida, porque ésta se presenta como incierta,
problemática y como campo de rivalidad y prestigio. Es una riqueza que nos
lleva a la avaricia, al agobio y a la tensión, y que nos quita la paz y hasta
el sueño. No nos deja dormir.
Y existe otra
riqueza donde dar no es perder, se va vaciando de preocupaciones materiales y
va llenándose de fe en la vida y de confianza en el presente de Dios (el futuro
para Dios no existe, como tampoco el pasado). Es la riqueza de la que nos habla
Jesús.
Con agobio, tensión y avaricia no se puede vivir la presencia del Reino con gozo, no se puede asumir la tarea de extenderlo. Por eso, el que busca y anhela asegurar su vida y felicidad en el dinero y pone su afán en acumular y poseer, aunque diga creer en Dios, no es así. Si pone su confianza y felicidad en Dios, ese tal es discípulo de Jesús, y pertenece a la nueva comunidad del Reino. No hemos sido arrojados a la vida, no estamos sometidos a un oscuro e inconsciente destino: hay un Dios Padre que nos quiere y vela por nosotros. Para Él, nosotros valemos, somos lo más valioso.
Con agobio, tensión y avaricia no se puede vivir la presencia del Reino con gozo, no se puede asumir la tarea de extenderlo. Por eso, el que busca y anhela asegurar su vida y felicidad en el dinero y pone su afán en acumular y poseer, aunque diga creer en Dios, no es así. Si pone su confianza y felicidad en Dios, ese tal es discípulo de Jesús, y pertenece a la nueva comunidad del Reino. No hemos sido arrojados a la vida, no estamos sometidos a un oscuro e inconsciente destino: hay un Dios Padre que nos quiere y vela por nosotros. Para Él, nosotros valemos, somos lo más valioso.
“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” El corazón humano, centro decisivo de la persona según la mentalidad judía, se apega siempre a su tesoro. De ahí la importancia decisiva de que elijamos bien ese tesoro.
Al hombre actual se le hace difícil creer en algo que sea válido y verdadero para siempre. La falta de fe en las ideologías, la desconfianza en los grandes sistemas, el peso de la realidad cotidiana ha enterrado la utopía y ha hecho que crezca el escepticismo. Son muchos los que viven a la deriva, sin esperanza, con desesperación. No saben ya dónde poner su corazón. En medio de esta “situación errática”, lo importante parece ser, disfrutar de cada fragmento de tiempo y buscar la respuesta más satisfactoria en cada circunstancia fugaz. Pero son “creencias de reemplazo”, “tesoros de suplencias”. A veces, una palabra hostil basta para sentirnos tristes y solos. Es suficiente un gesto de rechazo o un fracaso para hundirnos en una depresión destructiva. Hacemos lo que queremos, y caemos en la insatisfacción… y es que el hombre de hoy, como el de siempre, necesita poner su corazón en “un tesoro que no pueda ser arrebatado por los ladrones, ni ser comido por la polilla.
En este asunto
nadie puede ocupar nuestro lugar ni hacer las cosas por nosotros. Decidir libre
y conscientemente por el reino de Dios es nuestro particular derecho y también
nuestra exigente obligación.
Vivir
en minoría. «Mi pequeño rebaño». Jesús mira con
ternura inmensa a su pequeño grupo de seguidores. Son pocos. Tienen vocación de
minoría. No han de pensar en grandezas. Así los imagina Jesús siempre: como un
poco de «levadura» oculto en la masa, una pequeña «luz» en medio de la oscuridad,
un puñado de «sal» para poner sabor a la vida.
Después
de siglos de «imperialismo cristiano», los discípulos de Jesús hemos de
aprender a vivir en minoría. Es un error añorar una Iglesia poderosa y fuerte.
Es un engaño buscar poder mundano o pretender dominar la sociedad. El evangelio
no se impone por la fuerza. Lo contagian quienes viven al estilo de Jesús
haciendo la vida más humana.
«No
tengan miedo». Es la gran preocupación de Jesús. No quiere ver a
sus seguidores paralizados por el miedo ni hundidos en el desaliento. No han de
preocuparse. También hoy somos un pequeño rebaño, pero podemos permanecer muy
unidos a Jesús, el Pastor que nos guía y nos defiende. Él nos puede hacer vivir
estos tiempos con paz.
«El
Padre ha querido daros el reino». Jesús se lo recuerda una vez
más. No han de sentirse huérfanos. Tienen a Dios como Padre. Él les ha confiado
su proyecto del reino. Es su gran regalo. Lo mejor que tenemos en nuestras
comunidades: la tarea de hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar
la historia hacia su salvación definitiva.
«Vendan sus bienes
y denlos como limosna».
Los seguidores de Jesús son un pequeño rebaño, pero nunca han de ser una secta
encerrada en sus propios intereses. No vivirán de espaldas a las necesidades de
nadie. Serán comunidades de puertas abiertas. Compartirán sus bienes con los
que necesitan ayuda y solidaridad. Darán limosna, es decir, «misericordia».
Este es el significado del término griego.
Los
cristianos necesitaremos todavía algún tiempo para aprender a vivir en minoría
en medio de una sociedad secular y plural. Pero hay algo que podemos y debemos
hacer sin esperar a nada; transformar el clima que se vive en nuestras
comunidades y hacerlo más evangélico. El papa Francisco nos está señalando el
camino con sus gestos y su estilo de vida.
“Les he dado poder, para vencer todas las fuerzas
del enemigo” (14°
domingo)
¿Cuál te parece que se portó como prójimo del
hombre necesitado? (15°
domingo)
(16°
domingo)
“Señor
enséñanos a orar”(17° domingo)
(18° domingo)
La
misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar
un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia.
Aclaración: Se han utilizado para la preparación
de las reflexiones: J. A. Pagola.
P. Fidel Oroño, cjm
Centro Bíblico del CELAM. Fray marcos. J A Pagola.
Círculo
Bíblico San José
“Tu palabra es una
lámpara a mis pies
y una luz en mi camino” Sal 119
y una luz en mi camino” Sal 119
Te esperamos todos los sábados a las
16 hs para compartir y reflexionar el evangelio
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